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martes, 11 de septiembre de 2012

Odgen Nash




Todo el mundo me cuenta todo

Me cuesta mucho entusiasmarme
con las noticias actuales.
Cuando uno piensa que por lo menos las perspectivas ya son tan negras que
no pueden ser más negras, empeoran.
Y por eso no me gustan las noticias, porque jamás ha habido una época en la que tantas cosas
estuvieran yendo tan bien para tantas de las personas equivocadas.


Everybody Tells Me Everything

I find it very difficult to enthuse
Over the current news.

Just when you think that at least the outlook is so black that it can grow no blacker, it worsens,
And that is why I do not like the news, because there has never been an era when so many things were going so right for so many of the wrong persons.



Un trago con algo

Hay algo con el Martini,
un escalofrío extraordinariamente agradable;
un Martini amarillo, suave;
quisiera tomar uno en este momento.
Hay algo con el Martini,
antes de que empiecen la cena y el baile,
y a decir verdad,
no es el vermouth —
creería que es el gin.


A Drink With Something In It

There is something about a Martini,
A tingle remarkably pleasant;
A yellow, a mellow Martini;
I wish I had one at present.
There is something about a Martini,
Ere the dining and dancing begin,
And to tell you the truth,
It is not the vermouth--
I think that perhaps it´s the gin.



Un consejo para maridos

Para que tu matrimonio continúe
rebosando amor de la copa,
admítelo, si estás equivocado;
cuando tienes razón, cierra la boca.


A Word to Husbands

To keep your marriage brimming
With love in the loving cup,
Whenever you’re wrong, admit it;
Whenever you’re right, shut up.



Cruzando la frontera

Empieza la vejez
y la edad mediana se ha cumplido
el día en que tus descendientes
ya son más que tus amigos.


Crossing The Border

Senescence begins
And middle age ends
The day your descendents
Outnumber your friends.



Odgen Nash, Estados Unidos, 1902-1971
Versiones © Gerardo Gambolini
imagen: s/d



sábado, 25 de agosto de 2012

Harry Clifton






La primera luz se desliza
en silencio
por los techos de chapa, te revela
a ti durmiendo, a mí de pie

junto a la puerta abierta,
anónimo como ayer cuando cumplí 
lo que esperabas al alojarme, 
viendo si tengo todo,

mientras tú guardas
el lenguaje de la noche en un lugar oscuro,
en un sueño rítmico
que impregna desde adentro

tu rostro misterioso.
Y no voy a interrumpirte
en tu descanso, ni a confesar quién era
despidiéndome de ti,

sino a bajar
los cinco pisos vertiginosos
desde el alto silencio de tu cuarto
hasta las puertas ruidosas

que dan al patio y el sol
y al ojo fotográfico
de un conserje, presentándome
con un adiós.


Harry Clifton, Dublín, Irlanda, 1952
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Desierto de Atacama, foto de Gustavo Muñoz Clos
[Creative Commons license]


Morning

First light steals
Across the metal roofs
In silence, reveals
You sleeping, me standing aloof

At the open door,
Anonymous as when I gave
What you sheltered me for
Last night, assuring myself I have

Everything, while you keep
Night’s language in a dark place,
In a rhythmic sleep
Suffusing your mystery face

From the inside.
Nor will I break
That sleep in you, confide
Who I was in the act of taking

Leave of you, but drop
Down five vertiginous floors
From the high silence
Of your room, to where the clanging doors

Give onto sun and courtyard
And the photografic eye
Of a caretaker, introducing myself
With goodbye.



Los que llegaban ahí
por sueño o por defecto
se veían de pronto en un desierto
de sal encostrada.

Lo llamaban Atacama.
Iban a trabajar. Al otro lado
de los Andes, la lluvia y el trueno robado
del coronel Fawcett. La mirada impasible,

se aclaraban la voz continuamente
a este lado de la empresa puritana,
distantes, despojados de emoción,
cuando trataban de hablar.

Mi padre comenzó a desmoronarse
a las tres semanas.
Los cócteles de pisco, y las indias,
amigables, con bombines,

mascando coca, tomando mate,
respirando el aire más puro
que soñó la astronomía, que ansió la religión,
la pureza de la desesperanza.

Mi madre, una joven tan hermosa
en un sitio tan desagradable,
mantenía vigilancia de la llanura costera,
escuchaba cada noche los trenes de carga

adentrarse en Antofagasta,
el interior soñado, hacia el clima
de Chuquicamata. Pronto, finalmente,
se unirían,

el púrpura persiguiendo al amarillo
en el suelo...
Lo llamaban la sombra de lluvia,
llevada al norte

de luna de miel, rodeando el Cabo de Hornos,
por ciudades de tango, puertos africanos,
un pasado vivo en un futuro atormentado, 
mucho antes de que yo naciera —

Una puerta que golpea con el viento,
un abatimiento ante el ruido de los trenes,
un sollozo estremecedor junto a la pila de la cocina,
en la tierra de la lluvia infinita.


Harry Clifton, Dublín, Irlanda, 1952
Versión © Gerardo Gambolini


The Rain Shadow

All who got there
By dreaming or default,
Found themselves in a desert
Of crusted salt.

They called it Atacama,
Went to work. Across the divide
Of the Andes, Colonel Fawcett’s rain
And stolen thunder. Dry-eyed,

Tearless, trying to speak,
Endlessly they cleared their throats
On this side of the puritan trek,
Emotionless, remote.

Father began to crack
In three weeks flat.
Pisco sours, and Indian women,
Friendly, bowler-hatted,

Chewing coca, drinking mate,
Breathing the clearest air
Astronomy dreamed, religion craved,
The purity of despair.

Mother, a girl so nice
In so nasty place,
Kept vigil on the coastal plain,
Heard the tinkle of ingot trains

Nightly, into Antofagasta,
Dreamt up-country, to the weather
Of Chuqui Camata. Soon, at last,
They would come together,

Purple chasing yellow
Across the earth...
They called it the rain shadow,
Brought it north

On honeymoon, around Cape Horn,
Through tango cities, African ports,
A past alive in a haunted future
Long before I was born —

A door banging in the wind,
A breakdown at the sound of trains,
A shuddering sob at the kitchen sink,
In the land of infinite rain.



Vengo de gitanos, por parte de madre.
Había mañanas, en mi infancia,
en que una extraña salía de la noche
para sentarse a la mesa. Mi padre
fumaba sin hablar. Mi madre, en una lengua
que no era de este mundo, lloraba y sermoneaba.
La visita simplemente se quedaba en su lugar,
escuchando. Una joven, glamorosa
al estilo de hace medio siglo, su perfume
una caja de resonancia para los sentidos,
ahora, al momento de escribir...
                                                Apenas despierto a la hora
de las palabras agrias, las ilusiones estropeadas,
yo tomaba la leche de los orígenes como un dios-niño —
Los hoteles perdidos, la larga cadena prenatal
de vagabundeos... Y esa, nuestra mentira familiar
eclipsada por la luz eléctrica y pasmosas claridades,
estalló. Gritos, recriminaciones,
“Ve adentro, te llamaremos...” A través de una pared
que nadie cruzó en veinte años
escuché llegar el taxi. Ella vino adentro
y me abrazó. “Aquí nadie me entiende —
sólo tú, amorcito...
                              Pasarían los años,
yo me escaparía. La lengua materna estaba ahí afuera
en alguna parte. Para entonces, ella estaba levantando campamento 
o echando raíces nuevas, en otro lugar,
con un absoluto extraño, que me instruiría en el juego,
los caballos, las sagas familiares
continuamente ampliadas, en ninguna parte escritas.


Harry Clifton, Dublín, Irlanda, 1952
Versión © Gerardo Gambolini


Mother Tongue

I came from gypsies, on my mother’s side.
There would be dawns, in childhood,
When somebody strange came out of the night
To sit at table. Father smoked,
Said nothing. Mother, in a language
Not of this this world, wept and harangued.
And the visitor just sat there
Listening. A little woman, glamorous
In the manner of half century back,
Her perfume like a sounding-board for the senses
Now, at the time of writing...
                                               Barely awake
At the hour of stripped illusions, bitter words,
I drank the milk of origins like a godchild —
Lost hotels, the long pre-natal chain
Of wanderings... And this, our household lie
Eclipsed by electric light and shattering clarities,
Broken into. Shouts, recriminations,
Go inside, we’ll call you... Through a wall
No-one breached for twenty years
I heard the taxi called. She came inside
And held me to her. No-one here understands me —
You alone, amorcito...
                                   Years would pass,
I would run away. It was out there somewhere,
The mother-tongue. By now, she was striking camp
Or putting down new roots, in another town,
With an absolute stranger, who would educate me
In gambling, horses, family sagas
Endlessly added to, nowhere written down.


miércoles, 15 de agosto de 2012

Leonardo Sciascia






Los muertos se van, en el coche negro
incrustado de fúnebre oro, al ritmo lento
de los caballos, y muchas veces
la banda suena por ellos.
A su paso, las mujeres se apresuran
a cerrar las ventanas de la casa,
se cierran los negocios: apenas una hendija
para ver el dolor de los parientes,
el número de amigos que acompañan,
la clase del coche, las coronas.
Así se van los muertos, en mi tierra;
ventanas y puertas cerradas, para implorarles
que pasen de largo, que ignoren
a las mujeres ocupadas en las casas,
al tendero que pesa y roba,
al niño que juega y odia,
a los ojos vivos que se agitan
detrás del engaño de las puertas cerradas.


Leonardo Sciascia, 1921-1989, Sicilia, Italia
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d


I morti

I morti vanno, dentro il nero carro
incrostato di funebre oro, col passo
lento dei cavalli: e spesso
per loro suona la banda.
Al passaggio, le donne si precipitano
a chiudere le finestre di casa,
le botteghe si chiudono: appena uno spiraglio
per guardare al dolore dei parenti,
al numero di amici che è dietro,
alla classe del carro, alle corone.
Così vanno via i morti, al mio paese;
finestre e porte chiuse, ad implorarli
di passar oltre, di dimenticare
le donne affaccendate nelle case,
il bottegaio che pesa e ruba,
il bambino che gioca e odia,
gli occhi vivi che brulicano
dietro l’inganno delle porte chiuse.



La noche cae ciega sobre las casas.
En ella queda de nuestra vida
un calco atroz: el último rostro nuestro
en la última noche del mundo.


Leonardo Sciascia, 1921-1989, Sicilia, Italia
Versión © Gerardo Gambolini


La notte

La notte frana cieca sulle case.
In lei resta della nostra vita
un calco atroce: l’ultimo nostro volto
nell’ultima notte del mondo.



jueves, 2 de agosto de 2012

Louis Untermeyer





Las once en punto, y cae el telón.
El viento frío desgarra las hebras de la ilusión;
la música delicada se pierde
con el barullo de la gente que vuelva a casa
y un diario de medianoche.

La noche se ha vuelto marcial;
nos enfrenta con golpes y desgracia.
Las mismas estrellas se han vuelto metralla,
fijas en mudas explosiones.
Y aquí en nuestra puerta
la luz de la luna se extiende
como una espada desenvainada.


Louis Untermeyer, Estados Unidos, 1885-1977
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d


End of the Comedy

Eleven o’clock, and the curtain falls.
The cold wind tears the strands of illusion;
The delicate music is lost
In the blare of home-going crowds
And a midnight paper.

The night has grown martial;
It meets us with blows and disaster.
Even the stars have turned shrapnel,
Fixed in silent explosions.
And here at our door
The moonlight is laid 
Like a drawn sword.

domingo, 8 de julio de 2012

Thomas Kinsella




Haciendo el té

Cruzaba la ventana de la cocina y me detuve,
la tetera medio llena de agua hirviendo.
Había algo con los chicos, tranquilos afuera:
el nieto, apuesto y cada vez más alto,
y sus tres primas.
                                               Hablando.
No jugando, en el jardín del fondo.

Él estaba parado junto a la mesa, desenvuelto,
entreteniéndolas, dominando;
ellas, sentadas en el banco enfrente de él,
aceptando ser cautivadas y entretenidas.

En su rincón privado. Con la enredadera del vecino
asomando apenas por la pared.

                                   Todavía era un juego.
Vacié el agua caliente en la pileta.


Thomas Kinsella, Dublín, Irlanda, 1928
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Kinsella leyendo en el Gate Theatre de Dublín


Making the Tea

I was passing the kitchen window, and stopped,
with the teapot half full of scalding water.
It was something about the childrn, quiet outside:
the grandson, goodlooking and growing tall,
and his three young girl cousins.
                                               Talking together.
Not playing, in the back yard.

He was standing casual by the garden table,
entertaining them, and holding sway;
they sitting on the bench in front of him,
agreeing to be charmed and entertained.

In their sheltered corner. With the neighbour’s creeper
barely showing over the wall.

                                               It was a game still.
I emptied my hot water into the sink.



El cuerpo llevado a la iglesia

En el teléfono, la voz de ella era distante,
pero largamente familiar.

*

Doblé otra esquina, siguiendo un hábito viejo,
y encontré St. Agnes.
                        La entrada llena de parientes:
primos, con la emoción de ancianos,
presentando esposas y maridos.

Busqué con la mirada a la hermana mayor.
Pero nadie le había avisado. Siempre fuimos
él y yo, nacidos al mismo tiempo.

Ocupamos nuestros sitios en la iglesia,
arrodillándonos y sentándonos
y descubriéndonos unos a otros, aquí y allá.

Sonó una campanilla y apareció un sacerdote joven
por el costado del altar. Comenzó
elogiando al difunto como buen esposo
y buen padre, y amigo de los vecinos.
Depués consoló a los deudos,
rematando las frases piadosas con un modesto floreo.

Se hizo a un lado, y ocupó su lugar
un joven feligrés, corpulento y de bigotes,
que habló con amor y sinceridad.
Un hijo y amigo del muerto.

Siguieron otros, hijas y otro hijo,
recordándolo y juntándose alrededor del ataúd.

Se formaron filas de dolientes en los pasillos laterales,
se acercaron al sacerdote, recibieron la hostia uno por uno
y volvieron a sus sitios.

El servicio terminó con el gesto de la paz
entre los fieles. La joven que estaba a mi lado
me tomó la mano entre las suyas con una sonrisa.

Los hijos e hijas condujeron a los presentes
hacia la puerta de entrada por el pasillo central,
y nos agregábamos detrás de la procesión a medida que pasaba.

Afuera, cuando la familia se fue en coche,
nos volvimos a mezclar en el mismo tumulto amistoso.
Intercambiando números. Arreglando para mantenernos en contacto.


Thomas Kinsella, Dublín, Irlanda, 1928
Versión © Gerardo Gambolini


The Body brought to the Church

Her voice was on the phone was remote,
but familiar from long ago.

                                   *

Round one more corner, by an old habit,
I found St. Agnes’s.
                                 The entrance full of relatives:
cousins, in elderly excitement,
introducing wives and husbands.

I looked around for the older sister.
But no one had called about her. It was always
himself and myself, born at the same time.


We took our places inside, around the church,
kneeling and sitting back
and noticing each other here and there.

A bell rang, and a young priest appeared
from around the side of the altar. He began
by praising the deceased as a good husband
and good father and friend in the neighbourhood.
Then consoled the bereaved,
ending the pious phrases with a modest flourish.

He stepped to one side, and his place was taken
by a young parishioner, moustached and heavy,
who spoke with directness and love.
A son and friend of the dead.

Others followed, daughters and another son,
remembering him and assembling around the coffin.

Lines of mourners formed in the side aisles,
approached the priest, acepted the Host in turn,
and turned away, back toward their places.

The service ended with the gesture of peace
around the congregation. The girl beside me
tookmy hand in both of hers with a smile.

The sons and daugters led the congregation
down the centre aisle toward the front door,
and we joined the end of the procession as it passed.


Outside, when the family were driven away,
we mixed again in the same friendly confusion.
Exchanging numbers. Arranging to keep in touch.



Errando ...

Errando
solo, de un cuarto vacío a otro
por los pasillos de un hotel ruinoso,
buscando el orinal extraviado...

Me desperté
            respirando un olor mental
y sentí en la boca los datos de la noche.


Mujeres nocturnas,
que destrozan la obra de mis días,

¿encontrarán lo que necesitan
en el baldío por venir?


Thomas Kinsella, Dublín, Irlanda, 1928
Versión © Gerardo Gambolini


Wandering alone...

Wandering alone
from abandoned room to room
down the corridors of a derelict hotel,
searching for the lost urinal...

I woke,
             breathing a mental smell,
and tasted the night facts.


Nighwomen,
picking the works of my days apart,

will you find what you need
in the waste still to come?



sábado, 30 de junio de 2012

Louis MacNeice





Despedida

Su frescura no se animan a mostrar, su frescura no se animan a mostrar...
Lascivas y alegres — las focas hunden y asoman la cabeza en la marea
entre las islas; brillosas y negras e irrelevantes
no pueden por supuesto demostrar lo que desean:
derribadas por fusiles bajo bandera prestada,
emboscadas desde la zarza húmeda y apresadas de las aletas
y arrojadas a un pozo como una piel seca, apaleadas
por campesinos de labios gruesos y la tos del tomador de whisky.
Detén el auto en Dublín, mira Sackville Street
sin los sacos de arena de las fotos viejas,1 contempla las estatuas
de los patriotas — la historia nunca muere en Irlanda, de todos modos,
incendio y asesinato on legados,
como anillos viejos con el engarce vacío, sin sus mudos
talismanes de piedra.
Mira Belfast, devota y profana y dura, construida
sobre fango entarquinado, los martillos resonando en el astillero,
el tiempo agujereado como una lámina de acero, el tiempo
endureciendo las caras, revistiendo con una escarcha jaspeada y gris
las caras bajo los chales y las gorras:
esa fue mi ciudad natal, esos los pechos que mamé.
Una patria de lava callosa enfriada hasta volverse piedra,
de parvas de pasto mequino, de gemidos de sirenas de barco,
de tonadas que van declinando — quisiera que anotes,
quisiera decirte , mira —diría—, esto es lo que me has dado:
indiferencia y sentimentalismo,
una risita metálica, una mano torpe,
un corazón que late al compás de una banda de flautas:
pon eso contra tu aire de adularia y amatista
punzado por el agua,
las patas de los caballos como cencerros de pelo tirando penosamente
del carromato naranja2, el manantial color cerveza negra
fluyendo entre los brezos, la verde efusión
de la primavera irlandesa.
Maldito sea aquel que maldice a su madre. No puedo ser otro
que el que esta tierra me hizo:
retazos de blanco en el fondo de mi mente, las velas
de los botes pesqueros en la Bahía — las sogas sacuden la cola
las campanas se sueltan cuando intento tañer mis recuerdos —
memoria en apostasía.
Quisiera sumar mis factores,
pero, ¿quién puede ponerse en el camino de los tractores del alma?
Puedo decir que Irlanda es impostora, Irlanda es
una galería de tapices falsos,
pero no puedo negar el pasado al que me encuentro unido,
la figura tejida no puede deshacer su trama.
Una tapa de cartón que vi a los cuatro años
mostraba un perro y una torre redonda, y eso era el enanto irlandés,
y las cruces célticas postizas del cementerio
reivindicaban nuestra individualidad,
y mi padre hablaba del oeste, donde solía
jugar al hurley3 en las arenas con maderas de algún naufragio.
Detén el auto en Killarney, compra un souvenir de mármol verde
o de roble negro, sigue hasta Clare, trepa el acantilado de la postal,4
visita la ciudad de Galway, idealiza nuestra sangre española,5
deja el diez por ciento de compasión debajo del plato
para el emigrante, jáctate de nuestra santidad,
nuestro heroísmo y nuestra indigencia estéril.
Columba Kevin y Brendan el navegante los nombres aceptados6,
Wolfe Tone y Grattan y Michael Collins7 los nombres aceptados,
admira la dulzura con que el arquitecto
está reconstruyendo la mansión incendiada, recuerda
los días gloriosos de la Feria Equina,8 alardea cuanto quieras,
pero tómate el barco a Holyhead9 antes de que debas
pagar la factura, antes de afrontar las consecuencias
del alma autóctona y la maleficiencia del clima
y de pagar con indolente fatalismo por la tramposa beleza de un prisma.
Yo voy a exorcisar mi sangre
y a abandonar mis ropas de niño mi sudario
voy a adquirir una actitud no la tuya
y a convertirme en uno de tus turistas,
y por más seguido que acaso venga
adiós, patria mía, y para siempre;
cualquiera sea el deseo que me asalte cuando tus vientos me rocen la cara
lo llevaré a casa, lo pondré en una caja de vidrio
y me quedaré mirándolo tan sólo,
ante cada nueva fantasía de armas y de insignias.
Acaso la escarcha no azote la cerca de fusias
y la tierra provea como hasta ahora,
pero ninguna dicha perdurable puede crecer de estas almas
emborachadas de sangre, restringdas por anteojeras.
Las anguilas remontan el Shanon a pesar de la gran represa;
no se cambia un comportamiento dándole un nombre nuevo.
Fuente de azul y verde encrespándose en el viento,
debo ir al este y quedarme, sin mirar atrás,
sin saber qué día la bruma es un manto espeso
ni cuándo el sol cobija el valle y rápidas sombras de nubes blancas
cruzan las colinas como un fraseo de violín.
Si fuera un perro detrás de la luz iría
desde Phoenix Park hasta Achill Sound10
siguiendo el rastro de cien fugitivos
que han roto la malla de vidas ordinarias,
pero siendo ordinario yo también, debo entonces discutir
qué significamos nosotros para Irlanda o Irlanda para nosotros;
debo celebrar el hito y la rareza
el oro enterrado de un viejo rey bravucón,
las antigüedades en falsete, debo gesticular,
tomar parte en cada impostura, o renunciar.
Renuncio, por lo tanto; adiós a las colinas parceladas y a las agrestes,
al Atlántico pomposamente surcado,
a las hilanderías que tragan la fila de chales, al oscuro pantano
donde media tonelada de turba se yergue como una lápida en ruinas;
adiós a tus gallinas entrando y saliendo de casas blancas,
a tus cabras distraídas en los caminos, tus vacas negras,
tus galgos y tus sabuesos magníficamente criados, a tus tambores,
a tus Vírgenes engalanadas y tus muertos ignorantes.



1 La antigua Sackville Street (hoy O’Connell Street) es una de las calles del sector de la ciudad liberado por los patriotas irlandeses durante la insurrección de la Pascua de 1916.
2 Probable referencia a un carromato protestante adornado con los colores de la casa de Orange.
3 Deporte nacional de Irlanda.
4 Referencia al acantilado de Moher.
5 Durante el frustrado ataque de la Armada Invenible a Gran Bretaña, parte de la flota fue desviada hacia Escocia, remontando luego hacia el sur la costa oeste de Irlanda. Algunas de las naves naufragaron y muchos marineros españoles se establecieron en Galway, permaneciendo y mezclándose con la población local.
6 Referencia a Columba, Kevin y Brendan, los más ilustres santos irlandeses.
7 Wolfe Tone (1763-1798): Patriota irlandés, fundador en 1791 de los United Irishmen, grupo con el conspiró para lograr un levantamiento general que permitiese la emancipación de los católicos irlandeses. En 1796 intentó una sublevación, inspirada por la Revolución francesa, pero lamisma fracasó en 1798. Tone fue condenado a la horca, pero se suicidó antes de que se cumpliera la sentencia.  //  Henry Grattan (1746-1820): Político y orador  irlandés que, pese a ser protestante, defendió a los católicos irlandeses que buscaban emanciparse. //  Michael Collins (1890-1922):  Político irlandés que, tras participar en la rebelión de 1916, fue encarcelado por los ingleses y liberado por los separatistas. Fue ministro de hacienda y presidente del Gobierno Provisional del Estado Libre de Irlanda. Murió asesinado en una emboscada.
8 Una suerte de exposición rural que se lleva a cabo anualmente en Dublín.
9 Isla galesa, frente a la costa de Anglesey.
10 Puntos situados respectivamente en el este y el oeste de Irlanda.

Louis MacNeice, Belfast, Irlanda del Norte, 1907-1963
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Faro de South Stack, Holyhead (c. 1899)
[imagen de dominio público]


Valediction

Their verdure dare not show . . . their verdure dare not show . . .
Cant and randy — the seals heads bobbing in the tide-flow
Between the islands, sleek and black and irrelevant
They cannot depose logically what they want:
Died by gunshot under borrowed pennons,
Sniped from the wet gorse and taken by the limp fins
And slung like a dead seal in a boghole, beaten up
By peasants with long lips and the whisky-drinkers cough.
Park your car in the city of Dublin, see Sackville Street
Without the sandbags in the old photos, meet
The statues of the patriots, history never dies,
At any rate in Ireland, arson and murder are legacies
Like old rings hollow-eyed without their stones
Dumb talismans.
See Belfast, devout and profane and hard,
Built on reclaimed mud, hammers playing in the shipyard,
Time punched with holes like a steel sheet, time
Hardening the faces, veneering with a grey and speckled rime
The faces under the shawls and caps:
This was my mother-city, these my paps.
Country of callous lava cooled to stone,
Of minute sodden haycocks, of ship-sirens moan,
Of falling intonations — I would call you to book
I would say to you, Look;
I would say, This is what you have given me
Indifference and sentimentality
A metallic giggle, a fumbling hand,
A heart that leaps to a fife band:
Set these against your water-shafted air
Of amethyst and moonstone, the horses feet like bells of  hair
Shambling beneath the orange cart, the beer-brown spring
Guzzling between the heather, the green gush of Irish spring.
Cursed be he that curses his mother. I cannot be
Anyone else than what this land engendered me :
In the back of my mind are snips of white, the sails
Of the Lough’s fishing-boats, the bellropes lash their tails
When I would peal my thoughts, the bells pull free —
Memory in apostasy.
I would tot up my factors
But who can stand in the way of his souls steam-tractors?
I can say Ireland is hooey, Ireland is
A gallery of fake tapestries,
But I cannot deny my past to which my self is wed,
The woven figure cannot undo its thread.
On a cardboard lid I saw when I was four
Was the trade-mark of a hound and a round tower,
And that was Irish glamour, and in the cemetery
Sham Celtic crosses claimed our individuality,
And my father talked about the West where years back
He played hurley on the sands with a stick of wrack.
Park your car in Killarney, buy a souvenir
Of green marble or black bog-oak, run up to Clare,
Climb the cliff in the postcard, visit Galway city,
Romanticise on our Spanish blood, leave ten per cent of pity
Under your plate for the emigrant,
Take credit for our sanctity, our heroism and our sterile want
Columba Kevin and briny Brandan the accepted names,
Wolfe Tone and Grattan and Michael Collins the accepted names,
Admire the suavity with which the architect
Is rebuilding the burnt mansion, recollect
The palmy days of the Horse Show, swank your fill,
But take the Holyhead boat before you pay the bill;
Before you face the consequence
Of inbred soul and climatic maleficence
And pay for the trick beauty of a prism
In drug-dull fatalism.
I will exorcise my blood
And not to have my baby-clothes my shroud
I will acquire an attitude not yours
And become as one of your holiday visitors,
And however often I may come
Farewell, my country, and in perpetuum;
Whatever desire I catch when your wind scours my face
I will take home and put in a glass case
And merely look on
At each new fantasy of badge and gun.
Frost will not touch the hedge of fuchsias,
The land will remain as it was,
But no abiding content can grow out of these minds
Fuddled with blood, always caught by blinds;
The eels go up the Shannon over the great dam;
You cannot change a response by giving it a new name.
Fountain of green and blue curling in the wind
I must go east and stay, not looking behind,
Not knowing on which day the mist is blanket-thick
Nor when sun quilts the valley and quick
Winging shadows of white clouds pass
Over the long hills like a fiddles phrase.
If I were a dog of sunlight I would bound
From Phoenix Park to Achill Sound,
Picking up the scent of a hundred fugitives
That have broken the mesh of ordinary lives,
But being ordinary too I must in course discuss
What we mean to Ireland or Ireland to us;
I have to observe milestone and curio
The beaten buried gold of an old kings bravado,
Falsetto antiquities, I have to gesture,
Take part in, or renounce, each imposture;
Therefore I resign, good-bye the chequered and the quiet hills
The gaudily-striped Atlantic, the linen-mills
That swallow the shawled file, the black moor where half
A turf-stack stands like a ruined cenotaph;
Good-bye your hens running in and out of the white house
Your absent-minded goats along the road, your black cows
Your greyhounds and your hunters beautifully bred
Your drums and your dolled-up virgins and your ignorant dead.



domingo, 10 de junio de 2012

Robert Louis Stevenson






Yo, a quien Apolo visitó una vez,
o simuló visitar, ahora, al final de mi día,
me rindo al sueño, y no conoceré
el cansancio de los cambios, ni veré
las arenas incontables de los siglos
beber de la tinta que se destiñe, o la música ahogada
por el barullo de las generaciones.

Robert Louis Stevenson, Escocia, 1850 – Samoa, 1894
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d


“I, whom Apollo sometime visited”

I, whom Apollo sometime visited,
Or feigned to visit, now, my day being done,
Do slumber wholly; nor shall know at all
The weariness of changes; nor perceive
Immeasurable sands of centuries
Drink of the blanching ink, or the loud sound
Of generations beat the music down.



Pronto mueren los amigos,
pronto todo lo que queremos
se esfuma como oscurece el día – se va
como se van las flores.
Pronto en diciembre,
delante de unas ascuas, oímos en soledad
cuando resuena el viento.

Robert Louis Stevenson, Escocia, 1850 – Samoa, 1894
Versión © Gerardo Gambolini


“Soon our friends perish”

Soon our friends perish,
Soon all we cherish
Fades as days darken – goes as flowers go.
Soon in December
Over an ember,
Lonely we hearken, as loud winds blow.


lunes, 21 de mayo de 2012

dos irlandeses






Y siguen viviendo en lugares sin perdón
en las laderas de colinas artríticas
donde cercas de piedra bajas ocultan el mar y el mar
oculta a los muertos, aunque los muertos siguen susurrando
en sus tumbas silenciosas, “Tengo frío, tengo frío”.

Aquí hay turba suficiente para avivar los fuegos del Infierno,
y piedras en tal cantidad que parecieran crecer
en el suelo. Aunque jamás crece nada.
Sabe Dios que había más madera en el Calvario.

Esta mañana, en una carretera más allá de Cleggan,
pasé por las ruinas de una casa abandonada
y por una casa en ruinas que parecía abandonada,
sólo que un hombre me miró. Le pregunté adónde iba el camino.
“Hasta el final”, me dijo, “hasta el final”. Y se alejó arrastrando los pies.

Tony Curtis, Dublin, Irlanda, 1955
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d


Penance

And still they live in unforgiven places,
on the sides of arthritic hills,
where low walls hide the sea and the sea
hides the dead, though the dead still whisper
in their silent graves, “I’m cold, I’m cold.”

Enough bog here to stoke the fires of Hell,
and stones so many you’d think they grew
in the soil. Though nothing ever grows.
God knows there was more wood on Calvary.

This morning, on a high road beyond Cleggan,
I passed the ruins of a deserted cottage,
and a ruined cottage that looked deserted,
only a man eyed me. I asked where the road went?
“To the end,” he said, “the end.” Then shuffled off.



Demasiados carniceros
en el pueblo
y solo en su tienda
fingiendo estar ocupado
oye de pronto
la larga maldición
que nunca supo que estaba dentro de él,
su propia garganta
con un grito
que retrocede hasta el día
en que se puso el delantal de su padre
y su boca
se convirtió en un monedero.

Ted McNulty, New York, (?) – Dublin, 1998
Versión © Gerardo Gambolini


McGwinn and Son

Too many butchers
in the village
and alone in his shop
pretending to be busy
he suddenly hears
the long curse
he never knew was in him,
the throat of his own
with a shout
that goes back to the day
he put on his father’s apron
and his mouth
turned into a purse.