sábado, 28 de enero de 2012

Hilda Rais





Apaciguar la sed con palabras.
Lo único que logro es suavizar
milímetros hirientes.
Ato y desato hilos frágiles.

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Si nos miramos
no fuimos nuestro espejo ni nos vimos
cada una en la otra habla sola
de extracciones
y nuestro cuerpo, si ha sido separado
dónde termina
cuándo nos une.

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Piedras de mi corazón
medicamentos del más variado gusto y sin sabor
tropiezan con el sueño
                                   palabras de vigilia.
Para quien vive aún no acaba el miedo
y su corona de flores se deshace en la frente
porque es noche y nadie mira.

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Hablar del miedo es algo tan tramposo
no puedo contar con mi lenguaje
ella me habla y quiere que la escuche
y qué es lo que temo si sólo son palabras?
Es lo que sus palabras hacen con mis días.


Hilda Rais, Buenos Aires, Argentina, 1951
de Belvedere, Libros de Tierra Firme, 1990
imagen: Escher, Belvedere


jueves, 26 de enero de 2012

Santiago Kovadloff





No hay sitio, no hay tiempo, no hay
carta de Caracas.
Hay calor, es atroz.
Algo sucede, es evidente,
sueños idos podrían ser, algún
lamento.

Alguien traza un final, algo se agota;
es imperioso estar en algún sitio,
y no hay sitio
ni tiempo
ni carta de Caracas.




Cecí, mi corazón no es gran cosa:
pulcritudes,
lo diurno,
el aseado lugar.

Arranquemos tu piel devastadora
a mi día de trabajo.
No quiero el mal de tantos,
las feroces alegrías,
vidas que no viviré.

No conviene que un hombre
se agote en el amor.
Devuélveme el corazón, Cecí.
Mi corazón no es gran cosa.




Inquietante lección de los jazmines:
cuanto más agonizan más perfuman.

Doblados sobre el tallo,
yendo del blanco luz al blanco macilento,
caen y se pudren
mientras perfuman sin tregua
el cuarto en que aún resisto.

Las calles ordenadas por el miedo están sembradas
de jazmines;
los errores, los encierros, la deriva ciudadana,
poblados de jazmines.

En el país nadie sabe terminar como esas flores.
Imposible hacer que la vergüenza exhale suavidades
o que brote más que sombra del engaño.

Los jazmines acusan,
su aroma muerde las migajas del honor.

O cambiamos el país o abolimos el verano.


Santiago Kovadloff, Buenos Aires, Argentina, 1942 
imagen: http://www.capitaldellibro2011.gob.ar



domingo, 22 de enero de 2012

Tennessee Williams





Estoy cansado.
Estoy cansado del discurso y de la acción.
Si te cruzas conmigo en la
calle no me preguntes porque
sólo te puedo decir mi nombre
y el nombre del pueblo en que
nací — pero con eso basta.
Ya no me importa que el día
llegue de nuevo. Si es sólo
esta noche y después es
la mañana, ya no importará.
Estoy cansado. Estoy cansado del discurso
y de la acción. En lo profundo de mí
hallarás un pequeño puñado de
polvo. Tómalo y sóplalo
al viento. Deja que el viento lo
lleve, y encontrará su camino a casa.


Tennessee Williams, Estados Unidos, 1911-1983
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: fuente: mtmkobbe.blogspot.com


Blue Song

I am tired.
I am tired of speech and of action.
If you should meet me upon the
street do not question me for
I can tell you only my name
and the name of the town I was
born in–but that is enough.
It does not matter whether tomorrow
arrives anymore. If there is
only this night and after it is
morning it will not matter now.
I am tired. I am tired of speech
and of action. In the heart of me
you will find a tiny handful of
dust. Take it and blow it out
upon the wind. Let the wind have
it and it will find its way home.




sábado, 21 de enero de 2012

José Emilio Tallarico





Trabajo vano de los cuerpos.
Palabras
por cuyas líneas disipadas
se empecina el rastro del amor.

Y el sol quema estos álamos. Siempre.



Yo quise traspasar el umbral de los cerdos.
Comí con ellos bajo el espíritu de las edades,
con la parte cautiva de mí,
con mis orígenes de pobre tipo fiel.
Fue inútil: la verdad, como una rosa fría,
sangró por mi boca.



Pon tu cabeza entre la sábana y el espejo
que quisiste tapar.

Todo el silencio que haya será tuyo.



Sigo la narracción, Viejo.
Tanto la propia
como las tantísimas tumbas ajenas
giran en la hermandad del pensamiento.
Sigo, pero te confieso que no sé dónde ir.
No veo casa ni entereza plantada
al borde del camino.
Otro día de bochorno llega
y escarmienta con piedra encendida.
Otro día de amianto, de breve corazón.
Quién sabe en vísperas
de qué otro cumpleaños tuyo volveré.
Noventa años, Viejo: honda suma.
Seis claveles. Y una puerta que me cuesta cerrar.

José Emilio Tallarico, Buenos Aires, Argentina, 1950
imagen: s/d

viernes, 20 de enero de 2012

Juan Filloy






No diré que tu frente es de diamante
ni tus labios dos límpidos rubíes
ni los dientes que muestras cuando ríes
dos hileras de perlas de Levante…

No diré que fulgura rutilante
el zafir de tus ojos si sonríes
ni que es oro el cabello conque engríes
el alabastro de tu tez fragante…

No lo diré jamás; porque yo quiero
que sepas que soy bardo y no joyero;
y que sepas también para tu gloria

que pesado tu ser en santa calma
prefiero a tu belleza transitoria
la suprema belleza de tu alma

Juan Filloy, Argentina, 1894-2000
de Sonetos (1996)
imagen: s/d



En el tranquilo golfo de los senos
De esta callada meretriz obesa
Como un barco borracho,
Se tumbó mi lujuria
Bajo el acantilado de su enorme
Garganta, mi cabeza tuvo un suave
Vaivén de ritmo póstumo.
!Y en sus flácidas ondas
Pregusté la molicie
Que borra las penurias del naufragio!
Cuando en el mar de sombras
Del golfo de la muerte
Yazga tumbado mi bajel de carne
!Qué no diera por ver como una estrella
rutilando el recuerdo
De esta callada meretriz obesa,
Que abrigó mi lujuria
—Triste barco borracho—
En el tranquilo golfo de sus senos! 

Juan Filloy, Argentina, 1894-2000
de Balumba (1933)


miércoles, 18 de enero de 2012

Rodolfo Modern // 4 poemas





Las alas mejoran la salud
del aire
nos acercan al sol
y se derriten cuando cera las recubre.
Pero el espacio es soledad
también con pájaros
(ellos lo saben y se aquietan sobre los promontorios
o en cuevas)
Entonces las caídas
son pausas y descansos convenientes.
Y todo arriba
pesa y es atraído
por obligaciones de la tierra.



Parecería
que cosas y retina
se encontraran por azar
o por disposiciones de lo alto.

Sea como fuere
el disparador  obtiene
imágenes
el cuello de Nefertiti
las burbujas de agua en un vaso
sirio
harapos del pordiosero.

El destino es un término 
de accesos asombrosos.



Pero los nombres son dados
desde ciertas esferas
y las voces obedecen
una orden.

Siervos
en el reino de la palabra
como tallos castigados
por vientos del invierno.

Decimos entonces
lo que no es nuestro.



La raíz lo atrae con tenacidad y mando
hacia el origen
y a la raíz retorna con fatiga
                                   o calcinado,
Un perro lo recibe solamente
y en un rincón las ilusiones agonizan.

El nombre de la soledad es patria. 


Rodolfo Modern, Buenos Aires, 1922

imagen: s/d

martes, 17 de enero de 2012

Miguel de Unamuno





Horas serenas del ocaso breve,
cuando la mar se abraza con el cielo
y se despierta el inmortal anhelo
que al fundirse la lumbre, lumbre bebe.

Copos perdidos de encendida nieve,
las estrellas se posan en el suelo
de la noche celeste, y su consuelo
nos dan piadosas con su brillo leve.

Como en concha sutil perla perdida,
lágrima de las olas gemebundas,
entre el cielo y la mar sobrecogida

el alma cuaja luces moribundas
y recoge en el lecho de su vida
el poso de sus penas más profundas.

Miguel de Unamuno, España, 1864-1936
imagen: s/d



To die, to sleep..., to sleep... perchance to dream.

—Hamlet, acto III, escena IV


Eres sueño de un dios; cuando despierte
¿al seno tornarás de que surgiste?
¿Serás al cabo lo que un día fuiste?
¿Parto de desnacer será tu muerte?

¿El sueño yace en la vigilia inerte?
Por dicha aquí el misterio nos asiste;
para remedio de la vida triste,
secreto inquebrantable es nuestra suerte.

Deja en la niebla hundido tu futuro
ve tranquilo a dar tu último paso,
que cuanta menos luz, vas más seguro.

Aurora de otro mundo es nuestro ocaso?
Sueña, alma mía, en tu sendero oscuro:
“Morir... dormir... dormir... soñar acaso!”

Miguel de Unamuno, España, 1864-1936


domingo, 15 de enero de 2012

Gary Vila Ortíz






¿A dónde iremos a vivir,
En qué tierra olvidaremos
nuestra piel,
bajo qué musgo crecerán
nuestras últimas palabras?

Allá se encuentre tu sonrisa
y tu mano hacia la flor,
pero muy cerca del otro abismo
con que alguna vez
hemos soñado

Nada sin embargo, puede
movernos de esta inmovilidad
de sangre y piedra.

Aquí estaremos hasta el final,
cuando la tierra avance,
cuando el musgo cubra
con paciencia
la boca
la flor,
las tristes memorias.


Gary Vila Ortíz, Rosario, Argentina, 1935
imagen: s/d




miércoles, 11 de enero de 2012

Leah Goldberg





Los años embellecieron mi rostro
Con recuerdo de amores
Y colgaron en mi cabeza frágiles hilos de plata
Hasta que fui muy bella.

En mis ojos se reflejan
Los paisajes.
Y los caminos que pasé
Allanaron mis pasos
Cansados y hermosos.

Si me vieras ahora
No reconocerías tu ayer-
Voy hacia mí
En los rostros que buscaste en vano
Cuando yo iba hacia ti.


Leah Goldberg, Könisberg, 1911 – Jerusalem, 1970
Traducción de María Pérez Valverde
imagen: commons.wikimedia.org





Estoy en medio del desierto
y ni siquiera tengo una estrella
El viento no me habla
y la arena no guarda mis huellas.

.............................................................

Grité, Contéstame.
No me contestó.
Llamé a la puerta. Äbreme.
No me abrió.

Afuera, la noche ardiente y ciega.
Fui a llamar a otra puerta.


Grité, Contéstame.
No me contestó.
Llamé a la puerta. Äbreme.
No me abrió.

Afuera, la noche ardiente y ciega.
Fui a llamar a otra puerta.

Susurré, Contèstame.
No me contestó.
Supliqué. Abreme.
No abrió.

Por la mañana el rocío cubría la muralla
y así me encontraron sus guardianes.

.................................................................

Tres días su recuerdo no se movió de mí.
Al cuarto, rebané el pan.
Al cuarto, abrí la aurora.
Al cuarto, vi el mar.

Al cuarto supe que el mar
es hermoso y azul su grandeza.
Y con la brisa salada,
el aroma del mar no probó mis lágrimas.


Leah Goldberg, Könisberg, 1911 – Jerusalem, 1970
sin mención del traductor

lunes, 9 de enero de 2012

Salvatore Quasimodo




Hombre de mi tiempo

Aún eres aquel de la piedra y la honda,
hombre de mi tiempo. Estabas en la cabina
con las alas malignas, los meridianos de muerte,
te he visto — dentro del carro de fuego, en las horcas,
en las ruedas de tortura. Te he visto: eras tú,
con tu ciencia exacta incitada al exterminio,
sin amor, sin Cristo. Has vuelto a matar,
como siempre, como mataron tus padres, como mataron
los animales que te vieron por primera vez.
Y esta sangre huele como en el día
en que el hermano le dijo al otro hermano:
“Vamos al campo”. Y aquel eco frío, tenaz,
llega hasta ti, entra en tu jornada.
Olvidad, oh hijos, las nubes de sangre
surgidas de la tierra, olvidad a los padres:
sus tumbas se hunden en las cenizas,
las aves negras, el viento, cubren sus corazones.


Salvatore Quasimodo, Italia, 1901-1968
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Basílica de Sant'Ambrogio, Milán, 1943. 
[Public domain photo]


Uomo del mio tempo

Sei ancora quello della pietra e della fionda,
uomo del mio tempo. Eri nella carlinga,
con le ali maligne, le meridiane di morte,
t’ho visto – dentro il carro di fuoco, alle forche,
alle ruote di tortura. T’ho visto: eri tu,
con la tua scienza esatta persuasa allo sterminio,
senza amore, senza Cristo. Hai ucciso ancora,
come sempre, come uccisero i padri, come uccisero
gli animali che ti videro per la prima volta.
E questo sangue odora come nel giorno
Quando il fratello disse all’altro fratello:
«Andiamo ai campi». E quell’eco fredda, tenace,
è giunta fino a te, dentro la tua giornata.
Dimenticate, o figli, le nuvole di sangue
Salite dalla terra, dimenticate i padri:
le loro tombe affondano nella cenere,
gli uccelli neri, il vento, coprono il loro cuore.