domingo, 17 de abril de 2011

Fred Johnston


Fe

Conoceré a una chica de pelo brillante —
eso dice mi horóscopo en The Star

después de misa, una mujer murmura
sobre milagros en Bosnia, los ciegos verán

apostamos sobre seguro: Dios como croupier
hay nuevos demonios en las mesas

podemos hablar con igual inocencia
del Bundesbank y de las hadas

este abandono infantil del alma
facilita el asesinato y la magia

yo siempre soy dos personas: me santiguo
al pasar por una iglesia, no

permito espinos en la casa —
temo a lo que no se puede demostrar

y no hago caso a lo que está demostrado —
hay una piedra en mí que no se puede sacar.

Fred Johnston, Belfast, Irlanda del Norte, 1951
reside en Galway, Irlanda del Sur
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d


Faith

I will meet a girl whith shining hair —
so says my horoscope in The Star

after Mass, a woman whispers of
miracles in Bosnia, the blind will see

we hedge our bets, God as croupier
there are new demons at the tables

we can talk with equal innocence
about the Bundesbank and fairies

this child’s soul-carelessness
makes murder and magic easy

I am always to people: I bless
myself outside a church, I do not

allow whitethorn in the house —
I fear what cannot be proved

and shrug off that which is —
there is a stone in me that cannot be removed.


Requiem

Mi padre murió serenamente, sin alboroto
en una sala inundada de luz apocalíptica
vimos el último jadeo de su pecho
un sonido como de seda arrastrada entre los dedos
mientras el alma magullada le salía con trabajo
por entre los dientes apretados
que se habían negado a separarse durante días
para susurrar ahora una palabra del nuevo mundo
que resistió con fiebres y semi-vigilias
sus manos garabatearon en las sábanas jeroglíficos absurdos
sus rodillas descarnadas formaron los Montes de la Luna
se convirtió en un continente que ningún hombre cuerdo exploraría
y cuando llegó el fin, fue absurdamente común
sencillamente se fue, sin molestarnos
como si el fantasma de él fuera todo lo que jamás había habido
invisible por tanto tiempo, un aliento que iba y venía
nada más. Su muerte pasó inadvertida
hasta que un silbido lunático perforó nuestros recuerdos
guardados de él. Una máquina brillante y lustrosa
trazó una línea por su vida, una serie de números verdes
dieron la hora y el minuto —
latitud, longitud, podíamos definir
el último lugar de la tierra donde había sido visto con vida
y eso es de lo que hablamos, lo que recordamos.

Fred Johnston, Belfast, Irlanda del Norte, 1951
reside en Galway, Irlanda del Sur
Versión © Gerardo Gambolini


Requiem

My father died quietly, without fuss
In a room drenched with apocalyptic light
We saw the last heaving of his chest
A sound like silk drawn through your fingers
As the bruised soul squeezed out between clenched
Teeth that had refused to part for days now
To whisper one word of the new world
He resisted through fevers and half-wakings
His hand scrawled mad hieroglyphs on the sheets
His claw-boned knees drew up the Mountains of the Moon
He became a continent no sane man would explore
And when the end came it was absurdly unremarkable
Without disturbing us, he simply went away
As if the ghost of him was all there had ever been
For so long invisible, a breath that came and went
Nothing more. Hys dying passed unnoticed
Until a lunatic whine pierced our lucky-bag
Memories of him. A sleek polished machine
Drew a line through his life, a set of green numbers
Gave the hour and the minute —
Latitude, longitude, we could pinpoint
The last place on earth he’d been seen alive
And this is what we talked about, what we remembered.



jueves, 14 de abril de 2011

Eamon Grennan



Abandonando el jardín

Tiempo de recordar otra vez
la última mirada que mi padre le dio al jardín,
de pie junto a la puerta para retenerlo todo
y todo lo que sabía del mismo
antes de ser acomodado lentamente en el auto
rumbo al hospital. Los primeros narcisos de marzo
florecen deslumbrantes,
el ligustro sin podar resplandece
y unas rosas tenaces siguen inclinando
su cabeza hacia él mientras se va.
Verá la huella oscura de unas babosas
deslizándose en el pasto,
pero no dirá nada,
dejando que todo se desvanezca detrás de sí
como un dibujo de juventud — un rostro
que amó pero que no recuerda bien —
al igual que un nadador cede su cuerpo
al oleaje — un detalle
en la marea poderosa —
sintiendo su vastedad, su contenida
violencia y extraña paz. Así,
abandonando el control ya que las cosas
tenían que pasar, mi padre deserta
y se aleja de este pequeño espacio cercado
de brillo exhuberante que empieza
a resistir otra vez
lo que los días hacen, yendo y viniendo.

Eamon Grennan, Dublin, Irlanda, 1941
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Charles Rowbotham, A Cottage Garden


Leaving the garden

Time to remember again
the last look my father gave the garden,
standing at the gate to take it all
and all he knew of it in
before being slowly eased into the car
for the hospital. Early March
daffodils are in raving bloom,
the untrimmed privet bush glistens,
and some hardy roses keep
nodding their heads at him as he goes.
He´ll notice the dark finger-shapes
of a dozen slugs slithering
over grass, but says nothing,
letting it all fall behind him
like an early draft, a face
he loved but can’t quite remember,
the way a swimmer lets the swell
take his body with it — a detail
in that mighty rise and fall —
feeling its hugeness, its contained
violence and curious peace. So,
letting go his hold on where
things had to happen, my forsaking father
turns himself away
from this hedged-in small space
of hearty brightness that begins
to weather all over again
what days do, coming and going.



miércoles, 13 de abril de 2011

Vicente Huidobro




Señora hay demasiados pájaros
En vuestro piano
Que atrae el otoño sobre una selva
Espesa de nervios palpitantes y libélulas

Los árboles en arpegios insospechados
A veces pierden la orientación del globo

Señora lo soporto todo. Sin cloroformo
Desciendo al fondo del alba
El ruiseñor rey de setiembre me informa
Que la noche se deja caer entre la lluvia
Burlando la vigilancia de vuestras miradas
Y que una voz canta lejos de la vida
Para sostener el espacio desclavado
El espacio tan lleno de estrellas que se va a caer

Señora a las diez huele a tabaco de artista
Amáis el nadir a cuerpo de pájaro
Sois un fenómeno ligero
Me voy solitario hacia el ocaso de los turistas
Es mucho más bello

Vicente Huidobro, Chile, 1893-1948
imagen: Picasso, Desnudo reclinado y mujer lavándose los pies, 1944


Poemas póstumos - 4

Quiero desaparecer y no morir
Quiero no ser y perdurar
Y saber que perduro
Llamo a las puertas de la muerte
Y me retiro
Llamo a la vida y huyo avergonzado
Quiero ser toda mi alma y no lo puedo
Quiero todo mi cuerpo y no lo logro

Vicente Huidobro, Chile, 1893-1948

domingo, 10 de abril de 2011

Louis MacNeice




No he nacido aún; oh, escúchame.
No dejes que el vampiro o la rata o la comadreja o el
    ogro deforme se acerquen a mí.

No he nacido aún; consuélame.
Temo que el género humano con altos muros me emparede,
    con fuertes drogas me confunda, con hábiles mentiras me seduzca,
        en potros de tortura me atormente, en baños de sangre me revuelque.

No he nacido aún; procúrame
agua que me acaricie, pasto que crezca para mí, árboles que me hablen,
    pájaros, un cielo que me cante, y una luz blanca
        en el fondo de mi alma, que me guíe.

No he nacido aún; perdóname
por los pecados que el mundo cometa en mí, por mis palabras
    cuando hablen por mí, mis pensamientos cuando piensen por mí,
        por mi traición generada por traidores fuera de mi control,
            por mi vida cuando asesinen con mis manos,
                por mi muerte cuando vivan por mí.

No he nacido aún; ensáyame
en los papeles que interpretar y apuntes que seguir
    cuando los viejos me sermoneen, los burócratas me intimiden,
        las montañas me desprecien, los amantes se rían de mí,
            las olas blancas me inciten a la locura y el desierto
                me llame a la perdición y el mendigo rechace mi limosna
                    y mis hijos me maldigan.

No he nacido aún; oh, escúchame,
no dejes que el bruto o el hombre que cree ser Dios
    se acerquen a mí.

No he hacido aún; oh, lléname
de fuerza contra aquellos que quieran congelar mi humanidad,
    obligarme a ser un autómata mortífero, transformarme en un diente
        de engranaje, una cosa con un rostro, una cosa,
            y contra todos aquelos que pretendan disolver mi integridad,
                aventarme como a una flor de cardo aquí y allá o derramarme
                    aquí y allá, como agua entre las manos.

No los dejes convertirme en una piedra y no dejes que me derramen.
De lo contrario, mátame.

Louis MacNeice, Belfast, Irlanda del Norte, 1907-1963
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Nancy Sharp, retrato de MacNeice


Prayer Before Birth

I am not yet born; O hear me.
Let not the bloodsucking bat or the rat or the stoat or the 
    club-footed ghoul come near me.

I am not yet born, console me.
I fear that the human race may with tall walls wall me,
    with strong drugs dope me, with wise lies lure me,
        on black racks rack me, in blood-baths roll me.

I am not yet born; provide me
With water to dandle me, grass to grow for me, trees to talk
    to me, sky to sing to me, birds and a white light
        in the back of my mind to guide me.

I am not yet born; forgive me
For the sins that in me the world shall commit, my words
    when they speak me, my thoughts when they think me,
        my treason engendered by traitors beyond me,
            my life when they murder by means of my
                hands, my death when they live me.

I am not yet born; rehearse me
In the parts I must play and the cues I must take when
    old men lecture me, bureaucrats hector me, mountains
        frown at me, lovers laugh at me, the white
            waves call me to folly and the desert calls
                me to doom and the beggar refuses
                    my gift and my children curse me.

I am not yet born; O hear me,
Let not the man who is beast or who thinks he is God
    come near me.

I am not yet born; O fill me
With strength against those who would freeze my
    humanity, would dragoon me into a lethal automaton,
        would make me a cog in a machine, a thing with
            one face, a thing, and against all those
                who would dissipate my entirety, would
                    blow me like thistledown hither and
                        thither or hither and thither 
                            like water held in the 
                                hands would spill me.

Let them not make me a stone and let them not spill me.
Otherwise kill me.


viernes, 8 de abril de 2011

Joaquín Giannuzzi




Breve y liviano sobre la playa, aéreo
el último hueso de la gaviota
aguarda la disolución en manos de los elementos.
No está previsto un accidente
que modifique la situación.
El sólido cuerpo del planeta
también espera,
pasivamente espera y con dulzura
el retorno del hueso a su garganta.
Cincuenta millones de años
contra unas semanas de vuelo.
No hay injusticia en la proporción
sino confianza y un pulido equilibrio
entre el agua, el viento y la temperatura solar.
Y allí de pie, el poder humano,
buscando en el cielo un agujero
donde meter la cabeza y si es posible
una eternidad independiente
de uso privado y esqueleto entero.

Joaquín Giannuzzi, Buenos Aires, 1924 – Salta, 2004, Argentina
imagen: s/d


Crónica de la columna vertebral

Para levantar las pirámides
doscientos mil hombres, a lo largo
de tres generaciones, cargaron y arrastraron
millones de toneladas de piedra.
Dos imágenes de restos óseos
revelan el costo de las obras:
la columna vertebral de los obreros
aparece curvada en dos secciones,
muestra fisuras, bordes corroídos,
luxaciones, agobio eterno.
La de los faraones, sacerdotes y altos
funcionarios, se ven erguidas
y frescas como recién nacidas.
Después de 4.000 años,
vértebra sobre vértebra, crujido a crujido,
el espinazo innumerable
sigue cargando el peso
del sueño y la podredumbre de los señores.

Joaquín Giannuzzi, Buenos Aires, 1924 – Salta, 2004, Argentina

miércoles, 6 de abril de 2011

John F. Deane / 4 poemas


Cántico

A veces cuando vas hasta la verja roja
oyendo la música de tus zapatos en la grava,
una luna amarilla asoma por la colina;
cierras la verja y te apoyas en ella
como si algo se hubiera cumplido en el mundo;
un viento nocturno se filtra tenuemente por las hojas
de los álamos, y todo el ruido del universo se apaga
hasta el murmullo de un oboe, la nota dada
de una música perfecta; hay un vasto cielo totalmente
dedicado a las estrellas, y tú sabes, con certeza,
que todos los muertos están afuera, ahí arriba,
en una flotilla festiva, y que están celebrando
que una verja roja y una luna amarilla
afinen sus instrumentos contigo, acompañando la sinfonía.

John F. Deane, Achill Island, Irlanda, 1943
John F. Deane, Manhandling the Deity, Carcanet, Manchester, 2003
Versión © Gerardo Gambolini

Canticle

Sometimes when you walk down to the red gate
hearing the scrape-music of your shoes across gravel,
a yellow moon will lift over the hill;
you swing the gate shut and lean on the topmost bar
as if something has been accomplished in the world;
a night wind mistles through the poplar leaves
and all the noise of the universe stills
to an oboe hum, the given note of a perfect
music; there is a vast sky wholly dedicated
to the stars and you know, with certainty,
that all the dead are out, up there, in one
holiday flotilla, and that they celebrate
the fact of a red gate and a yellow moon
that tunes their instruments with you to the simphony.


Salmo

Toda la noche el ataúd fue un instrumento acostado
en la nave lateral; la mañana, y los ancianos, esperando,
apuran sus rosarios, los nudillos duros como cuentas;
nos hemos vuelto callados, rezan, al cuidado de la verdad,
¿y qué tenemos para mostrar? Huesos viejos y con nudos.

Con el siseo de la cureña, el ataúd va a ocupar
su lugar en el podio; afuera es primavera, las flores del ciruelo
en una melodía de blanco. Señor, tú nos has tocado y conocido;
nosotros tenemos viejas partituras solamente,
viejas cuentas que saldar, viejos tambores que batir.

John F. Deane, Achill Island, Irlanda, 1943
John F. Deane, Manhandling the Deity, Carcanet, Manchester, 2003
Versión © Gerardo Gambolini

Psalm

All night the coffin was a laid-down instrument
in the side-aisle; morning, and the old folk, waiting,
urge their rosaries, their knuckles hard as beads;
we have fallen still, they pray, in the care of truth
and what have we to show? Old bones, knotted.

In the sibilance of trestle-wheels the coffin comes
to take its place upon the podium; outside
it is spring, blossoms of the plum in a melody
of white. Lord you have touched and known us; we
have only old scores to settle, old drums to beat.


Guardia nocturna

En nuestros barrios residenciales, nuestras ciudades dormitorio,
estamos seguros. Pero en el corazón de la ciudad,
subiendo y bajando la soberbia escalinata de baldosas
del refugio de los hombres, pasan aquellos que podrían

ser ministros, sacerdotes, presidentes, pero no son;
de traje a rayas gris y chaleco mal combinado,
los que podrían ser funcionarios, pero no son;
engrasados y arrugados y molestos rondan

por nuestras calles, tambaléandose de lado, los que podrían
ser Platón, Lutero, Hopkins, si no fuera por alguna cosa minúscula
que pasaron por alto y los desvió un poco al costado.
Su sueño es una moneda encontrada bajo una luz oblicua,

olvido suficiente para apagar la atención
un rato. Pero a todos nos desean buena salud y buen juicio
los que despiertan a veces, sabiendo que nosotros también
fuimos visitados por fantasmas implorantes y olvidamos;

dígannos qué soñábamos, interpreten el sueño para nosotros.

John F. Deane, Achill Island, Irlanda, 1943
John F. Deane, Manhandling the Deity, Carcanet, Manchester, 2003
Versión © Gerardo Gambolini

Nightwatch

In our suburban villages, our dormitory towns
we lie secure. But at the city’s core
up and down the crack-tiled steps of the men’s
shelter, they pass who could be minister

or president or priest — but are not;
in dust-striped suits and mismatched waiscoats
who could be civil servants — but are not;
greased and creased and ill at ease they ghost,

side-staggering, our streets, who might
be Plato, Luther, Hopkins but for some tiny thing
that slipped them and shifted them a little to the side.
Their dream is a coin found under slanting

light, oblivion enough to damp down care
a while. But wish us all good health and reason
who wake sometimes, knowing we too have been
visited by importunate ghosts and have forgotten;

tell us what we dreamed, interpret for us the dream.


Siguen las lluvias

Hace días que llueve en los suburbios;
el agua se llevó por las cunetas
las rayuelas de los niños;

hemos visto a los muertos tendidos
en túmulos con sábanas, a los jóvenes encogidos
callados para la cámara mientras lloran por dentro;

en otro lugar sacan de pozos
cuerpos magullados.
Recuerdo cómo rezábamos por el tiempo

en las viejas ceremonias, sosteniendo que Dios
interviene en nuestra vida: las migraciones, los campos,
las barcas de pesca en mares encrespados. Declaramos nuestros

los dominios de la razón, aunque rara vez podemos
hacer alarde de ellos; de Dios son en cambio los dominios
del misterio, donde él se mantiene al margen, meditando quizás

en las catástrofes del hombre, y derramando lágrimas.

John F. Deane, Achill Island, Irlanda, 1943
John F. Deane, Manhandling the Deity, Carcanet, Manchester, 2003
Versión © Gerardo Gambolini

The Rains Persisting

It has rained for days across the suburbs;
chalk games of the smaller children
have washed down into the gutters;

we have seen the dead laid out
in sheeted humps, the shrivelled young
stilled for the camera while they weep inwardly;

somewhere else mauled bodies
are being drawn up from wells.
I remember how we prayed for weather

during the old ceremonies, holding that God
intervenient in our concerns: migrations, meadows,
trawlers out on dramatic seas. The domains

of reason we claim ours though we may boast
rarely of them, while God’s are the domains
of mystery, where he stays aloof, brooding perhaps

on man’s catastrophes, and shedding tears.

domingo, 3 de abril de 2011

Paula Meehan


Leyendo el cielo

Estábamos a la sombra serena de los pinos,
entre la hierba mora y la artemisa,
y leíamos las cifras que los gansos dibujaban

en el cielo violeta.
Vayan al sur, vayan al sur, insistían,
el invierno está muy cerca.

La luna fue por un momento
una perfecta hoz de oro
sobre el lago dorado.

Calculamos los ángulos de las estrellas
reveladas por la luz al declinar,
y les dimos nuevos nombres

aprendidos de los gansos en vuelo,
sabiendo que uno seguiría
y otro sería dejado atrás.

Buscamos un lenguaje común
para describir nuestros distintos destinos:
tú serás fugitivo eternamente,

yo esperaré al filo del invierno
demorando la oscuridad
para que puedas escapar.

Paula Meehan, Dublín, Irlanda, 1954
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Jack B. Yeats, Queen Maeve Walked Upon This Strand


Reading the sky

We stood in the still pine shadows
with nightshade and yarrow
and read the cyphers the wild geese drew

across the violet sky.
Go south, go south, they insisted,
winter is close behind.

The moon was for a moment
a perfect golden sickle
above the golden lake.

We measured the angles of the stars
revealed by the dwindling light
and gave to them new names

learned from the geese in flight
knowing that one would follow,
one would be left behind.

We glean a common language
to describe our differing fates:
you'll be fugitive forever,
 
I'll wait at the brink of winter
holding off the dark
that you may escape.


De vuelta y sin culpa

Padre mío,
tu cálida sonrisa
es un diente de león
cuando cruzo otra vez la puerta.

Nuestro torpe abrazo
ahuyenta el viento de mi hombro
y tus ojos encierran una pregunta
que no harás
cuando corte el pan en tu mesa
luego de largas temporadas de ausencia.

Padre, mi cabeza estalla
con las cosas que he visto
en este ancho y extraño mundo

pero no tengo las palabras para contártelo
ni el valor para alterar tus rutinas apacibles,
así que guardo silencio mientras se fríe el tocino,
asintiendo y sonriendo ante cada recuerdo.

“Oh, el barco era magnífico,
me dijeron en Larne.”
“Y lástima que no te dejaron ahí.
Debió ser un gitano el que te engañó
y yo en un profundo sueño una noche.”

¿No te robé la mirada, padre,
y a ella la sonrisa? No la oscura sangre
sino la simple necesidad de abandonar un amor difícil
me llevó por caminos desconocidos
donde hablan otras lenguas,
me llevó por el planeta
hasta que obtuve de él
y él obtuvo de mí
lo que uno necesitaba del otro.

Sí, padre, tomaré más té
y me sentaré aquí en silencio en este cuarto de mi infancia
y veré mientras el fuego destella
la historia de nuestra distancia en la pared.


Paula Meehan, Dublín, Irlanda, 1954

Versión © Gerardo Gambolini


Return and no blame

Father of mine
your sunny smile
is a dandelion
as I come once again through the door.

Our fumbled embrace
drives the wind off my shoulder
and your eyes hold a question
you will not put
as I break bread at your table
after the long seasons away from it.

Father, my head is bursting
with the things. I've seen in this strange, big world

but I don't have the words to tell you
nor the boldness to disrupt your gentle daily ways,
so I am quiet while the rashers cook,
nod and grin at any old thing.

'Oh, the boat was grand,
they took me in at Larne.'
'And a pity they didn't keep you.
Must have been a gypsy slipped you in
and I in a dead sleep one night.'

Didn't I rob you of your eyes, father,
and her of her simile? No dark blood
but the simple need to lose an uneasy love
drove me down unknown roads
where they spoke in different tongues,
drove me about the planet
till I had of it
and it of me
what we needed of each other.

Yes, father, I will have more tea
and sit here quiet in this room of my childhood
and watch while the flames flicker
the story of our distance on the wall.
 

viernes, 1 de abril de 2011

Eiléan ní Chuilleanáin


Muertes y motores

Descendimos por encima de las casas
en una curva violenta,
y al costado del aeropuerto de París
vimos un túnel hueco
— la mitad trasera de un avión, negra
sobre la nieve, nadie cerca de allí,
tubular, congelada y calcinada.

Cuando encaramos de nuevo
las pistas blanco nieve en la oscuridad
ningún sonido salió
de los parlantes, excepto los suspiros
del solitario piloto.

El frío de las alas metálicas es contagioso:
una pronto precisará alas propias,
arrinconada en el ángulo donde
el tiempo y la vida se cruzan como un cuchillo
y un tenedor, y la línea de la vida en la palma de la mano
se interrumpe, y la estela curva de un aeroplano
se une con el horizonte recto.

Las imágenes del alivio:
pijamas de hospital, biombos alrededor de la cama,
un hombre con la cara ensangrentada
sentado en la camilla, conversando animadamente
con los labios cortados:
estos te fallarán un día.

Te encontrarás sola
acelerando por un callejón sin salida,
demasiado tarde para frenar
y aprender lo fácil que es la muerte;
quedarás esparcida como los restos de un naufragio,
las piezas, cada una de forma diferente,
rodarán y se alojarán en los corazones
de todos los que te aman.

Eiléan ní Chuilleanáin, Irlanda, 1942
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d



Deaths and Engines

We came down above the houses
In a stiff curve, and
At the edge of Paris airport
Saw an empty tunnel
— The back half of a plane, black
On the snow, nobody near it,
Tubular, burnt-out and frozen.

When we faced again
The snow-white runways in the dark
No sound came over
The loudspeakers except the sighs
Of the lonely pilot.

The cold of metal wings is contagious:
Soon you will need wings of your own,
Cornered in the angle where
Time and life like a knife and fork
Cross, and the lifeline in your palm
Breaks, and the curve of an aeroplane's track
Meets the straight skyline.

The images of relief:
Hospital pyjamas, screens round a bed
A man with a bloody face
Sitting up in bed, conversing cheerfully
Through cut lips:
These will fail you some time.

You will find yourself alone
Accelerating down a blind
Alley, too late to stop
And know how light your death is;
You will be scattered like wreckage,
The pieces every one a different shape
Will spin and lodge in the hearts
Of all who love you.


miércoles, 30 de marzo de 2011

Gerard Smyth



Canción marinera

El padre de mi padre,
famoso por lo bien que conocía las estrellas,
añoraba con nostalgia
los nudos de cabo, las cadenas de ancla,
arribar al puerto desde las pasturas nocturnas
del océano. Lo que más amaba
eran las luces de la costa,
las ciudades ribereñas emanando humo
en el húmedo noviembre.

El padre de mi padre
conocía el mar por lo que era:
un auténtico bastardo sonriendo en la oscuridad,
llenando los bolsillos abultados
del capitán de puerto.
Al levantarse de su litera
un sexto sentido le decía que no confiara
en la calma absoluta de las albas que se veían
como el primer día del mundo.

Gerard Smyth, Dublin, Irlanda, 1951
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: William Turner, Steam Boat in a Snow Storm (1842)


Shanty

My father’s father,
known for his navigator’s knowledge of the stars,
was filled with nostalgia
for ropeknots, anchor-chains,
arriving in the harbour from the night-pastures
of the sea. What he loved most
were the lights of the coast,
the seatowns issuing smoke
in wet November.

My father’s father
knew the sea for what it was:
a proper bastard smirking in the darkness,
filling the fat pockets
of the harbour master.
Rising from his sailor’s bed
his sixth sense told him not to trust
the complete stillness of dawns that felt
like the first day of the world.



Enero

Cuando la guirnalda está seca
en la basura de Navidad
y el calendario viejo no tiene más días que darnos,

mi vecino sale de su casa
bajo el frío, antes que asome el sol
con su luz gris de enero.

Va hasta un escritorio que gobierna su vida.
Todos los días el mismo camino
a través de una ciudad animada por señales

y banderas que ostentan los colores de la tribu.
Está afuera de la mañana a la noche,
hasta que Sirio brilla y entonces vuelve

a su comida nocturna y la pantalla de TV
que mira hasta los créditos del final:
la larga lista de etcéteras pasados de prisa.

Gerard Smyth, Dublin, Irlanda, 1951
Versión © Gerardo Gambolini



January

When the holly wreath is dead
in the Christmas rubbish
and the old calendar has no more days to give us

my neighbour leaves his house
in the chill before the sun comes out
with its grey January light.

He makes his way to a desk that governs his life.
The same journey every day
through a city lit up by traffic signs

and flags that flaunt the colours of the tribe.
He is gone between morning and night,
until the dog-star shines and he returns

to his evening meal and the TV screen
that he watches until the end-credits:
the long list of etceteras scrolled in haste.

lunes, 28 de marzo de 2011

Mary O'Malley




En Friar’s Hill

Cuando partas a Itaca
ruega que tu viaje sea largo
—Cavafy

A esta hora de la noche los objetos de la casa
ya no son inertes o agradables.
Despiden emanaciones cargadas de ceniza.
El frío televisor, el panel de la ventana
y el teléfono tiemblan ligeramente
en sus sueños de baratija.

Hace casi dieciocho años
regresamos del sol
con dos hijos pequeños
a esta, nuestra ciudad universitaria.
Aquí, no lo sabíamos,
planeaban abrir una calle.

En la colina de enfrente
solían pastar dos caballos, Verano e Invierno,
que nuestra hijita adoraba.

Arriba, en las constelaciones,
convergían trayectorias
de estrellas candentes. Pese a las
señales de desastre,
cada colisión fue evitada.

Cuando volví al hogar esta noche
los gatos vinieron hacia mí,
una sombra gris, una nube naranja.

¿Hogar? No hay peligro de elegía.
Ya nunca tendremos treinta años de casados.
Este anillo de bodas
que fue nuestra O de regocijo
y “para siempre” y que está en un
oscuro cajón, todavía me va bien.

Cuando partimos a Itaca
con rostros radiantes, te di juventud
y fuego, tanto como dolor.
Aunque esa isla desnuda no era
el destino esperado,
compramos ámbar y ébano
y nuestro viaje fue largo.

Los caballos ya no están,
reemplazados por casas.
En cada calle, en cada barrio nuevo,
comienza una vez más.

Esta noche de noviembre
hay una luna
atrapada en un tenue malla
de bruma. Me consuela saber
que podría ir hasta la colina de enfrente
donde pastaban la yegua blanca y el caballo marrón
y la bahía se ensachaba al oeste,
hacia el agua y la fuga.

Mary O’Malley, Connemara, Irlanda, 1954
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d


On Friar’s Hill

When you set out for Ithaca,
pray that your journey be long
—Cavafy

This late at night the household objects
are no longer inert or friendly.
they send out ashy emanations.
The cold TV, the stained glass panel
and the telephone tremble slightly
in their thingy dreams.

Almost eighteen years ago
we came back from the sun
with two young children
to this, our university town.
Here, unknown to us,
a street was being laid down.

On the opposite hill
two horses grazed, Summer and Winter
much loved by our small daughter.

High in the constellations
trajectories of burning stars
were converging. Despite
projections of disaster
each collision was avoided.

When I came home tonight
the cats flowed towards me,
a street-lit cloud, a grey shadow.

Home? There is no danger of elegy.
We will never be thirty years married now.
The wedding ring
That was our gold O of delight
and ‘forever’ and sits
in a dark drawer, still fits.

When we set out for Ithaca
with glowing faces I gave you youth
and fire as well as grief.
Although this barren island was not
the expected destination,
we acquired amber and ebony
and our journey was long.

The horses have gone,
replaced by houses.
On every street, in every new estate,
it is starting again.

This November night
there is a moon
caught in a fine mesh
of mist. It comforts me to know
I could walk up that opposite hill
where the white mare and brown horse were
and the bay would spread out
west, to water and escape.


Calipso

La luna asoma su alta grupa sobre el pueblo.
La marea sube con intención de aclarar y anegar.

En un sueño, un bote se mueve detrás de la hierba.
Lo conozco, veintiocho pies y un mástil.

El motor Lister parece una becasina. Viene
hacia mí. Dos rápidas pinceladas

azul Matisse parten el agua en una V.
Ya craquelado el fuego, todo lo que quiero

es este estado, la raíz cuadrada del amor reducido
a nostalgia, una vocal suave sostenida por dos

consonantes fuertes - el reino de los sueños insiste
en que es peligroso consumirse más que eso.

El desecho de mis años se entrelaza con la marea agitada.
Voy hacia el promontorio, con su escudo de nubes de tormenta.

Trataré de hallar, en este viaje,
a alguien que tenga la receta de los panales.

Dejo mi hogar - no llevo acompañantes -
y subo al bote de mi padre con esta instrucción:

Olvida las estrellas. El ángulo plisado donde el cielo se junta
y forma un techo es lo único en lo que puedes fiarte ahora.

Dos golpes de los remos y responde, liviano como un hueso del deseo,
el caprichoso regalo de los dioses por este arte de estar sola.

Mary O'Malley, Connemara, Irlanda, 1954
Versión © Gerardo Gambolini



Kalypso

The moon juts her high rump over the town,
The tide rises with intent to clarify and drown.

In a dream, a boat moves over the grass.
I know her, twenty eight foot and a mast.

The Lister engine drums like a snipe. She cuts
towards me. Two swift strokes

Matisse blue, part the water in a V.
All I want, after the fire’s hard cracalure

Is this shape, the square root of love reduced
to longing, a soft vowel held by two hard

consonants – the dreamworld insists
it is dangerous to burn away more than this.

The debris of my years is plaited into her rough tide.
I steer for the point, with its shield of stormcloud.

I will try to find, on this journey, someone
who has the recipe for honeycombs.

I leave my home – there are no companions –
and step aboard my father’s boat with this instruction:

Forget the stars. The cleated angle where the sky
Meets to form a roof is all you can rely on now.

Two flicks of the oars and she responds, light as a wishbone,
The Gods’ capricious gift for this art of being alone.