De
rodillas
Instantes de gran calma,
de rodillas ante un altar de madera
en una iglesia de piedra
en verano, esperando que el Dios
hable; el aire una escalera
al silencio; la luz del sol
llamándome, como si yo interpretara
un gran papel. Y la gente
callada; toda esa masa compacta
de espíritus esperando, como yo,
el mensaje.
Apúntame,
Dios;
pero no todavía. Cuando hablo,
aunque seas tú el que habla
a través de mí, algo se pierde.
El significado está en la espera.
Umbral
Salgo de la caverna de la mente
a la peor oscuridad
de afuera, donde pasan las cosas y
el Señor no está en ninguna de ellas.
a la peor oscuridad
de afuera, donde pasan las cosas y
el Señor no está en ninguna de ellas.
Oí la voz pequeña, silenciosa
y era la voz de las bacterias
demoliendo mi cosmos.
Me demoré demasiado
en este umbral, pero, ¿adónde puedo ir?
en este umbral, pero, ¿adónde puedo ir?
Mirar atrás es perder el alma
que yo estaba conduciendo
hacia la luz. ¿Mirar adelante? Ah,
cuánto equilibrio hace falta
en los bordes de ese abismo —
Estoy solo en la superficie
de un planeta que gira. ¿Qué
hacer sino, como el Adán
de Miguel Ángel, estirar mi mano
hacia el espacio desconocido
esperando el toque recíproco?
A un
joven poeta
Los primeros veinte años aún estás creciendo
físicamente, es decir: como poeta, por
supuesto,
todavía no has nacido. Es en los próximos diez
cuando cortas dientes para surgir
sonriendo engreído por tu cortejo atrevido de
la musa.
Te tomarás en serio esos primeros amoríos
con jóvenes poemas, pero cualquier apego
forjado entonces sólo vendrá a avergonzarte
cuando el amor se haya vuelto un servicio
serio
prestado a una reina fría.
A partir de los cuarenta
de los cortes y raspones de poemas
que tus manos toscas destrozaron
aprendes a juntar
con más habilidad las partes arbitrarias
de la oda o el soneto, mientras el tiempo alimenta
un nuevo impulso para ocultar tus heridas
a los ojos de ella y de un público audaz,
dado a curiosear.
Ahora eres viejo
según indican los años, pero en ese mundo
más lento del poeta simplemente estás llegando
a la triste madurez, sabiendo que la sonrisa
de su rostro orgulloso no es para ti.
Ronald Stuart Thomas, Cardiff, Gales,
1913-2000
R. S. Thomas, tal el nombre bajo el que publicó, fue además sacerdote anglicano.
R. S. Thomas, tal el nombre bajo el que publicó, fue además sacerdote anglicano.
versiones © Gerardo Gambolini
imagen: Elsi y R.S. Thomas, circa 1940, de “R.S.
Thomas: Writers of Wales” por Tony Brown.
Kneeling
Moments of
great calm, / Kneeling before an altar / Of wood in a stone church / In summer,
waiting for the God / To speak; the air a staircase / For silence; the sun’s
light / Ringing me, as though I acted / A great role. And the audiences / Still;
all that close throng / Of spirits waiting, as I, / For the message. / Prompt
me, God; / But not yet. When I speak, / Though it be you who speak / Through
me, something is lost. / The meaning is in the waiting.
Threshold
I emerge
from the mind’s / cave into the worse darkness / outside, where things pass and
/ the Lord is in none of them. // I have heard the still, small voice / and it
was that of the bacteria / demolishing my cosmos. I / have lingered too long on
// this threshold, but where can I go? / To look back is to lose the soul / I
was leading upwards towards / the light. To look forward? Ah, // what balance
is needed at / the edges of such an abyss. / I am alone on the surface / of a
turning planet. What // to do but, like Michelangelo’s / Adam, put my hand / out
into unknown space, / hoping for the reciprocating touch?
To a young poet
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