No hay estrellas esta noche
salvo las de la memoria.
Peró cuánto espacio hay para la memoria
en la holgada faja de la lluvia apacible.
Hay incluso espacio suficiente
para las cartas de Elizabeth,
la madre de mi madre,
apretujadas desde hace tanto
en un rincón del techo
que están marrones y blandas
y podrían deshacerse como nieve.
En la inmensidad de ese espacio
los pasos deben ser suaves.
Todo cuelga de un invisible cabello blanco.
Tiembla como ramas de abedul enmarañando el aire.
Y me pregunto a mí mismo:
“¿Tus dedos son suficientemente largos
para tocar teclas viejas que sólo son ecos?
¿Es suficientemente fuerte el silencio
para traer la música de vuelta a su fuente
y de vuelta a ti
como si fuera a ella?”
Pero yo llevaría a mi abuela de la mano
por mucho de lo que ella no entendería;
Y entonces trastabillo. Y la lluvia sigue en el techo
con el ruido de una risa levemente compasiva.
Hart Crane, Ohio, Estados Unidos, 1899 – Golfo de México, 1932
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d
My Grandma’s Love Letters
There are no stars tonight
But those of memory.
Yet how much room for memory there is
In the loose girdle of soft rain.
There is even room enough
For the letters of my mother’s mother,
Elizabeth,
That have been pressed so long
Into a corner of the roof
That they are brown and soft,
And liable to melt as snow.
Over the greatness of such space
Steps must be gentle.
It is all hung by an invisible white hair.
It trembles as birch limbs webbing the air.
And I ask myself:
“Are your fingers long enough to play
Old keys that are but echoes:
Is the silence strong enough
To carry back the music to its source
And back to you again
As though to her?”
Through much of what she would not understand;
And so I stumble. And the rain continues on the roof
With such a sound of gently pitying laughter.
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