Convivir con los muertos
Mario amaba a Mariana que amaba a Milton que
amaba a Irene que amaba a Víctor que amaba a
Dolores que no amaba a nadie.
Hoy mario gitanea. Mariana vive con un hijo en
Andorra. Milton trafica coca de Santa Cruz de la Sierra
a Buenos Aires. Irene murió en un secuestro aéreo.
Víctor se hizo mierda. Dolores se casó con el doctor
Braun, un suizo que la dejó —harto de sus melancolías—
y luego se juntó con un fechorista griego con
quien vive ahora —loco y feliz— en el Hotel Belvedere
de Taormina.
Aún suelo verlos, dispersos sobrevivientes.
Hablamos de nosotros como de otra película.
Hemos aprendido a convivir con los muertos.
Para Drummond de Andrade, un maestro
Mario Trejo, Buenos Aires, 1926
imagen: s/d
Digamos, por ejemplo:
por un punto dado fuera de la luna
sólo podrá trazarse a dicha luna
una perpendicular y sólo una.
O también:
llámase barroco a todo aquel
para quien la distancia menor
entre dos puntos
es la curva.
Proposición:
pasar de la poética de la moral
a la moral poética.
Ejemplo:
de dos peligros debe cuidarse el hombre nuevo:
de la derecha cuando es diestra
de la izquierda cuando es siniestra.
En resumen:
más vale ser cabeza de león que cola de ratón.
El mejor modo de esperar es ir al encuentro.
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