lunes, 16 de agosto de 2010

Fernando Herrera Gómez


Jardines del Nilo

Aquella tarde
al salir del Museo Egipcio
en el Cairo
¿cómo me dejé guiar por aquel timador
por entre alfombras y espejos
en la tienda de perfumes?
En mi brazo quedaron
húmedas franjas de aroma
mientras el vendedor
de mirada aviesa
hablaba de flores y de granjas
a orillas del Nilo
–Tiernas violetas del amanecer
maceradas con espliego
y algo de azahar
recogido bajo la luz de la luna en primavera–
Estratagemas que esgrimía el comerciante
para venderme
el tenue recuerdo de esa tarde
que hoy recobro
en los jardines encantados de tu pecho

Fernando Herrera Gómez, Medellín, Colombia, 1958
imagen: Stephen J. Howes, Along the Nile



El ruego

Minero fueron mis mayores
Y por defender sus minas
Se adentraron en los socavones sombríos
De las leyes
Y por las leyes herrumbrosas
Llegué yo a las intrincadas galerías del idioma
Buscando siempre un esplendor
En lo hondo de la tierra oscura

Señor
concédeme en un verso

–a mí que con poca modestia
pretendo ser el amanuense de los míos–

Ese oro verdadero
que mi sangre ha perseguido por siglos

Fernando Herrera Gómez, Medellín, Colombia, 1958

viernes, 13 de agosto de 2010

Cesare Pavese


Mañana

La ventana entornada contiene un rostro
sobre el campo del mar. Los vagos cabellos
acompañan el tierno ritmo del mar.

Los recuerdos no existen sobre este rostro.
Sólo una sombra que huye, como de nube.
La sombra es húmeda y dulce como la arena
de una cavidad intacta, bajo el crepúsculo.
No hay recuerdos. Solamente un susurro
que es la voz del mar hecha recuerdo.

En el ocaso el agua débil del alba
que se embebe de luz aclara el rostro.
Cada día es un milagro sin tiempo
bajo el sol: una luz salobre lo impregna
y un sabor de fruto marino vivo.
No existen recuerdos sobre este rostro.

No existe una palabra que lo contenga
o lo una a las cosas pasadas. Ayer
se esfumó de la breve ventana como
se desvanecerá dentro de poco, sin tristeza
ni palabras humanas sobre el campo del mar.

Cesare Pavese, Italia, 1908-1950
traducción de Horacio Armani
imagen: s/d



Mattino

La finestra socchiusa contiene un volto
sopra il campo del mare. I capelli vaghi
accompagnano il tenero ritmo del mare.

Non ci sono ricordi su questo viso.
Solo un ombra fuggevole, come di nube.
L’ombra è umida e dolce come la sabbia
di una cavità intatta, sotto il crepuscolo.
Non ci sono ricordi. Solo un sussurro
che è la voce del mare fatta ricordo.

Nel crepuscolo l’acqua molle dell’alba
che s’imbeve di luce, rischiara il viso.
Ogni giorno è un miracolo senza tempo,
sotto il sole: una luce salsa l’impregna
e un sapore di frutto marino vivo.
Non esiste ricordo su questo viso.

Non esiste parola che lo contenga
o accomuni alle cose passate. Ieri,
dalla breve finestra è svanito come
svanirà tra un istante, senza tristezza
né parole umane, sul campo del mare.



Nocturno

La colina es nocturna en el cielo claro.
Allí se enmarca tu cabeza, que mueve apenas
y acompaña ese cielo. Eres como una nube
entrevista entre ramas. En los ojos te ríe
la extrañeza de un cielo que no es el tuyo.

La colina de tierra y de hojas encierra
con su masa negra tu vivo mirar;
tu boca tiene el pliegue de una dulce hondonada
entre costas lejanas. Pareces jugar
bajo la gran colina y el claror del cielo:
para agradarme repites el paisaje antiguo
y lo vuelves más puro.

Pero vives en otra parte.
Tu tierna sangre se hizo en otra parte.
Las palabras que dices no se avienen
con la ápera tristeza de este cielo.
No eres más que una nube dulcísima, blanca,
enredada una noche entre ramas antiguas.

Cesare Pavese, Italia, 1908-1950
traducción de Horacio Armani


Notturno

La collina è notturna, nel cielo chiaro.
Vi s'inquadra il tuo capo, che muove appena
e accompagna quel cielo. Sei come una nube
intravista fra i rami. Ti ride negli occhi
la stranezza di un cielo che non è il tuo.

La collina di terra e di foglie chiude
con la massa nera il tuo vivo guardare,
la tua bocca ha la piega di un dolce incavo
tra le coste lontane. Sembri giocare
alla grande collina e al chiarore del cielo:
per piacermi ripeti lo sfondo antico
e lo rendi più puro.

Ma vivi altrove.
Il tuo tenero sangue si è fatto altrove.
Le parole che dici non hanno riscontro
con la scabra tristezza di questo cielo.
Tu non sei che una nube dolcissima, bianca
impigliata una notte fra i rami antichi.

jueves, 5 de agosto de 2010

Bassam Hajjar


Las carreras del dolor

Ponte en marcha, si aún es posible ir.

Llévate la blancura de las paredes, el cobre de los potes
y los silencios

del paseo en las avenidas. Llévate los visitantes del
aburrimiento,

los deseos ciegos y el dinero artificial de las risas. Me he
curado

de mi tristeza y he enterrado sus cenizas en la grava.

La rechacé y la sepulté en las piedras. Curado de mi
esperanza

de curarme, la llevo en mí como una inflamación del
cerebro

o una hinchazón de los párpados.

Me he curado de tu amor. Ahora puedo vivir.


Otro hombre

¿Todo se acaba de verdad?
Dejan las copas y las sillas
y yo me quedo aquí, solo
para apagar la luz y dormir.

¿Y si están escondidos detrás de las puertas
o detrás de las paredes,
esperando?
¿Y si, después de que yo cierre los ojos
la noche comienza en mi ausencia?

Bassam Hajjar (1955, Líbano).
Traducción de Joumana Haddad

martes, 3 de agosto de 2010

William Ospina


Lope de Aguirre

Yo vine a la conquista de la selva, y la selva me ha conquistado.
Aparto con las manos los enormes ramajes,
Miro a solas las encendidas flores con forma de pájaros,
La extrema contorsión de la serpiente herida
Que las nubes parecen reflejar en el cielo.

Nada es piedad aquí, nada es dulzura.
¿Si son crueles los monjes en los penumbrosos claustros de España,
Si son degolladores los reyes y envenenadoras las reinas
En sus artísticos salones llenos de lienzos y de lámparas,
Si son perversos los obispos y lascivos los papas
En la nube de mármol de sus tronos romanos,
Si son despiadados los clérigos, que leyeron a Homero y a Séneca,
Si son salvajes los capitanes que comen la carne cocida,
Salpicada de jerez y de orégano,
Si bajo Europa entera aúllan las mazmorras,
Cómo puedo ser manso en estas tierras,
Ceñido por las selvas impracticables,
Lejos de esos palacios tapizados por la letra y la música?

He decidido ser un tigre.
La selva invade el alma como un vino.
Aquí no hay bien ni mal sino el zarpazo,
La rauda flecha del halcón hacia la comadreja de aguas,
El estupor del conejo salvaje ante el bostezo de la enorme serpiente,
El salto de la hormiga roja escapando un instante de las fauces de la salamandra,
La innumerable y cíclica y recíproca voracidad
De la gran selva de oscuros dioses que se alimenta de sí misma como un dragón de fiebre.

El rey está muy lejos, gobernando sus yermos de Castilla,
Sus puertos que miran al África, sus chambelanes obsequiosos,
Sus espejos prietos de cortesanos, sus olivares retorcidos como doctrinas,
Su orgullo salpicado de galeones, sus panoplias marchitas (en cada daga sangre de un viejo amigo)
Y la tierra gime de leones españoles desde el río Sacramento hasta los arrozales de Manila,
Desde las charcas fétidas del infierno hasta las últimas plumas de los ángeles.
El rey es rey del mundo, pero la selva es mía,
Y ese ojeroso príncipe de piel de cera y manos puntiagudas
No podría avanzar con sus tacones de nácar por estos riscos de tristeza
Donde la carne pierde toda esperanza;
No podría aventar con sus abanicos de pavo real
En los húmedos aires a estos mosquitos rojos que prodigan la fiebre,
No hundiría jamás sus tobillos lechosos
En los pantanos infestados de dientes.

Déjame a mí el palacio de estos atardeceres de tormento que se parecen a mi alma,
Donde bestiales tropas me adoran de miedo,
Donde debo mirarlos como un buitre para que no me maten,
Donde los últimos ángeles de mi infancia se descomponen en las ciénagas tibias,
Donde los hombres solos, desprendidos del barco de los siglos, aprender a ser crueles,
A combatir el cielo a dentelladas, a recelar en el amor la emboscada.

Selva monumental, aire de flechas súbitas,
Humaredas que traen olor de extrañas carnes,
Ancianos indios extasiados de ojos amarillos
Que miran como reyes o santos las vacías regiones del cielo;
Y diente de jaguar para la suerte,
Y montones de rojas semillas maceradas que me harán fértil,
Y los senos oscuros que penden como frutos,
Y la rana que se hunde en su reflejo, y bóvedas de frondas meciéndose en el agua.

Descendemos gritando por los ríos violentos en barcazas pesadas de odio;
Sé que al darles la espalda, estos hombres me miran como perros,
Sé que estoy afilando el cuchillo que pasarán por mi garganta.

Hemos dejado un rastro de cadáveres desde las sierras de Mérida,
Por los llanos resecos, por las enloquecidas serranías,
Un rastro de caseríos en llamas, alaridos de madres ya sin destino,
Rostros atónitos debajo del agua que un remo empuja hacia el fondo,
Pero qué puedo hacer si la selva me ha trastornado,
Me reveló las bestias que habitaban mi carne,
Si sólo sé mandar y codiciar todo lo que pueda ser mío
Y aquí cada ramaje se opone a mis designios;
Qué puedo hacer sino amasar el oro de estos pueblos brutales,
Y ser el rey de sangre de estas tardes de lástima,
Y poner al tucán de pico extravagante sobre mi hombro,
Y coronar de flores como incendios mi cabeza aturdida,
Y declarar la guerra a las escuadras imperiales que cubren los océanos,
Con esta voz que grita en la selva y que jamás los alcanza,
Y ser el rey de ultrajes de estos soldados rencorosos
Hasta que sus cuchillos se apiaden.

William Ospina, Colombia, 1954.
imagen: Klaus Kinski en Aguirre, la ira de Dios

viernes, 30 de julio de 2010

Jorge Manrique


Coplas de Jorge Manrique por la muerte de su padre (fragmentos)

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.

[...] Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que cuando morimos
descansamos.

[...] Decidme: la hermosura,
la gentil frescura y tez
de la cara,
el color y la blancura,
cuando viene la vejez,
¿cuál se para?
Las mañas y ligereza
y la fuerza corporal
de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega al arrabal
de senectud.

[...] Los placeres y dulzores
de esta vida trabajada
que tenemos,
no son sino corredores,
y la muerte, la celada
en que caemos.
No mirando nuestro daño,
corremos a rienda suelta
sin parar;
desque vemos el engaño
y queremos dar la vuelta,
no hay lugar.

[...] Esos reyes poderosos
que vemos por escrituras
ya pasadas,
por casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
trastornadas;
así que no hay cosa fuerte,
que a papas y emperadores
y prelados,
así los trata la muerte
como a los pobres pastores
de ganados.

[...] ¿Qué se hizo el rey don Juan?
Los infantes de Aragón
¿qué se hicieron?
¿Qué fue de tanto galán,
qué fue de tanta invención
como trajeron?
Las justas y los torneos,
paramentos, bordaduras
y cimeras,
¿fueron sino devaneos?
¿qué fueron sino verduras
de las eras?

........

[...] Después de puesta la vida
tantas veces por su ley
al tablero;
después de tan bien servida
la corona de su rey
verdadero:
después de tanta hazaña
a que no puede bastar
cuenta cierta,
en la su villa de Ocaña
vino la muerte a llamar
a su puerta,

diciendo: «Buen caballero,
dejad el mundo engañoso
y su halago;
vuestro corazón de acero,
muestre su esfuerzo famoso
en este trago;
y pues de vida y salud
hicisteis tan poca cuenta
por la fama,
esfuércese la virtud
para sufrir esta afrenta
que os llama.

[...] Así, con tal entender,
todos sentidos humanos
conservados,
cercado de su mujer
y de sus hijos y hermanos
y criados,
dio el alma a quien se la dio
(en cual la dio en el cielo
en su gloria),
que aunque la vida perdió
dejónos harto consuelo
su memoria.

Jorge Manrique, España, 1440-1479
imagen: s/d

lunes, 26 de julio de 2010

Ezra Pound


Portrait d’une femme

Tu mente y tú son nuestro Mar de los Sargazos;
en estos veinte años, Londres ha pasado por ti
y barcos brillantes te dejaron esto en pago:
ideas, rumores, restos de todo,
raras balizas de saber y ajados objetos de valor.
Grandes intelectos te buscaron, a falta de otra.
Fuiste segunda siempre. ¿Trágico?
No. Lo preferías a lo habitual:
un esposo insulso y aburrido, sumiso,
un espíritu mediocre, con una idea menos cada año.
Oh, eres paciente, te he visto sentada largas horas
donde algo podría haber surgido.
Y ahora pagas tú. Sí, pagas con largueza.
Eres alguien de cierto interés; uno llega a ti
y se lleva una ganancia singular:
trofeos rescatados, alguna curiosa sugerencia,
un dato que no conduce a nada, y uno o dos relatos
llenos de mandrágoras o de alguna otra cosa
que podría ser útil pero que nunca lo es,
que jamás encaja en una esquina ni muestra aplicación,
ni halla su hora en el telar de los días;
la dañada, vistosa, magnífica pieza antigua,
ídolos y ámbar gris y raras incrustacione:
esas son tus riquezas, tu gran acopio; y sin embargo,
a pesar de ese tesoro marino de cosas caducas,
extrañas maderas semi-hinchadas, y baratijas nuevas y brillantes,
en el lento fluctuar de la luz intensa y diferida
¡no hay nada! nada en todo eso
que sea enteramente tuyo.
Pero eso eres tú.

Ezra Loomis Pound, Idaho, Estados Unidos, 1885 –Venecia, Italia, 1972
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Ezra Pound



Portrait d’une femme

Your mind and you are our Sargasso Sea,
London has swept about you this score years
And bright ships left you this or that in fee:
Ideas, old gossip, oddments of all things,
Strange spars of knowledge and dimmed wares of price.
Great minds have sought you - lacking someone else.
You have been second always. Tragical?
No. You preferred it to the usual thing:
One dull man, dulling and uxorious,
One average mind - with one thought less, each year.
Oh, you are patient, I have seen you sit
Hours, where something might have floated up.
And now you pay one. Yes, you richly pay.
You are a person of some interest, one comes to you
And takes strange gain away:
Trophies fished up; some curious suggestion;
Fact that leads nowhere; and a tale for two,
Pregnant with mandrakes, or with something else
That might prove useful and yet never proves,
That never fits a corner or shows use,
Or finds its hour upon the loom of days:
The tarnished, gaudy, wonderful old work;
Idols and ambergris and rare inlays,
These are your riches, your great store; and yet
For all this sea-hoard of deciduous things,
Strange woods half sodden, and new brighter stuff:
In the slow float of differing light and deep,
No! there is nothing! In the whole and all,
Nothing that's quite your own.
Yet this is you.

viernes, 23 de julio de 2010

Roy Fuller



Ferry

Las ideas más viejas y sencillas
surgen con la antiquísima luna:
que ella esmalta bajo su esfera
a hombres y artillería,
gargantas y párpados y pelo
rígidos en el amor y en la guerra;
que eso ha ocurrido antes.

Y que el hombre solitario
alza la cabeza y se estremece
con la clara percepción de la locura,
del estado y la edad de su planeta
–donde sea que se pare entre los hombres,
cual sea su conjunto de principios–,
del momento crucial y prolongado.

Esta noche la luna se ha elevado
sobre un puerto apacible,
entre hierros retorcidos y trabajo,
alumbrando los barcos semihundidos.
Oh, el abismo fatal seguro
está más cerca, ¿los pasos furibundos
más veloces? El plateado se aparta a la deriva

del ángulo de la estela:
la luna inunda los rostros.
El momento ha pasado: las fuerzas
que controlan la naturaleza leonina
miran por los ojos y preguntan:
¿puedes creer en un futuro
dejado solamente a la roca y la criatura?

Roy Fuller, Lancashire, Inglaterra, 1912-1991
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d



Harbour Ferry

The oldest and simplest thoughts
Rise with the antique moon:
How she enamels men
And artillery under her sphere,
Eyelids and hair and throats
Rigid in love and in war;
How this has happened before.

And how the lonely man
Raises his head and shudders
With a brilliant sense of the madness,
The age and shape of his planet,
Wherever his human hand,
Whatever his set of tenets,
The long and crucial minute.

To-night the moon has risen
Over a quiet harbour,
Through twisted iron and labour,
Lighting the hal-drowned ships.
Oh surely the fatal chasm
Is closer, the furious steps
Swifter? The silver drips

From the angle of the wake:
The moon is flooding the faces.
The moment is over: the forces
Controlling the lion nature
Look out of the eyes and speak:
Can you believe in a future
Left only to rock and creature?



miércoles, 21 de julio de 2010

Violeta Parra


Run Run se fue pa’l norte

En un carro de olvido, antes de aclarar,
de una estación del tiempo, decidido a rodar
Run Run se fue pa'l Norte, no sé cuándo vendrá.
Vendrá para el cumpleaños de nuestra soledad.

A los tres días, carta con letra de coral,
me dice que su viaje se alarga más y más,
se va de Antofagasta sin dar una señal,
y cuenta una aventura que paso a deletrear
Ay ay ay de mí.

Al medio de un gentío que tuvo que afrontar,
un trasbordo por culpa del último huracán,
en un puerto quebrado cerca de Vallenar,
con una cruz al hombro Run Run debió cruzar.

Run Run siguió su viaje, llegó al Tamarugal.
Sentado en una piedra se puso a divagar,
que si esto que lo otro, que nunca que además,
que la vida es mentira, que la muerte es verdad.
Ay ay ay de mí.

La cosa es que una alforja se puso a trajinar,
sacó papel y tinta, un recuerdo quizás,
sin pena ni alegría, sin gloria ni piedad,
sin rabia ni amargura, sin hiel ni libertad.

Vacía como el hueco del mundo terrenal,
Run Run mandó su carta por mandarla no más.
Run Run se fue pa'l Norte, yo me quedé en el Sur,
al medio hay un abismo sin música ni luz.
Ay ay ay de mí.

El calendario afloja por las ruedas del tren,
los números del año sobre el filo del riel.
Más vueltas dan los fierros, más nubes en el mes,
más largos son los rieles, más agrio es el después.

Run-Run se fue pa'l Norte, qué le vamos a hacer,
así es la vida entonces, espinas de Israel,
amor crucificado, corona del desdén,
los clavos del martirio, el vinagre y la hiel.
Ay ay ay de mí.


Maldigo del alto cielo

Maldigo del alto cielo la estrella con su reflejo,
maldigo los azulejos, destellos del arroyuelo,
maldigo del bajo suelo la piedra con su contorno,
maldigo el fuego del horno porque mi alma está de luto,
maldigo los estatutos del tiempo con sus bochornos,
¡cuánto será mi dolor!

Maldigo la cordillera de los Andes y La Costa,
maldigo, señor, la angosta y larga faja de tierra,
también la paz y la guerra, lo franco y lo veleidoso,
maldigo lo perfumoso porque mi anhelo está muerto,
maldigo todo lo cierto y lo falso con lo dudoso,
¡cuánto será mi dolor!

Maldigo la primavera con sus jardines en flor
y del otoño el color, yo lo maldigo de veras;
a la nube pasajera la maldigo tanto y tanto
porque me asiste un quebranto. Maldigo el invierno entero
con el verano embustero, maldigo profano y santo,
¡cuánto será mi dolor!

Maldigo a la solitaria figura de la bandera,
maldigo cualquier emblema, la Venus y la Araucaria,
el trino de la canaria, el cosmos y sus planetas,
la tierra y todas sus grietas porque me aqueja un pesar,
maldigo del ancho mar sus puertos y sus caletas,
¡cuánto será mi dolor!

Maldigo luna y paisaje, los valles y los desiertos,
maldigo muerto por muerto y el vivo de rey a paje,
el ave con su plumaje, yo la maldigo a porfía,
las aulas, las sacristías porque me aflige un dolor,
maldigo el vocablo amor con toda su porquería,
¡cuánto será mi dolor!

Maldigo por fin lo blanco, lo negro con lo amarillo,
obispos y monaguillos, ministros y predicandos
yo los maldigo llorando; lo libre y lo prisionero,
lo dulce y lo pendenciero, le pongo mi maldición
en griego y en español por culpa de un traicionero,
¡cuánto será mi dolor!

Violeta Parra, Chile, 1917-1967
imagen: Violeta Parra

domingo, 18 de julio de 2010

Pablo Neruda


Walking around

Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
navegando en un agua de origen y ceniza.

El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.

Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.

Sin embargo sería delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío.

No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tripas mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.

No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos,
aterido, muriéndome de pena.

Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.

Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.

Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
hay espejos
que debieran haber llorado de vergüenza y espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.

Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran lentas lágrimas sucias.

Pablo Neruda, Chile, 1904-1973
imagen: s/d

viernes, 16 de julio de 2010

William Butler Yeats


Fugaces

“Tus ojos que antes nunca se cansaban de los míos
se abaten de pena bajo tus párpados trémulos
porque se apaga nuestro amor.”
Y dice ella:
“Aunque se apague nuestro amor, vayamos
a la orilla solitaria del lago una vez más,
juntos a esa hora de quietud en que se duerme
esa pobre criatura cansada, la pasión.
¡Qué lejanas parecen las estrellas, y qué lejano
nuestro primer beso, y qué viejo, ay, mi corazón!

Pensativos caminaban entre las hojas marchitas,
mientras él, cuya mano tomaba la de ella, repuso lentamente:
“La pasión a menudo consumió nuestros errantes corazones.”

Los bosques los rodeaban, y las hojas amarillas
caían en la penumbra como débiles meteoritos, y en un momento
un conejo añoso rengueó por el camino;
el otoño se abatía sobre él; y entonces se detuvieron
a la orilla solitaria del lago una vez más:
al volverse, vio que ella se había echado
hojas muertas en el pecho y el cabello,
húmedas como sus ojos, recogidas en silencio.

“Oh, no lamentes”, dijo él,
“que estemos cansados, pues otros amores nos esperan;
odia y ama en horas sin descontento.
Ante nosotros aguarda la eternidad; nuestras almas
son amor, y una continua despedida.”

William Butler Yeats, Irlanda, 1865-1939
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Corot, Paisaje junto al lago



Ephemera

“Your eyes that once were never weary of mine
Are bowed in sorrow under pendulous lids,
Because our love is waning.”
And then She:
“Although our love is waning, let us stand
By the lone border of the lake once more,
Together in that hour of gentleness
When the poor tired child, passion, falls asleep.
How far away the stars seem, and how far
Is our first kiss, and ah, how old my heart!”

Pensive they paced along the faded leaves,
While slowly he whose hand held hers replied:
“Passion has often worn our wandering hearts.”

The woods were round them, and the yellow leaves
Fell like faint meteors in the gloom, and once
A rabbit old and lame limped down the path;
Autumn was over him: and now they stood
On the lone border of the lake once more:
Turning, he saw that she had thrust dead leaves
Gathered in silence, dewy as her eyes,
In bosom and hair.

“Ah, do not mourn,” he said,
“That we are tired, for other loves await us;
Hate on and love through unrepining hours.
Before us lies eternity; our souls
Are love, and a continual farewell.”