y cuando salían a orinar, los que los guardaban
teníanlos por la soga porque no se huyesen.”
Historia general de las cosas de
Así, de la manera que aquí sigue:
primero, se le arrancan los cabellos,
sólo de coronilla, no los otros.
porque son las reliquias de este día.
Entonces se le lleva hacia el templo,
porque él será la ofrenda de la fiesta.
y como que se caen por el camino.
Si no quieren subir, se les obliga
por los pelos. Así se les arrastra,
aunque cueste trabajo. Da coraje,
mas con la fiesta, luego uno se olvida.
Había en el florero un ramillete de brazos.
Mi amigo me había hablado
de un busto de cadáver sobre el piano,
que tenía una peluca.
Guardaba el anfitrión, para los niños,
en una estancia alegre y llena de color,
fetitos momificados con ropa de muñeca.
Noté algunas piernas de señorita
al pie de las puertas para impedir chiflones
y en su gran biblioteca, una pálida lengua
había sido adaptada como control de tele.
Varias nalgas servían de cojines en los amplios sillones de la sala.
Durante la comida, le pedí una cuchara
y abrió un largo cajón del trinchador
lleno de pies dispuestos, uno después del otro,
en cuyos muchos dedos se ordenaban, de plata, los cubiertos.
Tomamos el café en la terraza,
la sombrilla tenía color de pergamino.
Un intestino grueso servía como manguera
y una mano sin uñas hacía de rehilete sobre el pasto.
Para espantar las moscas,
en el techo giraban unos ventiladores
hechos con cuatro fémures y cueros cabelludos.
Como adorno en el baño,
ojos de mil colores bajo el agua,
en un bibelot de cristal cortado.
Estaba pensando en donar mi cuerpo,
cuando muera, a la ciencia.
Pero sería más útil dar mi computadora.
Dentro de las vitrinas
Estremecidos hasta el miedo
Y extiendo el dinero al del cuchillo
La oreja, el hocico, la sonrisa.
libera el cuerpo aquello que le falta:
feromonas y rosa adrenalina,
sonrisas de sustancias incoloras.
obligados al rizo, sometidos al rayo,
lejos del lacio oscuro que señala
el emblema más pobre. La industriosa
compacto en las mejillas, sobre aquellas
facciones de vencidos ahora alegres,
cuya imagen por fin ya palidece,
del espejo del mundo eliminada.
Carla Faesler, México, 1967