jueves, 30 de diciembre de 2010

José María Álvarez / 4 poemas


The shadow line

No puedo ver las velas altas, capitán —Joseph Conrad

in memoriam Joseph Conrad


Sobre la playa el viento de Septiembre
abre extraños caminos. Silenciosas aves
del mar escoltan unos restos
y que las olas borrarán.
Algo que fue navío, soledad de delfín,
sueño de hombres.
Así el Arte.
Y las cenizas del amor.


Farsa italiana de la enamorada del rey

El enamorado recorre su camino a ciegas —Propercio

Tus labios están calientes —William Shakespeare


El firmamento giratorio es para mí como el oro de una sortija que todo lo ciñe y en la que tú eres la piedra preciosa —Ibn Hazm


Sé bella
Deja que el planeta camine hacia el hielo
Todo pasa menos la belleza
Clava en mis ojos tu bandera negra


Aymant

Como a Bennvenuto Cellini -hacia quien experimento mayor inclinación de la que tengo por los otros maestros del Quattrocento-, me gusta vagar por la arena abandonada por la marea, recogiendo conchas, guijas —Claude Lévi-Strauss


...Las viejas playas. A las que siempre
algo
te lleva. Como ningún otro latido
del mundo, esas orillas...

Caminas por el filo de las aguas. El sol que las traspasa,
ese velo cristalino,
y esas conchas
medio enterradas en la arena, y esas cintas
azules
que la luz dibuja.

No es tu memoria
quien reconoce,
donde existe depositada esa luz, esos colores,
estas orillas transparentes, la sensación
de la mar en tus dedos.
Es una dicha sin pasado. Sólo su instante
de exaltación, la
Vida
más allá
de lo comprensible.


Bezahar

Míos fueron, mi corazón,
los vuestros ojos morenos.
¿Quién los hizo ser ajenos?

—Cancionero anónimo

En estos tiempos que corren, provechoso es disponer de una mujer hermosa — Alessandra Mancinghi-Strozzi

Estas divertidas divagaciones levantaron por un momento su ánimo, y entregose a la contemplación — Joris-Karl Huysmans


El oro de la tarde
sobre el mar de tu cuerpo

El crepúsculo ardiendo en tu mirada

El ulular de sirenas de tus entrañas

Nuestras lenguas enlazándose como pájaros suntuosos

Contemplando tu belleza y mi deseo
acepto la vida

José María Álvarez, Cartagena, España, 1942
imagen: s/d

martes, 28 de diciembre de 2010

Fernando Pessoa


En la noche terrible, sustancia natural de todas las noches...

En la noche terrible, sustancia natural de todas las noches,
En la noche de insomnio, sustancia natural de todas mis noches,
Recuerdo, velando en modorra incómoda,
Recuerdo lo que hice y lo que podía haber hecho en la vida.
Recuerdo, y una angustia
Se derrama por mí como un frío del cuerpo o un miedo.
Lo irreparable de mi pasado: ¡ése es el cadáver!
Todos los otros cadáveres quizá sean ilusiones.
Todos los muertos quizá estén vivos en otra parte.
Todos mis propios momentos pasados quizá existan por ahí,
En la ilusión del espacio y del tiempo,
En la falsedad del devenir.
Pero lo que yo no fui, lo que no hice, lo que ni siquiera soñe;
Lo que sólo ahora veo que debería haber hecho,
Lo que sólo ahora claramente veo que debería haber sido...
Es lo que está muerto más allá de todos los Dioses,
Eso —y fue al fin lo mejor de mí— es lo que ni los Dioses hacen vivir...

Si a cierta altura
Hubiese doblado hacia la izquierda en lugar de hacia la derecha;
Si a cierta altura
Hubiese dicho sí en lugar de no, o no en lugar de sí;
Si en cierta conversación
Hubiese tenido las frases que sólo ahora, en el entresueño, elaboro...
Si todo eso hubiese sido así,
Sería otro hoy, y tal vez el universo entero
Sería llevado insensiblemente a ser otro también,

Pero no doblé hacia el lado irreparablemente perdido,
No doblé ni pensé en doblar, y sólo ahora lo percibo;
Pero no dije no o no dije sí, y sólo ahora veo lo que no dije;
Pero las frases que faltó decir en ese momento me surgen todas,
Claras, inevitables, naturales,
La conversación cerrada concluyente,
La materia toda resuelta...
Pero sólo ahora lo que nunca fue, ni será hacia atrás, me duele.

Lo que de veras fallé no tiene ninguna esperanza
En ningún sistema metasfísico.
Puede ser que para otro mundo pueda llevar lo que soñé,
¿Pero podré llevar para otro mundo lo que me olvidé de soñar?
Esos sí, los sueños por tener, son el cadáver.
Lo entierro en mi corazón para siempre, para todo el tiempo, para todos los universos.

Esta noche donde no duermo, y el sosiego me cerca
Como una verdad de la que no participo,
Y allá fuera la luna, como una esperanza que no tengo,
es invisible para mí.

Fernando Pessoa, Lisboa, 1888-1935
Fernando Pessoa, Poemas, Ed. Fabril, Bs. As., 1972
Traducción de Rodolfo Alonso
imagen: Retrato de Pessoa por J. L. Roth



Na noite terrível, substância natural de todas as noites,
Na noite de insónia, substância natural de todas as minhas noites,
Relembro, velando em modorra incómoda,
Relembro o que fiz e o que podia ter feito na vida.
Relembro, e uma angústia
Espalha-se por mim todo como um frio do corpo ou um medo.
O irreparável do meu passado — esse é que é o cadáver!
Todos os outros cadáveres pode ser que sejam ilusão.
Todos os mortos pode ser que sejam vivos noutra parte.
Todos os meus próprios momentos passados pode ser que existam algures,
Na ilusão do espaço e do tempo,
Na falsidade do decorrer.
Mas o que eu não fui, o que eu não fiz, o que nem sequer sonhei;
O que só agora vejo que deveria ter feito,
O que só agora claramente vejo que deveria ter sido —
Isso é que é morto para além de todos os Deuses,
Isso — e foi afinal o melhor de mim — é que nem os Deuses fazem viver…

Se em certa altura
Tivesse voltado para a esquerda em vez de para a direita;
Se em certo momento
Tivesse dito sim em vez de não, ou não em vez de sim;
Se em certa conversa
Tivesse tido as frases que só agora, no meio-sono, elaboro —
Se tudo isso tivesse sido assim,
Seria outro hoje, e talvez o universo inteiro
Seria insensivelmente levado a ser outro também.

Mas não virei para o lado irreparavelmente perdido,
Não virei nem pensei em virar, e só agora o percebo;
Mas não disse não ou não disse sim, e só agora vejo o que não disse;
Mas as frases que faltou dizer nesse momento surgem-me todas,
Claras, inevitáveis, naturais,
A conversa fechada concludentemente,
A matéria toda resolvida…
Mas só agora o que nunca foi, nem será para trás, me dói.

O que falhei deveras não tem esperança nenhuma
Em sistema metafísico nenhum.
Pode ser que para outro mundo eu possa levar o que sonhei.
Mas poderei eu levar para outro mundo o que me esqueci de sonhar?
Esses sim, os sonhos por haver, é que são o cadáver.
Enterro-o no meu coração para sempre, para todo o tempo, para todos os universos.
Nesta noite em que não durmo, e o sossego me cerca
Como uma verdade de que não partilho,
E lá fora o luar, como a esperança que não tenho, é invisível p’ra mim.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Arturo Chemes


Mueca vencida

Le explicó que uno era
el pasado
y él no lo sabía
y el pasado en realidad
era el presente
o el presente
era un pasado continuo
un futuro imperfecto
insuficiente, inmerecido

Y él no hacía nada
para cambiarlo
y se quedaba ahí pasivamente
mientras el mundo
se iba cayendo a pedazos
y era inútil esperar
que hiciera algo
y merecía la condena de los tibios
el destierro de los mansos
la medalla del dolor

Y no la vio más

Arturo Chemes, Bs. As., Argentina, 1955
imagen: s/d

jueves, 23 de diciembre de 2010

Miguel Gaya


de Colección Robin Hood (1994)


Harto sorprendiéndose Robinson Crusoe
de la huella estampada
en arena húmeda
Pie desnudo en el reino
de la soledad
Así
caviloso
me detengo en las señales que tu cuerpo deja
en desolado territorio
Desnudo también
para mejores días



La condena del Hombre
que Ríe:
Toda belleza sucede
afuera
No puedo salir
de tu corazón
que pasa



Ella usaba el pelo
como el Príncipe Valiente
y modales impropios
de la familia real
Combatimos mucho
en batallas privadas
y nunca hubo acuerdo
sobre la victoria
Sin tiempo para sagas
ni conciencia de gestos
que pudieran cantarse
no dejamos tras nuestro
más que
toscos mensajes
señales urgentes
que no fueron leyenda:
“La cerveza en la heladera
Ya no hay comida
Besos”



Para que engorde el caldo
le ponemos
cosas innombrables.
Para que tenga sustancia.
Y después negamos
“Tiene choclo nomás
alguna tripa gorda...”

Tierra de ranqueles es esta
De cristianos dudosos.
Más que de mentiras
nos alimentamos de ocultamientos
Todos comimos
Carne de yegua
gusanos de la tierra.

Miguel Gaya, Buenos Aires, Argentina, 1953

lunes, 20 de diciembre de 2010

T. S. Eliot


El viaje de los Reyes Magos

“Una fría jornada la que tuvimos,
justo la peor época del año
para un viaje, y un viaje tan largo:
los caminos recónditos y el aire que cortaba,
lo más crudo del invierno.”
Y los camellos molestos, reacios, las patas lastimadas,
echados en la nieve que se fundía.
Hubo momentos en que añoramos
los palacios de verano en las laderas, las terrazas,
y las jóvenes delicadas trayéndonos refrescos.
Los camelleros gruñendo y maldiciendo, además,
y desertando, ansiosos de licor y de mujeres,
y las hogueras nocturnas que se apagaban, y la falta de refugios,
y las ciudades hostiles y los pueblos inhóspitos
y las aldeas sucias que cobraban precios altos:
una fría jornada la que tuvimos.
Al final preferimos viajar la noche entera,
durmiendo de a ratos,
con las voces zumbando en nuestros oídos, diciéndonos
que aquello era todo una locura.

Entonces, al alba, bajamos a un valle templado,
húmedo, bajo las nieves perpetuas, oliendo a vegetación,
con un arroyo que corría y un molino de agua acompasando la oscuridad,
y tres árboles recortados contra el cielo
y un viejo caballo blanco alejándose al galope por el prado.
Llegamos luego a una taberna con hojas de parra sobre el dintel,
seis manos en una puerta abierta jugando a los dados por piezas de plata,
y pies que pateaban odres vacíos.
Pero no obtuvimos ninguna información, y entonces seguimos
y al caer la noche, ya casi tarde,
hallamos el sitio; fue (podría decirse) satisfactorio.

Todo eso, recuerdo, fue hace mucho,
y lo haría de nuevo, pero anotad
esto, anotad
esto: ¿fuimos guiados tan lejos
a un Nacimiento o una Muerte? Hubo un Nacimiento, ciertamente,
tuvimos sin duda prueba de ello. Yo había visto nacimientos y muertes,
pero había pensado que eran diferentes; este Nacimiento
fue una amarga y dura agonía para nosotros, como la Muerte, nuestra muerte.
Volvimos a nuestro hogar, estos Reinos,
pero ya no más a gusto aquí, con el viejo orden,
con un pueblo extraño aferrándose a sus dioses.
Me pondría contento de otra muerte.

Thomas Stearn Eliot, St. Louis, Missouri, 1888 - Londres, 1965
versión © Gerardo Gambolini
imagen: Gustave Doré, Les rois mages guidés par l’etoile (1865)



Journey of the Magi

“A cold coming we had of it,
Just the worst time of the year
For a journey, and such a journey:
The ways deep and the weather sharp,
The very dead of winter.”
And the camels galled, sore-footed, refractory,
Lying down in the melting snow.
There were times we regretted
The summer palaces on slopes, the terraces,
And the silken girls bringing sherbet.
Then the camel men cursing and grumbling
And running away, and wanting their liquor and women,
And the night-fires going out, and the lack of shelters,
And the cities hostile and the towns unfriendly
And the villages dirty and charging high prices:
A hard time we had of it.
At the end we preferred to travel all night,
Sleeping in snatches,
With the voices singing in our ears, saying
That this was all folly.

Then at dawn we came down to a temperate valley,
Wet, below the snow line, smelling of vegetation;
With a running stream and a water-mill beating the darkness,
And three trees on the low sky,
And an old white horse galloped away in the meadow.
Then we came to a tavern with vine-leaves over the lintel,
Six hands at an open door dicing for pieces of silver,
And feet kicking the empty wine-skins.
But there was no imformation, and so we continued
And arrived at evening, not a moment too soon
Finding the place; it was (you may say) satisfactory.

All this was a long time ago, I remember,
And I would do it again, but set down
This set down
This: were we led all that way for
Birth or Death? There was a Birth, certainly,
We had evidence and no doubt. I had seen birth and death,
But had thought they were different; this Birth was
Hard and bitter agony for us, like Death, our death.
We returned to our places, these Kingdoms,
But no longer at ease here, in the old dispensation,
With an alien people clutching their gods.
I should be glad of another death.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Miguel Machalsky


Yo aquí

Yo aquí, a veinte días
de nueve años sin haber vuelto,
confieso: que todos los ríos duelen.
El pulmón denso del Plata, o el Aqueronte.
En cualquier pocilga o palacio
siempre esa navegación de ríos
y esa triste manera de ser feliz.

Miguel Machalsky, Buenos Aires, Argentina, 1954
reside en Francia desde 1977
imagen: s/d



Bosque

La bella inteligencia del camino
abriéndose paso entre lagartijas
desembocando en dunas;
su sinuosa astucia.
El coraje de los pinos
tan sin hombres; su madera
más que vieja.

El ancho vientre del horizonte de parto,
a punto de soltar aves
más rápidas que nuestras flechas,
más —mucho más— enteras
que nuestras breves velas.

Miguel Machalsky, Buenos Aires, Argentina, 1954


Breve paisaje

Ruido de brasas. El parque endulzado por el aire.
Ancianos boqueando, los párpados marchitos.
El río saca nuevos murmullos y juega
a abalorios de luz. Los puentes se descascaran.

Cuarenta años después, el mismo otoño
—el de Eliot—
me roza y espera
que yo haga algo.
Me convierta, por ejemplo, en otro.

Miguel Machalsky, Buenos Aires, Argentina, 1954


Árbol ralo

Lo más triste de la vida es esa manera que tiene
de ser igual a sí misma, con su estribillo que vuelve
a pasar por los ojos o detrás de los ojos.
Lo más triste es ser viejo, como un búho girando su cabeza
en la noche. Colgado de una rama esmirriada, altísima,
encima de las tumbas
de los seres queridos.

Miguel Machalsky, Buenos Aires, Argentina, 1954

jueves, 16 de diciembre de 2010

Dos poetas latino-estadounidenses



Clima turístico / Silvia Curbelo

Todo el verano los huracanes
con nombres de estrellas de cine
iluminan el mapa del clima
a lo largo de cuatro condados. Manejamos
en silencio a la salida del hospital
hacia las callecitas donde
los negocios con nombres de barcos
venden todo a mitad de precio.

Los caracoles son huesos. Me puse
tu viejo piloto. Todo lo que suena
en la radio del auto pertenece
a la lluvia. El clima es la única
noticia que vale la pena esperar.
La otra noche la enfermera joven
abrió de par en par las ventanas
poco antes de que golpeara la primera tormenta
y enytre los árboles pudimos oír
el rudo hablar de las olas,
un lenguaje sin ternura.

Artesanías, caracoles, piedras.
Algunas cosas son más
que sus nombres.
Como los huracanes. O el cáncer.
Una palabra como ésa puede matarte.

Una caracola apoyada en el oído
no dice nada. La lluvia cae
entre las grietas de lo que
queremos decir. La otra noche
soñé que agua fresca llenaba mi boca
y mi propia voz, adentro a la deriva,
se alzaba hacia vos
como cualquier sed humana.

Silvia Curbelo, Cuba, 1955
Reside en Estados Unidos desde 1967
traducción de Lisa R. Bradford y Fabián O. Iriarte
imagen: (izq.) Silvia Curbelo – (der.) Judith Ortíz Cofer


Tourist Weather

All summer long hurricanes
with the names of movie stars
light up the weather map
across four counties. We drive
in silence out of the hospital
and towards the small strips
where souvenir shops with nautical names
are selling everything half price

Shells are bones. I’ve put on
your old raincoat. Whatever
plays on the car radio belongs
to the rain. Weather is the
only news worth waiting for.
Last night the young nurse
threw open all the windows moments
before the first storm hit
and through the trees we could hear
the coarse talk of the waves,
a language without tenderness.

Driftwood, seashell, stone.
Some things are more
than their names.
Like hurricanes. Or cancer.
A word like that can kill you.

A shell held to one’s ear
tells nothing. Rain falls
between the cracks of what
we mean to say. Last night
I dreamt cool water filled my mouth
and my own voice, adrift inside it,
held itself up to you
like any human thrist.



La lección de la caña de azúcar / Judith Ortíz Cofer

Mi mamá abrió bien grandes los ojos
parada al lado de la plantación
lista para cortar.
“Respirá hondo”,
dijo en voz baja,
“no hay nada tan dulce:
nada más dulce”.
Al escucharla,
papá dejó la goma pinchada que estaba cambiando
bajo un sol que sacaba la brea del asfalto,
y me agarró del brazo, quebró mi corrida
hacia una planta:
“La caña puede asfixiar a una niña: snakes, las víboras
se esconden donde crece más alto que tu cabeza.”

Y nos llevó de vuelta al auto lisiado
donde transpiramos nuestra penitencia,
por haber antojado más dulzura
que la que no es permitida,
más de la que podemos manejar.

Judith Ortíz Cofer, Puerto Rico, 1952
Reside en Estados Unidos desde 1955
traducción de Lisa R. Bradford y Fabián O. Iriarte

The Lesson of the Sugarcane

My mother opened her eyes wide
at the edge of the field
ready for cutting.
“Take a deep breath,”
she whispered,
“There is nothing as sweet:
Nada más dulce.”
Overhearing,
Father left the flat he was changing
in the road-warping sun,
and grabbing my arm, broke my sprint
toward a stalk:
“Cane can choke a little girl: snakes hide
where it grows over your head.”

And he led us back to the crippled car
where we sweated out our penitence,
for having craved more sweetness
than we were allowed,
more than we could handle.

martes, 14 de diciembre de 2010

Gerardo Lewin


Desde el infarto

Elí, Elí, lama dafaktani,
que significa: por qué me comí este garrón.

Por qué me has puesto en este infarto, Dios mío.
Por qué vienes como un vulgar matón
con aspavientos de muerte, amenazando:
—Ey, Gerry, vamos a dar un paseo.

Elí, Elí. Qué ganas de andar jodiendo.
¿Por qué me aporreas y me empujas,
cacheteándome como a un niño indefenso?
No soy un contrincante a tu medida,
pero no me acorrales.

Quizá tenga algún as en la manga
una metáfora que no hayas previsto,
alguna zancadilla para luchar contigo
y derribarte. Me encargaré personalmente
de que te arrepientas del momento
en que tu divina providencia
me hirió de soslayo.

Voy a hincharte las pelotas
hasta que se me acaben las pilas,
como un juguete enloquecido.

Basta ya de enviarme emisarios y secuaces.
Médicos, demonios, enfermeros y homúnculos
seres recién salidos del horno
con una sonrisa amable en las fauces.
Vienen con sus tenazas y sus pócimas,
se ciernen sobre mí con jeringas y mazas
pellizcándome, tensando mis venas como cuerdas,
oliendo mis orines, mordisqueándome,
metiéndome un dedo en el culo.

Uno a uno cambiaré sus designios;
velos mutados en aliados míos.
Formaremos un ejército y te buscaremos.
Irrumpiremos en tu sacro recinto
y no tendrás escapatoria, Padre amado.

Deberás sentarte a negociar por todo.
Temario abierto. Vamos a hablar
de los males del mundo
y no tan sólo de esta espina en mi pecho.

Mira a lo que hemos llegado, Dios:
ahora estoy encabezando una revuelta cósmica,
un vasto movimiento teológico
para torcerte el brazo, ¿y todo por qué?
Por un capricho, una nadería.
¿Qué necesidad tenías de mí,
de una mota de polvo
que ni siquiera tenía alto el colesterol?
Yo sólo robaba de vez en cuando
milagros
para mi estricto uso personal.

Ahora déjame en paz.
Me cansé de arrojar piedras al vacío.
Voy a dormir eones.
Cuando despierte, Dios, seremos como hermanos.
Mi corazón abarcará la Vía Láctea
y mis coronarias difundirán mi sangre
por el vasto universo.
Cambiaré sutilmente las leyes de la física,
impregnándolo todo con un dejo a Gerardo.
suavizando tu obra, oh, Creador...

Mi cuerpo se diluye
en el aire y la nada.
Déjame terminar esta humilde diatriba,
esta oración de gracias.
¿Por qué no duermes un poquito?
Pretendamos que es sábado: descansa.
Vete a dormir la siesta,
give us a break, oh Lord...

El monitor muestra mi pulso estable.
102/56 la presión. La nitroglicerina gotea.
Parece que me operan el lunes.
Les mando un beso a todos,
los quiero mucho.

Gerardo Lewin, Buenos Aires, Argentina, 1955.
imagen: s/d


Nota: el Editor pide disculpas a los lectores por las imperdonables erratas en la transcripción inicial de este poema, ahora corregidas.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Eugenio Montale


Fin de año, 1968

He contemplado desde la luna, o casi,
el modesto planeta que contiene
filosofía, teología, política,
pornografía, literatura, ciencias
exactas u ocultas. Adentro está también el hombre
y yo entre ellos. Y todo es muy extraño.

Dentro de pocas horas será noche y el año
terminará entre explosiones de espumantes
y petardos. Quizás de bombas o algo peor,
mas no aquí, donde estoy. Si uno muere
a nadie le interesa con tal que sea
desconocido y lejano.

Eugenio Montale, Génova, 1896 - Milán, 1981
traducción de Horacio Armani
imagen: Eugenio Montale (1977), por David Levine


Fine del '68

Ho contemplato dalla luna, o quasi,
il modesto pianeta che contiene
filosofia, teologia, politica,
pornografia, letteratura, scienze
palesi o arcane. Dentro c’è anche l’uomo,
ed io tra questi. E tutto è molto strano.

Tra poche ore sarà notte e l’anno
finirà tra esplosioni di spumanti
e di petardi. Forse di bombe o peggio,
ma non qui dove sto. Se uno muore
non importa a nessuno purché sia
sconosciuto e lontano.



En el silencio

Hoy hay huelga general.
No pasa nadiempor la calle.
Sólo una radio portátil al otro lado de la pared.
Alguien debe vivir allí desde hace algunos días.
Me pregunto qué pasará con la producción.
La misma primavera tarda bastante en producirse.
Anticipadamente, han apagado la calefacción.
Se han dado cuenta de que es inútil el servicio postal.
No es un gran mal el retraso de las funciones normales.
Es fatal que algún engranaje no engrane.
Hasta los muertos están agitados.
También ellos forman parte del silencio total.
Tú estás bajo una lápida. De nada vale despertarte
pues siempre estás despierta. Incluso hoy, que hay sueño
universal.

Eugenio Montale, Génova, 1896 - Milán, 1981
traducción de Horacio Armani


Nel silenzio

Oggi è sciopero generale.
Nella strada non passa nessuno.
Solo una radiolina dall’altra parte del muro.
Da qualche giorno deve abitarci qualcuno.
Mi chiedo che ne sarà della produzione.
La primavera tarda alquando a prodursi.
Hanno spento in anticipo il termosifone.
Si sono accorti ch’è inutile il servizio postale.
Non è un gran male il ritardo delle funzioni normali.
E’ d’obbligo che qualche ingranaggio non ingrani.
Anche i morti si son messi in agitazione.
Anch’essi fanno parte del silenzio totale.
Tu stai sotto una lapide. Risvegliarti non vale
perché sei sempre desta. Anche oggi ch’è sonno
universale.

martes, 7 de diciembre de 2010

Richard Wilbur


La escritora

En su cuarto, en la proa de la casa,
donde rompe la luz y las ventanas se sacuden con el tilo,
mi hija escribe un cuento.

Me detengo en la escalera, escuchando
un barullo de teclas por su puerta cerrada,
como una cadena jalada por una borda.

Joven como es, la materia
de su vida es una carga importante, y parte de ella es pesada:
yo le deseo un viaje venturoso.

Pero ahora es ella quien se detiene,
como si rechazara mi idea y su figura liviana.
Crece un silencio, en el que la casa entera

parece estar pensando,
y entonces ella sigue, con un apiñado
alboroto de golpes, y hace silencio de nuevo.

Recuerdo el estornino ofuscado
que quedó atrapado en ese mismo cuarto, hace dos años;
recuerdo que entramos furtivamente, abrimos una ventana

y nos fuimos, para no asustarlo, y que
durante una hora impotente, por la rendija de la puerta,
vimos a la elegante, salvaje, oscura

e iridiscente criatura
golpear contra el resplandor, caer como un guante
al piso duro, o la tapa del escritorio,

y esperar entonces, encorvada y ensangrentada,
la inteligencia para volver a intentarlo, y recuerdo cómo
se levantó nuestro ánimo cuando, súbitamente segura,

despegó del respaldo de una silla
trazando un rumbo tranquilo hasta la ventana correcta
y franqueando el alféizar del mundo.

Es siempre, cariño, una cuestión
de vida o muerte, como lo había olvidado. Te deseo
lo que antes te deseé, pero más fuerte.

Richard Wilbur, New York, Estados Unidos, 1921
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d

The Writer

In her room at the prow of the house
Where light breaks, and the windows are tossed with linden,
My daughter is writing a story.

I pause in the stairwell, hearing
From her shut door a commotion of typewriter-keys
Like a chain hauled over a gunwale.

Young as she is, the stuff
Of her life is a great cargo, and some of it heavy:
I wish her a lucky passage.

But now it is she who pauses,
As if to reject my thought and its easy figure.
A stillness greatens, in which

The whole house seems to be thinking,
And then she is at it again with a bunched clamor
Of strokes, and again is silent.

I remember the dazed starling
Which was trapped in that very room, two years ago;
How we stole in, lifted a sash

And retreated, not to affright it;
And how for a helpless hour, through the crack of the door,
We watched the sleek, wild, dark

And iridescent creature
Batter against the brilliance, drop like a glove
To the hard floor, or the desk-top,

And wait then, humped and bloody,
For the wits to try it again; and how our spirits
Rose when, suddenly sure,

It lifted off from a chair-back,
Beating a smooth course for the right window
And clearing the sill of the world.

It is always a matter, my darling,
Of life or death, as I had forgotten. I wish
What I wished you before, but harder.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Antonin Artaud


Es necesario que se comprenda que toda la inteligencia no es más que una amplia eventualidad, y que se la puede perder no ya como el demente que está muerto, mas como el ser viviente que está en la vida y que siente sobre sí la atracción y el soplo (de la inteligencia, no de la vida).
Las titilaciones de la inteligencia y ese brusco trastocamiento de las partes.
Las palabras a mitad de camino de la inteligencia.
Esa posibilidad de pensar hacia atrás y de zaherir de pronto su pensamiento.
Ese diálogo en el pensamiento.
La absorción, la ruptura de todo.
Y de pronto ese hilo de agua sobre un volcán, la caída tenue y dilatada del espíritu.

Si uno pudiese gustar al menos de su nada, si uno pudiese descansar bien en su nada y esa nada no fuese una cierta clase de ser pero tampoco la muerte completa.
Es tan duro no existir más, no ser más en alguna cosa. El verdadero dolor es sentir su pensamiento trasladarse en uno mismo. Pero el pensamiento como un punto ciertamente no es un sufrimiento.
Estoy en el punto en que la vida ya no me concierne, pero con todos los apetitos y la titilación insistente del ser en mí. Sólo tengo una ocupación: rehacerme. [...]

He elegido el dominio del dolor y la sombra como otros el de la irradiación y acumulación de materia.
No trabajo en la dimensión de un dominio cualquiera.
Trabajo en la duración única.

Antonin Artaud, Francia, 1896-1948
de Le pèse-nerfs, suivi des fragments d’un journal d’enfer
traducción de Gerardo Guthmann
imagen: Autorretrato (junio 1947)

viernes, 3 de diciembre de 2010

Gerardo Gambolini

we’d cut ’em in half with a machine gun and give ’em a Band-Aid
Apocalypse Now
Oh celebrad
lapidamos el tabaco finalmente
alejamos el cáncer la tos
el enfisema
Introibimus ad altare salutis

Una nación
de cuerpos sanos —

Y siempre nos queda el hidromiel
un caballo de Atenea
que arrastrar
siempre podemos
seguir perdiendo Troya

Oh patria
sólo aventamos
los humos más débiles

miércoles, 1 de diciembre de 2010

D. H. Lawrence


Oración del Señor

Porque tuyo es el reino,
el poder y la gloria —

Santificado por tu nombre, entonces
Tú que no tienes nombre —

Dame, oh, dame,
además del pan de cada día,
mi reino, mi poder y mi gloria.

Todas las cosas que vuelven a ti
tienen su reino, su poder y su gloria.

Como el reino del ruiseñor al alba,
cuyo poder y gloria he visto y sentido muchas veces.

Como el reino del zorro en la oscuridad,
aullando con su poder y su gloria
que es la muerte de la oca.

Como el poder y la gloria de la oca en la niebla
graznando en el lago.

Y yo, un hombre desnudo, gritando
pidiéndote en voz alta mi maná,
mi reino, mi poder y mi gloria.

David Herbert Lawrence, Gran Bretaña, 1885-1930
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: The Worship of Mammon (1909), por Evelyn de Morgan



Lord’s Prayer

For thine is the kingdom
the power, and the glory —

Hallowed be thy name, then
Thou who art nameless —

Give me oh give me
besides my daily bread
my kingdom, my power, and my glory..

All things that turn to thee
have their kingdom, their power, and their glory.
Like the kingdom of the nightingle bt twilight
whose power and glory I have often heard and felt.

Like the kingdom of the fox in the dark
yapping in his power and his glory
which is death to the goose.

Like the power and the glory of the goose in the mist
hooking over the lake.

And I, a naked man, calling
calling to thee for my manna,
my kingdom, my power, and my glory.



Plegaria moderna

¡Omnipotente Mammón, hazme rico!
¡Hazme rico pronto, sin jamás un escollo
en mi estupenda prosperidad! ¡Arroja a la zanja a quienes
me ponen trabas, Mammón, grandioso hijo de puta!

David Herbert Lawrence, Gran Bretaña, 1885-1930
Versión © Gerardo Gambolini



Modern Prayer

Almighty Mammon, make me rich!
Make me rich quickly, with never a hitch
in my fine prosperity! Kick those in the ditch
who hinder me, Mammon, great son of bitch!



Paga

La paga del trabajo es el dinero.
La paga del dinero es desear más dinero.
La paga de querer más dinero es la competencia salvaje.
La paga de la competencia salvaje es — el mundo en que vivimos.

El círculo trabajo-paga-deseo es el círculo más vicioso
que jamás convirtió a los hombres en demonios.

Ganar un jornal es un quehacer carcelario
y un jornalero es una especie de preso.

Ganar un sueldo es un trabajo de carcelero,
un guardia en vez de un preso.

Vivir de nuestras rentas es pasearse a lo grande fuera de la prisión
con terror de tener que entrar. Y como la prisión del trabajo
cubre casi toda la faz de la tierra, uno se pasea de aquí para allá
en una ronda limitada, más o menos como un preso haciendo ejercicio.

A esto se llama libertad universal.

David Herbert Lawrence, Gran Bretaña, 1885-1930
Versión © Gerardo Gambolini


Wages

The wages of work is cash .
The wages of cash is want more cash.
The wages of want more cash is vicious competition.
The wages of vicious completion is — the world we live in.

The work-cash-want circle is the viciousest circle
that ever turned men into fiends.

Earning a wage is a prison occupation
and a wage-earner is a sort of gaol-bird
Earning a salary is a prison overseer’s job,
a gaoler instead of a gaol-bird .

Living on your income is strolling grandly outside the prison
in terror lest you have to go in .And since the work-prison covers
almost every scrap of living earth, you stroll up and down
on a narrow beat, about the same as a prisoner taking his exercise .

This is called universal freedom.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Juan Manuel Inchauspe


5

Suave es caer en la habitación
cuando hemos dejado detrás
esa acumulación crujiente de horas
quemadas para vivir.

Suave es la presencia de los muebles
la línea de tu nuca acompañando
la inclinación de tu cabeza sobre el libro.
Suave es el fondo de mar de tus ojos.

Y más suave la hora — en que ya cansado
pero terriblemente libre — enciendo
la lámpara que apagaré muy tarde.

Juan Manuel Inchauspe, Santa Fe, 1940-1985
imagen & fuente: Juan Manuel Inchauspe, Poesía Completa, Universidad Nacional
del Litoral, Santa Fe, 1994



4

Una vez más estás en el comienzo de la mañana,
herido, insoportable, más débil todavía,
mirando cómo fluye la luz de las cosas,
la clara quietud renaciendo de las sombras.

Una vez más la luz fuera de la ventana
y por dentro sombras apaciguadas y lentas..
La ceniza sobre la mesa, el lomo de los libros
y ese desorden de papeles como de algo
que fue nerviosamente buscado durante la noche.

Juan Manuel Inchauspe, Santa Fe, 1940-1985
fuente: Juan Manuel Inchauspe, Poesía Completa, Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 1994


1

Me voy temprano y regreso muy tarde
cuando la noche ha hecho ya
gran parte de su trabajo
y no queda tiempo para detenerse a mirar.

Así paso los días. Como si lo mejor de mí
estuviera paralizado y muerto
o mejor como si no hubiera existido nunca.

Nada más que este rostro hipnotizado.
Como un pájaro nocturno
alguna palabra escala mi sangre.
Entiendo que debo quemar mis manos una vez más.
Abro el cuaderno y escribo rápidamente.
Todo arde.

Juan Manuel Inchauspe, Santa Fe, 1940-1985
fuente: Juan Manuel Inchauspe, Poesía Completa, Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 1994

Había estado...

Había estado
buscando una casa, un lugar
donde poder vivir,
paredes alquiladas
cualquier cosa.

Al volver
desde el centro de una plaza vacía
alcancé a ver ese frío y lejano sol
que siempre se apaga detrás de las grandes ciudades.

Juan Manuel Inchauspe, Santa Fe, 1940-1985
fuente: Juan Manuel Inchauspe, Poesía Completa, Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 1994

viernes, 26 de noviembre de 2010

Giuseppe Ungaretti


Vigilia

Toda una noche
tirado junto
a un compañero
masacrado
con su boca
desencajada
vuelta al plenilunio
con la congestión
de sus manos
metida
en mi silencio
escribí cartas
llenas de amor

Jamás estuve
tan
apegado a la vida

Giuseppe Ungaretti, Alejandría, Egipto, 1888 – Milán, Italia, 1970
de L’Allegria
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Giuseppe Ungaretti


Veglia

Un’intera nottata
buttato vicino
a un compagno
massacrato
con la sua bocca
digrignata
volta al plenilunio
con la congestione
delle sue mani
penetrata
nel mio silenzio
ho scritto
lettere piene d’amore

Non sono mai stato
tanto
attaccato alla vita



San Martino del Carso

De estas casas
no ha quedado
más que algún
pedazo de muro

De tantos
que me querían
no quedó
siquiera eso

Pero en el corazón
no falta ninguna cruz

Mi corazón
es el lugar más devastado

Giuseppe Ungaretti, Alejandría, Egipto, 1888 – Milán, Italia, 1970
de L’Allegria
Versión © Gerardo Gambolini


San Martino del Carso

Di queste case
non è rimasto
che qualche
brandello di muro

Di tanti
che mi corrispondevano
non è rimasto
neppure tanto

Ma nel cuore
nessuna croce manca

È il mio cuore
il paese piú straziato



No griten más

Dejen de matar a los muertos
no griten más, no griten
si todavía los quieren oír,
si esperan no morir.

Tienen el susurro imperceptible,
no hacen más ruido
que el crecer de la hierba,
feliz donde no pasa el hombre.

Giuseppe Ungaretti, Alejandría, Egipto, 1888 – Milán, Italia, 1970
de Il Dolore
Versión © Gerardo Gambolini


Non gridate più

Cessate di uccidere i morti
non gridate più, non gridate
se li volete ancora udire,
se sperate di non perire.

Hanno l’impercettibile sussurro,
non fanno più rumore
del crescere dell’erba,
lieta dove non passa l’uomo.



Poesía

Los días y las noches
suenan
en estos mis nervios de arpa

Vivo
de esta alegría enferma
de universo
y sufro
por no saber encenderla
en mis palabras

Giuseppe Ungaretti, Alejandría, Egipto, 1888 – Milán, Italia, 1970
de Poesie disperse
Versión © Gerardo Gambolini


Poesia

I Giorni e le Notti
suonano
in questi miei nervi d’arpa

Vivo
di questa gioia malata
d'universo
e soffro
per non saperla accendere
nelle mie parole

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Rafael Felipe Oteriño


De las invariables pérdidas

De las invariables pérdidas
el alma extrae una verdad
puntual: todo hemos sido
y en la red pegajosa
de las arañas: arcilla,
pan, campo, águila,
dejaremos de ser.
Claro
que el cuerpo escondido sabe
que su simiente no termina
allí:
en medio del humo
y los cascos rendidos
de los caballos
una bandera tarda en caer,
la que en el viento
es sonido.
Su cuerno
teje la armonía
entre lo mortal que mana
y la fábula imborrable
que la vida nos devuelve.

Rafael Felipe Oteriño, La Plata, Argentina, 1945
imagen: Edvard Munch, Melancolía


Escribo contra la muerte

Mi carga de imágenes es pobre:
árboles y viento para entender el curso de la vida
o un pájaro infinito para medir su intensidad.
Y arañas y luz turnándose una y otra vez.

Mi carga de recuerdos también es corta,
dos o tres cuadros obsesivos:
un caballo y un niño galopando sobre la nada,
el cuerpo ciego de este mundo condenado antes de nacer.

Mi carga de deseos se achica con los años:
los barcos de plata están todos hundidos, para bien,
y del tren nocturno sólo guardo el grito
de unas ventanas como flechas bajo el cielo maravilloso.

En otro tiempo la eternidad traía sus voces:
eran los rostros humedecidos de una pasión sin forma
que buscaba la flor entera donde encarnar,
rostros y flores entre los que yo me buscaba, desde lejos.

Ahora la mañana se recuesta en mi brazo
y esta página es mi comienzo y mi fin.
Escribo contra la muerte: ya no hay lugar en mí
para todas las puertas que expulsan el paraíso.

Rafael Felipe Oteriño, La Plata, Argentina, 1945

lunes, 22 de noviembre de 2010

Juan Felipe Herrera


Habitante extranjero

He vivido aquí, en exilio, durante siete años.
Hubo un juicio.

No es que haya terminado en la nada.

Los papeles dicen que traté de atar un cable
al cuello de un dignatario. Me escapé.
Pero, ¿por qué les cuento esto?

Todos somos asesinos
que codician la calidez del castillo del joyero.
Vine a America.

Vivo en un cuarto de pensión,
subterráneo, con un robusto Ya Sabes Quién con su blanca piel,
y bajo la mirada severa y suspicaz de una abuela olvidada
al final del pasillo.

Paso la noche despierto oyendo el crepitar de la tostadora,
el chisporroteo del tomate con ajíes, el discurso del presidente
y en la FM, una vieja canción de Astrud Gilberto.

Escribo poemas y soplo anillos de humo.
Me estiro y palpo la cicatriz del lado izquierdo, bajo la camisa;
es mi esposa: suave, fina, muda, flotando en algún lugar
alrededor de mí, muy lejos.

Nadie obedece el calendario ni el reloj,
esos boquiabiertos y ruidosos verdugos
de nuestras maquinaciones más pequeñas y secretas.

Ya no. Andamos como el vapor de las velas,
enlazados solamente a nuestros propios susurros.

Escuchamos rumores sobre los escuadrones del suicidio,
una bomba en el supermercado Safeway, o en el puente Golden Gate.
Es raro, ahora que estoy aquí,
la calidez desaparece velozmente.
Ahora puedo decir esto.

¿Por qué hui a este lugar?
La guerra inevitablemente abre todas las puertas.
Mi gente, allá en el pueblo, debe saber esto.

Sólo unos pocos al frente de las barracas
todavía creen que la oscura tarde azul
nos va a escudar con una estrella.

Juan Felipe Herrera, California, Estados Unidos, 1948
traducción de Lisa R. Bradford y Fabián O. Iriarte
imagen: s/d



Foreign Inhabitant

I have lived here, in exile, for seven years.
There was a trial.

It didn’t come to nothing.

The papers said I tried to wrap a wire
arournd a dignatary’s neck. I escaped.
But why do I tell you this?

We are all assassins
coveting the warmth inside the jeweler’s castle.
I came to America.

I live in the middle of a commoner’s quarters,
underground, with a light-skinned and robust Joe Youknowho,
and the unforgiving squint from an abandoned grandmother
at the end of the hallway.

I stay uo at night hearing the crackle of the toaster,
the sizzle of tomato with peppers, the President’s speech
and on the FM, an old song by Astrud Gilberto.

I write poems and blow smoke rings.
I pull in and feel the scar beneath the left side of my shirt;
it is my wife: smooth, thin, silent, floating, somewhere
around me, far away.

No one obeys the calendar or the clock;
those very loud open-mouthed executioners
of our smallest and secret imaginings.

Not anymore. We go about like the vapor of candles,
attached only to our own whispers.

We hear about suicide squads;
a bomb in the Safeway supermarket or the Golden Gate.
It’s funny, now that I am here,
wamth disappears quickly.
Now, I can say this.

Why did I run here?
War inevitably opens all the doors.
My people back home must know this.

There are only a few at the front of the barracks,
that still believe in the dark blue evening
that will shield us with a star.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Dylan Thomas


Y la muerte no tendrá dominio

Y la muerte no tendrá dominio.
Los muertos desnudos serán uno
con el hombre bajo el viento y la luna del oeste;
cuandos sus huesos queden limpios y los huesos limpios
ya no estén, a los lados y los pies tendrán estrellas;
aunque se vuelvan locos serán cuerdos,
aunque se hundan en el mar resurgirán;
se perderán los amantes, no el amor;
y la muerte no tendrá dominio.

Y la muerte no tendrá dominio.
Yaciendo bajo los vientos del mar
no morirán barridos;
retorciéndose en el potro cuando ceden los tendones,
amarrados a una rueda, no serán despedazados;
la fe se rasgará por la mitad entre sus manos
y los males unicornes habrán de atravesarlos;
separados los extremos, ellos no se partirán;
y la muerte no tendrá dominio.

Y la muerte no tendrá dominio.
Las gaviotas ya no pueden gritar en sus oídos
ni romper ruidosamente las olas en la playa;
donde una flor se mecía, ya no alza una flor
su cabeza a los golpes de la lluvia;
aunque esos sujetos estén locos y muertos para siempre,
sacarán la cabeza por las margaritas;
irrumpirán al sol hasta que el sol se apague,
y la muerte no tendrá dominio.

Dylan Thomas, Swansea, Gales, 1914-1953
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d



And Death Shall Have No Dominion

And death shall have no dominion.
Dead men naked they shall be one
With the man in the wind and the west moon;
When their bones are picked clean and the clean bones gone,
They shall have stars at elbow and foot;
Though they go mad they shall be sane,
Though they sink through the sea they shall rise again;
Though lovers be lost love shall not;
And death shall have no dominion.

And death shall have no dominion.
Under the windings of the sea
They lying long shall not die windily;
Twisting on racks when sinews give way,
Strapped to a wheel, yet they shall not break;
Faith in their hands shall snap in two,
And the unicorn evils run them through;
Split all ends up they shan’t crack;
And death shall have no dominion.

And death shall have no dominion.
No more may gulls cry at their ears
Or waves break loud on the seashores;
Where blew a flower may a flower no more
Lift its head to the blows of the rain;
Though they be mad and dead as nails,
Heads of the characters hammer through daisies;
Break in the sun till the sun breaks down,
And death shall have no dominion.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Raúl González Tuñón


Muerte de Antonio Machado

Ya está en la tumba que le abrió la guerra,
Tajuñas, Tajos, Turias, Ebros, Dueros
tuercen sus milenarios derroteros
y hacia él van, encima de la tierra.

Y hacia él van, debajo de la Historia
y arriba de la Historia navegando
solemnes ríos que navegan cuando
tan breve vida vale tanta gloria.

Y hacia él van llorando los caminos,
y brisa niña de los olvivares
y las acequias y los tajamares
y la paloma azul de los molinos.

Frailes, logreros, la colina, el foso,
sollastres de mesón, oscuro arriero,
veleta gris y campesino fiero,
país de cal y piedra, oh, generoso.

Castilla de color suave o violento
cruda flor de la estepa castellana,
el libro, el sauce, el perro, la ventana
y en los pinares el rumor del viento.

Color verano de sutil cigarra
o color invernal de triste novia,
en Toledo ladrillo y en Segovia, rosado
y en Madrid rojo y pizarra.

Todo le llora, crece el desconsuelo,
mueren de pie los últimos soldados;
sus viejos ojos antes animados
que retratado han tanto desvelo,

miran crecer debajo de la tierra
el secreto del tiempo, la semilla
del héroe, la revancha de Castilla,
el corazón caliente de la guerra;

miran crecer aromo, mirto y parra
y entre los huesos la raíz del grito;
para su tumba campo de granito
y polvo de oro para su guitarra.

Raúl González Tuñón, Buenos Aires, Argentina, 1905-1974
imagen: Raúl González Tuñón, Antonio Machado

sábado, 13 de noviembre de 2010

Jonio González


faro vacío

y le dio órdenes relativas a mi suerte
—Jan Potocki

Dejémosle abandonar la casa
—Wilkie Collins

sólo mis ojos
para saber qué tierra es la que piso
para vengarme
de la memoria que me han dado

si reconozco
es una existencia ajena a mí

el poder
de quien transmite su dolor
a un inocente

Jonio González, Buenos Aires, Argentina, 1954
radicado en Barcelona desde 1982
imagen: el autor en Amsterdam, 2007. Foto A. Abeldaño


cuerpo de náufrago

no existe peor tristeza
que la que pasa definitivamente
—Malcolm Lowry


la luz se oculta como un árbol
en el recodo estrecho de un río

y más que sombras
huidizos retornos de la sangre

¿pretender ese leve resplandor,
esa vida libre
de su desgarrado sueño?

me inclino ante el fruto de la noche:
el ojo violento del engaño

Jonio González, Buenos Aires, Argentina, 1954


sobre un tema de Kavafis

ciega la palabra
detenida la fiebre
del poder perdido

ajena noche
ya no nos posees

los años galopan
sobre una vasta
orilla de torpeza

Jonio González, Buenos Aires, Argentina, 1954

lunes, 8 de noviembre de 2010

Oscar Wilde


Taedium Vitae

Herir mi juventud con puñales desesperados, usar
la librea chillona de esta época miserable,
dejar que cada mano vil hurte de mi tesoro,
enredar mi alma en el cabello de una mujer
y ser un mero lacayo de Fortuna — lo juro,
¡no me gusta! Esas cosas son menos para mí
que la delgada espuma que se agita en el mar,
menos que el vilano sin semilla
en el aire del estío: mejor estar apartado,
lejos de esos necios que difaman y se burlan de mi vida
sin conocerme, mejor el más humilde techo
que pueda albergar al labriego más modesto
antes que volver a esa estentórea cueva de disputas
donde mi alma blanca besó por vez primera la boca del pecado.

Oscar Wilde, Dublin, Irlanda, 1854 – París, Francia,1900
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d


Taedium Vitae

To stab my youth with desperate knives, to wear
This paltry age’s gaudy livery,
To let each base hand filch my treasury,
To mesh my soul within a woman’s hair,
And be mere Fortune’s lackeyed groom, — I swear
I love it not! these things are less to me
Than the thin foam that frets upon the sea,
Less than the thistledown of summer air
Which hath no seed: better to stand aloof
Far from these slanderous fools who mock my life
Knowing me not, better the lowliest roof
Fit for the meanest hind to sojourn in,
Than to go back to that hoarse cave of strife
Where my white soul first kissed the mouth of sin.


E tenebris

¡Desciende, Oh Cristo, y ayúdame! extiende tu mano,
porque me estoy ahogando en un mar más borrascoso
que Simón en tu lago de Galilea:
el vino de la vida está derramado en la arena,
mi corazón es como una tierra asolada por la hambruna
de la que todo lo bueno ha desaparecido,
y bien sé que mi alma yacerá en el Infierno
si ante el trono de Dios esta noche comparezco.
“Él duerme quizás, o se fue de cacería,
como Baal, cuando sus profetas gritaron ese nombre
desde el alba al mediodía en el castigado monte Carmelo.”
No, tranquilo, antes de que anochezca veré
los pies de bronce, la túnica más blanca que el fuego,
las manos heridas, el exhausto rostro humano.

Oscar Wilde, Dublin, Irlanda, 1854 – París, Francia,1900
Versión © Gerardo Gambolini


E Tenebris

Come down, O Christ, and help me! reach thy hand,
For I am drowning in a stormier sea 
Than Simon on Thy lake of Galilee: 
The wine of life is spilt upon the sand,
My heart is as some famine-murdered land,
Whence all good things have perished utterly, 
And well I know my soul in Hell must lie 
If I this night before God’s throne should stand.
“He sleeps perchance, or rideth to the chase,
Like Baal, when his prophets howled that name
From morn to noon on Carmel’s smitten height.”
Nay, peace, I shall behold before the night,
The feet of brass, the robe more white than flame, 
The wounded hands, the weary human face.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Elizabeth Azcona Cranwell


Si el espacio es distancia

Quizá porque era invierno entonces
con persistencia de hojas concluidas
invierno no elegido
apenas un lugar para partir el vino
y entender esa zona baldía
entre el vértigo y toda permanencia.

Cualquier forma de hablar nos fue lejana
porque siempre ignoré tu despertar
caído desde un sueño mutable
tu despertar tan nuevo en la memoria
como es nuevo el amar
y otro el murmullo de la nieve
ahora que otra vez es invierno
en un pronto país desconocido
y hemos quedado a espaldas del amor.

Quizá porque mis manos son de muro
y me apartan de ti
manos libres que nunca quisieron apresarte
acaso aquel furor huyó
por la pared de vidrio entre mis dedos.
Qué incandescencia les faltó a los días
qué chasquido del sol, qué voluntad de noche
qué giro de la gracia entre las hojas?

O es que el amor es otro,
siempre lejos, muy otro
fuera de toda unión posible
y del silencio revelado?

Hablo para reconocernos.

Elizabeth Azcona Cranwell, Buenos Aires, Argentina, 1933-2004
imagen: Jeanne Hébuterne con sombrero y collar (1917), Amedeo Midigliani



La nostalgia

Hay un día en que las cosas son un hondo precipicio
conozco el rostro húmedo y las manos que nunca me abandonan
la noche que se abre
como un pueblo de alondrasdisperso en la tormenta.

Yo he escuchado a mi amor desde lejos en una lengua extraña
mientras la nostalgia murmuraba sus frases de curiosa hechicera
ella alargaba sus caricias en las ventanas del insomnio
como una huésped cuya mano asolaba el relámpago.

Porque ella no era el día
y tampoco era el ángel sediento de palabras
mi propia voz la nombra como a una desterrada
desabrigada madre, de pechos dulcemente vacíos.

Más allá de la noche donde se enciende la ternura
más allá de la calle donde el viento deshace la forma de los pasos
sé que hay un país nuevo, cansado de las sombras.

Una música fija
un tiempo de colores intensos como dioses desnudos.

Pero mi corazón sigue clavado parta siempre en los sitios imposibles.

Elizabeth Azcona Cranwell, Buenos Aires, Argentina, 1933-2004

sábado, 30 de octubre de 2010

Constantine P. Cavafy



Desde las nueve

Las doce y media. El tiempo pasó volando
desde las nueve, cuando encendí la lámpara
y me sente aquí. Sentado sin leer
y sin hablar. ¿Con quién podría hablar,
solo con mi alma en esta casa?

Desde las nueve, cuando encendí la lámpara,
la imagen de mi cuerpo joven
me ha perseguido para evocarme
cuartos perfumados y cerrados,
el placer atrevido de otros días.
Y me trajo también a la memoria
calles que ya no reconozco,
cabarés llenos de vida que han cerrado,
teatros y cafes que ya no están.

La imagen de mi cuerpo joven
también me ha recordado motivos de tristeza:
lutos de familia, separaciones,
los sentimientos de los míos, los sentimientos
de los muertos tan poco valorados.

Las doce y media. Cómo ha pasado el tiempo.
Las doce y media. Cómo han pasado los años.


Che fece... il gran rifiuto

A algunas personas les llega un día
en que deben decir el gran Sí
o el gran No. Se ve en el acto quien tiene
listo el Sí en su corazón, y, al decirlo,

avanza con honor, firme en su convicción.
El que se niega no se arrepiente. Si le volvieran a preguntar,
volvería a decir No. Pero ese No —que es correcto—
lo socava el resto de su vida.


Manuel Comneno

Un día desolado de setiembre
el emperador Manuel Comneno
sintió que su muerte estaba cerca.
Los astrólogos –a sueldo– de la corte
insistían en que aún
le quedaban muchos años por vivir.
Mientras ellos hablaban, sin embargo,
recordó una vieja costumbre religiosa
y mandó traer hábitos de un monasterio
y se los puso, contento de adoptar
la humilde imagen de un sacerdote o un monje.

Felices aquellos que creen
y que terminan su vida, como el emperador Manuel,
humildemente envueltos en su fe.

Constantine P. Cavafy, 1863-1933, Alejandría, Egipto
versiones del editor, a partir de las traducciones inglesas de
Stratis Haviaras, Edmund Keeley/Philip Sherrard, y Daniel Mendelsohn
imagen: s/d

lunes, 25 de octubre de 2010

Yusef Komunyakaa


Cactus nocturno & fachada

No puedo sacar los ojos del desnudo
en la ventana de un tercer piso a las 3 de la mañana.
Donde ella está ya es de día
en Copenhague & la Atlántida,
& apostaría el misterio contra mi vida
que está escuchando Bouncing with Bud.
Contoneándose con el ir y venir de los dedos por las teclas,
ella está al borde de algo grandioso
caído ahora en decadencia & confusión.

No creo que sea un anuncio visto por la ventana
de una fachada, podría ser la modelo de un pintor
tomándose una pausa luego de estar horas
sentada en la misma pose, en diálogo con tonos de rojo
rogando que la sombra de Bud no se aleje rengueando
golpeada por bastones policiales. Me pregunto si sabe
que la floración llenó el cuarto & la dejó sola
como estoy yo esta noche bajo un puñado de polvo cósmico,
una puerta cerrada con tablas y guardada por dos leones.

Yusef Komunyakaa, Estados Unidos, 1947
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Sally Mann, Night Blooming Cereus (1988)



Night-Blooming Cereus & Façade

I can’t take my eyes off the nude
in a third-floor window at 3 a.m.
Where she is it is already day
in Copenhagen & Atlantis,
& I’d bet mystery against my life
she’s listening to Bouncing with Bud.
Swaying to fingers up & down the keys,
she’s at the edge of something grand
now fallen into decay & shambles.

I don’t think she’s an ad seen through the window
of a façade, but she could be a painter’s model
taking a break from sitting in a single pose
for hours, in dialogue with shades of red
begging Bud’s shadow not to limp away
wounded by nightsticks. I wonder if she knows
blooming has filled up the room & left her lonely
as I am tonight beneath a handful of cosmic dust,
a boarded-up front door still guarded by two lions.

viernes, 22 de octubre de 2010

Malcolm Lowry


El pasado que florece

No hay ninguna poesía cuando vives ahí.
Esas piedras son tuyas, esos ruidos son tu mente,
los tranvías rechinantes y las calles que te unen
al bar soñado donde se alivia la angustia
son calles y tranvías: la poesía está en otro sitio.
Las fachadas de los cines y las tiendas
dejadas atrás y lloradas, ya no se lloran más.
Los nuevos jalones del aquí y ahora parecen
extrañamente fríos. Pero ve al Polo o a Nueva Zelanda,
y esas piedras florecerán y los ruidos cantarán
y serán fascinantes los tranvías, para el niño dormido
que nunca descansa, cuyo barco seguirá vagando siempre,
que jamás podrá volver a casa, y aún así debe traer
de vuelta a Ilión trofeos extraños, y absurdos!

Malcolm Lowry, Inglaterra, 1909-1957
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d



The Flowering Past

There is no poetry when you live there.
Those stones are yours, those noises are your mind,
The forging thunderous trams and streets that bind
You to the dreamed-of bar where sits despair
Are trams and streets: poetry is otherwhere.
The cinema fronts and shops once left behind
And mourned, are mourned no more. Strangely unkind
Seem all new landmarks of the now and here.
But move you toward New Zealand or the Pole,
Those stones will blossom and the noises sing,
And trams will wheedle to the sleeping child
That never rests, whose ship will always roll,
That never can come home, but yet must bring
Strange trophies back to Ilium, and wild!



Un río seco es como el alma

Un río seco es como el alma
de un poeta que no puede escribir, aunque percibe
su tema con claridad imperfecta y lamenta
morir de sed por la sequía. Pero su meta,
un saludable mar del más claro cristal una vez,
retrocede, se vuelve gris en el espino cerval,
se va como los amores viejos,
abandona la mente por completo. Él no concibe
nada que lo remplace: solo en el polo
de la memoria vibra una brújula extraviada;
y así el río, al lado de sus árboles grises compasivos,
es una agonía de piedras, horrores que se hundieron
y que son declarados, blanqueados ahora. Porque son estas,
estas piedras y naderías las que mandan
cuando el río es un camino y la mente un hueco.

Malcolm Lowry, Inglaterra, 1909-1957
Versión © Gerardo Gambolini


A Died Up River is Like the Soul

A dried up river is like the soul
Of a poet who can’t write, yet perceives
With imperfect clarity his theme and grieves
To parched death over the drought. But his goal
Once a wholesome sea of clearest crystal
Recedes, grows grey in hartseye, like old love leaves,
Leaves the mind altogether. He conceives
Nothing to replace it: only at the pole
Of memory flickers some senseless compass.
So the river, by her grey pitying trees
Is an agony of stones, horrors which sank
But are now declared, bleached. For it is these,
These stones and nothingnesses which possess
When river is a road and mind a blank.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Stephen Spender


Sin esa meta una vez clara

Sin esa meta una vez clara, la ruta de vuelo
a seguir de por vida por un aire cristalino,
el siglo me ahoga bajo raíces de noche —
sufro como la historia en las Edades Oscuras,
con la verdad en mazmorras, de donde no se levanta
susurro alguno; oímos de torres ya desvanecidas,
y de torturas y guerras, y su rumor humeante y sombrío,
pero ninguna luz cae sobre las vidas enterradas de los hombres.
Vedme caminar por calles sinuosas donde la lluvia y la niebla
ahogan cada grito: en las esquinas del día
los taladros exploran nuevas zonas de dolor,
ni el verano ni la luz pueden bajar hasta aquí para jugar.
La ciudad construye su horror en mi cerebro,
las únicas alas con que huir son estas líneas.

Stephen Spender, Inglaterra, 1909-1995
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Stephen Spender, 1940, por Lucian Freud



Without That Once Clear Aim

Without that once clear aim, the path of flight
To follow for a life-time through white air,
This century chokes me under roots of night
I suffer like history in Dark Ages, where
Truth lies in dungeons, from which drifts no whisper:
We hear of towers long broken off from sight
And tortures and war, in dark and smoky rumor,
But on men’s buried lives there falls no light.
Watch me who walk through coiling streets where rain
And fog drown every cry: at corners of day
Road drills explore new areas of pain,
Nor summer nor light may reach down here to play.
The city builds its horror in my brain,
This writing is my only wings away.

martes, 19 de octubre de 2010

Raymond Carver


Miedo

Miedo de ver un patrullero entrando a casa.
Miedo de quedarme dormido a la noche.
Miedo de no poder dormir.
Miedo de que el pasado se subleve.
Miedo de que el presente tome vuelo.
Miedo al teléfono que suena en medio de la noche.
Miedo a las tormentas eléctricas.
¡Miedo a la mucama que tiene una mancha en la mejilla!
Miedo a los perros que me han dicho que no muerden.
¡Miedo a la angustia!
Miedo de tener que identificar el cuerpo de un amigo muerto.
Miedo de quedarme sin dinero.
Miedo de tener demasiado, aunque la gente no lo crea.
Miedo a los perfiles psicológicos.
Miedo de llegar tarde y miedo de llegar antes nadie.
Miedo a la letra de mis hijos en los sobres.
Miedo de que mueran antes que yo, y que me sienta culpable.
Miedo de tener que vivir con mi madre en su vejez, y la mía.
Miedo a la confusión.
Miedo de que este día termine con una nota triste.
Miedo de despertarme y descubrir que te fuiste.
Miedo de no amar y miedo de no amar lo suficiente.
Miedo de que lo que amo resulte letal para los que amo.
Miedo a la muerte.
Miedo de vivir demasiado.
Miedo a la muerte.

Ya dije eso.

Raymond Carver, Estados Unidos, 1938-1988
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d


Fear

Fear of seeing a police car pull into the drive.
Fear of falling asleep at night.
Fear of not falling asleep.
Fear of the past rising up.
Fear of the present taking flight.
Fear of the telephone that rings in the dead of night.
Fear of electrical storms.
Fear of the cleaning woman who has a spot on her cheek!
Fear of dogs I’ve been told won’t bite.
Fear of anxiety!
Fear of having to identify the body of a dead friend.
Fear of running out of money.
Fear of having too much, though people will not believe this.
Fear of psychological profiles.
Fear of being late and fear of arriving before anyone else.
Fear of my children’s handwriting on envelopes.
Fear they’ll die before I do, and I’ll feel guilty.
Fear of having to live with my mother in her old age, and mine.
Fear of confusion.
Fear this day will end on an unhappy note.
Fear of waking up to find you gone.
Fear of not loving and fear of not loving enough.
Fear that what I love will prove lethal to those I love.
Fear of death.
Fear of living too long.
Fear of death.

I’ve said that.

viernes, 15 de octubre de 2010

Yusef Komunyakaa


Las cartas de amor de mi padre

Los viernes abría una lata de Jax
al volver de la fábrica,
& me pedía que le escribiera una carta para mi madre
que enviaba postales de flores del desierto
más altas que hombres. Él rogaba,
prometiendo no volver a golpearla
nunca más. A mí me alegraba en cierto modo
que ella se hubiera ido, & a veces quería
incluir un recordatorio: que la “Polka Dots & Moonbeans”
de Mary Lou Williams
jamás deshinchó los moretones.
Su delantal de carpintero siempre lleno
de clavos viejos, un martillo de orejas
colgando al costado & cables de extensión
enroscados en los pies.
Las palabras salían de debajo
de la presión de mi bolígrafo: Amor,
Cariño, Nena, Por favor.
Nos sentábamos en la silenciosa brutalidad
de voltímetros & terrajas,
perdidos entre las frases...
El reflejo de una cuña de cinco libras
en el suelo de cemento
arrastraba un crepúsculo hacia adentro
por la puerta del cobertizo.
Yo me preguntaba si ella se reía
& las sostenía sobre una hornalla.
Mi padre sólo sabía escribir
su nombre, pero podía mirar los planos
& decir cuántos ladrillos
llevaba cada pared. Ese hombre,
que robaba rosas & jacintos
para su jardín, se paraba ahí
con los ojos cerrados & los puños ovillados,
escribiendo con trabajo una sola palabra,
casi redimido por lo que trataba de decir.

Yusef Komunyakaa, Estados Unidos, 1947
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d



My Father’s Love Letters

On Fridays he’d open a can of Jax
After coming home from the mill,
& ask me to write a letter to my mother
Who sent postcards of desert flowers
Taller than men. He would beg,
Promising to never beat her
Again. Somehow I was happy
She had gone, & sometimes wanted
To slip in a reminder, how Mary Lou
Williams’ “Polka Dots & Moonbeams”
Never made the swelling go down.
His carpenter’s apron always bulged
With old nails, a claw hammer
Looped at his side & extension cords
Coiled around his feet.
Words rolled from under the pressure
Of my ballpoint: Love,
Baby, Honey, Please.
We sat in the quiet brutality
Of voltage meters & pipe threaders,
Lost between sentences . . .
The gleam of a five-pound wedge
On the concrete floor
Pulled a sunset
Through the doorway of his toolshed.
I wondered if she laughed
& held them over a gas burner.
My father could only sign
His name, but he’d look at blueprints
& say how many bricks
Formed each wall. This man,
Who stole roses & hyacinth
For his yard, would stand there
With eyes closed & fists balled,
Laboring over a simple word, almost
Redeemed by what he tried to say.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Pablo Chacón


El odio es uno de mis temas favoritos...

El odio es uno de mis temas favoritos.
El odio es mi tema favorito.
El odio que se hace fuerte a la madrugada,
después de tomar un vaso de leche fría
y caminar por la casa en puntas de pie,
como un fugitivo

que se mira, en puntas de pie, frente al espejo,
cada día más parecido a sí mismo.

Pablo Chacón, Mar del Plata, Buenos Aires, 1960
de El Espía
imagen: rambla de la playa Bristol, 1913



En su desesperación...

En su desesperación, la mente no juega a la realidad.

Ahora, después de la cornisa,
rompemos el silencio.

Se escuchan los tambores de la resurrección, Isolda,
pero no hay dudas: no hay aviones en el cielo.

Tristán es el muerto.

Pablo Chacón, Mar del Plata, Buenos Aires, 1960
de Calor quieto


Mar del Plata

En la avenida Luro, al final, hay un muelle de madera y cemento.
Era el muelle favorito de Repetto y de Bronzini,
socialistas ilustrados en el Jockey Club,
rosa de los vientos que un día amaneció muerta,
piedra sobre piedra,
bajo un paño gris ceniza,
todo es humo y escarnio.
Esa noche sonó la sirena y otra, mucho después,
alerta el golpe que partió la proa de un barco perdido
y sin rastros de tripulación.

Esperamos en la colina. Esperamos mudos.
El muelle de madera y cemento es un dibujo iluminado,
y la playa plana, a los costados,
un espacio vacío, visitado por resplandores lunáticos.
Ni una sombra, nada, relámpagos,
arriba
y a la distancia, un silencio enorme como el miedo.
El reste es desprecio.
El desprecio se cultiva.
El desprecio es la única planta que se traga al miedo.

Pero consideremos, por respeto, al humor del comensal: las escaras del muelle, chatas,
infladas de parásitos, de lombrices, de larvas encerradas
que apolillan la materia y los bajíos,
los revoques de urgencia,
la prosperidad de temporada,
y los caprichos de la gravedad: marea alta y bandazos,
oleadas y bandazos
que el comensal apunta, y suma a los escapes de un gas
que pica en los ojos, la nariz,
arruina el aliento...
¿es un pozo, un osario?

Al fondo del muelle,
entre los cascotes derrumbados y las gaviotas muertas,
a unos doscientos metros de la costa
crece un tumor.
Es la carta robada.
Los pescadores todavía silban una martingala afantasmada,
compuesta
para intimidar suicidas.

El cartel de neón chisporrotea GAN A, CIA,
o GANCIA eventualmente:
sobre la trayectoria estacional de la arena
se acumulan intensidades y un falso punto de vista.
El mar es mi casa: los muertos no están muertos.

Los años pasaron desde entonces.
La ciudad está ahí.
Los restoranes cierran a las ocho. El casino no cierra.
Hay negocios vacíos y otros clausurados.
Hay autos abandonados y calles vacías.
Hay vías de tre abandonadas,
solares quemados por el frío, y al sur, entre el puerto y el faro,
bajando desde Alem, una ruta brumosa se estira,
camino al chaparral que algunos, exagerando,
llaman infierno.
Es necesario acelerar, ajustar las luces altas,
cambiar de ángulo y foco.
En el infierno flamea la bandera roja.
Pero como el marinero polaco,
yo no quiero ahogarme, sino nadar hasta hundirme.
Sobrevivir a nuestras catástrofes es una prueba de canalla.

¿Quién lo duda?
¿Los viejos?
Para un viejo nada es contemporáneo.
Y acá, en el balneario, no hay más que viejos
convertidos
a la utopía de un verano eterno.

Pablo Chacón, Mar del Plata, Buenos Aires, 1960
de Calor quieto