viernes, 14 de octubre de 2011

Manuel Álvarez Ortega






Pero has caído, piedra o ave cegada por el Tiempo.
De todo tu esplendor solo queda el recuerdo vacío,
el acto incompleto de revivir aquellos días cuando
te alzabas de la raíz materna que a solas me nutría,
cuando una luz sulfúrica, un viento aterrador,
una letal blancura se extendía por un valle de huesos
y pobreza, cuando -ardiente- tu llanto flameaba
sobre mi exilio, encadenando sucesos, cerrando
los círculos de mi vida, cada gota de mi oscuridad
compartida con mil seres distintos, míos, únicos
testigos de un nocturno episodio que no se repetirá nunca.
Has caído. De ti sólo queda el eco de tu edad,
tu patria perseguida, un fuego subterráneo, un ruido
como una sal caliente que aún conserva la huella
de mi paso por ese descompuesto mundo: una mortaja,
una piedra erigida, una cruz oxidada, una reja
indiferente a tu exterminio y un redondel de hierba
que deja pasar la luz coronada de amargura.

Manuel Álvarez Ortega, Córdoba, España, 1923
de Despedida en el tiempo, 1955
imagen: M. Álvarez Ortega en Santa Paula, 1949
autorizada por la Licencia de documentación libre de GNU

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