Yo estaba muerto bajo los grandes soles, bajo los grandes
soles fríos.
A través de mi llanto
oigo el agrio sudor de la precocidad.
Yo vuelvo sobre un musgo
y las ciudades crecen a la aventura hasta la noche
del estupor.
Miseria.
Dios pesa.
Me llaman vientos de mar.
Van y vienen en grandes cambios; se alargan en
saltos irritados
que apagan mi temblor, que exasperan los sueños.
Jamás podré seguir.
Yo me veo colgado como un cristo amarillo sobre
los vidrios pálidos del mundo.
Jacobo Fijman, Orhei, Besarabia, 1898 – Buenos Aires, 1970
imagen: s/d
El ojo enamorado ata los cielos y la tierra;
el ojo enamorado desnuda tierra y cielos; cielos
unos de otro sobre la tierra.
Y hermosa es la atadura de los cielos, real el día
real la noche de los cielos.
Hermosos son los cielos acabados donde no caen
desatados los días y las noches.
Real el día, real la noche.
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