La primera luz se
desliza
en silencio
por los techos de
chapa, te revela
a ti durmiendo, a
mí de pie
junto a la puerta
abierta,
anónimo como ayer cuando cumplí
lo que esperabas al
alojarme,
viendo si tengo todo,
mientras tú
guardas
el lenguaje de la
noche en un lugar oscuro,
en un sueño rítmico
que impregna desde
adentro
tu rostro
misterioso.
Y no voy a
interrumpirte
en tu descanso, ni
a confesar quién era
despidiéndome de
ti,
sino a bajar
los cinco pisos
vertiginosos
desde el alto
silencio de tu cuarto
hasta las puertas ruidosas
que dan al patio y
el sol
y al ojo
fotográfico
de un conserje, presentándome
con un adiós.
Harry Clifton, Dublín, Irlanda, 1952
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Desierto de Atacama, foto de Gustavo Muñoz Clos
[Creative Commons license]
Morning
First light steals
Across the metal roofs
In silence, reveals
You sleeping, me standing aloof
At the open door,
Anonymous as when I gave
What you sheltered me for
Last night, assuring myself I have
Everything, while you keep
Night’s language in a dark place,
In a rhythmic sleep
Suffusing your mystery face
From the inside.
Nor will I break
That sleep in you, confide
Who I was in the act of taking
Leave of you, but drop
Down five vertiginous floors
From the high silence
Of your room, to where the clanging doors
Give onto sun and courtyard
And the photografic eye
Of a caretaker, introducing myself
With
goodbye.
Los que llegaban ahí
por sueño o por defecto
se veían de pronto en un desierto
de sal encostrada.
Lo llamaban Atacama.
Iban a trabajar. Al otro lado
de los Andes, la lluvia y el trueno robado
del coronel Fawcett. La mirada impasible,
se aclaraban la voz continuamente
a este lado de la empresa puritana,
distantes, despojados de emoción,
cuando trataban de hablar.
Mi padre comenzó a desmoronarse
a las tres semanas.
Los cócteles de pisco, y las indias,
amigables, con bombines,
mascando coca, tomando mate,
respirando el aire más puro
que soñó la astronomía, que ansió la religión,
la pureza de la desesperanza.
Mi madre, una joven tan hermosa
en un sitio tan desagradable,
mantenía vigilancia de la llanura costera,
escuchaba cada noche los trenes de carga
adentrarse en Antofagasta,
el interior soñado, hacia el clima
de Chuquicamata. Pronto, finalmente,
se unirían,
el púrpura persiguiendo al amarillo
en el suelo...
Lo llamaban la sombra de lluvia,
llevada al norte
de luna de miel, rodeando el Cabo de Hornos,
por ciudades de tango, puertos africanos,
un pasado vivo en un futuro atormentado,
mucho antes de que yo naciera —
Una puerta que golpea con el viento,
un abatimiento ante el ruido de los trenes,
un sollozo estremecedor junto a la pila de la
cocina,
en la tierra de la lluvia infinita.
Harry Clifton, Dublín, Irlanda, 1952
Versión © Gerardo Gambolini
The Rain Shadow
All who got
there
By dreaming
or default,
Found
themselves in a desert
Of crusted
salt.
They called
it Atacama,
Went to
work. Across the divide
Of the
Andes, Colonel Fawcett’s rain
And stolen
thunder. Dry-eyed,
Tearless,
trying to speak,
Endlessly
they cleared their throats
On this
side of the puritan trek,
Emotionless,
remote.
Father
began to crack
In three
weeks flat.
Pisco
sours, and Indian women,
Friendly,
bowler-hatted,
Chewing coca,
drinking mate,
Breathing
the clearest air
Astronomy
dreamed, religion craved,
The purity
of despair.
Mother, a
girl so nice
In so nasty
place,
Kept vigil
on the coastal plain,
Heard the
tinkle of ingot trains
Nightly,
into Antofagasta,
Dreamt
up-country, to the weather
Of Chuqui
Camata. Soon, at last,
They would
come together,
Purple
chasing yellow
Across the
earth...
They called
it the rain shadow,
Brought it
north
On
honeymoon, around Cape Horn,
Through
tango cities, African ports,
A past
alive in a haunted future
Long before
I was born —
A door
banging in the wind,
A breakdown
at the sound of trains,
A
shuddering sob at the kitchen sink,
In the land
of infinite rain.
Vengo de gitanos, por parte de madre.
Había mañanas, en mi infancia,
en que una extraña salía de la noche
para sentarse a la mesa. Mi padre
fumaba sin hablar. Mi madre, en una lengua
que no era de este mundo, lloraba y
sermoneaba.
La visita simplemente se quedaba en su lugar,
escuchando. Una joven, glamorosa
al estilo de hace medio siglo, su perfume
una caja de resonancia para los sentidos,
ahora, al momento de escribir...
Apenas despierto a la hora
de las palabras agrias, las ilusiones
estropeadas,
yo tomaba la leche de los orígenes como un
dios-niño —
Los hoteles perdidos, la larga cadena prenatal
de vagabundeos... Y esa, nuestra mentira
familiar
eclipsada por la luz eléctrica y pasmosas
claridades,
estalló. Gritos, recriminaciones,
“Ve
adentro, te llamaremos...” A través de una pared
que nadie cruzó en veinte años
escuché llegar el taxi. Ella vino adentro
y me abrazó. “Aquí nadie me entiende —
sólo tú, amorcito...”
Pasarían los años,
yo me escaparía. La lengua materna estaba ahí
afuera
en alguna parte. Para entonces, ella estaba
levantando campamento
o echando raíces nuevas, en otro lugar,
con un absoluto extraño, que me instruiría en
el juego,
los caballos, las sagas familiares
continuamente ampliadas, en ninguna parte
escritas.
Harry Clifton, Dublín, Irlanda, 1952
Versión © Gerardo Gambolini
Mother Tongue
I came from
gypsies, on my mother’s side.
There would
be dawns, in childhood,
When
somebody strange came out of the night
To sit at
table. Father smoked,
Said
nothing. Mother, in a language
Not of this
this world, wept and harangued.
And the
visitor just sat there
Listening.
A little woman, glamorous
In the
manner of half century back,
Her perfume
like a sounding-board for the senses
Now, at the
time of writing...
Barely
awake
At the hour
of stripped illusions, bitter words,
I drank the
milk of origins like a godchild —
Lost
hotels, the long pre-natal chain
Of
wanderings... And this, our household lie
Eclipsed by
electric light and shattering clarities,
Broken
into. Shouts, recriminations,
Go inside, we’ll call you... Through a wall
No-one
breached for twenty years
I heard the
taxi called. She came inside
And held me
to her. No-one here understands me —
You alone, amorcito...
Years would
pass,
I would run
away. It was out there somewhere,
The
mother-tongue. By now, she was striking camp
Or putting
down new roots, in another town,
With an
absolute stranger, who would educate me
In
gambling, horses, family sagas
Endlessly added to, nowhere written down.