jueves, 17 de marzo de 2011

Joseph Woods



P. D.

Vine aquí a refugiarme,
mi nueva casa a un tiro de piedra

del mar, simplemente a caminar
de noche por la costa, y cuando salen los sapos

consolarme echado sobre la cama
escuchando el lamento bovino de la sirena

o alguna pieza clásica de fondo
confundiendo el soplido del vinilo con más lluvia.

Podría haber una solución
en la sal que trae el aire, pero no lo aceptarían

los arbustos. Miraré barcos,
conversaré en tono menor

con la mujer de los helados
y siempre seré el visitante que ha llenado

el cuarto de libros, esa vieja reclusión.


Joseph Woods, Drogheda, Irlanda, 1966
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Ma Yuan, 1160-65? -1225, (detalle)



PS

I have come here to repair,
my new place a stone’s throw away

from the sea, just to walk by it every
evening and when it’s weather for a frog,

console myself lying on the made bed
listening to the foghorn’s bovine distress

or perhaps light classical music
confusing a vinyl hiss for more rain.

A solution might ride in on the salt
that gets flung here, but the shrubs

wouldn’t agree. I will watch boats,
converse in a minor key

with the ice-cream lady and always
be the day-tripper, having filled

the room with books, that old insulation.




Guardias

Días en este tren
por un paisaje
estéril, barro —
un monólogo de grises.

Un camello, incongruente
tan al norte, y un trozo
de la muralla, un molar amarillo
en la enorme mandíbula floja.

Toda la vida está adentro,
copiosos ríos de familias
por los pasillos, no hay donde pisar
mientras me abro paso

entre asientos de madera;
un niño duerme
serenamente acampado
debajo de un banco.

En el vagón comedor vacío
un hombre con grilletes se sonríe.
El cocinero les cuenta un chiste
a los guardias

y ríe cuando pido de comer;
está en hora de descanso
y no dice
por cuánto tiempo más.

Un revólver
apoyado
sobre el mantel blanco
entre unas tazas de té.


Joseph Woods, Drogheda, Irlanda, 1966
Versión © Gerardo Gambolini



Riding Shotgun

Days on this train
where the scenery
hardly delivers, mud —
tones monologing the grey.

One camel, incongruous
this far north ad a stump
of the wall, yellow molar
in the great slack jaw.

All life is inside,
full rivers of families
down the aisles, no room
for feet as I pick my way

through hard-seat class
where a child sleeps,
safely tented under
a bench.

In the empty dining-car
a man in chains grins.
The cook shares a joke
with the guards, laughs

when I order food;
he’s on a break
and doesn’t indicate
how long he’ll be.

A revolver
rests on
the white tablecloth
among cups of tea.




Posiciones

Tres o cuatro veces
crucé el país por este itinerario

y siempre el cálculo a oscuras,
la predicción de lo que debe aparecer.

Aquel borde del camino donde paramos a estirarnos
o una casa sola en su propia anarquía,

algún arreglo extraño en el jardín.
Esa clase de vistas se graban en la retina

y quedan estancadas en el auto
hasta ponernos en marcha.

Las imágenes,
la cabaña abandonada

sobre un arcén de siempreverdes
detrás de un contorno esperado,

van llegando con la próxima hondonada,
como llega una estación y no el tren.

Recordar las cosas tan sólo
cuando avanzamos hacia ellas,

y de algún modo las posiciones parecen correctas.
La mente hace listas en su movimiento,

inventarios sin importancia
hasta que el camino los trae de nuevo a la memoria.


Joseh Woods, Drogheda, Irlanda, 1966
Versión © Gerardo Gambolini



Bearings

Three or four occasions I’ve taken
this trajectory trawl across the country

and always in darkness the reckoning,
second-guess of what will come next.

That verge where we stopped to stretch
or a house alone in its own anarchy,

some weird arrangement in the garden.
Sights as these are burned retinally

and will stagnate in the stationary car
until ignition and the shudder beyond.

They come, those images,
the derelict lodge on a shoulder

of evergreens beyond a contour
you expected,

arriving with the next dip,
in the way a station does and not the train.

Only remembering things in times
when we are moving toward them,

and bearings seem sound somehow.
Mind lists in its movement,

inventories of no consequence
until the road recalls them again.



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