martes, 7 de agosto de 2012

Pan y chocolate





Pan y chocolate

“... gold has been our bane”
—Robert Burns 

“... la nostra generazione ha fatto veramente schifo...”
— de  C’eravamo tanto amati 


Airada Popea,
rendidos estamos ante ti —
admirable es el poder que ponemos
a tus pies

Urbana Popea,
no jodas más — tus caballeros de Troyes
no mueren ni peregrinan, tus arquitectos no dan abasto —
ya no nos rebajes,
no disimules
el talismán del botín.

Qué guardarán las estrellas
para tu carne, Incitata,
qué guardarán para la carne
entregada por nosotros
con la sonrisa consciente, inconsciente,
radiante, argentina


Gerardo Gambolini, Buenos Aires, Argentina, 1955


sábado, 4 de agosto de 2012

Ronald Stuart Thomas




Un campesino

Iago Prytherch su nombre, aunque, admitámoslo,
sólo un hombre común de las desnudas colinas galesas
que encierra unas pocas ovejas en un claro de nubes.
Cortando remolacha forrajera, quitando la piel verde
de los huesos amarillos con una tonta sonrisa
de satisfacción, o removiendo la tierra tosca
hasta hacer un rígido mar de terrones
que brillan bajo el viento —
Así pasa sus días, su babosa alegría
más infrecuente que el sol que curte las mejillas
de un cielo demacrado quizás una vez por semana.
Y luego, a la noche, vedlo clavado en su silla
sin moverse, salvo cuando se inclina a escupir en el fuego.
Hay algo aterrador en el vacío de su mente.
Su ropa, rancia por años de sudor
y contacto animal, ofende el refinado,
pero afectado, sentido común con su cruda naturalidad.
Pero este, sin embargo, es vuestro arquetipo, alguien que
/  estación tras estación,
contra el asedio de la lluvia y el desgaste del viento
preserva su ganado, una fortaleza inexpugnable
que no será asaltada, ni aun en la confusión de la muerte.
Recordadlo, entonces, porque él también es un ganador de guerras,
que resiste como un árbol bajo las estrellas curiosas.


R. S. Thomas, tal el nombre bajo el que publicó, fue además sacerdote anglicano.
Muchos de sus poemas están dedicados o referidos a “Prytherch”, personaje ficticio que encarna al típico granjero galés de las colinas. “Un campesino”, escrito en 1942, fue el primer poema sobre Iago Prytherch, que continuó sirviéndole de modelo poético durante aproximadamente dos décadas. En 1996, a los 83 años, Thomas fue nominado para el Nobel de Literatura, otorgado finalmente a Seamus Heaney, quien elogió posteriormente a Thomas en un homenaje efectuado en la Abadía de Westminster.


A Peasant

Iago Prytherch his name, though, be it allowed,
Just an ordinary man of the bald Welsh hills,
Who pens a few sheep in a gap of cloud.
Docking mangels, chipping the green skin
From the yellow bones with a half-witted grin
Of satisfaction, or churning the crude earth
To a stiff sea of clods that glint in the wind—
So are his days spent, his spittled mirth
Rarer than the sun that cracks the cheeks
Of the gaunt sky perhaps once in a week.
And then at night see him fixed in his chair
Motionless, except when he leans to gob in the fire.
There is something frightening in the vacancy of his mind.
His clothes, sour with years of sweat
And animal contact, shock the refined,
But affected, sense with their stark naturalness.
Yet this is your prototype, who, season by season
Against siege of rain and the wind’s attrition,
Preserves his stock, an impregnable fortress
Not to be stormed, even in death’s confusion.
Remember him, then, for he, too, is a winner of wars,
Enduring like a tree under the curious stars.




No siempre será así,
el aire sin viento, unas últimas hojas
añadiendo su decoración
a los hombros de los árboles, trenzando de dorado
los puños de las ramas; un ave acicalándose

en el espejo del prado. Luego de alzar la vista
de las tareas del día, deténte un instante,
deja que la mente tome su fotografía
de la escena radiante, algo que usar
sobre el corazón, con el extenso frío.


A day in autumn

It will not always be like this,
The air windless, a few last
Leaves adding their decoration
To the trees’ shoulders, braiding the cuffs
Of the boughs with gold; a bird preening

In the lawn’s mirror. Having looked up
From the day’s chores, pause a minute,
Let the mind take its photograph
Of the bright scene, something to wear
Against the heart in the long cold.




Queridos padres,
les perdono mi vida
engendrada en un pueblo deprimente,
la intención fue buena;
aún veo los restos de sol
ahora al atravesar la calle.

No fue el hueso deforme;
me dieron alimento suficiente
para restablecerme.
Fue el peso de la mente
lo que me que mantuvo encorvado
mientras crecía.

No fue su culpa.
Lo que debió avanzar,
una flecha lanzada de un arco intentado
a un blanco intentado, ha vuelto,
hiriéndose a sí mismo
con preguntas que ustedes no habían hecho.


Sorry 

Dear parents,
I forgive you my life,
Begotten in a drab town,
The intention was good;
Passing the street now,
I see still the remains of sunlight.

It was not the bone buckled;
You gave me enough food
To renew myself.
It was the mind’s weight
Kept me bent, as I grew tall.

It was not your fault.
What should have gone on,
Arrow aimed from a tried bow
At a tried target, has turned back,
Wounding itself
With questions you had not asked.




Tan hermosa — Dios mismo tembló
al verla acercarse: el largo cuerpo curvado
como el horizonte. ¿Por qué la había hecho
así? ¿Cómo sería, dijo ella
inclinándose hacia él, si en vez de
disputárnoslo, lo dividiéramos
entre nosotros? Tú podrías tener todo el honor
de su invención, si me dejaras ordenarlo
a mí. Él la miró a los ojos
y vio en lo profundo los huesos
de las generaciones que navegarían
guiados por esas dos grandes estrellas, pero
la atracción de aquello era muy grande. Sí, pensó,
dame el tributo de sus mentes, y lo que hagan con su cuerpo
no me interesa. Se llevó la mano al costado
y sacó la espina que haría fluir
la sangre ordenada, y la tocó
con ella. Ve, le dijo. Irán a ti eternamente
con su deseo, y tú a cambio sangrarás por ellos.


The Woman

So beautiful — God himself quailed
at her approach: the long body curved
like the horizon. Why
had he made
her so? How would it be, she said,
leaning towards him, if instead of
quarreling over it, we divided it
between us? You can have all the credit
for its invention, if you will leave the ordering
of it to me. He looked into her
eyes and saw far down the bones
of the generations that would navigate
by those great stars, but the pull of it
was too much. Yes, he thought, give me their minds’
tribute, and what they do with their bodies
is not my concern. He put his hand in his side
and drew out the thorn for the letting
of the ordained blood and touched her with
it. Go, he said. They shall come to you for ever
with their desire, and you shall bleed for them in return.




A menudo trato
de analizar la cualidad
de su silencio. ¿Es allí donde Dios se esconde
de mi búsqueda? Cuando la poca gente se va,
me quedo a escuchar el aire calmándose otra vez
para la vigilia. Así ha esperado
desde que las piedras se agruparon alrededor de él.
Ellas son las duras costillas
de un cuerpo que nuestros rezos
no lograron animar. Las sombras avanzan
desde sus rincones para tomar posesión
de lugares ocupados por la luz
durante una hora. Los murciélagos reanudan
sus tareas. La inquietud de los bancos
cesa. No hay otro sonido en la oscuridad
que el sonido de un hombre
respirando, poniendo a prueba su fe
en el vacío, clavando sus preguntas
una por una en una cruz deshabitada.


In Church

Often I try
To analyse the quality
Of its silences.
Is this where God hides
From my searching? I have stopped to listen,
After the few people have gone,
To the air recomposing itself
For vigil. It has waited like this
Since the stones grouped themselves about it.
These are the hard ribs
Of a body that our prayers have failed
To animate. Shadows advance
From their corners to take possession
Of places the light held
For an hour. The bats resume
Their business. The uneasiness of the pews
Ceases. There is no other sound
In the darkness but the sound of a man
Breathing, testing his faith
On emptiness, nailing his questions
One by one to an untenanted cross.


Ronald Stuart Thomas, Cardiff, Gales, 1913-2000
imagen:
http://crewswansea.blogspot.com.ar/
Versiones de Gerardo Gambolini


jueves, 2 de agosto de 2012

Louis Untermeyer





Las once en punto, y cae el telón.
El viento frío desgarra las hebras de la ilusión;
la música delicada se pierde
con el barullo de la gente que vuelva a casa
y un diario de medianoche.

La noche se ha vuelto marcial;
nos enfrenta con golpes y desgracia.
Las mismas estrellas se han vuelto metralla,
fijas en mudas explosiones.
Y aquí en nuestra puerta
la luz de la luna se extiende
como una espada desenvainada.


Louis Untermeyer, Estados Unidos, 1885-1977
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d


End of the Comedy

Eleven o’clock, and the curtain falls.
The cold wind tears the strands of illusion;
The delicate music is lost
In the blare of home-going crowds
And a midnight paper.

The night has grown martial;
It meets us with blows and disaster.
Even the stars have turned shrapnel,
Fixed in silent explosions.
And here at our door
The moonlight is laid 
Like a drawn sword.

sábado, 28 de julio de 2012

Juan Manuel Inchauspe





Cuando a la ciega e imperiosa...

Cuando a la ciega e imperiosa
necesidad de escribir algo se opone
la ausencia absoluta de la palabra
sé que estoy en el verdadero camino.
Entonces levanto la mirada del papel blanco
impenetrable
y la extiendo
sobre los metros de la habitación
las pequeñas piedras del camino
la pila de libros
los dibujos
otros objetos
iluminados
por esa claridad húmeda y lechosa
que segrega
la densa y blanca niebla de la mañana.

Veo en el centro de la mesa
el doblegado ramo de ramas de roble
un enjambre de hojas secas
quietas
aún filosas
formas prehistóricas o arcaicas
ligeramente arqueadas
hacia arriba hacia abajo
como si aún resistiesen
el trabajo del tiempo.


Juan Manuel Inchauspe, Santa Fe, Argentina, 1940-1991
imagen: diario Clarín


Ausencia

A veces
en medio del inútil fragor del día
tu pequeña luz ya apagada parece encenderse
inesperadamente sobre nosotros.

Nadie habla.
Nadie dice nada.
Entre el fragor y tu ausencia se alza
la única luz que nos alumbró.


Juan Manuel Inchauspe, Santa Fe, Argentina, 1940-1991

lunes, 23 de julio de 2012

Hans Magnus Enzensberger





casa aislada 
                                      a günter eich

cuando me despierto
la casa está en silencio.
sólo se oyen los pájaros.
por la ventana no veo
a nadie. ningún

camino pasa por aquí.
ningún hilo en el cielo
ningún cable por tierra.
todo cuanto está vivo
reposa bajo el hacha.

pongo agua al fuego.
corto mi pan.
hago girar inquieto
el botón rojo
de mi pequeño transistor.

crisis del caribe... lava blanco
más blanco que el blanco...
listos a responder a la agresión...
that’ s the way i love you...
fuerte alza de valores metalúrgicos...»

no cojo el hacha
no rompo el aparato.
y es la voz del terror que me serena,
que me dice:
aún estamos con vida.

la casa está en silencio.
yo ni siquiera sé cómo tender las trampas
o hacerme un hacha de pedernal
cuando la última cuchilla
se habrá enmohecido.


Hans Magnus Enzensberger, Alemania, 1929
Versión de Heberto Padilla


separación

deja que se haga trizas
el cielo entre tú y yo,
que se haga trizas la bandera blanca
con que nos envolvimos en el sueño
suavemente injertados uno al otro
echando hojas futuras.

pero el lunes llegó.

quiero que llegue un viento
a borrar la verde memoria
de las coronas
y que llegue una nieve
y que se pierda el humo
encima de la casa
y que el cielo vomite
frías cenizas pacientes
y haga girar en torno a tu cabeza
y envuelva lentamente a la mía
esta nieve hecha trizas.


Hans Magnus Enzensberger, Alemania, 1929
Versión de Heberto Padilla

viernes, 20 de julio de 2012

Eterno retorno






                                               Merdre!
                                               —Ubu Rey

La querida, y una esporádica
enagua de obsequio, bombones
de rendición — o la mujer
golpeada por el rufián
al que una y otra vez
pide perdón entre besos

Un teatro de viento,
una nube de tela
sobre una tierra
contada por máscaras.


Gerardo Gambolini, Buenos Aires, 1955
imagen: Joan Miró, Ubu Roi



Yo creo, López, que hay muchas oraciones.
¿Qué hacemos con tantos adjetivos, con tantos pronombres
boqueando como bagres?
Parecen las burbujas de la soda, no duran nada.
¿Se imagina, un soneto sin verbos?
¿O una novela sin sustantivos?
Si al final no hay tanto que decir. Para mí la solución
sería prohibir el crescendo.

Ah, pero un día ya no habrá más piedra sobre piedra,
idea condensada: sólo un reino de química y de física
flotando en el éter.
Lo que me asusta, López, es pensar en la música del cosmos
y no escucharla.


Gerardo Gambolini, Buenos Aires, 1955

sábado, 14 de julio de 2012

Francisco Madariaga





La boca del mundo

Las cosas tienen un mulato carnero que las araña y las
transforma.

Tienen un santo salido de un pantano que nos ahorca en
los amaneceres de la sed.


Viaje estival con Lucio

–Aquí ya empiezan a haber caballos–
     me decía.
Y el viento del nordeste comenzaba a ser verde
entre los colores del agua de la infancia.
Estábamos ya muy lejos de los bronces, los
mármoles y los floreros pintados “al gusto de
la familia” en los cementerios municipales.

Todo aquello quedaba atrás, y el sueño del viejo
tren casi fluvial nos envolvía.
Mi pequeño hijo de siete años y yo teníamos en
las manos las ramas de las estrellas y
el resplandor lentísimo de los ríos rosados,
donde sangraba el sol de los caballos, las
vaquerías y las antiguas guerras.

Era el primer viaje solos en el tren marrón que
    no quiere morir.


Palmares colorados

Te evoco, palmar colorado del unílico
corazón del hombre, esta noche.
Ven a salvarme de las lianas del Comercio.
De las imbéciles Senadurías de la tierra.
¿Tierra que se desnuda en la tiniebla y huye para el
centro?
¿El centro solo obstaculizado por la humedad?
¿O en el invierno universal de los sueños,
a la sombra de las salvadoras realidades?
¿O en el ataúd varado y balanceado por el terror en el
infierno?

¡Oh, no, yo te respondo, resplandor de mis bárbaras!

II

A veces, las brumas inemocionales,
las del horizonte del País Mercantil,
velan las lejanías de palmeras vestidas de corales.
Yo no estoy entre estas gasas sombrías,
en este humo de rosales podridos de la ignorancia;
estoy entre los vientos del cielo o del contraamparo,
y nada contra la corriente de vuestros quebrantos,
pequeños mercaderes unidos a la fragancia
de los nuevos poseedores de las tierras:
en cuyos despachos se aojan las sardinas
y el verano meado por los cerdos.

III

No podré salir nunca del hechizo natal
hasta no haber terminado con las cóleras
y los resplandores de los asesinatos
y las miserias artificiales del desamparo,
reverberando en los paisajes aún mas que naturales.

Si no logro quebrar estas desnutriciones,
estas fantasmales imágenes de alcoholizaciones,
humilladas y desenterradas frente al
copuleo acuático de las esperanzas,
que no me entierren bajo las brillantes
navegaciones-alteraciones de este paisaje:
que me recuesten en el lejano este uruguayo,
donde cante una barra de laguna que desemboca
en el mar.

IV

Aterrorizado por los paisajes de la poesía,
vuelve a sangrarme la poesía por la boca.
Yo ya no escucho más que el retumbar
de los negros del sol.


Francisco Madariaga, Argentina, 1927-2000
imagen: franciscomadariaga.blogspot.com.ar



domingo, 8 de julio de 2012

Thomas Kinsella




Haciendo el té

Cruzaba la ventana de la cocina y me detuve,
la tetera medio llena de agua hirviendo.
Había algo con los chicos, tranquilos afuera:
el nieto, apuesto y cada vez más alto,
y sus tres primas.
                                               Hablando.
No jugando, en el jardín del fondo.

Él estaba parado junto a la mesa, desenvuelto,
entreteniéndolas, dominando;
ellas, sentadas en el banco enfrente de él,
aceptando ser cautivadas y entretenidas.

En su rincón privado. Con la enredadera del vecino
asomando apenas por la pared.

                                   Todavía era un juego.
Vacié el agua caliente en la pileta.


Thomas Kinsella, Dublín, Irlanda, 1928
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Kinsella leyendo en el Gate Theatre de Dublín


Making the Tea

I was passing the kitchen window, and stopped,
with the teapot half full of scalding water.
It was something about the childrn, quiet outside:
the grandson, goodlooking and growing tall,
and his three young girl cousins.
                                               Talking together.
Not playing, in the back yard.

He was standing casual by the garden table,
entertaining them, and holding sway;
they sitting on the bench in front of him,
agreeing to be charmed and entertained.

In their sheltered corner. With the neighbour’s creeper
barely showing over the wall.

                                               It was a game still.
I emptied my hot water into the sink.



El cuerpo llevado a la iglesia

En el teléfono, la voz de ella era distante,
pero largamente familiar.

*

Doblé otra esquina, siguiendo un hábito viejo,
y encontré St. Agnes.
                        La entrada llena de parientes:
primos, con la emoción de ancianos,
presentando esposas y maridos.

Busqué con la mirada a la hermana mayor.
Pero nadie le había avisado. Siempre fuimos
él y yo, nacidos al mismo tiempo.

Ocupamos nuestros sitios en la iglesia,
arrodillándonos y sentándonos
y descubriéndonos unos a otros, aquí y allá.

Sonó una campanilla y apareció un sacerdote joven
por el costado del altar. Comenzó
elogiando al difunto como buen esposo
y buen padre, y amigo de los vecinos.
Depués consoló a los deudos,
rematando las frases piadosas con un modesto floreo.

Se hizo a un lado, y ocupó su lugar
un joven feligrés, corpulento y de bigotes,
que habló con amor y sinceridad.
Un hijo y amigo del muerto.

Siguieron otros, hijas y otro hijo,
recordándolo y juntándose alrededor del ataúd.

Se formaron filas de dolientes en los pasillos laterales,
se acercaron al sacerdote, recibieron la hostia uno por uno
y volvieron a sus sitios.

El servicio terminó con el gesto de la paz
entre los fieles. La joven que estaba a mi lado
me tomó la mano entre las suyas con una sonrisa.

Los hijos e hijas condujeron a los presentes
hacia la puerta de entrada por el pasillo central,
y nos agregábamos detrás de la procesión a medida que pasaba.

Afuera, cuando la familia se fue en coche,
nos volvimos a mezclar en el mismo tumulto amistoso.
Intercambiando números. Arreglando para mantenernos en contacto.


Thomas Kinsella, Dublín, Irlanda, 1928
Versión © Gerardo Gambolini


The Body brought to the Church

Her voice was on the phone was remote,
but familiar from long ago.

                                   *

Round one more corner, by an old habit,
I found St. Agnes’s.
                                 The entrance full of relatives:
cousins, in elderly excitement,
introducing wives and husbands.

I looked around for the older sister.
But no one had called about her. It was always
himself and myself, born at the same time.


We took our places inside, around the church,
kneeling and sitting back
and noticing each other here and there.

A bell rang, and a young priest appeared
from around the side of the altar. He began
by praising the deceased as a good husband
and good father and friend in the neighbourhood.
Then consoled the bereaved,
ending the pious phrases with a modest flourish.

He stepped to one side, and his place was taken
by a young parishioner, moustached and heavy,
who spoke with directness and love.
A son and friend of the dead.

Others followed, daughters and another son,
remembering him and assembling around the coffin.

Lines of mourners formed in the side aisles,
approached the priest, acepted the Host in turn,
and turned away, back toward their places.

The service ended with the gesture of peace
around the congregation. The girl beside me
tookmy hand in both of hers with a smile.

The sons and daugters led the congregation
down the centre aisle toward the front door,
and we joined the end of the procession as it passed.


Outside, when the family were driven away,
we mixed again in the same friendly confusion.
Exchanging numbers. Arranging to keep in touch.



Errando ...

Errando
solo, de un cuarto vacío a otro
por los pasillos de un hotel ruinoso,
buscando el orinal extraviado...

Me desperté
            respirando un olor mental
y sentí en la boca los datos de la noche.


Mujeres nocturnas,
que destrozan la obra de mis días,

¿encontrarán lo que necesitan
en el baldío por venir?


Thomas Kinsella, Dublín, Irlanda, 1928
Versión © Gerardo Gambolini


Wandering alone...

Wandering alone
from abandoned room to room
down the corridors of a derelict hotel,
searching for the lost urinal...

I woke,
             breathing a mental smell,
and tasted the night facts.


Nighwomen,
picking the works of my days apart,

will you find what you need
in the waste still to come?



sábado, 30 de junio de 2012

Louis MacNeice





Despedida

Su frescura no se animan a mostrar, su frescura no se animan a mostrar...
Lascivas y alegres — las focas hunden y asoman la cabeza en la marea
entre las islas; brillosas y negras e irrelevantes
no pueden por supuesto demostrar lo que desean:
derribadas por fusiles bajo bandera prestada,
emboscadas desde la zarza húmeda y apresadas de las aletas
y arrojadas a un pozo como una piel seca, apaleadas
por campesinos de labios gruesos y la tos del tomador de whisky.
Detén el auto en Dublín, mira Sackville Street
sin los sacos de arena de las fotos viejas,1 contempla las estatuas
de los patriotas — la historia nunca muere en Irlanda, de todos modos,
incendio y asesinato on legados,
como anillos viejos con el engarce vacío, sin sus mudos
talismanes de piedra.
Mira Belfast, devota y profana y dura, construida
sobre fango entarquinado, los martillos resonando en el astillero,
el tiempo agujereado como una lámina de acero, el tiempo
endureciendo las caras, revistiendo con una escarcha jaspeada y gris
las caras bajo los chales y las gorras:
esa fue mi ciudad natal, esos los pechos que mamé.
Una patria de lava callosa enfriada hasta volverse piedra,
de parvas de pasto mequino, de gemidos de sirenas de barco,
de tonadas que van declinando — quisiera que anotes,
quisiera decirte , mira —diría—, esto es lo que me has dado:
indiferencia y sentimentalismo,
una risita metálica, una mano torpe,
un corazón que late al compás de una banda de flautas:
pon eso contra tu aire de adularia y amatista
punzado por el agua,
las patas de los caballos como cencerros de pelo tirando penosamente
del carromato naranja2, el manantial color cerveza negra
fluyendo entre los brezos, la verde efusión
de la primavera irlandesa.
Maldito sea aquel que maldice a su madre. No puedo ser otro
que el que esta tierra me hizo:
retazos de blanco en el fondo de mi mente, las velas
de los botes pesqueros en la Bahía — las sogas sacuden la cola
las campanas se sueltan cuando intento tañer mis recuerdos —
memoria en apostasía.
Quisiera sumar mis factores,
pero, ¿quién puede ponerse en el camino de los tractores del alma?
Puedo decir que Irlanda es impostora, Irlanda es
una galería de tapices falsos,
pero no puedo negar el pasado al que me encuentro unido,
la figura tejida no puede deshacer su trama.
Una tapa de cartón que vi a los cuatro años
mostraba un perro y una torre redonda, y eso era el enanto irlandés,
y las cruces célticas postizas del cementerio
reivindicaban nuestra individualidad,
y mi padre hablaba del oeste, donde solía
jugar al hurley3 en las arenas con maderas de algún naufragio.
Detén el auto en Killarney, compra un souvenir de mármol verde
o de roble negro, sigue hasta Clare, trepa el acantilado de la postal,4
visita la ciudad de Galway, idealiza nuestra sangre española,5
deja el diez por ciento de compasión debajo del plato
para el emigrante, jáctate de nuestra santidad,
nuestro heroísmo y nuestra indigencia estéril.
Columba Kevin y Brendan el navegante los nombres aceptados6,
Wolfe Tone y Grattan y Michael Collins7 los nombres aceptados,
admira la dulzura con que el arquitecto
está reconstruyendo la mansión incendiada, recuerda
los días gloriosos de la Feria Equina,8 alardea cuanto quieras,
pero tómate el barco a Holyhead9 antes de que debas
pagar la factura, antes de afrontar las consecuencias
del alma autóctona y la maleficiencia del clima
y de pagar con indolente fatalismo por la tramposa beleza de un prisma.
Yo voy a exorcisar mi sangre
y a abandonar mis ropas de niño mi sudario
voy a adquirir una actitud no la tuya
y a convertirme en uno de tus turistas,
y por más seguido que acaso venga
adiós, patria mía, y para siempre;
cualquiera sea el deseo que me asalte cuando tus vientos me rocen la cara
lo llevaré a casa, lo pondré en una caja de vidrio
y me quedaré mirándolo tan sólo,
ante cada nueva fantasía de armas y de insignias.
Acaso la escarcha no azote la cerca de fusias
y la tierra provea como hasta ahora,
pero ninguna dicha perdurable puede crecer de estas almas
emborachadas de sangre, restringdas por anteojeras.
Las anguilas remontan el Shanon a pesar de la gran represa;
no se cambia un comportamiento dándole un nombre nuevo.
Fuente de azul y verde encrespándose en el viento,
debo ir al este y quedarme, sin mirar atrás,
sin saber qué día la bruma es un manto espeso
ni cuándo el sol cobija el valle y rápidas sombras de nubes blancas
cruzan las colinas como un fraseo de violín.
Si fuera un perro detrás de la luz iría
desde Phoenix Park hasta Achill Sound10
siguiendo el rastro de cien fugitivos
que han roto la malla de vidas ordinarias,
pero siendo ordinario yo también, debo entonces discutir
qué significamos nosotros para Irlanda o Irlanda para nosotros;
debo celebrar el hito y la rareza
el oro enterrado de un viejo rey bravucón,
las antigüedades en falsete, debo gesticular,
tomar parte en cada impostura, o renunciar.
Renuncio, por lo tanto; adiós a las colinas parceladas y a las agrestes,
al Atlántico pomposamente surcado,
a las hilanderías que tragan la fila de chales, al oscuro pantano
donde media tonelada de turba se yergue como una lápida en ruinas;
adiós a tus gallinas entrando y saliendo de casas blancas,
a tus cabras distraídas en los caminos, tus vacas negras,
tus galgos y tus sabuesos magníficamente criados, a tus tambores,
a tus Vírgenes engalanadas y tus muertos ignorantes.



1 La antigua Sackville Street (hoy O’Connell Street) es una de las calles del sector de la ciudad liberado por los patriotas irlandeses durante la insurrección de la Pascua de 1916.
2 Probable referencia a un carromato protestante adornado con los colores de la casa de Orange.
3 Deporte nacional de Irlanda.
4 Referencia al acantilado de Moher.
5 Durante el frustrado ataque de la Armada Invenible a Gran Bretaña, parte de la flota fue desviada hacia Escocia, remontando luego hacia el sur la costa oeste de Irlanda. Algunas de las naves naufragaron y muchos marineros españoles se establecieron en Galway, permaneciendo y mezclándose con la población local.
6 Referencia a Columba, Kevin y Brendan, los más ilustres santos irlandeses.
7 Wolfe Tone (1763-1798): Patriota irlandés, fundador en 1791 de los United Irishmen, grupo con el conspiró para lograr un levantamiento general que permitiese la emancipación de los católicos irlandeses. En 1796 intentó una sublevación, inspirada por la Revolución francesa, pero lamisma fracasó en 1798. Tone fue condenado a la horca, pero se suicidó antes de que se cumpliera la sentencia.  //  Henry Grattan (1746-1820): Político y orador  irlandés que, pese a ser protestante, defendió a los católicos irlandeses que buscaban emanciparse. //  Michael Collins (1890-1922):  Político irlandés que, tras participar en la rebelión de 1916, fue encarcelado por los ingleses y liberado por los separatistas. Fue ministro de hacienda y presidente del Gobierno Provisional del Estado Libre de Irlanda. Murió asesinado en una emboscada.
8 Una suerte de exposición rural que se lleva a cabo anualmente en Dublín.
9 Isla galesa, frente a la costa de Anglesey.
10 Puntos situados respectivamente en el este y el oeste de Irlanda.

Louis MacNeice, Belfast, Irlanda del Norte, 1907-1963
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Faro de South Stack, Holyhead (c. 1899)
[imagen de dominio público]


Valediction

Their verdure dare not show . . . their verdure dare not show . . .
Cant and randy — the seals heads bobbing in the tide-flow
Between the islands, sleek and black and irrelevant
They cannot depose logically what they want:
Died by gunshot under borrowed pennons,
Sniped from the wet gorse and taken by the limp fins
And slung like a dead seal in a boghole, beaten up
By peasants with long lips and the whisky-drinkers cough.
Park your car in the city of Dublin, see Sackville Street
Without the sandbags in the old photos, meet
The statues of the patriots, history never dies,
At any rate in Ireland, arson and murder are legacies
Like old rings hollow-eyed without their stones
Dumb talismans.
See Belfast, devout and profane and hard,
Built on reclaimed mud, hammers playing in the shipyard,
Time punched with holes like a steel sheet, time
Hardening the faces, veneering with a grey and speckled rime
The faces under the shawls and caps:
This was my mother-city, these my paps.
Country of callous lava cooled to stone,
Of minute sodden haycocks, of ship-sirens moan,
Of falling intonations — I would call you to book
I would say to you, Look;
I would say, This is what you have given me
Indifference and sentimentality
A metallic giggle, a fumbling hand,
A heart that leaps to a fife band:
Set these against your water-shafted air
Of amethyst and moonstone, the horses feet like bells of  hair
Shambling beneath the orange cart, the beer-brown spring
Guzzling between the heather, the green gush of Irish spring.
Cursed be he that curses his mother. I cannot be
Anyone else than what this land engendered me :
In the back of my mind are snips of white, the sails
Of the Lough’s fishing-boats, the bellropes lash their tails
When I would peal my thoughts, the bells pull free —
Memory in apostasy.
I would tot up my factors
But who can stand in the way of his souls steam-tractors?
I can say Ireland is hooey, Ireland is
A gallery of fake tapestries,
But I cannot deny my past to which my self is wed,
The woven figure cannot undo its thread.
On a cardboard lid I saw when I was four
Was the trade-mark of a hound and a round tower,
And that was Irish glamour, and in the cemetery
Sham Celtic crosses claimed our individuality,
And my father talked about the West where years back
He played hurley on the sands with a stick of wrack.
Park your car in Killarney, buy a souvenir
Of green marble or black bog-oak, run up to Clare,
Climb the cliff in the postcard, visit Galway city,
Romanticise on our Spanish blood, leave ten per cent of pity
Under your plate for the emigrant,
Take credit for our sanctity, our heroism and our sterile want
Columba Kevin and briny Brandan the accepted names,
Wolfe Tone and Grattan and Michael Collins the accepted names,
Admire the suavity with which the architect
Is rebuilding the burnt mansion, recollect
The palmy days of the Horse Show, swank your fill,
But take the Holyhead boat before you pay the bill;
Before you face the consequence
Of inbred soul and climatic maleficence
And pay for the trick beauty of a prism
In drug-dull fatalism.
I will exorcise my blood
And not to have my baby-clothes my shroud
I will acquire an attitude not yours
And become as one of your holiday visitors,
And however often I may come
Farewell, my country, and in perpetuum;
Whatever desire I catch when your wind scours my face
I will take home and put in a glass case
And merely look on
At each new fantasy of badge and gun.
Frost will not touch the hedge of fuchsias,
The land will remain as it was,
But no abiding content can grow out of these minds
Fuddled with blood, always caught by blinds;
The eels go up the Shannon over the great dam;
You cannot change a response by giving it a new name.
Fountain of green and blue curling in the wind
I must go east and stay, not looking behind,
Not knowing on which day the mist is blanket-thick
Nor when sun quilts the valley and quick
Winging shadows of white clouds pass
Over the long hills like a fiddles phrase.
If I were a dog of sunlight I would bound
From Phoenix Park to Achill Sound,
Picking up the scent of a hundred fugitives
That have broken the mesh of ordinary lives,
But being ordinary too I must in course discuss
What we mean to Ireland or Ireland to us;
I have to observe milestone and curio
The beaten buried gold of an old kings bravado,
Falsetto antiquities, I have to gesture,
Take part in, or renounce, each imposture;
Therefore I resign, good-bye the chequered and the quiet hills
The gaudily-striped Atlantic, the linen-mills
That swallow the shawled file, the black moor where half
A turf-stack stands like a ruined cenotaph;
Good-bye your hens running in and out of the white house
Your absent-minded goats along the road, your black cows
Your greyhounds and your hunters beautifully bred
Your drums and your dolled-up virgins and your ignorant dead.



miércoles, 20 de junio de 2012

Víctor Redondo




Casa sola

Aparece la luz como un sable verde
y fija el cielo al horizonte.

Los árboles tiemblan, se desmayan, gritan
fantástica voz de pájaros inmóviles.

Las montañas se elevan un poco más
allá de los hombres, de sumuerte.

Ave de vuelo endeble
en su dibujo marcha el aire.

El vino se ha secado y una mancha
similar a mi rostro habla desde la mesa.

Víctor Redondo, Bs. As., Argentina, 1953
imagen: s/d


Flor caída

El hombre que yo era empeñado en demostrar
la imbecilidad de vivir
la piel desnuda flor seca
ambulaba por el mundo.
Tomaba un ritmo del aire, una flor del éxtasis
en el placer caía en el humo.
La flor de la hez de la palabra.
El hombre que yo era
— hilo de espuma vuelto de la aniquilación de sí como un viento en el humo
se observaba en el espejo de la soledad del hambre.
Observaba la flor pálida de un rostro caído observarse, triste y aburrido, en
el espejo vacío.
Encorvaba la pluma del aire como una garza bailando en el resplandor.
Era la patética figura del no va más.
El hombre que yo era
empeñado en demostrar
su no existencia cerraba la puerta y se perdía en la desmesura del sol.

Víctor Redondo, Bs. As., Argentina, 1953