Es el último día del año que vivimos en su totalidad.
Como diría Vivaldi,
pasamos las cuatro estaciones.
Hicimos el amor, nos lamimos como animales ebrios de sol.
No lo olvides: alcanzamos, juntos (nosotros), el cielo.
Y nadie tiene interés ni en regresar ni en saber de dónde vino.
José Luis Mangieri, Buenos Aires, 1924-2008
imagen: s/d
Todo era muy cálido
húmedo y turgente.
El amor fue un sol
que reventó en el cielo
y al caer sus pedazos
ardieron la tierra.
José Luis Mangieri, Buenos Aires, 1924-2008
Hoy me levanté dispuesto a ser un buen ciudadano democrático.
Así que comencé a funcionar democráticamente en cuerpo y alma.
Me apené –lo justo– por la miseria de los otros,
me indigné ante la injusticia de las injusticias,
condené –de palabra– a los ladrones y a los asesinos
(sobre todo a los asesinos)
y en el subte compré unas estampitas a un chiquilín rotoso.
Pagué los impuestos en Obras Sanitarias
y las boletas de la jubilación –llegó la hora de pensar en eso–
porque le pagamos las cuentas, me dije,
la democracia nos protegerá a todos
de la miseria –de los otros–
de la injusticia –que revienta a los otros–.
Tiernamente, yo quería ser un ciudadano democrático.
Pero a las tres de la mañana desde París
me llamó mi amigo
con su voz pastosa de amores contrariados y algunas más desgracias
para preguntarme por los antiguos animales
sobrevivientes de la era del fuego y los glaciares.
Así que contesté a París:
bien hermano, andamos medio torpes,
pero la pendejada comenzó a disparar sus primeros versos.
Volvé pronto.
José Luis Mangieri, Buenos Aires, 1924-2008
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