miércoles, 20 de junio de 2012

Víctor Redondo




Casa sola

Aparece la luz como un sable verde
y fija el cielo al horizonte.

Los árboles tiemblan, se desmayan, gritan
fantástica voz de pájaros inmóviles.

Las montañas se elevan un poco más
allá de los hombres, de sumuerte.

Ave de vuelo endeble
en su dibujo marcha el aire.

El vino se ha secado y una mancha
similar a mi rostro habla desde la mesa.

Víctor Redondo, Bs. As., Argentina, 1953
imagen: s/d


Flor caída

El hombre que yo era empeñado en demostrar
la imbecilidad de vivir
la piel desnuda flor seca
ambulaba por el mundo.
Tomaba un ritmo del aire, una flor del éxtasis
en el placer caía en el humo.
La flor de la hez de la palabra.
El hombre que yo era
— hilo de espuma vuelto de la aniquilación de sí como un viento en el humo
se observaba en el espejo de la soledad del hambre.
Observaba la flor pálida de un rostro caído observarse, triste y aburrido, en
el espejo vacío.
Encorvaba la pluma del aire como una garza bailando en el resplandor.
Era la patética figura del no va más.
El hombre que yo era
empeñado en demostrar
su no existencia cerraba la puerta y se perdía en la desmesura del sol.

Víctor Redondo, Bs. As., Argentina, 1953

sábado, 16 de junio de 2012

Mario Trejo






Para empezar: abolición eterna del discurso único.

Un seco golpe de cimitarra y la cabeza da vueltas en el
aire y vuelve a caer entre los hombros del condenado;
que todavía sonríe

Ovación y vuelta al ruedo.

Atención: el circo continúa. Las ideas avanzan como
plantas carnívoras, un pulpo de mil brazos te da besos
viscosos, se pega a tu cuello, aprieta; desaparece tu
garganta, respiras apenas tu pena capital.

Difícil elección, implacable elección. Corazón del dilema.

Oh Dios, lo que tenemos en común no es de común acuerdo.
No olvides: en este ritual vacío nada debe hacerse sin tu consentimiento.
Aún tienes tiempo para ver cómo ellos y tú  nos convertimos en mito.
Verdugo o condenado, no lo aceptes.
Aunque sea inútil, no lo aceptes.
Jamás des tu consentimiento.

Mario Trejo, Buenos Aires, 1926-2012
imagen: Halifax Gibbet

domingo, 10 de junio de 2012

Robert Louis Stevenson






Yo, a quien Apolo visitó una vez,
o simuló visitar, ahora, al final de mi día,
me rindo al sueño, y no conoceré
el cansancio de los cambios, ni veré
las arenas incontables de los siglos
beber de la tinta que se destiñe, o la música ahogada
por el barullo de las generaciones.

Robert Louis Stevenson, Escocia, 1850 – Samoa, 1894
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d


“I, whom Apollo sometime visited”

I, whom Apollo sometime visited,
Or feigned to visit, now, my day being done,
Do slumber wholly; nor shall know at all
The weariness of changes; nor perceive
Immeasurable sands of centuries
Drink of the blanching ink, or the loud sound
Of generations beat the music down.



Pronto mueren los amigos,
pronto todo lo que queremos
se esfuma como oscurece el día – se va
como se van las flores.
Pronto en diciembre,
delante de unas ascuas, oímos en soledad
cuando resuena el viento.

Robert Louis Stevenson, Escocia, 1850 – Samoa, 1894
Versión © Gerardo Gambolini


“Soon our friends perish”

Soon our friends perish,
Soon all we cherish
Fades as days darken – goes as flowers go.
Soon in December
Over an ember,
Lonely we hearken, as loud winds blow.


miércoles, 6 de junio de 2012

Emma Barrandéguy





¿Por qué no es posible el amor?,
me preguntas.
Somos viejos, respondo.
Y que pases tu mano
por mi pierna,
me da cierta vergüenza.
Tontería, dice el amigo
y cediendo
me tiendo a su lado como cuando era joven
y lo ignoraba.
Pienso en todos los viejos
que desde un banco al sol
miran transcurrir las muchachas.
En mi padre y sus esquelas victorianas
a las niñas de los mandados.
Pienso en mi madre pulcra
cubriendo sus desnudos en un último gesto.
Pienso que los viejos son como todos
y apetecen sin pausa
si no han sido saciados.
El cuerpo gira ante sus ojos
con el gusto de lo prohibido,
como siempre.
Se los instala en la sabiduría
y no la tienen;
codician como los jóvenes,
tienen pequeñas ternuras
como mi amigo,
tienes lascivas preferencias
que no les cuentan a los otros,
tienen derecho al amor
aun a costa del ridículo.
Y si pasan tomados de la mano
o se encierran en su mundo
con las persianas bajas,
tendríamos que mirarlos sin asombro
como a lentos vagabundos
o discretos amantes que renuevan caricias.

Emma Barrandéguy, Argentina, 1914-2006
imagen: Pareja de ancianos caminando junto al Sena, por Daniel Racovitan [Bebulaki]
Creative Commons – Atribución – No comercial 



sábado, 2 de junio de 2012

Ricardo E. Molinari






Si pudiera olvidarme de que viví, de los hombres, de otro tiempo,
del ácido de algunos tallos, de la voz, de mi lengua extraviada en
las nubes,
¡de muchos seres que a veces no mueren con la madrugada!

No saber nada. Estar vivo, y volver los abiertos ojos a mi país, a sus
ciegas llanuras,
a sus ríos sucios, hundidos en la tierra,
donde mojé mi piel sola y la trenza escondida de mis antiguos cabellos.

Sí; si pudiera olvidarme para siempre y sin abandono,
hasta las duras e impenetrables penas, hasta un día horrible entre otros
muchos.
¡Sí, devuelto y terminado!

Pero tú, ¡oh viento majestuoso! sabes de mí, tanto como de las pequeñas
hojas salinas
que en el imperioso sur abren sus desesperados paraísos,
por el aroma seco de mi cabeza. (Que te he buscado por las transparentes
planicies, en los desiertos melancólicos,
por todo mi cuerpo, como una única y solitaria ternura.)

Quizás no signifique nada para ti –para nadie– y te vuelves sin deseo
al ver mis apretados brazos, mi so9mbra usada de la tierra
o alguna hora breve, sin asiento entre todas,
te aflige lo mismo que si estuviera muerto,
destinado sin alegría a un extenso y ofendido desencanto.
Ya no sé dónde ir, a veces quiero volver a la raíz más honda,
a los mezclados ríos humanos de la sangre
–a todo el destierro– hasta hacer temblar
las duras lenguas; a la triste gente,
y hallar el trigo naciendo con soberbias hierbas.
¡El íntimo corazón de la vida!

Y tú sueñas lejos, distraído, y meces las hojas
finas de los árboles, las cautivas ramas,
o pasas hacia el mar
los insectos cenagosos del verano,
y no puedes verme ni saber que llevo la memoria perdida,
y algunas palabras igual a una llama húmeda y enloquecida
dentro de la boca. ¡En otro mundo!

Déjame llegar a ti: que me entretenga hablándote
y pueda mirarte, como en los deshechos días,
empujar las hurañas nubes; arrear
los grandes ríos obscuros hacia el inmensurable Atlántico, y sentirte
regresar empapado, recubierto de escamas,
ronco hasta el amargo aliento.
¿A dónde huyes –solo– revuelto en tu voz, en tu cansada anchura?
Dí, te vuelves al sur a mojar la lengua, a abrir los larguísimos ojos; a
ociar viendo
los petreles jugar por el vacío; a distraerte
allá, donde la tierra se despea en otro espacio.

Te vuelves a la soledad, a las profundas bahías,
a los inmensos cielos desnudos; a ti, a unas flores. A las estrellas que
permanecen
ardiendo sobre nuestro país.

Quédate donde yo también quisiera estar dormido
y ver mis días antiguos, entre altas columnas aparejados.
Ya no sé ni quiero saber nada; te siento como toda el alma.
Algunas veces llegas hasta mis oídos igual a una larga flor del
invierno,
o un instante desaparecido de la muerte.


Ricardo E. Molinari, Buenos Aires, 1898-1996

sábado, 26 de mayo de 2012

Roberto Juarroz





Porque esta noche duermes lejos
y en una cama con demasiado sueño,
yo estoy aquí despierto,
con una mano mía y otra tuya.

Tú seguirás allí
desnuda como tú
y yo seguiré aquí
desnudo como yo.

Mi boca es ya muy larga y piensa mucho
y tu cabello es corto y tiene sueño.

Ya no hay tiempo para estar
desnudos como uno
los dos.

Roberto Juarroz, Bs. As., Argentina, 1925-1995
imagen: Max Levis, Bella durmiente (1898)

lunes, 21 de mayo de 2012

dos irlandeses






Y siguen viviendo en lugares sin perdón
en las laderas de colinas artríticas
donde cercas de piedra bajas ocultan el mar y el mar
oculta a los muertos, aunque los muertos siguen susurrando
en sus tumbas silenciosas, “Tengo frío, tengo frío”.

Aquí hay turba suficiente para avivar los fuegos del Infierno,
y piedras en tal cantidad que parecieran crecer
en el suelo. Aunque jamás crece nada.
Sabe Dios que había más madera en el Calvario.

Esta mañana, en una carretera más allá de Cleggan,
pasé por las ruinas de una casa abandonada
y por una casa en ruinas que parecía abandonada,
sólo que un hombre me miró. Le pregunté adónde iba el camino.
“Hasta el final”, me dijo, “hasta el final”. Y se alejó arrastrando los pies.

Tony Curtis, Dublin, Irlanda, 1955
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d


Penance

And still they live in unforgiven places,
on the sides of arthritic hills,
where low walls hide the sea and the sea
hides the dead, though the dead still whisper
in their silent graves, “I’m cold, I’m cold.”

Enough bog here to stoke the fires of Hell,
and stones so many you’d think they grew
in the soil. Though nothing ever grows.
God knows there was more wood on Calvary.

This morning, on a high road beyond Cleggan,
I passed the ruins of a deserted cottage,
and a ruined cottage that looked deserted,
only a man eyed me. I asked where the road went?
“To the end,” he said, “the end.” Then shuffled off.



Demasiados carniceros
en el pueblo
y solo en su tienda
fingiendo estar ocupado
oye de pronto
la larga maldición
que nunca supo que estaba dentro de él,
su propia garganta
con un grito
que retrocede hasta el día
en que se puso el delantal de su padre
y su boca
se convirtió en un monedero.

Ted McNulty, New York, (?) – Dublin, 1998
Versión © Gerardo Gambolini


McGwinn and Son

Too many butchers
in the village
and alone in his shop
pretending to be busy
he suddenly hears
the long curse
he never knew was in him,
the throat of his own
with a shout
that goes back to the day
he put on his father’s apron
and his mouth
turned into a purse.



martes, 15 de mayo de 2012

Restos de mayo





Restos de mayo


Deshecha la unión
ahora nos queda

la epístola amable
profesar la distancia   

administrar el olvido —
nos queda

una arcilla lenta
reconstruir un vaso

recordar qué contenía 


Gerardo Gambolini, Buenos Aires, 1955


miércoles, 9 de mayo de 2012

Samuel Beckett






Pasa los años de aprendizaje desperdiciando
Valor por los años de vagar
Por un mundo que rechaza cortésmente
La grosería de aprender

Samuel Beckett, Irlanda, 1906–Francia, 1989
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d

Gnome

Spend the years of learning squandering
Courage for the years of wandering
Through a world politely turning
From the loutishness of learning



1
una vez más el último reflujo
el guijarro muerto
la media vuelta luego los pasos
hacia las viejas luces

2
sigo ese camino de arena que fluye
entre el guijarro y la duna
la lluvia de verano llueve sobre mi vida
sobre mí mi vida que huye de mí me persigue
y acabará el día de su comienzo

preciado instante yo te veo
en esa cortina de bruma que retrocede
donde ya no tendré que pisar estos largos umbrales movedizos
y viviré el tiempo de una puerta
que se abre y se cierra

3
qué haría yo sin este mundo sin rostro sin preguntas
donde estar sólo dura un instante donde cada instante
cae en el vacío en el olvido de haber sido
sin esta ola bajo la cual finalmente
cuerpo y sombra desaparecen juntos
que haría yo sin este silencio abismo de los murmullos
jadeando furioso hacia el socorro hacia el amor
sin este cielo que se alza
sobre el polvo de sus lastres

qué haría yo como ayer como hoy
mirando por el ojo de buey si no estoy solo
errando y virando lejos de toda vida
en un espacio endeble
sin voz entre las voces
encerradas conmigo

4
quisiera que mi amor muera
que llueva sobre el cementerio
y los callejones por donde voy
llorando a aquella que creyó amarme

Samuel Beckett, Irlanda, 1906–Francia, 1989
Versión © Gerardo Gambolini


Dieppe 

1
encore le dernier reflux
le galet mort
le demi-tour puis les pas
vers les vieilles lumières

2
je suis ce cours de sable qui glisse
entre la galet et la dune
la pluie d’été pleut sur ma vie
sur moi ma vie qui me fuit me poursuit
et finira le jour de son commencement
cher instant je te vois
dans ce rideau de brume qui recule
où je n’aurai plus à fouler ces longs seuils mouvants
et vivrai le temps d’une porte
qui s’ouvre et se referme

3
que farais-je sans ce monde sans visage sans questions
où être ne dure qu’un instant où chaque instant
verse dans le vide dans l’oubli d’avoir été
sans cette onde où à la fin
corps et ombre ensemble s’engloutissent
que ferais-je sans ce silence gouffre des murmures
haletant furieux ver le secours vers l’amour
sans ce ciel qui s’élève
sur la poussière de ses lests
que ferais-je je ferais comme hier comme aujourd’hui
regardant par mon hublot si je ne suis pas seul
à errer et à virer loin de toute vie
dans un espace pantin
sans voix parmi les voix
enfermées avec moi

4
je voudrais que mon amour meure
qu’il pleuve sur le cimetière
et les ruelles où je vais
pleurant celle qui crut m’aimer



La vejez es cuando un hombre
Arrimado a la chimenea
Temblando para que la bruja
Ponga en la cama el calentador
Y lleve el ponche
Ve a aquella en las cenizas
Que amada no pudo ser conquistada
O conquistada no amada
O algún otro pesar
Ve en las cenizas
Como en aquella luz vieja
La cara en las cenizas
Aquella vieja luz de las estrellas
En la tierra otra vez.

Samuel Beckett, Irlanda, 1906–Francia, 1989
Versión © Gerardo Gambolini

Song

Age is when to a man
Huddled o’er the ingle
Shivering for the hag
To put the pan in the bed
And bring the toddy
She comes in the ashes
Who loved could not be won
Or won not loved
Or some other trouble
Comes in the ashes
Like in that old light
The face in the ashes
That old starlight
On the earth again.



lunes, 30 de abril de 2012

Rodolfo Modern




Gramática

Declinación del sustantivo de los días
las ramas se doblan al peso de la luna
la almohada recibe una cabeza que se fatigó
el movimiento de las calles expira
en la sustitución de sombras
un viento fuerte somete las espigas del orgullo
y tampoco hay humildad en la estrella
que se disuelve siglo a siglo
la siesta del fauno acaba
acabó en rigor hace muchísimos años
y oscilan las torres de las catedrales
el diálogo se anima pero hacia adentro
en parejas que recordaron sus bodas de oro
y restan pocas claridades.

Las canas son proposiciones indirectas
y los ocasos se convierten en adverbios de modo.

Rodolfo Modern, Buenos Aires, 1922
imagen: Buenos Aires en Invierno




Entre nosotros
ya no hay nada
sólo acostumbramientos
sustituibles
así peinabas tu pelo negro
así llamabas a la mesa
así nos besábamos
los días nos rodeaban
verdes o como canteros
florecidos
eran un hundimiento nuevo
un nacimiento
la memoria se enturbió
por la constante lluvia
a nosotros
nos unen
las voces olvidadas.

Rodolfo Modern, Buenos Aires, 1922