viernes, 8 de abril de 2011

Joaquín Giannuzzi




Breve y liviano sobre la playa, aéreo
el último hueso de la gaviota
aguarda la disolución en manos de los elementos.
No está previsto un accidente
que modifique la situación.
El sólido cuerpo del planeta
también espera,
pasivamente espera y con dulzura
el retorno del hueso a su garganta.
Cincuenta millones de años
contra unas semanas de vuelo.
No hay injusticia en la proporción
sino confianza y un pulido equilibrio
entre el agua, el viento y la temperatura solar.
Y allí de pie, el poder humano,
buscando en el cielo un agujero
donde meter la cabeza y si es posible
una eternidad independiente
de uso privado y esqueleto entero.

Joaquín Giannuzzi, Buenos Aires, 1924 – Salta, 2004, Argentina
imagen: s/d


Crónica de la columna vertebral

Para levantar las pirámides
doscientos mil hombres, a lo largo
de tres generaciones, cargaron y arrastraron
millones de toneladas de piedra.
Dos imágenes de restos óseos
revelan el costo de las obras:
la columna vertebral de los obreros
aparece curvada en dos secciones,
muestra fisuras, bordes corroídos,
luxaciones, agobio eterno.
La de los faraones, sacerdotes y altos
funcionarios, se ven erguidas
y frescas como recién nacidas.
Después de 4.000 años,
vértebra sobre vértebra, crujido a crujido,
el espinazo innumerable
sigue cargando el peso
del sueño y la podredumbre de los señores.

Joaquín Giannuzzi, Buenos Aires, 1924 – Salta, 2004, Argentina

miércoles, 6 de abril de 2011

John F. Deane / 4 poemas


Cántico

A veces cuando vas hasta la verja roja
oyendo la música de tus zapatos en la grava,
una luna amarilla asoma por la colina;
cierras la verja y te apoyas en ella
como si algo se hubiera cumplido en el mundo;
un viento nocturno se filtra tenuemente por las hojas
de los álamos, y todo el ruido del universo se apaga
hasta el murmullo de un oboe, la nota dada
de una música perfecta; hay un vasto cielo totalmente
dedicado a las estrellas, y tú sabes, con certeza,
que todos los muertos están afuera, ahí arriba,
en una flotilla festiva, y que están celebrando
que una verja roja y una luna amarilla
afinen sus instrumentos contigo, acompañando la sinfonía.

John F. Deane, Achill Island, Irlanda, 1943
John F. Deane, Manhandling the Deity, Carcanet, Manchester, 2003
Versión © Gerardo Gambolini

Canticle

Sometimes when you walk down to the red gate
hearing the scrape-music of your shoes across gravel,
a yellow moon will lift over the hill;
you swing the gate shut and lean on the topmost bar
as if something has been accomplished in the world;
a night wind mistles through the poplar leaves
and all the noise of the universe stills
to an oboe hum, the given note of a perfect
music; there is a vast sky wholly dedicated
to the stars and you know, with certainty,
that all the dead are out, up there, in one
holiday flotilla, and that they celebrate
the fact of a red gate and a yellow moon
that tunes their instruments with you to the simphony.


Salmo

Toda la noche el ataúd fue un instrumento acostado
en la nave lateral; la mañana, y los ancianos, esperando,
apuran sus rosarios, los nudillos duros como cuentas;
nos hemos vuelto callados, rezan, al cuidado de la verdad,
¿y qué tenemos para mostrar? Huesos viejos y con nudos.

Con el siseo de la cureña, el ataúd va a ocupar
su lugar en el podio; afuera es primavera, las flores del ciruelo
en una melodía de blanco. Señor, tú nos has tocado y conocido;
nosotros tenemos viejas partituras solamente,
viejas cuentas que saldar, viejos tambores que batir.

John F. Deane, Achill Island, Irlanda, 1943
John F. Deane, Manhandling the Deity, Carcanet, Manchester, 2003
Versión © Gerardo Gambolini

Psalm

All night the coffin was a laid-down instrument
in the side-aisle; morning, and the old folk, waiting,
urge their rosaries, their knuckles hard as beads;
we have fallen still, they pray, in the care of truth
and what have we to show? Old bones, knotted.

In the sibilance of trestle-wheels the coffin comes
to take its place upon the podium; outside
it is spring, blossoms of the plum in a melody
of white. Lord you have touched and known us; we
have only old scores to settle, old drums to beat.


Guardia nocturna

En nuestros barrios residenciales, nuestras ciudades dormitorio,
estamos seguros. Pero en el corazón de la ciudad,
subiendo y bajando la soberbia escalinata de baldosas
del refugio de los hombres, pasan aquellos que podrían

ser ministros, sacerdotes, presidentes, pero no son;
de traje a rayas gris y chaleco mal combinado,
los que podrían ser funcionarios, pero no son;
engrasados y arrugados y molestos rondan

por nuestras calles, tambaléandose de lado, los que podrían
ser Platón, Lutero, Hopkins, si no fuera por alguna cosa minúscula
que pasaron por alto y los desvió un poco al costado.
Su sueño es una moneda encontrada bajo una luz oblicua,

olvido suficiente para apagar la atención
un rato. Pero a todos nos desean buena salud y buen juicio
los que despiertan a veces, sabiendo que nosotros también
fuimos visitados por fantasmas implorantes y olvidamos;

dígannos qué soñábamos, interpreten el sueño para nosotros.

John F. Deane, Achill Island, Irlanda, 1943
John F. Deane, Manhandling the Deity, Carcanet, Manchester, 2003
Versión © Gerardo Gambolini

Nightwatch

In our suburban villages, our dormitory towns
we lie secure. But at the city’s core
up and down the crack-tiled steps of the men’s
shelter, they pass who could be minister

or president or priest — but are not;
in dust-striped suits and mismatched waiscoats
who could be civil servants — but are not;
greased and creased and ill at ease they ghost,

side-staggering, our streets, who might
be Plato, Luther, Hopkins but for some tiny thing
that slipped them and shifted them a little to the side.
Their dream is a coin found under slanting

light, oblivion enough to damp down care
a while. But wish us all good health and reason
who wake sometimes, knowing we too have been
visited by importunate ghosts and have forgotten;

tell us what we dreamed, interpret for us the dream.


Siguen las lluvias

Hace días que llueve en los suburbios;
el agua se llevó por las cunetas
las rayuelas de los niños;

hemos visto a los muertos tendidos
en túmulos con sábanas, a los jóvenes encogidos
callados para la cámara mientras lloran por dentro;

en otro lugar sacan de pozos
cuerpos magullados.
Recuerdo cómo rezábamos por el tiempo

en las viejas ceremonias, sosteniendo que Dios
interviene en nuestra vida: las migraciones, los campos,
las barcas de pesca en mares encrespados. Declaramos nuestros

los dominios de la razón, aunque rara vez podemos
hacer alarde de ellos; de Dios son en cambio los dominios
del misterio, donde él se mantiene al margen, meditando quizás

en las catástrofes del hombre, y derramando lágrimas.

John F. Deane, Achill Island, Irlanda, 1943
John F. Deane, Manhandling the Deity, Carcanet, Manchester, 2003
Versión © Gerardo Gambolini

The Rains Persisting

It has rained for days across the suburbs;
chalk games of the smaller children
have washed down into the gutters;

we have seen the dead laid out
in sheeted humps, the shrivelled young
stilled for the camera while they weep inwardly;

somewhere else mauled bodies
are being drawn up from wells.
I remember how we prayed for weather

during the old ceremonies, holding that God
intervenient in our concerns: migrations, meadows,
trawlers out on dramatic seas. The domains

of reason we claim ours though we may boast
rarely of them, while God’s are the domains
of mystery, where he stays aloof, brooding perhaps

on man’s catastrophes, and shedding tears.

domingo, 3 de abril de 2011

Paula Meehan


Leyendo el cielo

Estábamos a la sombra serena de los pinos,
entre la hierba mora y la artemisa,
y leíamos las cifras que los gansos dibujaban

en el cielo violeta.
Vayan al sur, vayan al sur, insistían,
el invierno está muy cerca.

La luna fue por un momento
una perfecta hoz de oro
sobre el lago dorado.

Calculamos los ángulos de las estrellas
reveladas por la luz al declinar,
y les dimos nuevos nombres

aprendidos de los gansos en vuelo,
sabiendo que uno seguiría
y otro sería dejado atrás.

Buscamos un lenguaje común
para describir nuestros distintos destinos:
tú serás fugitivo eternamente,

yo esperaré al filo del invierno
demorando la oscuridad
para que puedas escapar.

Paula Meehan, Dublín, Irlanda, 1954
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Jack B. Yeats, Queen Maeve Walked Upon This Strand


Reading the sky

We stood in the still pine shadows
with nightshade and yarrow
and read the cyphers the wild geese drew

across the violet sky.
Go south, go south, they insisted,
winter is close behind.

The moon was for a moment
a perfect golden sickle
above the golden lake.

We measured the angles of the stars
revealed by the dwindling light
and gave to them new names

learned from the geese in flight
knowing that one would follow,
one would be left behind.

We glean a common language
to describe our differing fates:
you'll be fugitive forever,
 
I'll wait at the brink of winter
holding off the dark
that you may escape.


De vuelta y sin culpa

Padre mío,
tu cálida sonrisa
es un diente de león
cuando cruzo otra vez la puerta.

Nuestro torpe abrazo
ahuyenta el viento de mi hombro
y tus ojos encierran una pregunta
que no harás
cuando corte el pan en tu mesa
luego de largas temporadas de ausencia.

Padre, mi cabeza estalla
con las cosas que he visto
en este ancho y extraño mundo

pero no tengo las palabras para contártelo
ni el valor para alterar tus rutinas apacibles,
así que guardo silencio mientras se fríe el tocino,
asintiendo y sonriendo ante cada recuerdo.

“Oh, el barco era magnífico,
me dijeron en Larne.”
“Y lástima que no te dejaron ahí.
Debió ser un gitano el que te engañó
y yo en un profundo sueño una noche.”

¿No te robé la mirada, padre,
y a ella la sonrisa? No la oscura sangre
sino la simple necesidad de abandonar un amor difícil
me llevó por caminos desconocidos
donde hablan otras lenguas,
me llevó por el planeta
hasta que obtuve de él
y él obtuvo de mí
lo que uno necesitaba del otro.

Sí, padre, tomaré más té
y me sentaré aquí en silencio en este cuarto de mi infancia
y veré mientras el fuego destella
la historia de nuestra distancia en la pared.


Paula Meehan, Dublín, Irlanda, 1954

Versión © Gerardo Gambolini


Return and no blame

Father of mine
your sunny smile
is a dandelion
as I come once again through the door.

Our fumbled embrace
drives the wind off my shoulder
and your eyes hold a question
you will not put
as I break bread at your table
after the long seasons away from it.

Father, my head is bursting
with the things. I've seen in this strange, big world

but I don't have the words to tell you
nor the boldness to disrupt your gentle daily ways,
so I am quiet while the rashers cook,
nod and grin at any old thing.

'Oh, the boat was grand,
they took me in at Larne.'
'And a pity they didn't keep you.
Must have been a gypsy slipped you in
and I in a dead sleep one night.'

Didn't I rob you of your eyes, father,
and her of her simile? No dark blood
but the simple need to lose an uneasy love
drove me down unknown roads
where they spoke in different tongues,
drove me about the planet
till I had of it
and it of me
what we needed of each other.

Yes, father, I will have more tea
and sit here quiet in this room of my childhood
and watch while the flames flicker
the story of our distance on the wall.
 

viernes, 1 de abril de 2011

Eiléan ní Chuilleanáin


Muertes y motores

Descendimos por encima de las casas
en una curva violenta,
y al costado del aeropuerto de París
vimos un túnel hueco
— la mitad trasera de un avión, negra
sobre la nieve, nadie cerca de allí,
tubular, congelada y calcinada.

Cuando encaramos de nuevo
las pistas blanco nieve en la oscuridad
ningún sonido salió
de los parlantes, excepto los suspiros
del solitario piloto.

El frío de las alas metálicas es contagioso:
una pronto precisará alas propias,
arrinconada en el ángulo donde
el tiempo y la vida se cruzan como un cuchillo
y un tenedor, y la línea de la vida en la palma de la mano
se interrumpe, y la estela curva de un aeroplano
se une con el horizonte recto.

Las imágenes del alivio:
pijamas de hospital, biombos alrededor de la cama,
un hombre con la cara ensangrentada
sentado en la camilla, conversando animadamente
con los labios cortados:
estos te fallarán un día.

Te encontrarás sola
acelerando por un callejón sin salida,
demasiado tarde para frenar
y aprender lo fácil que es la muerte;
quedarás esparcida como los restos de un naufragio,
las piezas, cada una de forma diferente,
rodarán y se alojarán en los corazones
de todos los que te aman.

Eiléan ní Chuilleanáin, Irlanda, 1942
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d



Deaths and Engines

We came down above the houses
In a stiff curve, and
At the edge of Paris airport
Saw an empty tunnel
— The back half of a plane, black
On the snow, nobody near it,
Tubular, burnt-out and frozen.

When we faced again
The snow-white runways in the dark
No sound came over
The loudspeakers except the sighs
Of the lonely pilot.

The cold of metal wings is contagious:
Soon you will need wings of your own,
Cornered in the angle where
Time and life like a knife and fork
Cross, and the lifeline in your palm
Breaks, and the curve of an aeroplane's track
Meets the straight skyline.

The images of relief:
Hospital pyjamas, screens round a bed
A man with a bloody face
Sitting up in bed, conversing cheerfully
Through cut lips:
These will fail you some time.

You will find yourself alone
Accelerating down a blind
Alley, too late to stop
And know how light your death is;
You will be scattered like wreckage,
The pieces every one a different shape
Will spin and lodge in the hearts
Of all who love you.


miércoles, 30 de marzo de 2011

Gerard Smyth



Canción marinera

El padre de mi padre,
famoso por lo bien que conocía las estrellas,
añoraba con nostalgia
los nudos de cabo, las cadenas de ancla,
arribar al puerto desde las pasturas nocturnas
del océano. Lo que más amaba
eran las luces de la costa,
las ciudades ribereñas emanando humo
en el húmedo noviembre.

El padre de mi padre
conocía el mar por lo que era:
un auténtico bastardo sonriendo en la oscuridad,
llenando los bolsillos abultados
del capitán de puerto.
Al levantarse de su litera
un sexto sentido le decía que no confiara
en la calma absoluta de las albas que se veían
como el primer día del mundo.

Gerard Smyth, Dublin, Irlanda, 1951
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: William Turner, Steam Boat in a Snow Storm (1842)


Shanty

My father’s father,
known for his navigator’s knowledge of the stars,
was filled with nostalgia
for ropeknots, anchor-chains,
arriving in the harbour from the night-pastures
of the sea. What he loved most
were the lights of the coast,
the seatowns issuing smoke
in wet November.

My father’s father
knew the sea for what it was:
a proper bastard smirking in the darkness,
filling the fat pockets
of the harbour master.
Rising from his sailor’s bed
his sixth sense told him not to trust
the complete stillness of dawns that felt
like the first day of the world.



Enero

Cuando la guirnalda está seca
en la basura de Navidad
y el calendario viejo no tiene más días que darnos,

mi vecino sale de su casa
bajo el frío, antes que asome el sol
con su luz gris de enero.

Va hasta un escritorio que gobierna su vida.
Todos los días el mismo camino
a través de una ciudad animada por señales

y banderas que ostentan los colores de la tribu.
Está afuera de la mañana a la noche,
hasta que Sirio brilla y entonces vuelve

a su comida nocturna y la pantalla de TV
que mira hasta los créditos del final:
la larga lista de etcéteras pasados de prisa.

Gerard Smyth, Dublin, Irlanda, 1951
Versión © Gerardo Gambolini



January

When the holly wreath is dead
in the Christmas rubbish
and the old calendar has no more days to give us

my neighbour leaves his house
in the chill before the sun comes out
with its grey January light.

He makes his way to a desk that governs his life.
The same journey every day
through a city lit up by traffic signs

and flags that flaunt the colours of the tribe.
He is gone between morning and night,
until the dog-star shines and he returns

to his evening meal and the TV screen
that he watches until the end-credits:
the long list of etceteras scrolled in haste.

lunes, 28 de marzo de 2011

Mary O'Malley




En Friar’s Hill

Cuando partas a Itaca
ruega que tu viaje sea largo
—Cavafy

A esta hora de la noche los objetos de la casa
ya no son inertes o agradables.
Despiden emanaciones cargadas de ceniza.
El frío televisor, el panel de la ventana
y el teléfono tiemblan ligeramente
en sus sueños de baratija.

Hace casi dieciocho años
regresamos del sol
con dos hijos pequeños
a esta, nuestra ciudad universitaria.
Aquí, no lo sabíamos,
planeaban abrir una calle.

En la colina de enfrente
solían pastar dos caballos, Verano e Invierno,
que nuestra hijita adoraba.

Arriba, en las constelaciones,
convergían trayectorias
de estrellas candentes. Pese a las
señales de desastre,
cada colisión fue evitada.

Cuando volví al hogar esta noche
los gatos vinieron hacia mí,
una sombra gris, una nube naranja.

¿Hogar? No hay peligro de elegía.
Ya nunca tendremos treinta años de casados.
Este anillo de bodas
que fue nuestra O de regocijo
y “para siempre” y que está en un
oscuro cajón, todavía me va bien.

Cuando partimos a Itaca
con rostros radiantes, te di juventud
y fuego, tanto como dolor.
Aunque esa isla desnuda no era
el destino esperado,
compramos ámbar y ébano
y nuestro viaje fue largo.

Los caballos ya no están,
reemplazados por casas.
En cada calle, en cada barrio nuevo,
comienza una vez más.

Esta noche de noviembre
hay una luna
atrapada en un tenue malla
de bruma. Me consuela saber
que podría ir hasta la colina de enfrente
donde pastaban la yegua blanca y el caballo marrón
y la bahía se ensachaba al oeste,
hacia el agua y la fuga.

Mary O’Malley, Connemara, Irlanda, 1954
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d


On Friar’s Hill

When you set out for Ithaca,
pray that your journey be long
—Cavafy

This late at night the household objects
are no longer inert or friendly.
they send out ashy emanations.
The cold TV, the stained glass panel
and the telephone tremble slightly
in their thingy dreams.

Almost eighteen years ago
we came back from the sun
with two young children
to this, our university town.
Here, unknown to us,
a street was being laid down.

On the opposite hill
two horses grazed, Summer and Winter
much loved by our small daughter.

High in the constellations
trajectories of burning stars
were converging. Despite
projections of disaster
each collision was avoided.

When I came home tonight
the cats flowed towards me,
a street-lit cloud, a grey shadow.

Home? There is no danger of elegy.
We will never be thirty years married now.
The wedding ring
That was our gold O of delight
and ‘forever’ and sits
in a dark drawer, still fits.

When we set out for Ithaca
with glowing faces I gave you youth
and fire as well as grief.
Although this barren island was not
the expected destination,
we acquired amber and ebony
and our journey was long.

The horses have gone,
replaced by houses.
On every street, in every new estate,
it is starting again.

This November night
there is a moon
caught in a fine mesh
of mist. It comforts me to know
I could walk up that opposite hill
where the white mare and brown horse were
and the bay would spread out
west, to water and escape.


Calipso

La luna asoma su alta grupa sobre el pueblo.
La marea sube con intención de aclarar y anegar.

En un sueño, un bote se mueve detrás de la hierba.
Lo conozco, veintiocho pies y un mástil.

El motor Lister parece una becasina. Viene
hacia mí. Dos rápidas pinceladas

azul Matisse parten el agua en una V.
Ya craquelado el fuego, todo lo que quiero

es este estado, la raíz cuadrada del amor reducido
a nostalgia, una vocal suave sostenida por dos

consonantes fuertes - el reino de los sueños insiste
en que es peligroso consumirse más que eso.

El desecho de mis años se entrelaza con la marea agitada.
Voy hacia el promontorio, con su escudo de nubes de tormenta.

Trataré de hallar, en este viaje,
a alguien que tenga la receta de los panales.

Dejo mi hogar - no llevo acompañantes -
y subo al bote de mi padre con esta instrucción:

Olvida las estrellas. El ángulo plisado donde el cielo se junta
y forma un techo es lo único en lo que puedes fiarte ahora.

Dos golpes de los remos y responde, liviano como un hueso del deseo,
el caprichoso regalo de los dioses por este arte de estar sola.

Mary O'Malley, Connemara, Irlanda, 1954
Versión © Gerardo Gambolini



Kalypso

The moon juts her high rump over the town,
The tide rises with intent to clarify and drown.

In a dream, a boat moves over the grass.
I know her, twenty eight foot and a mast.

The Lister engine drums like a snipe. She cuts
towards me. Two swift strokes

Matisse blue, part the water in a V.
All I want, after the fire’s hard cracalure

Is this shape, the square root of love reduced
to longing, a soft vowel held by two hard

consonants – the dreamworld insists
it is dangerous to burn away more than this.

The debris of my years is plaited into her rough tide.
I steer for the point, with its shield of stormcloud.

I will try to find, on this journey, someone
who has the recipe for honeycombs.

I leave my home – there are no companions –
and step aboard my father’s boat with this instruction:

Forget the stars. The cleated angle where the sky
Meets to form a roof is all you can rely on now.

Two flicks of the oars and she responds, light as a wishbone,
The Gods’ capricious gift for this art of being alone.

viernes, 25 de marzo de 2011

Jorge Luis Borges


El oro de los tigres

Hasta la hora del ocaso amarillo
Cuántas veces habré mirado
Al poderoso tigre de Bengala
Ir y venir por el predestinado camino
Detrás de los barrotes de hierro,
Sin sospechar que eran su cárcel.
Después vendrían otros tigres,
El tigre de fuego de Blake;
Después vendrían otros oros,
El metal amoroso que era Zeus,
El anillo que cada nueve noches
Engendra nueve anillos y éstos, nueve,
Y no hay un fin.
Con los años fueron dejándome
Los otros hermosos colores
Y ahora sólo me quedan
La vaga luz, la inextricable sombra
Y el oro del principio.
Oh ponientes, oh tigres, oh fulgores
Del mito y de la épica,
Oh un oro más precioso, tu cabello
Que ansían estas manos.

Jorge L. Borges, Buenos Aires, 1899-Ginebra, 1986
imagen: Kano Tan-Yu, Tigre en bosque de bambúes (S. XVII)



Las Causas

Los ponientes y las generaciones.
Los días y ninguno fue el primero.
La frescura del agua en la garganta
de Adán. El ordenado Paraíso.
El ojo descifrando la tiniebla.
El amor de los lobos en el alba.
La palabra. El hexámetro. El espejo.
La Torre de Babel y la soberbia.
La luna que miraban los caldeos.
Las arenas innúmeras del Ganges.
Chuang-Tzu y la mariposa que lo sueña.
Las manzanas de oro de las islas.
Los pasos del errante laberinto.
El infinito lienzo de Penélope.
El tiempo circular de los estoicos.
La moneda en la boca del que ha muerto.
El peso de la espada en la balanza.
Cada gota de agua en la clepsidra.
Las águilas, los fastos, las legiones.
César en la mañana de Farsalia.
La sombra de las cruces en la tierra.
El ajedrez y el álgebra del persa.
Los rastros de las largas migraciones.
La conquista de reinos por la espada.
La brújula incesante. El mar abierto.
El eco del reloj en la memoria.
El rey ajusticiado por el hacha.
El polvo incalculable que fue ejércitos.
La voz del ruiseñor en Dinamarca.
La escrupulosa línea del calígrafo.
El rostro del suicida en el espejo.
El naipe del tahúr. El oro ávido.
Las formas de la nube en el desierto.
Cada arabesco del caleidoscopio.
Cada remordimiento y cada lágrima.
Se precisaron todas esas cosas
para que nuestras manos se encontraran.

Jorge L. Borges, Buenos Aires, 1899-Ginebra, 1986

martes, 22 de marzo de 2011

Peter Sirr


Peter Street

Casi llegué a querer esta calle;
cada vez que pasaba mirando hacia arriba
para colgarle el rostro de mi padre a una ventana, me sentía

contenido en su mirada. Hoy hay una obra en construcción
donde estaba el hospital, y me detengo y miro
estúpidamente el aire vacío, buscándolo.

Casi rogaría que aún hubiera algún dolor
como una imperfección de la estructura, algo inaliviable
esperando en el encofrado, entre los pisos, en algún

cuarto secreto, obstinado. Una grúa se mueve
delicadamente en el cielo, con su propio lenguaje.
Olvida todo eso, me digo al pasar, que sea

una casa maravillosa, que la música deambule por los pasillos,
que haya alegría fácilmente, que el terco corazón
de San Valentín llegue flotando desde Whitefriar Street

para imponerse, para curar las heridas, para levantar a mi padre de su cama,
para dejarlo descolgarse por el ladrillo apagado, sin esfuerzo,
y salir corriendo con su vida en las manos.

Peter Sirr, Waterford, Irlanda, 1960
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d


Peter Street

I´d grown almost to love this street,
each time I passed looking up
to pin my father´s face to a window, feel myself

held in his gaze. Today there´s a building site
where the hospital stood and I stop and stare
stupidly at the empty air, looking for him.

I´d almost pray some ache remain
like a flaw in the structure, something unappeasable
waiting in the fabric, between floors, in some

obstinate, secret room. A crane moves
delicately in the sky, in its own language.
Forget all that, I think as I pass, make it

a marvellous house; music should roam the corridors,
joy readily occur, St Valentine´s
stubborn heart come floeating from Whitefriar Street

to prevail, to undo injury, to lift my father from his bed,
let him climb down the dull red brick, effortlessly,
and run off with his life in his hand.



En el cementerio

Vivieron y murieron en el mismo lugar.
Los mismos nombres, los mismos cielos vastos,
así de cerca, aún deben andar
por su casa y su parcela, o miran a esta hora
las montañas que enrojecen con el último sol
y escuchan el mar que carga en la pendiente de la playa
su peso calmo, insistente. El aire está lleno de ellos
mientras andan y miran y escuchan, nadie
les dijo otra cosa.
Y si vuelven aquí distraídamente,
a este campo silencioso, verán ante sí
la puerta cerrada y sus nombres
ilegibles en las lápidas. Regresarán a la aldea
y se meterán en su cama, lo que era suyo sigue siendo suyo.

Peter Sirr, Waterford, Irlanda, 1960
Versión © Gerardo Gambolini



In the graveyard

They lived and died in the same place.
The same names occuring, same big skies above.
This close, they must move still in their cottages
and walk their fields, or stand now watching
the mountains purpling in the last sun
and hear the sea turning onto the slope of the beach
its calm, insistent weight. The air´s crowded with them
as they move and watch and listen, no one
having told the otherwise. And if
absentmindedly they drift back here
to this silent field, they´ll find
the gate locked before them and their names
unreadable on the stones. They´ll walk back towards the village
and climb into their beds, whatever was theirs still theirs.



Deseo

Reconstrúyeme a partir de una librería que cierra,
a partir del pánico de los estantes
donde los autos antiguos engañan el espíritu, los manuales
de arréglelo usted mismo; dioses, geografía, dinero

y poco tiempo. Huele el aire en poesía,
tiende una manta y espera
donde una furiosa concentración se encorva
sobre Aprenda Amárico, Arameo:

apenas hay tiempo de decir hola, apenas
el grosor de un pelo del idioma que llevarse;
suficiente para estar en silencio, suficiente para ver
la mota de polvo insistente

aumentar su montaña, aparecen
los dromedarios. Alguien discute
en noruego antiguo, el sol sale en persa
y yo salgo afuera

con granos de luz, migajas de pirámide.
En otra parte, en el desierto, en la aldea de la colina,
en un tren interminable, tortuoso
el alma deja sus libros a un lado, fluida otra vez.

Peter Sirr, Waterford, Irlanda, 1960
Versión © Gerardo Gambolini



Desire

Reconstruct me from a closing bookshop,
from the panic of shelves
where old cars trick the spirit, manual
of self-repair; gods, geography, money

and little time. Sniff the air in poetry,
lay a blanket down and wait
where a furious concentration hunches over
Teach Yourself Amharic, Aramaic:

there´s hardly time to say hello, hardly
a hair´s breadth of the language to take away;
enough to be silent in, enoughg to watch
the insistent dust-mote

grow its mountain, the dromedaries
appear. Someone ir arguing
in Old Norse, the sun wakes up in Persian
and I am walking out

with grains of ligght, pyramid crumbs.
Elsewhere, in the desert, in the hilltop village,
on and endless, meandering train
the sould puts down its books, fluent again.

lunes, 21 de marzo de 2011

Gerardo Gambolini

Agua a los sedientos
Todas las gentes lo vieron desnudo y, como sabían que el que
no viera la tela era por no ser hijo de su padre, creyendo
cada uno que, aunque él no la veía, los demás sí, por miedo
a perder la honra, permanecieron callados y ninguno se atrevió
a descubrir aquel secreto.
—Don Juan Manuel, El conde Lucanor

Chance el Jardinero: Primero vienen la primavera y el verano,
pero después tenemos el otoño y el invierno. Y después tenemos
la primavera y el verano otra vez. [...]
Presidente: Admiro su sólido sentido común.

Mi nombre es legión, porque somos muchos.
—Marcos, 5:9

La vida le parecía prodigiosamente larga.
—Virginia Woolf, Orlando

“Nos dijo sí, no dijo nada más,
nos quiso decir sé lo que hago, confíen,
no me pregunten por el modo, los detalles,
el mar se partirá y en todas partes
habrá señales, las calles serán avenidas,
la escarcha abundará el desierto,
los vientos esparcerán venganzas y la langosta
revelará verdades y por fin
seremos —
fue un discurso brillante.
Parecía más alto, más esbelto,
estaba hermosa y nos habló durante horas
sin leer, fue increíble, sin leer —
quien puede hablar sin leer puede hacer todo,
despeñar a los demonios, darnos la lluvia,
enseñar la tierra prometida. Una nación
de pares, de nombres destronados.
Nosotros sólo somos doctores, escribas, terrenos.
Necesitamos pensar. Ella habla sin leer.
Es increíble.”

Gerardo Gambolini, Buenos Aires, Argentina, 1955
imagen: detalle de La Creación, de Miguel Ángel


sábado, 19 de marzo de 2011

Wislawa Szymborska


Amor a primera vista

Ambos están convencidos
de que los ha unido un sentimiento repentino.
Es hermosa esa seguridad,
pero la inseguridad es más hermosa.

Imaginan que como antes no se conocían
no había sucedido nada entre ellos.
Pero ¿qué decir de las calles, las escaleras, los pasillos
en los que hace tiempo podrían haberse cruzado?

Me gustaría preguntarles
si no recuerdan
—quizá un encuentro frente a frente
alguna vez en una puerta giratoria,
o algún “lo siento”
o el sonido de “se ha equivocado” en el teléfono—,
pero conozco su respuesta.
No recuerdan.

Se sorprenderían
de saber que ya hace mucho tiempo
que la casualidad juega con ellos,

una casualidad no del todo preparada
para convertirse en su destino,

que los acercaba y alejaba,
que se interponía en su camino
y que conteniendo la risa
se apartaba a un lado.

Hubo signos, señales,
pero qué hacer si no eran comprensibles.
¿No habrá revoloteado
una hoja de un hombro a otro
hace tres años
o incluso el último martes?

Hubo algo perdido y encontrado.
Quién sabe si alguna pelota
en los matorrales de la infancia.

Hubo picaportes y timbres
en los que un tacto
se sobrepuso a otro tacto.
Maletas, una junto a otra, en una consigna.
Quizá una cierta noche el mismo sueño
desaparecido inmediatamente después de despertar.
Todo principio
no es mas que una continuación,
y el libro de los acontecimientos
se encuentra siempre abierto a la mitad.

Wislawa Szymborska, Kórnik, Polonia, 1923
de Fin y principio, 1993
Versión de Abel A. Murcia
imagen: M. C. Escher, Espiral