Y siguen viviendo en lugares sin perdón
en las laderas de colinas artríticas
donde cercas de piedra bajas ocultan el mar y el mar
oculta a los muertos, aunque los muertos siguen susurrando
en sus tumbas silenciosas, “Tengo frío, tengo frío”.
Aquí hay turba suficiente para avivar los fuegos del
Infierno,
y piedras en tal cantidad que parecieran crecer
en el suelo. Aunque jamás crece nada.
Sabe Dios que había más madera en el Calvario.
Esta mañana, en una carretera más allá de Cleggan,
pasé por las ruinas de una casa abandonada
y por una casa en ruinas que parecía abandonada,
sólo que un hombre me miró. Le pregunté adónde iba el
camino.
“Hasta el final”, me dijo, “hasta el final”. Y se alejó arrastrando los pies.
Tony Curtis, Dublin, Irlanda, 1955
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d
Penance
And still
they live in unforgiven places,
on the
sides of arthritic hills,
where low
walls hide the sea and the sea
hides the
dead, though the dead still whisper
in their
silent graves, “I’m cold, I’m cold.”
Enough bog
here to stoke the fires of Hell,
and stones
so many you’d think they grew
in the
soil. Though nothing ever grows.
God knows
there was more wood on Calvary.
This
morning, on a high road beyond Cleggan,
I passed
the ruins of a deserted cottage,
and a
ruined cottage that looked deserted,
only a
man eyed me. I asked where the road went?
“To the end,” he said, “the end.” Then shuffled off.
Demasiados carniceros
en el pueblo
y solo en su tienda
fingiendo estar ocupado
oye de pronto
la larga maldición
que nunca supo que estaba dentro de él,
su propia garganta
con un grito
que retrocede hasta el día
en que se puso el delantal de su padre
y su boca
se convirtió en un monedero.
Ted McNulty,
New York, (?) – Dublin, 1998
Versión © Gerardo Gambolini
McGwinn and
Son
Too many
butchers
in the
village
and alone
in his shop
pretending
to be busy
he suddenly
hears
the long
curse
he never
knew was in him,
the
throat of his own
with a
shout
that goes
back to the day
he put on
his father’s apron
and his
mouth
turned into a purse.