miércoles, 15 de junio de 2011

Giuseppe Ungaretti



Sereno

Después de tanta
niebla
una
a una
se descubren
las estrellas

Respiro
el fresco 
que me deja
el color del cielo

Me reconozco
imagen
pasajera

Presa en un viaje
inmortal

Bosque de Courton, julio de 1918

Giuseppe Ungaretti, Alejandría, Egipto, 1888 – Milán, Italia, 1970
de L’allegria
Traducción de Rodolfo Alonso
imagen: trinchera italiana de la Primera Guerra


Sereno

Dopo tanta
nebbia
a una
a una
si svelano
le stelle.

Respiro
il fresco
che mi lascia
il colore del cielo

Mi riconosco
immagine
passeggera

Presa in un giro
immortale

Bosco di Courton luglio 1918



De improviso
se alza
sobre los escombros
el límpido
estupor
de la inmensidad

Y el hombre
curvado
sobre el agua
sorprendida
por el sol
se descubre
una sombra

Acunada y
lentamente
rota

Vallone, 19 agosto de 1917

Giuseppe Ungaretti, Alejandría, Egipto, 1888 – Milán, Italia, 1970
de L’allegria
Traducción de Rodolfo Alonso


Vanità 

D’improvviso
è alto
sulle macerie
il limpido
stupore
dell’immensitá

E l’uomo
curvato
sull’acqua
sorpresa
dal sole
si rinviene
un’ombra

Cullata e
piano
franta

Vallone il 19 agosto 1917



Y cuando el corazón, de un último latido,
haya hecho caer el muro de sombra,
para conducirme, madre, hasta el Señor,
me darás la mano, como antes.

De rodillas, segura,
serás una estatua delante del Eterno,
como ya te veía
cuando estabas aún en vida.

Alzarás temblorosa los brazos viejos,
como cuando expiraste
diciendo: Dios mío, aquí estoy.

Y sólo cuando me haya perdonado
te vendrá deseo de mirarme.

Recordarás haberme esperado tanto
y en tus ojos habrá un fugaz suspiro.

Giuseppe Ungaretti, Alejandría, Egipto, 1888 – Milán, Italia, 1970
de Sentimento del tempo
Versión © Gerardo Gambolini



La madre

E quando il cuore d’un ultimo battito
avrà fatto cadere il muro d’ombra,
per condurmi, Madre, fino al Signore,
come una volta mi darai la mano.

In ginocchio, decisa,
sarai una statua davanti all’Eterno,
come già ti vedeva
quando eri ancora in vita.

Alzerai tremante le vecchie braccia,
come quando spirasti
dicendo: "Mio Dio, eccomi".

E solo quando m’avrà perdonato,
ti verrà desiderio di guardarmi.

Ricorderai d’avermi atteso tanto,
e avrai negli occhi un rapido sospiro.

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