Para empezar: abolición eterna del discurso único.
Un seco golpe de cimitarra y la cabeza da vueltas en el
aire y vuelve a caer entre los hombros del condenado;
que todavía sonríe
Ovación y vuelta al ruedo.
Atención: el circo continúa. Las ideas avanzan como
plantas carnívoras, un pulpo de mil brazos te da besos
viscosos, se pega a tu cuello, aprieta; desaparece tu
garganta, respiras apenas tu pena capital.
Difícil elección, implacable elección. Corazón del dilema.
Oh Dios, lo que tenemos en común no es de común acuerdo.
No olvides: en este ritual vacío nada debe hacerse sin tu
consentimiento.
Aún tienes tiempo para ver cómo ellos y tú nos convertimos en mito.
Verdugo o condenado, no lo aceptes.
Aunque sea inútil, no lo aceptes.
Jamás des tu consentimiento.
Mario Trejo, Buenos Aires, 1926-2012
imagen: Halifax Gibbet
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