Coro
La prolijidad, desdichado lector,
no se corresponde con la índole
de mi carácter. Me maldispone
trabajar de prólogo (amén
de este atavío arlequinesco).
Digo: como pueblo
soy una caricatura del primer mundo.
Debiera componer un mundo, ¿no?
Ahora salgo para advertir una razón:
la melancolía no era el único pasto
de las aves. Comedia o no,
cada quien arrastra el trayecto de su risa.
Lo supo Aristófanes, frente a la amargura
ateniense; y el inefable Fidel Pintos,
cuya fealdad sin palabra
nos consolaba de nosotros mismos.
Está dicho: para un pueblo joven, lo risible
compromete innumerables músculos.
Javier Adúriz, Buenos Aires, Argentina, 1948
Club
Quizás sea la luz tiranía distinta -Cavafis
Un ladrido corrupto rebota por las mesas.
No es la batalla de Accio
pero igual un cómitre exige
desde una especie de púlpito.
Los botines de los cinrcunstantes
sostienen el compás
hasta que el cubilete vuele
y alguien escupa los dados.
Y a quién le importa.
Ahítos de una felicidad crüel
babean, mugen, sonríen.
Aunque la luz repique por los vidrios,
-cantamos- otro golpe de los dados
y nos trague la noche.
Javier Adúriz, Buenos Aires, Argentina, 1948