miércoles, 10 de marzo de 2010

Jorge Leónidas Escudero


La casa grande

Toda es gente formal en esta casa,
toda es gente de paz y así dormida
recibe sus visitas.

Todos tienen las manos enguantadas
con hueso puro, y cabellera untada;
todos con la mirada cavernosa
y la boca sumida.

Aquí están en olvidados floreritos
la marchitez de flores in memoriam,
olores desvaídos y podridos
en la penumbra de los corredores.

Los cipreses caminan callejones
yéndose para arriba entre sollozos,
tocan azul y tiemblan indecisos
sin contestar pregunta.

Y fotos de la gente en viejas modas;
y nombres en el bronce vanamente;
cada mujer callada en su anaquel
y cada hombre exento de amargura.

Que aunque esta puerta es puerta de salida
uno no se retira cuando entra
sino que queda a modo de semilla
vaya a saber de qué desolaciones.

Jorge Leónidas Escudero, San Juan, Argentina, 1920
imagen: Peter Yesis, Park bench



Extrañamiento

Apareció nun árbol de la plaza, supe
no era paloma casera sino
venida del campo. Oí su canto salvaje:
kuúu ku ku kuúu.
Lamentábase, decía que
este mundo de la ciudá es confuso es
puro ruido.

Lloraba eso y tomé la palaba, dije
te asusta la ciudá y viniste
a compartir conmigo tu extrañamiento
pero no necesito ayuda gracias no
quiro escuchar conferiencias tristes.

La paloma voló seguramente
para no insistir con su lamento.
O sea: nun banco de la plaza quedé ntrinstecido
e iba kuúu ku ku kuúu runrunear yo también
pero tuve miedo
no fuera que algún transeúnte pudiera pensar
¿qué le pasa a este güevón?
Por eso es quedé pensativo, mudo, claro:
Allá en los lejos campos de mi querer
la soledá no andaba adentro de uno,
sino afuera y sin hacer ruido.

Jorge Leónidas Escudero, San Juan, Argentina, 1920

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