sábado, 9 de octubre de 2010

Víctor Redondo


Inferno

El retiro abierto, las hojas entornadas señalaban
una antigua ausencia.
Dar unos pasos por la habitación para convencerme
de la existencia del viejo olor aún sobre los muebles.
Aguardar la caída de la tarde para volver a recordar
las vulgares, estúpidas ciudades del mediodía.
Y por sobre toda la ansiedad, el manto, el manto
de olvido para borrar las horas.
La estúpida ventana de las ciudades del
mundo, la estúpida ansiedad.
El calor, la sed.
El amor como una ventana,
abriéndose, cerrándose, abriendo, cerrando, callando.
La alegría del amor desierto.
El sol, a veces, como un gran sexo en éxtasis.
Las paredes blancas como la piel de un niño,
dos árboles —uno viejo, el otro joven—
y la gran línea del horizonte encerrándonos en el mundo.
No había frutos en esos árboles, despedían por la tarde
un triste perfume de Dios,
y bebían gotas de nube de plata.
¡Cólera, cólera contra estos tiempos!

El arder de la vida
por el gran pantano de luz de aquellas islas.

Víctor Redondo, Buenos Aires, 1953.
imagen: tapa de Circe



Quijada

Quiero escribir palabras como quijada.
Destruir los complejos que se tienen al encarar cada
palabra,
como quijada.
Es decir, señor periodista,
yo escribo como un mestizo
o como tal al menos quiero llegar a escribir.
¡Las palabras tienen a veces una sangre tan confusa!
Quisiera tener un aparartito en la cabeza que
fuera moliendo
esa misma quijada que estoy usando como ejemplo
y dejara relámpagos temblando
en la palma de mi mano, sobre esa máquina que allí ve.
Usted está ahí, con ese perfecto grabador,
y yo aquí, frente a sus preguntas,
midiendo con mi otro ojo la distancia que aún me
separa del abismo.
Se reiría si le dijera lo que yo realmente pienso
de la literatura.
Apenas estómagos débiles en cuerpos enfermos.
Nada más.
Por eso busco palabras como quijada
para que bien mastiquen tanto polvo.

Víctor Redondo, Buenos Aires, 1953.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Gregori Balmodian


Constancia imperfecta

Un rayo cruza tu lenguaje
y estalla en el pasado.
El viento sacude árboles
que ya no dan fruto. ¿Qué hacemos
buscando detrás de las nubes
una calma inverosímil? Aceptemos
que nuestro idioma es la tormenta,
que saltar o no saltar
es un acantilado. Que la razón
nos sobra. Que los cuerpos
se buscan escandalosa, sabiamente,
para no hablar de nada
y trascender de a ratos, como pueden.

Gregori Balmodian, New Jersey, 1944
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Cliff Storm, Erik Tiemens


Flawed Constancy

A bolt crosses your speech
and bursts in the past.
The wind shakes already
barren trees. What are we doing
searching for an unlikely calm
behind the clouds? Let us accept instead
that storm is our language,
that jumping or not jumping
is a cliff. That reason
is redundant. That bodies
scandalously, wisely search
for one another to speak of nothing
and transcend on and off, as they can.

domingo, 3 de octubre de 2010

Carew ≈ Suckling ≈ Lawrence // 4 poemas sobre el amor


Thomas Carew / Rechazo de la mediocridad en el Amor

Dame más Amor o más Desdén;
la Zona Tórrida o la Helada
traen igual alivio a mi dolor;
ninguno me ofrece la Templada;
cualquier extremo, del Odio o del Amor,
más dulce es que la calma.

Dame una tormenta; si es Amor,
nadaré como Dánae con placer
en esa lluvia de oro; si Desdén,
mis esperanzas rapaces
el torrente han de comer; y del Cielo
sólo quien se libra del Infierno es poseedor.

Por tanto, corona mi dicha o cura mi dolor;
dame más Amor o más Desdén.

Thomas Carew, Inglaterra, 1595-1640.
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Thomas Carew, John Suckling, D. H. Lawrence



Mediocritie in Love Rejected

Give me more Love or more Disdaine;
The Torrid, or the Frozen Zone,
Bring equall ease unto my paine;
The Temperate affords me none;
Either extreme, of Love, or Hate,
Is sweeter than a calme estate.

Give me a storme; if it be Love,
Like Danae in that golden showre
I swimme in pleasure; if it prove
Disdaine, that Torrent will devoure
My Vulture-hopes; and he’s posest
Of Heaven, that’s but from Hell releast:

Then crowne my joyes, or cure my paine;
Give me more Love, or more Disdaine.



Thomas Carew / Belleza ingrata amenazada

Sabe, Celia, ya que eres tan orgullosa,
que fui yo quien te ha dado tu renombre;
tú habrías vivido ignorada
en la olvidada legión de las bellezas comunes
si mis versos no te hubieran exaltado
y emplumado con ello las alas de tu fama.

Ese poder letal no es tuyo en absoluto,
yo se lo dí a tu voz y a tus ojos;
son míos tus encantos y tus gracias;
tú eres mi estrella y brillas en mis cielos;
no arrojes, desde esa esfera prestada,
relámpagos a aquel que allí te ha puesto.

No me provoques más con esos miedos,
no sea que deshaga lo que he hecho;
que los necios adoren tus formas imaginarias,
yo te conozco en tu hechura mortal;
los poetas sagaces que envolvieron en cuentos la Verdad,
siempre la conocieron, con todos sus velos.

Thomas Carew, Inglaterra, 1595-1640.
Versión © Gerardo Gambolini


Ingrateful Beauty Threatened

Know Celia, since thou art so proud,
‘Twas I that gave thee thy renown;
Thou hadst, in the forgotten crowd
Of common beauties, liv’d unknown,
Had not my verse exhal’d thy name,
And with it imp’d the wings of fame.

That killing power is none of thine,
I gave it to thy voice, and eyes;
Thy sweets, thy graces, all are mine;
Thou art my star, shin’st in my skies;
Then dart not from thy borrow’d sphere
Lightning on him that fix’d thee there.

Tempt me with such affrights no more,
Lest what I made, I uncreate;
Let fools thy mystic forms adore,
I’ll know thee in thy mortal state;
Wise poets that wrapp’d Truth in tales,
Knew her themselves, through all her veils.



John Suckling / El amante fiel

¡Vaya! He amado
tres días enteros seguidos;
y quizás ame tres más
si el clima es bueno.

El Tiempo mudará las plumas de sus alas
antes de hallar de nuevo
en todo el ancho mundo
un amante así de fiel.

Pero lo odioso en eso es,
no merezco elogio alguno:
el Amor no habría hecho un alto en mí
si fuera otra y no ella.

Si fuera otra y no ella,
y ese rostro exactamente,
en su lugar habría
cuando menos diez docenas.

John Suckling, Inglaterra, 1609-1642
Versión © Gerardo Gambolini


The Constant Lover

Out upon it! I have loved
Three whole days together;
And am like to love three more,
If it prove fair weather.

Time shall molt away his wings
Ere he shall discover
In the whole wide world again
Such a constant lover.

But the spite on't is, no praise
Is due at all to me:
Love with me had made no stay,
Had it any been but she.

Had it any been but she,
And that very, very face,
There had been at least ere this
A dozen dozen in her place.



D. H. Lawrence / ¡No, Mr. Lawrence!

¡No, Mr. Lawrence, no es así!
Yo sé algo del amor,
no me molesta decirle.
Más que usted, a lo mejor.

Y lo que sé es que usted
exagera su encanto, su beldad.
No es así. Usted lo falsea, ¿sabía?
Es bastante aburrido, en realidad.

David Herbert Lawrence, Gran Bretaña, 1885-1930
Versión © Gerardo Gambolini

No! Mr Lawrence!

No, Mr Lawrence, it’s not like that!
I don’t mind telling you
I know a thing or two about love,
perhaps more than you do.

And what I know is that you make it
too nice, too beautiful.
It’s not like that, you know; you fake it.
It’s really rather dull.

martes, 28 de septiembre de 2010

Dos canciones anónimas españolas


Cuando yo era ladrón en los montes Pirineos

Cuando yo era ladrón en los montes Pirineos
lo primero que robé fueron unos ojos negros,
fueron unos ojos negros en una cara morena,
la vida me ha de costar si no me caso con ella.

Si no me caso con ella, Rosita de Alejandría,
que vengo de noche a verte porque no puedo de día,
porque no puedo de día, porque me voy al trabajo
en la ventana de arriba y en la ventana de abajo.

En la ventana de abajo abajo y en la ventana de arriba
tengo yo los mis amores, Rosita de Alejandría,
Rosita de Alejandría, Rosita de los rosales,
si no me caso contigo me marcharé a Buenos Aires.

“Si te vas a Buenos Aires, ¿con quién voy a quedar yo?”
“Con tus padres y los míos, pa’ setiembre vuelvo yo.”
“Cuando vuelvas pa’ setiembre, ya no me conocerás,
que mata más una pena que una grave enfermedad.

“Si el mar se volviera tinta y la tierra papelones,
no se podría escribir lo malos que son los hombres,
lo malos que son los hombres, lo digo porque lo sé,
si alguno me está escuchando, también lo digo por él.”

Anónima, tomado de El Calendario del Pueblo, vol. 2
interpretada por Joaquín Díaz
imagen: Tolosa, 1844


La dama y el pastor


“Pastor que andas por el monte tendido por esas grañas,
pa’ que no te pique el sol, sí, sí, pastor, ven conmigo a mi cabaña.”
Contesta el buen del pastor, “A tu cabaña ir no quiero,
tengo el ganado en el monte, sí, sí, adiós, voy a subir a por ello.”

“Pastor que está acostumbrado y a comer pan de centeno,
si te casaras conmigo, sí, sí, pastor, comerías trigo bueno.”
Contesta el buen del pastor, “Al buen hambre no hay pan negro,
tengo el ganado en el monte, sí, sí, adiós, voy a subir a por ello.”

“Si quieres venir conmigo y el domigo por la tarde,
si quieres venir conmigo, sí, sí, pastor, podemos echar un baile.”
Contesta el buen del pastor, “Contigo bailar no quiero,
tengo el ganado en el monte, sí, sí, adiós, voy a subir a por ello.”

Anónima, tomado de El Calendario del Pueblo, vol. 2
interpretada por Celestino Martín

sábado, 25 de septiembre de 2010

D. H. Lawrence / 3 poemas


Lucifer

Los ángeles siguen brillando, aunque el más brillante cayó.
Pero díganme, díganme, ¿cómo saben
que perdió todo su brillo en la caída?
En las azules profundidades, bajo capas y capas de oscuridad,
lo veo moverse como el rubí, un destello desde dentro
de su propia magnificiencia,
venir como el rubí en la invisible negrura, brillando
con su propia anunciación, hacia nosotros.

David Herbert Lawrence, Gran Bretaña, 1885-1930
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Lucifer, grabado en madera de Peulot, 1891


Lucifer

Angels are bright still, though the brightest fell.
But tell me, tell me, how do you know
he lost any of his brightness in the falling?
In the dark-blue depths, under layers and layers of darkness,
I see him more like the ruby, a gleam from within
of his own magnificence,
coming like the ruby in the invisible dark, glowing
with his own annunciation, towards us.


Fuego

El fuego es más caro para nosotros que el amor o la comida,
caliente, excitante, pero quema si lo tocas.

Lo que debemos hacer
no es sumar nuestro amor ni nuestra buena voluntad ni nada de eso,
porque seguro incluiremos un montón de mentiras,
sino nuestro fuego, nuestro fuego elemental,
para que se eleve de golpe en una enorme llama como un falo que
penetra en el espacio
y fecunda el cenit y el nadir
y lanza millones de chispas de átomos nuevos
y nos chamusca, e incendia la casa.

David Herbert Lawrence, Gran Bretaña, 1885-1930
Versión © Gerardo Gambolini



Fire

Fire is dearer to us than love or food,
hot, hurrying, yet it burns if you touch it.

What we ought to do
is not add our love together, or our goodwill, or any of that,
for we're sure to bring in a lot of lies,
but our fire, our elemental fire
so that it rushes up in a huge blaze like a phallus into hollow space
and fecundates the zenith and the nadir
and sends off millions of sparks of new atoms
and singes us, and burns the house down.



Anaxágoras

Cuando Anaxágoras dice: ¡Hasta la nieve es negra!
los científicos lo toman muy en serio
porque está enunciando un ‘principio’, una ‘ley’ —
que todas las cosas son compuestas, y por lo tanto la más pura nieve blanca
tiene en ella un elemento de negrura.

A eso lo llaman ciencia, y realidad.
Yo lo llamo vanidad mental y fraude
y tonterías, porque la nieve pura es blanca para nosotros
blanca y blanca y sólo blanca
con una encantadora eclosión de blancura en el blanco
en el que el alma se deleita y los sentidos
experimentan la dicha.

Y la vida es para el goce, y la dicha
y el temor, y la oscura, arrolladora amenaza del final.
Luego otra vez el brillante amanecer del regocijo
ante la pura nieve blanca, o la luna suspendida.

Y a la caída del sol la nieve es azul, tan fríamente azul
con un toque de los pétalos helados de la flor de Scilla
pero nunca la sombra de un reflejo del negro fúnebre de Anaxágoras.

David Herbert Lawrence, Gran Bretaña, 1885-1930
Versión © Gerardo Gambolini


Anaxagoras

When Anaxagoras says: The snow is black!
he is taken by the scientists very seriously
because he is enunciating a ‘principle’, a ‘law’
that all things are mixed, and therefore the purest white snow
has in it an element of blackness.

That they call science, and reality.
I call it mental conceit and mystification
and nonsense, for pure snow is white to us
white and white and only white
with a lovely bloom of whiteness upon white
in which the soul delights and the senses
have an experience of bliss.

And life is for delight, and for bliss
and dread, and the dark, rolling ominousness of doom
then the bright dawning of delight again
from off the sheer white snow, or the poisoned moon.

And in the shadow of the sun the snow is blue, so blue-aloof
with a hint of the frozen bells of the scylla flower
But never the ghost of a glimpse of Anaxagoras’ funeral black.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Mario Trejo


A un peronista

Este hombre conocía todos los amaneceres del mundo.
La cara recién afeitada rumbo al trabajo
el paso miserable y caviloso
del borracho que volvía.

En esos límites había visto
el brillo fugaz e inatacable
del cuchillo que se hunde en la ingle.
Había visto correr la sangre lúcida y espesa
chupada por la ropa.
Conoció la bravura y el miedo
la debilidad que te aprieta el estómago
y el odio en los ojos abiertos y ciegos.

Este hombre creyó porque lo necesitaba.
Creyó creer porque el país se lo reclamaba.
Este hombre fue convocado por banderas y bombos
y también fue a gritar sin que lo llamaran
atravesando un diluvio.
Respiraba la ilusión de su libertad
y ante sus ganas todos los espacios se hacían cívicos.
Resistió en plazas y aeropuertos y le tocó ver y sufrir
una matanza colectiva en un día que él soñó feliz.
Volvió a atravesar el barro y la lluvia
soportó días y noches sin dormir
siempre bajo la lluvia para decirle adiós a Evita y al Viejo.

Este hombre tiene derecho a estar equivocado.
Este hombre tiene todos los deberes de quien se ha equivocado.

Mario Trejo, Buenos Aires, 1926
imagen: Motivo de puerto, Benito Quinquela Martín

viernes, 10 de septiembre de 2010

Wislawa Szymborska



Despedida de un paisaje


No le reprocho a la primavera
que llegue de nuevo.
No me quejo de que cumpla
como todos los años
con sus obligaciones.

Comprendo que mi tristeza
no frenará la hierba.
Si los tallos vacilan
será sólo por el viento.

No me causa dolor
que los sotos de alisos
recuperen su murmullo.

Me doy por enterada
de que, como si vivieras,
la orilla de cierto lago
es tan bella como era.

No le guardo rencor
a la vista por la vista
de una bahía deslumbrante.

Puedo incluso imaginarme
que otros, no nosotros,
estén sentados ahora mismo
sobre el abedul derribado.

Respeto su derecho
a reír, a susurrar
y a quedarse felices en silencio.

Supongo incluso
que los une el amor
y que él la abraza a ella
con brazos llenos de vida.

Algo nuevo, como un trino,
comienza a gorgotear entre los juncos.
Sinceramente les deseo
que lo escuchen.

No exijo ningún cambio
de las olas a la orilla,
ligeras o perezosas,
pero nunca obedientes.
Nada le pido
a las aguas junto al bosque,
a veces esmeralda,
a veces zafiro,
a veces negras.

Una cosa no acepto.
Volver a ese lugar.
Renuncio al privilegio
de la presencia.
Te he sobrevivido suficiente
como para recordar desde lejos.

Wislawa Szymborska, Kórnik, Polonia, 1923
De Fin y principio, 1993
Versión de Gerardo Beltrán


lunes, 6 de septiembre de 2010

Pablo de Rokha


Genio y Figura

a Winétt

Yo soy como el fracaso total del mundo, ¡oh, Pueblos!
El canto frente a frente al mismo Satanás,
dialoga con la ciencia tremenda de los muertos,
y mi dolor chorrea de sangre la ciudad.
Aún mis días son restos de enormes muebles viejos,
anoche “Dios” llevaba entre mundos que van
así, mi niña, solos, y tú dices: te quiero
cuando hablas con tu Pablo, sin oírle jamás.
El hombre y la mujer tienen olor a tumba,
El cuerpo se me cae sobre la tierra bruta
Lo mismo que el ataúd rojo del infeliz.
Enemigo total, aúllo por los barrios,
un espanto más bárbaro, más bárbaro, más bárbaro
que el hipo de cien perros botados a morir.

Pablo de Rokha, Chile, 1894-1968
imagen: s/d



Poeta de Provincia

Parezco un gran murciélago tremendo,
lengua del mundo a una edad remota,
con un balazo en la garganta, ardiendo
y rugiendo de horror la forma ignota.

Provincias de polillas en lo horrendo
que se desangra en lluvias gota a gota,
y es una trial frazada del estruendo
o un piano negro con la lengua rota.

Definitivamente masculino,
me he de encontrar con el puñal talquino
en el desván de las calles malditas.

Sólo contra la luna, dificulto
que haya un varón en los antiguos cultos
con un cacho de heridas más bonitas.

Pablo de Rokha, Chile, 1894-1968

lunes, 30 de agosto de 2010

Walt Whitman


3

He oído lo que decían los charlatanes, su discurso
sobre el principio y el fin,
pero yo no hablo del principio ni del fin.

Nunca hubo otro inicio que el de ahora,
ni más juventud o vejez que las de ahora,
ni habrá nunca más consumación que la de ahora,
ni más cielo o más infierno que los de ahora.

Impulso, impulso e impulso,
siempre el impulso procreador del mundo.

De la penumbra salen los iguales contrarios, siempre
sustancia e incremento, siempre sexo,
siempre un tejido de identidad, siempre la distinción, siempre
una variedad de vida.

Elaborar es en vano, cultos e incultos lo intuyen por igual.

Seguros como lo más seguro, a plomo en los montantes, bien
trabados, afirmados en las vigas,
fuertes como el caballo, afectuosos, arrogantes, eléctricos,
aquí estamos, yo y este misterio.

Transparente y dulce es mi alma, como es transparente y dulce
todo lo que no es mi alma.

Si falta una cosa faltan ambas, y lo invisible se prueba por lo visto,
hasta que esto se vuelve invisible y a su vez es probado.

Mostrando lo mejor y separando lo peor, la vejez hostiga a la
vejez — conociendo la perfecta adecuación y justicia de las cosas,
mientras ellos discuten yo guardo silencio, y voy a bañarme y admirarme.

Grato es cada órgano y cada atributo mío, y de cualquier hombre
limpio y saludable,
ni una pulgada o la partícula de una pulgada es despreciable, y
ninguna será menos familiar que las demás.

Estoy satisfecho — miro, bailo, río, canto;
cuando el acariciante y cariñoso compañero de lecho duerma a mi lado toda la noche
y al asomar el día se vaya con paso sigiloso
dejándome cestas tapadas con paños blancos que llenen la casa
con su abundancia,
¿retardaré mi aceptación y conciencia y les gritaré a mis ojos
que dejen de mirar de arriba abajo el camino
y que en el acto calculen y me muestren
exactamente el valor de uno y exactamente el valor de dos,
y cuál va a la cabeza?

Walt Whitman, Estados Unidos, 1819-1892
de Song to Myself
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Walt Whitman, por Rick Bartow



3

I have heard what the talkers were talking, the talk of the beginning and the end
But I do not talk of the beginning or the end.
There was never any more inception than there is now,
Nor any more youth or age than there is now,
And will never be any more perfection than there is now,
Nor any more heaven or hell than there is now.

Urge and urge and urge,
Always the procreant urge of the world.
Out of the dimness opposite equals advance, always substance and increase, always sex,
Always a knit of identity, always distinction, always a breed of life.
To elaborate is no avail, learn'd and unlearn'd feel that it is so.

Sure as the most certain sure, plumb in the uprights, well entretied, braced in the beams,
Stout as a horse, affectionate, haughty, electrical,
I and this mystery here we stand.

Clear and sweet is my soul, and clear and sweet is all that is not my soul.

Lack one lacks both, and the unseen is proved by the seen,
Till that becomes unseen and receives proof in its turn.

Showing the best and dividing it from the worst age vexes age,
Knowing the perfect fitness and equanimity of things, while they discuss I am silent, and go bathe and admire myself.

Welcome is every organ and attribute of me, and of any man hearty and clean,
Not an inch nor a particle of an inch is vile, and none shall be less familiar than the rest.

I am satisfied — I see, dance, laugh, sing;
As the hugging and loving bed-fellow sleeps at my side through the night, and withdraws at the peep of the day with stealthy tread.
Leaving me baskets cover'd with white towels swelling the house with their plenty,
Shall I postpone my acceptation and realization and scream at my eyes,
That they turn from gazing after and down the road,
And forthwith cipher and show me to a cent,
Exactly the value of one and exactly the value of two, and which is ahead?

lunes, 23 de agosto de 2010

Esteban Moore


“Pronto, no lo volverás a ver”

el sol arde en los rastrojos de trigo
rebota en la ruta
forma espejismos en la distancia
estamos saliendo de la curva antes del cruce de la laguna
la cupé se afirma en la larga recta
repentinamente mi padre comienza a bombear los frenos
antes de clavarlos
las cintas chillaron en las campanas
las gomas quemaron caucho
y casi me golpeo contra el parabrisas
cuando con un volantazo firme
bajó a la banquina poceada
casi gritando: “Mirá eso, pronto no lo volverás a ver...”
Eran Martín Gálvez y Degregori – el viejo como le decía Cancela
reseros de oficio
que montados en caballos bien mantenidos
– un colorado de troncos negros y un tobiano
arreaban por la cuenta una tropa de vacas gordas
– 30 y pico o quizás 40
– algunas machorras en el lote
“las llevan a lo de Cardoner...
hoy hay remate especial...”
dijo mi padre al tiempo que levantaba su brazo para saludarlos
luego de ser correspondido
se calzó con firmeza el panamá de ala angosta
acarició dos o tres veces con la punta de la bota gastada
el acelerador de la Chrysler
... una baturé descapotable del 36 – 6 en línea – con radiador de aceite
y llantas de rayos
que rugió ronca antes de morder nuevamente
el concreto de la 205
primera... segunda el bramido del motor flotaba puro
en la mañana caliente
tocó la palanca de cambios – punto muerto – aceleró en vacío
antes de enganchar la directa
me da un golpe de vista y comenta satisfecho que estaba
tirando los cambios sin usar
el embrague
clava los ojos en el cemento y el cielo de nuestro horizonte inmediato...
.... y nos perdemos hacia el futuro

Esteban Moore, Buenos Aires, Argentina, 1952
imagen: Ruta 205

lunes, 16 de agosto de 2010

Fernando Herrera Gómez


Jardines del Nilo

Aquella tarde
al salir del Museo Egipcio
en el Cairo
¿cómo me dejé guiar por aquel timador
por entre alfombras y espejos
en la tienda de perfumes?
En mi brazo quedaron
húmedas franjas de aroma
mientras el vendedor
de mirada aviesa
hablaba de flores y de granjas
a orillas del Nilo
–Tiernas violetas del amanecer
maceradas con espliego
y algo de azahar
recogido bajo la luz de la luna en primavera–
Estratagemas que esgrimía el comerciante
para venderme
el tenue recuerdo de esa tarde
que hoy recobro
en los jardines encantados de tu pecho

Fernando Herrera Gómez, Medellín, Colombia, 1958
imagen: Stephen J. Howes, Along the Nile



El ruego

Minero fueron mis mayores
Y por defender sus minas
Se adentraron en los socavones sombríos
De las leyes
Y por las leyes herrumbrosas
Llegué yo a las intrincadas galerías del idioma
Buscando siempre un esplendor
En lo hondo de la tierra oscura

Señor
concédeme en un verso

–a mí que con poca modestia
pretendo ser el amanuense de los míos–

Ese oro verdadero
que mi sangre ha perseguido por siglos

Fernando Herrera Gómez, Medellín, Colombia, 1958

viernes, 13 de agosto de 2010

Cesare Pavese


Mañana

La ventana entornada contiene un rostro
sobre el campo del mar. Los vagos cabellos
acompañan el tierno ritmo del mar.

Los recuerdos no existen sobre este rostro.
Sólo una sombra que huye, como de nube.
La sombra es húmeda y dulce como la arena
de una cavidad intacta, bajo el crepúsculo.
No hay recuerdos. Solamente un susurro
que es la voz del mar hecha recuerdo.

En el ocaso el agua débil del alba
que se embebe de luz aclara el rostro.
Cada día es un milagro sin tiempo
bajo el sol: una luz salobre lo impregna
y un sabor de fruto marino vivo.
No existen recuerdos sobre este rostro.

No existe una palabra que lo contenga
o lo una a las cosas pasadas. Ayer
se esfumó de la breve ventana como
se desvanecerá dentro de poco, sin tristeza
ni palabras humanas sobre el campo del mar.

Cesare Pavese, Italia, 1908-1950
traducción de Horacio Armani
imagen: s/d



Mattino

La finestra socchiusa contiene un volto
sopra il campo del mare. I capelli vaghi
accompagnano il tenero ritmo del mare.

Non ci sono ricordi su questo viso.
Solo un ombra fuggevole, come di nube.
L’ombra è umida e dolce come la sabbia
di una cavità intatta, sotto il crepuscolo.
Non ci sono ricordi. Solo un sussurro
che è la voce del mare fatta ricordo.

Nel crepuscolo l’acqua molle dell’alba
che s’imbeve di luce, rischiara il viso.
Ogni giorno è un miracolo senza tempo,
sotto il sole: una luce salsa l’impregna
e un sapore di frutto marino vivo.
Non esiste ricordo su questo viso.

Non esiste parola che lo contenga
o accomuni alle cose passate. Ieri,
dalla breve finestra è svanito come
svanirà tra un istante, senza tristezza
né parole umane, sul campo del mare.



Nocturno

La colina es nocturna en el cielo claro.
Allí se enmarca tu cabeza, que mueve apenas
y acompaña ese cielo. Eres como una nube
entrevista entre ramas. En los ojos te ríe
la extrañeza de un cielo que no es el tuyo.

La colina de tierra y de hojas encierra
con su masa negra tu vivo mirar;
tu boca tiene el pliegue de una dulce hondonada
entre costas lejanas. Pareces jugar
bajo la gran colina y el claror del cielo:
para agradarme repites el paisaje antiguo
y lo vuelves más puro.

Pero vives en otra parte.
Tu tierna sangre se hizo en otra parte.
Las palabras que dices no se avienen
con la ápera tristeza de este cielo.
No eres más que una nube dulcísima, blanca,
enredada una noche entre ramas antiguas.

Cesare Pavese, Italia, 1908-1950
traducción de Horacio Armani


Notturno

La collina è notturna, nel cielo chiaro.
Vi s'inquadra il tuo capo, che muove appena
e accompagna quel cielo. Sei come una nube
intravista fra i rami. Ti ride negli occhi
la stranezza di un cielo che non è il tuo.

La collina di terra e di foglie chiude
con la massa nera il tuo vivo guardare,
la tua bocca ha la piega di un dolce incavo
tra le coste lontane. Sembri giocare
alla grande collina e al chiarore del cielo:
per piacermi ripeti lo sfondo antico
e lo rendi più puro.

Ma vivi altrove.
Il tuo tenero sangue si è fatto altrove.
Le parole che dici non hanno riscontro
con la scabra tristezza di questo cielo.
Tu non sei che una nube dolcissima, bianca
impigliata una notte fra i rami antichi.

jueves, 5 de agosto de 2010

Bassam Hajjar


Las carreras del dolor

Ponte en marcha, si aún es posible ir.

Llévate la blancura de las paredes, el cobre de los potes
y los silencios

del paseo en las avenidas. Llévate los visitantes del
aburrimiento,

los deseos ciegos y el dinero artificial de las risas. Me he
curado

de mi tristeza y he enterrado sus cenizas en la grava.

La rechacé y la sepulté en las piedras. Curado de mi
esperanza

de curarme, la llevo en mí como una inflamación del
cerebro

o una hinchazón de los párpados.

Me he curado de tu amor. Ahora puedo vivir.


Otro hombre

¿Todo se acaba de verdad?
Dejan las copas y las sillas
y yo me quedo aquí, solo
para apagar la luz y dormir.

¿Y si están escondidos detrás de las puertas
o detrás de las paredes,
esperando?
¿Y si, después de que yo cierre los ojos
la noche comienza en mi ausencia?

Bassam Hajjar (1955, Líbano).
Traducción de Joumana Haddad

martes, 3 de agosto de 2010

William Ospina


Lope de Aguirre

Yo vine a la conquista de la selva, y la selva me ha conquistado.
Aparto con las manos los enormes ramajes,
Miro a solas las encendidas flores con forma de pájaros,
La extrema contorsión de la serpiente herida
Que las nubes parecen reflejar en el cielo.

Nada es piedad aquí, nada es dulzura.
¿Si son crueles los monjes en los penumbrosos claustros de España,
Si son degolladores los reyes y envenenadoras las reinas
En sus artísticos salones llenos de lienzos y de lámparas,
Si son perversos los obispos y lascivos los papas
En la nube de mármol de sus tronos romanos,
Si son despiadados los clérigos, que leyeron a Homero y a Séneca,
Si son salvajes los capitanes que comen la carne cocida,
Salpicada de jerez y de orégano,
Si bajo Europa entera aúllan las mazmorras,
Cómo puedo ser manso en estas tierras,
Ceñido por las selvas impracticables,
Lejos de esos palacios tapizados por la letra y la música?

He decidido ser un tigre.
La selva invade el alma como un vino.
Aquí no hay bien ni mal sino el zarpazo,
La rauda flecha del halcón hacia la comadreja de aguas,
El estupor del conejo salvaje ante el bostezo de la enorme serpiente,
El salto de la hormiga roja escapando un instante de las fauces de la salamandra,
La innumerable y cíclica y recíproca voracidad
De la gran selva de oscuros dioses que se alimenta de sí misma como un dragón de fiebre.

El rey está muy lejos, gobernando sus yermos de Castilla,
Sus puertos que miran al África, sus chambelanes obsequiosos,
Sus espejos prietos de cortesanos, sus olivares retorcidos como doctrinas,
Su orgullo salpicado de galeones, sus panoplias marchitas (en cada daga sangre de un viejo amigo)
Y la tierra gime de leones españoles desde el río Sacramento hasta los arrozales de Manila,
Desde las charcas fétidas del infierno hasta las últimas plumas de los ángeles.
El rey es rey del mundo, pero la selva es mía,
Y ese ojeroso príncipe de piel de cera y manos puntiagudas
No podría avanzar con sus tacones de nácar por estos riscos de tristeza
Donde la carne pierde toda esperanza;
No podría aventar con sus abanicos de pavo real
En los húmedos aires a estos mosquitos rojos que prodigan la fiebre,
No hundiría jamás sus tobillos lechosos
En los pantanos infestados de dientes.

Déjame a mí el palacio de estos atardeceres de tormento que se parecen a mi alma,
Donde bestiales tropas me adoran de miedo,
Donde debo mirarlos como un buitre para que no me maten,
Donde los últimos ángeles de mi infancia se descomponen en las ciénagas tibias,
Donde los hombres solos, desprendidos del barco de los siglos, aprender a ser crueles,
A combatir el cielo a dentelladas, a recelar en el amor la emboscada.

Selva monumental, aire de flechas súbitas,
Humaredas que traen olor de extrañas carnes,
Ancianos indios extasiados de ojos amarillos
Que miran como reyes o santos las vacías regiones del cielo;
Y diente de jaguar para la suerte,
Y montones de rojas semillas maceradas que me harán fértil,
Y los senos oscuros que penden como frutos,
Y la rana que se hunde en su reflejo, y bóvedas de frondas meciéndose en el agua.

Descendemos gritando por los ríos violentos en barcazas pesadas de odio;
Sé que al darles la espalda, estos hombres me miran como perros,
Sé que estoy afilando el cuchillo que pasarán por mi garganta.

Hemos dejado un rastro de cadáveres desde las sierras de Mérida,
Por los llanos resecos, por las enloquecidas serranías,
Un rastro de caseríos en llamas, alaridos de madres ya sin destino,
Rostros atónitos debajo del agua que un remo empuja hacia el fondo,
Pero qué puedo hacer si la selva me ha trastornado,
Me reveló las bestias que habitaban mi carne,
Si sólo sé mandar y codiciar todo lo que pueda ser mío
Y aquí cada ramaje se opone a mis designios;
Qué puedo hacer sino amasar el oro de estos pueblos brutales,
Y ser el rey de sangre de estas tardes de lástima,
Y poner al tucán de pico extravagante sobre mi hombro,
Y coronar de flores como incendios mi cabeza aturdida,
Y declarar la guerra a las escuadras imperiales que cubren los océanos,
Con esta voz que grita en la selva y que jamás los alcanza,
Y ser el rey de ultrajes de estos soldados rencorosos
Hasta que sus cuchillos se apiaden.

William Ospina, Colombia, 1954.
imagen: Klaus Kinski en Aguirre, la ira de Dios

viernes, 30 de julio de 2010

Jorge Manrique


Coplas de Jorge Manrique por la muerte de su padre (fragmentos)

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.

[...] Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que cuando morimos
descansamos.

[...] Decidme: la hermosura,
la gentil frescura y tez
de la cara,
el color y la blancura,
cuando viene la vejez,
¿cuál se para?
Las mañas y ligereza
y la fuerza corporal
de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega al arrabal
de senectud.

[...] Los placeres y dulzores
de esta vida trabajada
que tenemos,
no son sino corredores,
y la muerte, la celada
en que caemos.
No mirando nuestro daño,
corremos a rienda suelta
sin parar;
desque vemos el engaño
y queremos dar la vuelta,
no hay lugar.

[...] Esos reyes poderosos
que vemos por escrituras
ya pasadas,
por casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
trastornadas;
así que no hay cosa fuerte,
que a papas y emperadores
y prelados,
así los trata la muerte
como a los pobres pastores
de ganados.

[...] ¿Qué se hizo el rey don Juan?
Los infantes de Aragón
¿qué se hicieron?
¿Qué fue de tanto galán,
qué fue de tanta invención
como trajeron?
Las justas y los torneos,
paramentos, bordaduras
y cimeras,
¿fueron sino devaneos?
¿qué fueron sino verduras
de las eras?

........

[...] Después de puesta la vida
tantas veces por su ley
al tablero;
después de tan bien servida
la corona de su rey
verdadero:
después de tanta hazaña
a que no puede bastar
cuenta cierta,
en la su villa de Ocaña
vino la muerte a llamar
a su puerta,

diciendo: «Buen caballero,
dejad el mundo engañoso
y su halago;
vuestro corazón de acero,
muestre su esfuerzo famoso
en este trago;
y pues de vida y salud
hicisteis tan poca cuenta
por la fama,
esfuércese la virtud
para sufrir esta afrenta
que os llama.

[...] Así, con tal entender,
todos sentidos humanos
conservados,
cercado de su mujer
y de sus hijos y hermanos
y criados,
dio el alma a quien se la dio
(en cual la dio en el cielo
en su gloria),
que aunque la vida perdió
dejónos harto consuelo
su memoria.

Jorge Manrique, España, 1440-1479
imagen: s/d

lunes, 26 de julio de 2010

Ezra Pound


Portrait d’une femme

Tu mente y tú son nuestro Mar de los Sargazos;
en estos veinte años, Londres ha pasado por ti
y barcos brillantes te dejaron esto en pago:
ideas, rumores, restos de todo,
raras balizas de saber y ajados objetos de valor.
Grandes intelectos te buscaron, a falta de otra.
Fuiste segunda siempre. ¿Trágico?
No. Lo preferías a lo habitual:
un esposo insulso y aburrido, sumiso,
un espíritu mediocre, con una idea menos cada año.
Oh, eres paciente, te he visto sentada largas horas
donde algo podría haber surgido.
Y ahora pagas tú. Sí, pagas con largueza.
Eres alguien de cierto interés; uno llega a ti
y se lleva una ganancia singular:
trofeos rescatados, alguna curiosa sugerencia,
un dato que no conduce a nada, y uno o dos relatos
llenos de mandrágoras o de alguna otra cosa
que podría ser útil pero que nunca lo es,
que jamás encaja en una esquina ni muestra aplicación,
ni halla su hora en el telar de los días;
la dañada, vistosa, magnífica pieza antigua,
ídolos y ámbar gris y raras incrustacione:
esas son tus riquezas, tu gran acopio; y sin embargo,
a pesar de ese tesoro marino de cosas caducas,
extrañas maderas semi-hinchadas, y baratijas nuevas y brillantes,
en el lento fluctuar de la luz intensa y diferida
¡no hay nada! nada en todo eso
que sea enteramente tuyo.
Pero eso eres tú.

Ezra Loomis Pound, Idaho, Estados Unidos, 1885 –Venecia, Italia, 1972
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Ezra Pound



Portrait d’une femme

Your mind and you are our Sargasso Sea,
London has swept about you this score years
And bright ships left you this or that in fee:
Ideas, old gossip, oddments of all things,
Strange spars of knowledge and dimmed wares of price.
Great minds have sought you - lacking someone else.
You have been second always. Tragical?
No. You preferred it to the usual thing:
One dull man, dulling and uxorious,
One average mind - with one thought less, each year.
Oh, you are patient, I have seen you sit
Hours, where something might have floated up.
And now you pay one. Yes, you richly pay.
You are a person of some interest, one comes to you
And takes strange gain away:
Trophies fished up; some curious suggestion;
Fact that leads nowhere; and a tale for two,
Pregnant with mandrakes, or with something else
That might prove useful and yet never proves,
That never fits a corner or shows use,
Or finds its hour upon the loom of days:
The tarnished, gaudy, wonderful old work;
Idols and ambergris and rare inlays,
These are your riches, your great store; and yet
For all this sea-hoard of deciduous things,
Strange woods half sodden, and new brighter stuff:
In the slow float of differing light and deep,
No! there is nothing! In the whole and all,
Nothing that's quite your own.
Yet this is you.

viernes, 23 de julio de 2010

Roy Fuller



Ferry

Las ideas más viejas y sencillas
surgen con la antiquísima luna:
que ella esmalta bajo su esfera
a hombres y artillería,
gargantas y párpados y pelo
rígidos en el amor y en la guerra;
que eso ha ocurrido antes.

Y que el hombre solitario
alza la cabeza y se estremece
con la clara percepción de la locura,
del estado y la edad de su planeta
–donde sea que se pare entre los hombres,
cual sea su conjunto de principios–,
del momento crucial y prolongado.

Esta noche la luna se ha elevado
sobre un puerto apacible,
entre hierros retorcidos y trabajo,
alumbrando los barcos semihundidos.
Oh, el abismo fatal seguro
está más cerca, ¿los pasos furibundos
más veloces? El plateado se aparta a la deriva

del ángulo de la estela:
la luna inunda los rostros.
El momento ha pasado: las fuerzas
que controlan la naturaleza leonina
miran por los ojos y preguntan:
¿puedes creer en un futuro
dejado solamente a la roca y la criatura?

Roy Fuller, Lancashire, Inglaterra, 1912-1991
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d



Harbour Ferry

The oldest and simplest thoughts
Rise with the antique moon:
How she enamels men
And artillery under her sphere,
Eyelids and hair and throats
Rigid in love and in war;
How this has happened before.

And how the lonely man
Raises his head and shudders
With a brilliant sense of the madness,
The age and shape of his planet,
Wherever his human hand,
Whatever his set of tenets,
The long and crucial minute.

To-night the moon has risen
Over a quiet harbour,
Through twisted iron and labour,
Lighting the hal-drowned ships.
Oh surely the fatal chasm
Is closer, the furious steps
Swifter? The silver drips

From the angle of the wake:
The moon is flooding the faces.
The moment is over: the forces
Controlling the lion nature
Look out of the eyes and speak:
Can you believe in a future
Left only to rock and creature?



miércoles, 21 de julio de 2010

Violeta Parra


Run Run se fue pa’l norte

En un carro de olvido, antes de aclarar,
de una estación del tiempo, decidido a rodar
Run Run se fue pa'l Norte, no sé cuándo vendrá.
Vendrá para el cumpleaños de nuestra soledad.

A los tres días, carta con letra de coral,
me dice que su viaje se alarga más y más,
se va de Antofagasta sin dar una señal,
y cuenta una aventura que paso a deletrear
Ay ay ay de mí.

Al medio de un gentío que tuvo que afrontar,
un trasbordo por culpa del último huracán,
en un puerto quebrado cerca de Vallenar,
con una cruz al hombro Run Run debió cruzar.

Run Run siguió su viaje, llegó al Tamarugal.
Sentado en una piedra se puso a divagar,
que si esto que lo otro, que nunca que además,
que la vida es mentira, que la muerte es verdad.
Ay ay ay de mí.

La cosa es que una alforja se puso a trajinar,
sacó papel y tinta, un recuerdo quizás,
sin pena ni alegría, sin gloria ni piedad,
sin rabia ni amargura, sin hiel ni libertad.

Vacía como el hueco del mundo terrenal,
Run Run mandó su carta por mandarla no más.
Run Run se fue pa'l Norte, yo me quedé en el Sur,
al medio hay un abismo sin música ni luz.
Ay ay ay de mí.

El calendario afloja por las ruedas del tren,
los números del año sobre el filo del riel.
Más vueltas dan los fierros, más nubes en el mes,
más largos son los rieles, más agrio es el después.

Run-Run se fue pa'l Norte, qué le vamos a hacer,
así es la vida entonces, espinas de Israel,
amor crucificado, corona del desdén,
los clavos del martirio, el vinagre y la hiel.
Ay ay ay de mí.


Maldigo del alto cielo

Maldigo del alto cielo la estrella con su reflejo,
maldigo los azulejos, destellos del arroyuelo,
maldigo del bajo suelo la piedra con su contorno,
maldigo el fuego del horno porque mi alma está de luto,
maldigo los estatutos del tiempo con sus bochornos,
¡cuánto será mi dolor!

Maldigo la cordillera de los Andes y La Costa,
maldigo, señor, la angosta y larga faja de tierra,
también la paz y la guerra, lo franco y lo veleidoso,
maldigo lo perfumoso porque mi anhelo está muerto,
maldigo todo lo cierto y lo falso con lo dudoso,
¡cuánto será mi dolor!

Maldigo la primavera con sus jardines en flor
y del otoño el color, yo lo maldigo de veras;
a la nube pasajera la maldigo tanto y tanto
porque me asiste un quebranto. Maldigo el invierno entero
con el verano embustero, maldigo profano y santo,
¡cuánto será mi dolor!

Maldigo a la solitaria figura de la bandera,
maldigo cualquier emblema, la Venus y la Araucaria,
el trino de la canaria, el cosmos y sus planetas,
la tierra y todas sus grietas porque me aqueja un pesar,
maldigo del ancho mar sus puertos y sus caletas,
¡cuánto será mi dolor!

Maldigo luna y paisaje, los valles y los desiertos,
maldigo muerto por muerto y el vivo de rey a paje,
el ave con su plumaje, yo la maldigo a porfía,
las aulas, las sacristías porque me aflige un dolor,
maldigo el vocablo amor con toda su porquería,
¡cuánto será mi dolor!

Maldigo por fin lo blanco, lo negro con lo amarillo,
obispos y monaguillos, ministros y predicandos
yo los maldigo llorando; lo libre y lo prisionero,
lo dulce y lo pendenciero, le pongo mi maldición
en griego y en español por culpa de un traicionero,
¡cuánto será mi dolor!

Violeta Parra, Chile, 1917-1967
imagen: Violeta Parra

domingo, 18 de julio de 2010

Pablo Neruda


Walking around

Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
navegando en un agua de origen y ceniza.

El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.

Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.

Sin embargo sería delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío.

No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tripas mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.

No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos,
aterido, muriéndome de pena.

Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.

Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.

Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
hay espejos
que debieran haber llorado de vergüenza y espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.

Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran lentas lágrimas sucias.

Pablo Neruda, Chile, 1904-1973
imagen: s/d

viernes, 16 de julio de 2010

William Butler Yeats


Fugaces

“Tus ojos que antes nunca se cansaban de los míos
se abaten de pena bajo tus párpados trémulos
porque se apaga nuestro amor.”
Y dice ella:
“Aunque se apague nuestro amor, vayamos
a la orilla solitaria del lago una vez más,
juntos a esa hora de quietud en que se duerme
esa pobre criatura cansada, la pasión.
¡Qué lejanas parecen las estrellas, y qué lejano
nuestro primer beso, y qué viejo, ay, mi corazón!

Pensativos caminaban entre las hojas marchitas,
mientras él, cuya mano tomaba la de ella, repuso lentamente:
“La pasión a menudo consumió nuestros errantes corazones.”

Los bosques los rodeaban, y las hojas amarillas
caían en la penumbra como débiles meteoritos, y en un momento
un conejo añoso rengueó por el camino;
el otoño se abatía sobre él; y entonces se detuvieron
a la orilla solitaria del lago una vez más:
al volverse, vio que ella se había echado
hojas muertas en el pecho y el cabello,
húmedas como sus ojos, recogidas en silencio.

“Oh, no lamentes”, dijo él,
“que estemos cansados, pues otros amores nos esperan;
odia y ama en horas sin descontento.
Ante nosotros aguarda la eternidad; nuestras almas
son amor, y una continua despedida.”

William Butler Yeats, Irlanda, 1865-1939
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Corot, Paisaje junto al lago



Ephemera

“Your eyes that once were never weary of mine
Are bowed in sorrow under pendulous lids,
Because our love is waning.”
And then She:
“Although our love is waning, let us stand
By the lone border of the lake once more,
Together in that hour of gentleness
When the poor tired child, passion, falls asleep.
How far away the stars seem, and how far
Is our first kiss, and ah, how old my heart!”

Pensive they paced along the faded leaves,
While slowly he whose hand held hers replied:
“Passion has often worn our wandering hearts.”

The woods were round them, and the yellow leaves
Fell like faint meteors in the gloom, and once
A rabbit old and lame limped down the path;
Autumn was over him: and now they stood
On the lone border of the lake once more:
Turning, he saw that she had thrust dead leaves
Gathered in silence, dewy as her eyes,
In bosom and hair.

“Ah, do not mourn,” he said,
“That we are tired, for other loves await us;
Hate on and love through unrepining hours.
Before us lies eternity; our souls
Are love, and a continual farewell.”

martes, 13 de julio de 2010

Jorge Aulicino


Cetrería

¿Qué saben hoy de tu propósito la hez de los atrios,
el violador, el impune, el manco, el sudoroso idiota,
el que corta el teléfono con furia, el que llora?
¿Y qué sabe el que sabe, el que derramó vísceras,
las unió con electrodos, las puso a freír,
gritó de placer al descubrir la fórmula,
al ver las natas del hipotálamo,
la explicación de la tos o del estornudo?
¿Qué saben de tus voces encapsuladas en nuestro corazón
los que duermen en un banco, los que fueron muy lejos,
los que se mueren en el subte, los que muerden el freno,
y aquellos que trepan a las torres de alta tensión porque es su trabajo?
¿Dónde está el fulgor? ¿Quién lo buscaría en la historia conocida,
en el homicidio reprimido, en la basura del mercado?

Y sin embargo, cualquier sonido en la floja madrugada
podría llevarnos a tu abismo certero.
Un pensamiento cualquiera, liberado de su noria,
en el aire del búho que alejó el sufrimiento.

Jorge Ricardo Aulicino, Bs. As., 1949
de Hostias (2004)
imagen: byobu japonés, S. XIX

martes, 6 de julio de 2010

Tres poetas norteamericanos


Fuego y hielo / Robert Frost

Algunos dicen que el mundo terminará en fuego,
otros dicen en hielo.
Por lo que he conocido del deseo
estoy con los que apuestan al fuego.
Pero si el mundo tuviera que sucumbir dos veces,
creo saber bastante del odio
para decir que a fin de destruir
el hielo también es excelente
y bastaría.

Robert Frost, Estados Unidos, 1874- 1963
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Robert Frost, Richard Wilbur, Louis Untermeyer


Fire and Ice

Some say the world will end in fire,
Some say in ice.
From what I've tasted of desire
I hold with those who favor fire.
But if it had to perish twice,
I think I know enough of hate
To say that for destruction ice
Is also great
And would suffice.



Parábola / Richard Wilbur

Leí cómo el Quijote en su andanza a la ventura
llegó una vez a un cruce, y por temor a perder
la pureza del azar, no quiso decidir sobre el camino

a tomar, prefiriendo dejar que su caballo eligiera.
Porque la gloria esperaba allí donde la fábula girase.
Tenía mareada de orgullo la cabeza, su caballo tenía

las herraduras pesadas, y fue hacia el establo.

Richard Wilbur, New York, Estados Unidos, 1921
Versión © Gerardo Gambolini



Parable

I read how Quixote in his random ride
Came to a crossing once, and lest he lose
The purity of chance, would not decide

Whither to fare, but wished his horse to choose.
For glory lay wherever turned the fable.
His head was light with pride, his horse's shoes

Were heavy, and he headed for the stable.



Calibán en las frías minas / Louis Untermeyer

Dios, a nosotros no nos gusta quejarnos,
sabemos que la mina no es un chiste.
Pero — están los charcos de la lluvia;
el frío y la oscuridad.

Dios, Tú no sabes lo que es eso —
Tú, en tu cielo bien iluminado —
viendo pasar los meteoros;
al abrigo — con un sol siempre cerca.

Dios, si sólo tuvieras la luna
puesta de lámpara en tu casco,
hasta Tú te cansarías pronto de ella,
allá abajo en lo húmedo y lo oscuro.

Nada más que negrura encima de nosotros,
y nada que se mueva, aparte de los carros. . .
Dios, si Tú quieres nuestro amor,
¡arrójanos un puñado de estrellas!

Louis Untermeyer, Estados Unidos, 1885-1977
Versión © Gerardo Gambolini



Caliban in the Coal Mines

God, we don't like to complain;
We know that the mine is no lark.
But — there's the pools from the rain;
But — there's the cold and the dark.

God, You don't know what it is —
You, in Your well-lighted sky —
Watching the meteors whizz;
Warm, with a sun always by.

God, if You had but the moon
Stuck in Your cap for a lamp,
Even You'd tire of it soon,
Down in the dark and the damp.

Nothing but blackness above
And nothing that moves but the cars …
God, if You wish for our love,
Fling us a handful of stars!

lunes, 5 de julio de 2010

Federico García Lorca


Paisaje de la multitud que orina
(Nocturno de Battery Place)

Se quedaron solos:
aguardaban la velocidad de las últimas bicicletas.
Se quedaron solas:
esperaban la muerte de un niño en el velero japonés.
Se quedaron solos y solas,
soñando con los picos abiertos de los pájaros agonizantes,
con el agudo quitasol que pincha
al sapo recién aplastado,
bajo un silencio con mil orejas
y diminutas bocas de agua
en los desfiladeros que resisten
el ataque violento de la luna.
Lloraba el niño del velero y se quebraban los corazones
angustiados por el testigo y la vigilia de todas las cosas
y porque todavía en el suelo celeste de negras huellas
gritaban nombres oscuros, salivas y radios de níquel.
No importa que el niño calle cuando le clavan el último alfiler,
no importa la derrota de la brisa en la corola del algodón,
porque hay un mundo de la muerte con marineros definitivos
que se asomarán a los arcos y os helarán por detrás de los árboles.
Es inútil buscar el recodo
donde la noche olvida su viaje
y acechar un silencio que no tenga
trajes rotos y cáscaras y llanto,
porque tan sólo el diminuto banquete de la araña
basta para romper el equilibrio de todo el cielo.
No hay remedio para el gemido del velero japonés,
ni para estas gentes ocultas que tropiezan con las esquinas.
El campo se muerde la cola para unir las raíces en un punto
y el ovillo busca por la grama su ansia de longitud insatisfecha.
¡La luna! Los policías. ¡Las sirenas de los transatlánticos!
Fachadas de crin, de humo, anémonas; guantes de goma.
Todo está roto por la noche,
abierta de piernas sobre las terrazas.
Todo está roto por los tibios caños
de una terrible fuente silenciosa.
¡Oh gentes! ¡Oh mujercillas! ¡Oh soldados!
Será preciso viajar por los ojos de los idiotas,
campos libres donde silban las mansas cobras deslumbradas,
paisajes llenos de sepulcros que producen fresquísimas manzanas,
para que venga la luz desmedida
que temen los ricos detrás de sus lupas,
el olor de un solo cuerpo con la doble vertiente de lis y rata
y para que se quemen estas gentes que pueden orinar alrededor de un gemido
o en los cristales donde se comprenden las olas nunca repetidas.

Federico García Lorca, España, 1898-1936
imagen: Puente de Brooklyn, circa 1930

jueves, 1 de julio de 2010

Bernard Spencer


Notas de un extranjero

Sus ojos opacos, inquietos,
el último sitio donde hallarás una pista de esta ciudad;
ojos que sostienen tu mirada o que anhelan al pasar a tu lado,
oscuridades recortadas de un vestido de noche.

Encuentros con fantasmas habituales,
mujeres cuya belleza te golpea en el vientre:
el sonido del idioma impetuoso,
pastoso como si la lengua aún saborease la fruta.

Tu deseo de convertirlas todas
en una sola visión, con los adornos, los ruidos del tráfico,
la daga penetrante de los silbatos, y los ciegos,
llamando al mundo como almas atrapadas en una mina.

Los pasos lentos de la gente a la noche
frente a los cines iluminados; cada plaza del siglo dieciséis
donde los reyes y héroes de bronce sujetan la rienda
de sus solemnes corceles de guerra: y en todas partes

viviendas en construcción, sin esperanza,
ladrillo sin ventanas en dos costados enjutos, que dan
a arenales y una luz leonada cegadora
por donde pasan mujeres vistiendo su luto negro.

Una ilusión, tu vieja incapacidad de ver,
salvo como un extranjero. En un sentido
tu ciudad nunca fue real, a pesar
de todos sus tranvías y bancos y atardeceres

condenados a un polvo infernal como en una
ciudad bombardeada, y a pesar
de esa luz que se demora media hora más
como si gallos furiosos hubieran hablado con el alba.

La luz evocada que ninguna ciudad
(al menos de eso estás seguro) puede mostrar;
cuando las cosas significan más pero se desvanecen, como lugares
que uno recuerda a medias, una campana que no está sonando ahora.

Bernard Spencer, Madras, India, 1909- Viena, 1961
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Bernard Spencer en Atenas



Notes By a Foreigner

Their opaque, restless eyes,
the last place you will find a clue to this town;
eyes that face yours or hunger past you,
darknesses cut from a woman’s evening gown.

Encounters with frequent phantoms,
women whose beauty lays a hand on your gut:
the sound of the impetuous language,
blurred as if the tongue still savoured the fruit.

Your wish to build them all
into one vision, with traffic bells, the fine
knives of the whistles, and the blind,
tapping to the world like caught souls down a mine.

The shuffle of evening crowds
past cinema lights; each sixteen-century square
where the bronze kings and heroes rein
their grave war-stallions back: and everywhere

Blocks without hope going up,
windowless brick down two gaunt sides, that back
on wat¿stes of sand and dazin lion-light
through which walk women in their mourning black.

Illusion, your old failure
to see except as a foreigner. There is just
a sense in which your town never
was true, for all its trams and banks and dust

doomed sunsets like the hell
over a town bombarded, and for all
that light that stays a half hour more
as though mad cocks had given the dawn a call.

The echo-light no town
(of this at least you can be sure), can parallel;
when things mean more yet fade, like places
you half remember, a now-not-beating bell.

lunes, 28 de junio de 2010

Malcolm Lowry / dos más


Felicidad

Montañas azules con nieve y agua azul, fría y turbulenta,
un cielo limpio lleno de estrellas que se alzan
y Venus y la luna en cuarto creciente al amanecer,
gaviotas que siguen a un bote a motor contra el viento,
árboles con ramas enraizadas en el aire —
sentado al sol del mediodía con la sombra
furiosamente humeante de la chimenea de la choza —
las águilas lanzándose en grupo viento abajo,
las golondrinas volando en retroceso,
una marca de tabaco nueva a las once,
y mi amor que vuelve en el autobús de las cuatro —
Dios mío, ¿por qué nos has dado todo esto?

Malcolm Lowry, Inglaterra, 1909-1957
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Malcolm Lowry en su choza de Dollarton, British Columbia.



Happiness

Blue mountains with snow and blue cold rough water,
A wild sky full of stars at rising
And Venus and the gibbous moon at sunrise,
Gulls following a motorboat against the wind,
Trees with branches rooted in air —
Sitting in the sun at noon with the furiously
Smoking shadow of the shack chimney —
Eagles drive downwind in one,
Terns blow backward,
A new kind of tobacco at eleven,
And my love returning on the four o'clock bus —
My God, why have you given this to us?



Sin compañía excepto el miedo

¿Cómo empezó todo esto y por qué estoy aquí
en esta barra curva con su pintura marrón cuarteada?
Papegaai, mezcal, hennessy, cerveza,
dos escupideras pegajosas, sin compañía excepto el miedo:
miedo a la luz, a la primavera, al lamento
de las aves, y a los buses que vuelan hacia lugares lejanos,
y a los estudiantes que van a las carreras,
a las niñas que saltan con el viento en la cara;
pero sin compañía, sin compañía excepto el miedo:
miedo a la fuente que mana, y todas las flores
que conocen el sol son mis enemigas,
en estas horas, ¿muertas?

Malcolm Lowry, Inglaterra, 1909-1957
Versión © Gerardo Gambolini


No Company But Fear

How did all this begin, and why am I here
At this arc of Bar with its cracked brown paint?
Papegaai, mezcal, hennessey, cerveza,
Two slimed spittoons, no company but fear:
Fear of light, of the Spring, of the complaint
Of birds, and buses flying to far places,
And the students going to the races,
Of girls skipping with the wind in their faces;
But no company, no company but fear:
Fear of the blowing fountain, and all flowers
That know the sun are my enemies,
These, dead, hours?

miércoles, 23 de junio de 2010

Wislawa Szymborska


La realidad exige...

La realidad exige
que lo digamos bien claro:
la vida sigue su curso.
Sucede así en Cannas y en Borodinó,
en los llanos de Kosovo y en Guernica.

Hay una gasolinera
en una pequeña plaza de Jericó,
hay bancos recién pintados
cerca de Bila Hora.
Las cartas van y vienen
entre Pearl Harbor y Hastings,
pasa un camión de muebles
bajo la mirada del león de Queronea
y solo un frente atmosférico amenaza
los florecientes jardines cercanos a Verdún.

Hay tanto de Todo
que lo que hay de Nada queda muy bien cubierto.
De los yates de Accio
llega la música
y en la cubierta, al sol, bailan las parejas.

Pasan siempre tantas cosas
Que seguro tienen que pasar en todas partes.
Donde hay piedra sobre piedra
hay un carro de helados
cercado por los niños.

Donde estaba Hiroshima
de nuevo está Hiroshima
y se siguen produciendo
objetos de uso cotidiano.

No le faltan encantos a este hermoso mundo
ni tampoco amaneceres
por los que merece la pena despertar.

En los campos de Maciejowice
La hierba es verde,
y en la hierba, como pasa en la hierba,
la escarcha, transparente.

Quizá no haya un lugar que no haya sido un campo de batalla,
los aún recordados,
los hoy ya olvidados,
bosques de cedros y bosques de abedules,
nieves y arenas, pantanos irisados
y barrancos de negro fracaso
donde en caso de urgencia
satisfacemos ahora nuestras necesidades.

Qué moraleja sale de todo esto: parece que ninguna.
Lo que de verdad sale es la sangre que seca rápida
y siempre algunos ríos, algunas nubes.

En esos desfiladeros trágicos
el viento se lleva los sombreros,
y es inevitable:
la imagen nos da risa.

Wislawa Szymborska, Kórnik, Polonia, 1923
de Fin y principio, 1993
Versión de Abel Murcia
imagen: soldados en Verdún

miércoles, 16 de junio de 2010

Estela Figueroa


Principios de febrero

No.
El hermoso verano
no ha terminado aún.
Nos queda un mes para estarse en los patios
y descalzarnos
mientras charlamos
de esto y aquello
sin ton ni son.
Todavía habrá hombres de brazos tostados
en las calles
de la ciudad envuelta por la noche
brotada toda
como un lazo de amor.

No.
No me sostengas no voy a caerme.
Sólo se caen las estrellas fugaces
y yo te dije
quiero permanecer.

Un hombre es bueno para una noche.
Cuando amanece es un reflejo dorado
sobre la cama donde se toma café.
Y es agradable el olor que deja.
Dura todo un día.
Pero no toda la vida.

Luego hay que descansar.
El libro de Kavafis y el de Pavese
sobre la mesa de luz.
Hay que aminorar la marcha.
Sentarse un rato a solas
en el sillón del patio.
Mujeres: tendríamos
que aprender de los gatos.
¡Cómo agradecer el tazón
que rebosa de leche!

Falta para el otoño.
Que nos encuentre intactas.
Sin habernos negado
a estas pasiones
que cada tanto
asaltan.

Estela Figueroa, Santa Fe, Argentina, 1946
imagen: Mike Stilkey, Paintings on Books

lunes, 14 de junio de 2010

Gerardo Gambolini


Un dios exiguo

La soberbia no es grandeza sino hinchazón
—San Agustín


Y el Señor vagó horas de ocio
y persiguió piedras arrojadas con hastío
por su enunciado poder.
Yo existo! Yo existo! —gritaba—

Pero no había creyentes en los templos
ni blasfemos en los patios.
Así, una mañana, animó el universo inagotable
hasta la última oscuridad.

Y naciones libres y aldeas miserables
reconocieron la gloria y la ira
en la dispensa de la lluvia
y la condena de la peste.

Y la fe tocó la daga
y el pecho de los muertos. En verdad, en verdad,
tuyo es el reino y la lluvia
y la peste.

Amarás a dios por sobre todas las cosas,
dice, y dios soy yo. Y la venganza es mía.
Pero no creó el mundo
ni levantó una iglesia

ni se miró en las aguas
o en los ojos de sus obras
para ver el rostro de un demiurgo
menor, colérico, rollizo,

casto de arte, lejano de
presente, pasada, futura divinidad.

Gerardo Gambolini, Buenos Aires, Argentina, 1955
imagen: Rubens, La caída de Ícaro, 1636

domingo, 13 de junio de 2010

Mikelis Norgelis


Un emigrante letonio se despide de su amada en Riga

I

Tus pechos brillan como estrellas oscuras
en este agujero negro
en el cual desaparecemos.

Cuando estamos juntos, dijiste
es como si estuviéramos en un capullo.
Pongo mi mano sobre tu estómago

siento un extraño aleteo.
Eres una cosecha tardía
y voy a cosecharte.

II

Nunca duermes. Estás
a mi lado toda la noche
y cuando salgo a la superficie
tus ojos en la oscuridad
son como las luces de un barco
anclado frente a la costa.
“¿Qué pasa?”, digo, “¿Piensas
que ahí vienen los rusos?”
Nunca respondes. Una vez me desperté
y me estabas acunando,
abrazándome como tu hijo,
tus ojos enormes y cerca de los míos.
Sonreí, dije algo, y volví a hundirme
en los bosques de luz
ya entonces, pensando: recordaré
esto en el momento de mi muerte.
Ahora creo que ese fue el momento de mi muerte.

III

Recién llegados, volamos en la oscuridad
el aeropuerto ya está lleno en el día europeo.
Poco después del amanecer,
me dijiste que toda la semana habías imaginado
que los dos estábamos muertos.
Lo viste todo, las salas de hospital
las tumbas, una especie de liebestod.
Te dije lo que eso significaba
y luego dormimos, o casi dormimos
nuestros dedos entrelazados como un cierre
nuestras palmas como topes de locomotora presionando
y luego soñamos, o casi soñamos
que estábamos en las alturas, sobre la ciudad, caminando en la luz
fuera del tiempo, hasta que nos despertó el impulso
de contarnos uno al otro la misma cosa que habíamos soñado.

“... sé que somos uno”, dijiste
entre dormida y soñando.
Pero estás equivocada, yo estaré surcando
la noche europea sin ti, solo
entre la multitud bebedora de cerveza.
Cerraré los ojos
pero el tiempo no se detendrá
porque el tiempo, como el amor, siempre nos jode.

IV

Sigue bailando, Princesa
en la Plaza de la Ciudad Vieja.
Es de noche, la nieve ha dejado de caer
estás bailando sola
con música que solamente tú puedes oír.

Yo estoy yendo al Oeste
a enterrar mi corazón en un pantano irlandés.

Mikelis Norgelis, Riga, Letonia, 1960. Reside en Dublín, Irlanda.
Traducción del letón al inglés por Michael O’ Loughlin
versión en español © Gerardo Gambolini
imagen: Riga


A Latvian emigrant bids farewell to his beloved in Riga

I - Your breasts shine like dark stars
in this black hole
into which we disappear.

When we are together, you said
it’s like we’re in a cocoon.
I place my palm on your stomach

I feel a strange wingbeat.
You are a white harvest
and I will reap you.

II - You never sleep. All
night you lie beside me
and when I surface,
your eyes in the dark
are like the lights of a ship
anchored offshore.
“What is it”, I say, “Do you
think the Russians are coming?”
You never answer. Once I woke
to find you cradling me, holding
me tight like your child,
your eyes huge and close to mine.
I smiled, said something, and sank
back down into the forests of light
even then, thinking: I will remember
this at the moment I die.
Now, I think it was the moment I die.

III - Late arrivals, we fly in the dark
the airport is already full in the European day.
Just after dawn,
you told me you had imagined all week
that we were both dead.
You saw it all, the hospital wards
the graveyards, some kind of liebestod.
I told you what it meant,
and then we slept, or almost slept
our fingers laced together like a zip
our palms like locomotive buffers pressing
and then we dreamt, or almost dreamt
that we were high above the city, walking in light
outside of time, until we were woken by the urge
to tell each other the same thing we had dreamt.

“Know I know we are one,” you said,
between sleep and dream.
But you are wrong, I will be flying
through the European night without you, alone
in the beer-drinking crowd.
I will close my eyes
but time will not stop
because time, like love, will always fuck us.

IV - Keep dancing, Princess
on the Square in the Old City.
It is night, the snow has stopped falling
you are dancing alone
to music only you can hear.

I am travelling West
to bury my heart in an Irish bog.


Killiney Hill *

Esta ciudad se tiñó el pelo de rubio
y se hizo remodelar los pechos
para verse como la puta
en el hall de un hotel
en cualquier parte del mundo.

Yo quiero saber cómo era antes
así que subí la Colina de la Reina Victoria
para ir a ver el obelisco de la hambruna
porque sé que el hambre
es el verdadero Dios de los irlandeses.

Bajó de la montaña
y les dio dos mandamientos:
devorarás y odiarás
y reirás y bailarás y cantarás para engañar
al ángel de la muerte haciéndole creer que estás vivo.

Miro el camino barroso, colina abajo,
y creo verla alzando la vista, medio gateando
porridge de maíz pegado a los labios
sus senos cuelgan flojos y sensuales
como frutas secándose en su pecho,
que tiembla igual que la garganta de un jilguero.

Su piel es blanca como los hongos
en el frío suelo del bosque letonio
pero sus ojos y su pelo son negros
negros como el viento entre los espinos
negro como las papas pudriéndose eternamente
bajo la tierra negra.


* El parque de Killiney Hill, situado sobre la costa en el sur del condado de Dublín, fue inaugurado en 1887 como Victoria Hill, en honor a los cincuenta años en el trono de la reina Victoria de Inglaterra. En el punto más alto de la colina (170 mts. sobre el nivel del mar) se levanta el obelisco que recuerda la hambruna de 1741. Killiney Hill es actualmente una zona residencial exclusiva y sede de varias embajadas extranjeras.

Mikelis Norgelis, Riga, Letonia, 1960. Reside en Dublín, Irlanda.
Traducción del letón al inglés por Michael O’ Loughlin
versión en español © Gerardo Gambolini

Killiney Hill

This city has dyed her hair blonde
And had her breast remodelled
To look like the whore
In the hotel foyer
Anywhere in the world.

I want to know what she looked like before
So I climbed Queen Victoria’s Hill
To look at the famine obelisk
Because I know that hunger
Is the true God of the Irish.

It came down from the mountain
And gave them two commandments:
Thous shalt devour and thous shalt hate
And laugh and dance and sing to fool
The angel of death into thinking you’re alive.

Looking down the hill at the muddy path
I think I see her looking up, half-crawling
Yellow maize porridge cakes her lips
Her breasts hang slack and luscious
As dying fruit on her ribcage
Which trembles like a songbird’s throat.

Her skin is white as the mushrooms
In the cold ground of the Latvian forest
But her eyes and hair are black
Black as the wind in the thorn bush
Black as potatoes rotting forever
Deep in the black earth.