Los invictos
El valor dará paso
a la desesperación y la desesperación
al sufrimiento, y el sufrimiento
acabará en la muerte. Pero tú,
que no eres libre de elegir
tu sufrimiento, puedes elegir
tu respuesta. He conocido
granjeros, nacidos a los males
de su especie, desgastados
a la intemperie, que se ahogaban
en sus propias flemas; habían gastado cuanto
tenían para comprar a su hijo tísico
la profesión que su cuerpo
no podía soportar. Vivían
con orgullo, contemplando cómo el espíritu,
labrado en diamante, se deshacía
en la pequeña piedra seca, dura
y redonda con la que se ahoga
la humanidad. Morían con
valor, bajo el martilleo de la lluvia
sobre el tejado, sin una sola queja.
Ronald Stuart Thomas, Cardiff, Gales, 1913-2000
Traducción de Misael Ruiz Albarracín
imagen tomada de http://www.thetweedpig.com
Encorvados
La cabeza inclinada
sobre las entrañas,
sobre el manuscrito, sobre el
bloque, sobre las hileras
de nabos.
¿No levantan nunca la vista?
¿Qué les hace pensar
que arrodillarse
es rezar?
Se trata de andar erguidos
al sol.
¿Fue el peso de la mandíbula
lo que encorvó sus espaldas
y mantuvo su visión
por debajo de la línea del horizonte?
Tardaron dos millones de años
en enderezarlas,
pero siguen encorvados
sobre los mapas, los instrumentos,
la mesa de dibujo,
el ombligo matemático
que es el guiño de Dios.
La cabeza inclinada
sobre las entrañas,
sobre el manuscrito, sobre el
bloque, sobre las hileras
de nabos.
¿No levantan nunca la vista?
¿Qué les hace pensar
que arrodillarse
es rezar?
Se trata de andar erguidos
al sol.
¿Fue el peso de la mandíbula
lo que encorvó sus espaldas
y mantuvo su visión
por debajo de la línea del horizonte?
Tardaron dos millones de años
en enderezarlas,
pero siguen encorvados
sobre los mapas, los instrumentos,
la mesa de dibujo,
el ombligo matemático
que es el guiño de Dios.
Ronald Stuart Thomas, Cardiff, Gales, 1913-2000
Traducción de Misael Ruiz Albarracín
He visto salir el sol
para iluminar un pequeño campo
durante un tiempo, y seguí mi camino
y lo olvidé. Pero esa era la perla
de gran valor, el único campo que contenía
un tesoro. Ahora me doy cuenta
de que debo dar todo lo que tengo
para poseerlo. La vida no corre
hacia un futuro que se evapora, ni anhela
un pasado imaginado. Es el desvío,
como Moisés ante el milagro
del arbusto encendido, hacia un brillo
que parecía tan pasajero como tu juventud
una vez, pero es la eternidad que te aguarda.
Versión © Gerardo Gambolini
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