jueves, 27 de octubre de 2011

Alfredo Veiravé





Ybirapitá

El ybirapitá es un árbol que da grandes sombras a
Ulyses
cada vez que regresa en busca de Itaca; navega
entre las sirenas que enloquecen sus viajes intercontinentales
y con sus bellos ojos de mujer
            lee los manuscritos que el héroe dibuja obstinadamente
            en un mapa de islas
            que los otros ven en navegaciones diurnas
y que ella, la africana Rama Kan, con negros tordos en la copa
cambia como en un caleidoscopio según sus arrebatos como le dije
            esta mañana
            al entrar al jardín botánico
cuando al lado
del frondoso ybirapitá de los anhelos
pude conversar en medio de un torbellino de auto
                                    móviles que pasaban sin hacer
caso a los semáforos a las miradas de los vecinos de la ciudad
real, quienes comentaban esa conversación entre Ulyses y Penélope
que como el ybirapitá destejía el telar de una manera
            risueña
volvía a colocar las agujas debajo de su
brazo y se marchaba rápidamente al compás de músicas que habían
crecido en ese cruce de avenidas:
extraños soles pequeños diálogos que crecen a la sombra del gran árbol
de la mitología de sus llamados, cada vez que al concentrarse le
reprocha sus viajes sus ausencias sus navegaciones y hace volar
            los tordos del pecho de la inmensidad del año que termina.

            Cuando se abrazan de nuevo el ybirapitá de Itaca entra en
            una furiosa alegría y así Homero
                                   lo cuenta en la Odisea.

Alfredo Veiravé, Argentina, 1928-1991
imagen: chacodiariopordia.com



Los que la vieron dicen que la tierra
es una esfera en el espacio, un  planeta
más bien pequeño
del tamaño del dedo pulgar de los astronautas.
Yo no lo dudo porque he visto las fotografías
y porque ahora estoy a casi medio planeta de mi casa.
Lo mejor de todo esto es que en ese pulgar
también mi casa es una parte del universo.
Cómo no serlo si en el patio del fondo
hay un filodendro de gigantes hojas y también gusanos bajo
            la tierra
aptos para la pesca, y ahora que me acuerdo
el olor de los helechos contra la pared
la cara de Delfina o Federico entre los árboles
y aquel canario que se nos voló de noche.

Alfredo Veiravé, Argentina, 1928-1991

miércoles, 26 de octubre de 2011

Bertolt Brecht




Malos tiempos para la lírica

Ya sé que sólo agrada
quien es feliz. Su voz
se escucha con gusto. Es hermoso su rostro.

El árbol deforme del patio
denuncia el terreno malo, pero
la gente que pasa le llama deforme
con razón.

Las barcas verdes y las velas alegres del Sund
no las veo. De todas las cosas,
sólo veo la gigantesca red del pescador.

¿Por qué sólo hablo
de que la campesina de cuarenta años anda encorvada?
Los pechos de las muchachas
son cálidos como antes.

En mi canción, una rima
me parecería casi una insolencia.
En mí combaten
el entusiasmo por el manzano en flor
y el horror por los discursos del pintor de brocha gorda.
Pero sólo esto último
me impulsa a escribir.


Bertolt Brecht, Alemania, 1898-1956

De Bertolt Brecht, Poemas y canciones, Alianza Editorial (1968)
Versiones españolas de Jesús López Pacheco sobre la traducción directa del alemán de Vicente Romano.


lunes, 24 de octubre de 2011

Fumi Saito



cuando pienso...

cuando pienso
qué será de este cuerpo
cuando muera
un arroyo empieza a murmurar
en algún lugar, lejos, en la oscuridad

me corre el agua
por las grietas del cráneo
a siglos ya del día
en que me acosté a dormir
en el fondo del lago

aun más profunda en mi mente
estará
la duda en que vivo
desde que he sido testigo de una mancha
en la blanca toga de un dios

Fumi Saito, Japón, 1909-2002
sin mención del traductor [se agradecerá el aporte de ese dato]
imagen: Ukiyo-e Genji Monogatari, Musée Saint-Remi
[Public Domain]



no te parezcas a mi...

no te parezcas a mí
por favor no — le digo a la mujer
que estoy pintando
y que tiene la hermosa
sonrisa de una adúltera

Fumi Saito, Japón, 1909-2002
de la traducción al inglés de Makoto Ueda

jueves, 20 de octubre de 2011

Olga Orozco





He aquí unos muertos cuyos huesos no blanqueará la lluvia,
lápidas donde nunca ha resonado el golpe tormentoso de la piel del lagarto,
inscripciones que nadie recorrerá encendiendo la luz de alguna lágrima;
arena sin pisadas en todas las memorias.
Son los muertos sin flores.
No nos legaron cartas, ni alianzas, ni retratos.
Ningún trofeo heroico atestigua la gloria o el oprobio.
Sus vidas se cumplieron sin honor en la tierra,
mas su destino fue fulmíneo como un tajo;
porque no conocieron ni el sueño ni la paz en los infames lechos
     vendidos por la dicha,
porque sólo acataron una ley más ardiente que la ávida gota
     de salmuera.
Ésa y no cualquier otra.
Ésa y ninguna otra.
Por eso es que sus muertes son los exasperados rostros de nuestra vida.

Olga Orozco, Argentina, 1920-1999
imagen: s/d



A Luis Cernuda


La realidad, sí, la realidad,
ese relámpago de lo invisible
que revela en nosotros la soledad de Dios.
Es ese cielo que huye.
Es este territorio engalanado por las burbujas de la muerte.
Es esta larga mesa a la deriva
donde los comensales persisten ataviados por el prestigio de no estar.
A cada cual su copa
para medir el vino que se acaba donde empieza la sed.
A cada cual su plato
para encerrar el hambre que se extingue sin saciarse jamás.
Y cada dos la división del pan:
el milagro al revés, la comunión tan sólo en lo imposible.
Y en medio del amor,
entre uno y otro cuerpo la caída,
algo que se asemeja al latido sombrío de unas alas que vuelven desde
     la eternidad,
al pulso del adiós debajo de la tierra.
La realidad, sí, la realidad:
un sello de clausura sobre todas las puertas del deseo.

Olga Orozco, Argentina, 1920-1999

martes, 18 de octubre de 2011

Sophia de Mello Breyner Andresen





Mi vida había tomado la forma de la placita
Aquel otoño en que tu muerte se organizaba meticulosamente
Yo me aferraba a la plaza, porque tú amabas
La humanidad humilde y nostálgica de las tiendas
Donde los empleados doblan y desdoblan cintas y telas
Trataba de ser tú porque tú ibas a morir
Y la vida entera dejaba allí de ser la mía
Trataba de sonreír como tú les sonreías
Al vendedor de periódicos al vendedor de tabaco
Y a la mujer sin piernas que vendía violetas
Le pedía a la mujer sin piernas que rezara por ti
Encendía velas en todos los altares
De las iglesias que hay al costado de esta plaza
Pues apenas abrí los ojos y vi fue para leer
La vocación de lo eterno escrita en tu rostro
Yo les pedía a las calles a los sitios a la gente
Que fueron testigos de tu rostro
Que te llamaran que deshicieran
El tejido que la muerte entrelazaba en ti

Sophia de Mello Breyner Andresen, Portugal, 1919-2004
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d


A pequena praça

A minha vida tinha tomado a forma da pequena praça
Naquele outono em que a tua morte se organizava meticulosamente
Eu agarrava-me à praça porque tu amavas
A humanidade humilde e nostálgica das pequenas lojas
Onde os caixeiros dobram e desdobram fitas e fazendas
Eu procurava tornar-me tu porque tu ias morrer
E a vida toda deixava ali de ser a minha
Eu procurava sorrir como tu sorrias
Ao vendedor de jornais ao vendedor de tabaco
E à mulher sem pernas que vendia violetas
Eu pedia à mulher sem pernas que rezasse por ti
Eu acendia velas em todos os altares
Das igrejas que ficam no canto desta praça
Pois mal abri os olhos e vi foi para ler
A vocação do eterno escrita no teu rosto
Eu convocava as ruas os lugares as gentes
Que foram testemunhas do teu rosto
Para que eles te chamassem para que eles desfizessem
O tecido que a morte entrelaçava em ti



Bajo el peso nocturno del cabello
O bajo la luna diurna de tu hombro
Busqué el orden intacto del mundo
La palabra no escuchada

Largamente bajo el fuego o bajo el vidrio
Busqué en tu rostro
La revelación de dioses que no conozco

Pero pasaste a través de mí
Como pasamos a través de la sombra.

Sophia de Mello Breyner Andresen, Portugal, 1919-2004
Versión de Diana Bellessi


Antinoo

Sob o peso nocturno dos cabelos
Ou sob a lua diurna do teu ombro
Procurei a ordem intacta do mundo
A palavra não ouvida

Longamente sob o fogo ou sob o vidro
Procurei no teu rosto
A revelação dos deuses que não sei

Porém passaste através de mim
Como passamos através da sombra



Éste es el círculo que trazo alrededor de tu cuerpo amado y perdido
Para que cercada seas mía

Éste es el canto de amor con que te hablo
Para que escuchando seas mía

Éste es el poema -engaño de tu rostro
Donde busco la abolición de la muerte.

Sophia de Mello Breyner Andresen, Portugal, 1919-2004
Versión de Diana Bellessi


Eurydice

Este é o traço em redor do teu corpo amado e perdido
Para que cercada sejas minha

Este é o canto do amor em que te falo
Para que escutando sejas minha

Este é o poema – engano do teu rosto
No qual busco a abolição da morte.

domingo, 16 de octubre de 2011

Almudena Guzmán // 5 poemas





Deslumbramientos sombríos

Esta mañana, el helado y marchito sol de enero hizo estragos
en mis ojos.
Por él, vi con más intensidad a esa gitanilla en manga corta
que pedía junto al metro,
tuve plena consciencia de lo arduo de nuestro amor,
me horroricé al contemplar los ametralladores grabados de Goya,
y salí de nuevo a la calle con las manos encogidas de angustia
sin saber
–pálida prisionera de los subterráneos–
si me bajaba en Velásquez o en Lista.
Y subí las escaleras de dos en dos para encontrar a la muerte
cómodamente recostada en mi gélido cuarto.


Esto va a venirse abajo
de un momento a otro
y usted lo sabe.
El amor ya no es un templo griego
sino algo parecido a un desastre de líneas
oblicuas que aprisionan todo intento de lluvia.

Y es gris. Tan gris como esta perspectiva de furias
que se nos viene encima.



Esto ya va mejor.
Ya no le tengo miedo.

Y me complace que usted,
como quien no quiere la cosa,
haya fijado el barniz de sus ojos en mis piernas.



Señor,
si usted sabe
que yo ahora estoy celosa
por lo que me ha dicho,
tenga al menos el detalle de no hacérmelo notar durante
la cena.

(Nunca en mi vida enrollé espaguetis con tanto odio.)



Este hombre que ahora cerca mi cuello
con su sabia muralla de labios
quizá abandone de pronto la almena,
quizá desaparezca para siempre.

Porque tiene un tacto en la mirada
que recuerda las plumas de los pájaros.


Almudena Guzmán, Madrid, España, 1964
imagen: foto tomada de rafaelmontesinos.blogspot.com

sábado, 15 de octubre de 2011

Fernando Pessoa






Hay dolencias peores que las dolencias,
hay dolores que no duelen, ni en el alma
pero que son dolorosos más que los otros.
Hay angustias soñadas más reales
que las que la vida nos trae, hay sensaciones
sentidas sólo con imaginarlas
que son más nuestras que la propia vida.
Hay tanta cosa que sin existir,
existe, existe demoradamente,
y demoradamente es nuestra y nosotros...
Por sobre el verde turbio del amplio río
los circunflejos blancos de las gaviotas...
Por sobre el alma el agitar inútil
de lo que no fue, ni puede ser, y es todo.

Dame más vino, porque la vida es nada.

Fernando Pessoa, Lisboa, Portugal, 1888-1935
Traducción: Miguel Ángel Sepúlveda Espinoza
imagen: Pessoa, dibujo de Almada Negreiros


Há doenças piores que as doenças

Há doenças piores que as doenças,
Há dores que não doem, nen na alma
Mas que são dolorosas mais que as outras.
Há angústias sonhadas mais reais
Que as que a vida nos traz, há sensações
Sentidas só com imaginá-las
Que são mais nossas do que a própria vida.
Há tanta coisa que, sem existir,
Existe, existe demoradamente,
E demoradamente é nossa e nós...
Por sobre o verde turvo do amplo rio
Os circunflexos brancos das gaviotas...
Por sobre a alma o adejar inútil
Do que não foi, nem pode ser, e étudo.

Dá-me mais vinho, porque a vida é nada.


Todo me cansa, hasta lo que no me cansa. Mi alegría es tan dolorosa como mi dolor. Quien me diera ser un niño poniendo barcos de papel en un estanque de la quinta, con un dosel rústico de redes de parral poniendo ajedreces de luz y sombra verde en los reflejos sombríos de la poca agua.

Entre yo y la vida hay un vidrio tenue. Por más nítidamente que yo vea y
comprenda la vida, yo no la puedo tocar.

¿Razonar mi tristeza? ¿Para qué, si el raciocinio es un esfuerzo? Y quien está triste no puede esforzarse. Ni siquiera abdico de aquellos gestos banales de la vida de los que yo tanto querría abdicar. Abdicar es un esfuerzo, y yo no poseo el alma con que esforzarme.

¡Cuántas veces me aflige no ser el accionador de aquel coche, el conductor de aquel tren! ¡cualquier banal Otro supuesto cuya vida, por no ser mía, deliciosamente me
penetra para que yo la quiera y se me finge ajena!

Yo no tendría el horror a la vida como a una Cosa. La noción de la vida como un Todo no me aplastaría los hombros del pensamiento.

Mis sueños son un refugio estúpido, como un paraguas contra un rayo.

Soy tan inerte, tan pobrecito, tan falto de gestos y de actos. Por más que por mí me interne, todos los atajos de mi sueño van a dar a claridades de angustia.

Incluso yo, el que sueña tanto, tengo intervalos en los que el sueño me huye. Entonces las cosas me parecen nítidas. Se desvanece la neblina en la que me cerco. Y todas las aristas visibles hieren la carne de mi alma. Todas las durezas miradas me duele saberlas durezas. Todos los pesos visibles de objetos me pesan por dentro del alma.

La vida es como si me golpeasen con ella.

Fernando Pessoa, Lisboa, Portugal, 1888-1935
Fragmento de El libro del desasosiego
tomado de la red - sin mención del traductor
[se agradecerá el aporte de ese dato]


Intervalo doloroso

Tudo me cansa, mesmo o que não me cansa. A minha alegria é tão dolorosa como a minha dor.

Quem me dera ser uma criança pondo barcos de papel num tanque de quinta, com um dossel rústico de entrelaçamentos de parreira pondo xadrezes de luz e sombra verde nos reflexos sombrios da pouca água.

Entre mim e a vida há um vidro ténue. Por mais nitidamente que eu veja e compreenda a vida, eu não posso lhe tocar.

Raciocinar a minha tristeza? Para quê, se o raciocínio é um esforço? e quem é triste não pode esforçar-se. Nem mesmo abdico daqueles gestos banais da vida de que eu tanto quereria abdicar. Abdicar é um esforço, e eu não possuo o de alma com que esforçar-me.

Quantas vezes me punge o não ser o manobrante daquele carro, o cocheiro daquele trem! qualquer banal Outro suposto cuja vida, por não ser minha, deliciosamente se me penetra de eu querê-la e se me penetra até de alheia! Eu não teria o horror à vida como a uma Coisa. A noção da vida como um Todo não me esmagaria os ombros do pensamento.

Os meus sonhos são um refúgio estúpido, como um guarda chuva contra um raio.

Sou tão inerte, tão pobrezinho, tão falho de gestos e actos.

Por mais que por mim me embrenhe, todos os atalhos do meu sonho vão dar a clareiras de angústia.

Mesmo eu , o que sonha tanto, tenho intervalos em que o sonho me foge. Então as coisas aparecem-me nítidas. Esvai-se a névoa de quem me cerco. E todas as arestas visíveis ferem a carne da minha alma. Todas as durezas olhadas me magoam o conhêce-las durezas. Todos os pesos visíveis de objectos me pesam por a alma dentro.

A minha vida é como se me batessem com ela.

viernes, 14 de octubre de 2011

Manuel Álvarez Ortega






Pero has caído, piedra o ave cegada por el Tiempo.
De todo tu esplendor solo queda el recuerdo vacío,
el acto incompleto de revivir aquellos días cuando
te alzabas de la raíz materna que a solas me nutría,
cuando una luz sulfúrica, un viento aterrador,
una letal blancura se extendía por un valle de huesos
y pobreza, cuando -ardiente- tu llanto flameaba
sobre mi exilio, encadenando sucesos, cerrando
los círculos de mi vida, cada gota de mi oscuridad
compartida con mil seres distintos, míos, únicos
testigos de un nocturno episodio que no se repetirá nunca.
Has caído. De ti sólo queda el eco de tu edad,
tu patria perseguida, un fuego subterráneo, un ruido
como una sal caliente que aún conserva la huella
de mi paso por ese descompuesto mundo: una mortaja,
una piedra erigida, una cruz oxidada, una reja
indiferente a tu exterminio y un redondel de hierba
que deja pasar la luz coronada de amargura.

Manuel Álvarez Ortega, Córdoba, España, 1923
de Despedida en el tiempo, 1955
imagen: M. Álvarez Ortega en Santa Paula, 1949
autorizada por la Licencia de documentación libre de GNU

lunes, 10 de octubre de 2011

Lawrence Ferlinghetti





Leyendo a Yeats no pienso
en Irlanda
sino en New York en pleno verano
y en mí mismo en aquellos tiempos
leyendo aquel libro que me encontré
en el El* de la Tercera Avenida
el El
con sus abanicos espantamoscas y sus letreros que decían
PROHIBIDO ESCUPIR
el El
bamboleándose en su mundo de tercer piso
con su gente de tercer piso
en sus puertas de tercer piso
con aire de no haber oído nunca
hablar del suelo
una anciana
regando su planta
o un tipo con sombrero de paja
poniendo un alfiler en su corbata a rayas
y luciendo como si no tuviera otro sitio adonde ir
salvo coneyisland
o un sujeto en camiseta
meciéndose en su mecedora
viendo pasar el El
como si esperase que fuera distinto
cada vez
Leyendo a Yeats no pienso
en Arcadia
y sus bosques, que Yeats creía muertos
pienso en cambio
en todos los rostros idos
bajando en un lugar del centro
con sus sombreros y sus empleos
y en aquel libro perdido que yo tenía
con su tapa azul y su guarda blanca
donde un lápiz había escrito
¡PASA DE LARGO, JINETE!


* El: La “Third Avenue Elevated”, línea de trenes elevados interurbanos que operaba en Manhattan y el Bronx. La línea fue gradualmente desmantelada a partir de la década de 1950, hasta eliminarse el último servicio, el del Bronx, en 1973.

Lawrence Ferlinghetti, Estados Unidos, 1919
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: The Third Avenue El


Reading Yeats I do not think...

Reading Yeats I do not think
of Ireland
but of midsummer New York
and of myself back then
reading that copy I found
on the Thirdavenue El
the El
with its flyhung fans and its signs reading
SPITTING IS FORBIDDEN
the El
careening thru it thirdstory world with its thirdstory people
in their thirdstory doors
looking as if they had never heard
of the ground
an old dame
watering her plant
or a joker in a straw
putting a stickpin in his peppermint tie
and looking just like he had nowhere to go
but coneyisland
or an undershirted guy
rocking in his rocker
watching the El pass by
as if he expected it to be different
each time
Reading Yeats I do not think
of Arcady
and of its woods which Yeats thought dead
I think instead
of all the gone faces
getting off at midtown place
with their hats and their jobs
and of that lost book I had
with its blue cover and its white inside
where a pencil had written
HORSEMAN, PASS BY!


jueves, 6 de octubre de 2011

Roberto Juarroz


7

Cada uno se va como puede,
unos con el pecho entreabierto,
otros con una sola mano,
unos con la cédula de identidad en el bolsillo,
otros en el alma,
unos con la luna atornillada en la sangre
y otros sin sangre, ni luna, ni recuerdos.

Cada uno se va aunque no pueda,
unos con el amor entre dientes,
otros cambiándose la piel,
unos con la vida y la muerte,
otros con la muerte y la vida,
unos con la mano en su hombro
y otros en el hombro de otro.

Cada uno se va porque se va,
unos con alguien trasnochado entre las cejas,
otros sin haberse cruzado con nadie,
unos por la puerta que da o parece dar sobre el camino,
otros por una puerta dibujada en la pared o tal vez en el aire,
unos sin haber empezado a vivir
y otros sin haber empezado a vivir.

Pero todos se van con los pies atados,
unos por el camino que hicieron,
otros por el que no hicieron
y todos por el que nunca harán.

Roberto Juarroz, Bs. As., Argentina, 1925-1995
de “Segunda Poesía Vertical”
imagen: s/d