lunes, 11 de febrero de 2013

Salvatore Quasimodo






La noche ha terminado
y, oculta en los canales, la luna
desciende lentamente en la intemperie de la aurora.

Es tan vivo septiembre en esta tierra
de llanura, los prados son tan verdes
como los valles del sur en primavera.
Abandoné a mis compañeros,
oculté el corazón  en estos viejos muros
para quedarme solo y recordarte.

¡Cuánto más lejos que la luna estás,
ahora, cuando despunta el día
y cascos de caballos resuenan en las piedras!



Ni la Cruz ni la infancia
bastan para destruir la guerra,
ni el martillo del Gólgota,
ni la memoria angélica.
Los solados lloran de noche
antes de morir. Son fuertes, caen
a los pies de las palabras aprendidas
bajo las armas de la vida.
Números amantes, soldados,
anónimos estrépitos de lágrimas.



Sobre la arena de Gela, color paja,
me tendía de niño,
en la orilla del antiguo mar de Grecia
con demasiados sueños en los puños cerrados
            y en el pecho.
Allá, en su destierro, Esquilo
midió versos y pasos desolados;
en aquel golfo abrasado el águila lo vió y fue
            el último día.
Hombre del Norte que, para tu paz, me
            deseas
intrascendente o muerto, espera:
en esta primavera la madre de mi padre
cumplirá cien años.
Espera: que mañana yo no juegue
con tu cráneo amarilleado por las lluvias.


Salvatore Quasimodo, Italia, 1901-1968
Traducciones de Eugenio y Gianni Siccardi
imagen: s/d


Ora che sale il giorno

Finita è la notte e la luna / si scioglie lenta nel sereno, / tramonta nei canali. // E’ così vivo settembre in questa terra / di pianura, i prati sono verdi / come nelle valli del sud a primavera. / Ho lasciato i compagni, / ho nascosto il cuore dentro le vecchie mura, / per restare solo a ricordarti. //  Come sei più lontana della luna, / ora che sale il giorno /
e sulle pietre batte il piede dei cavalli!


I soldati piangono di notte

Ne’ la Croce ne’ l’infanzia bastano, / il martello del Golgota, l’angelica / memoria a schiantare la guerra. / I soldati piangono di notte / prima di morire, sono forti, cadono / ai piedi di parole imparate / sotto le armi della vita. / Numeri amanti, soldati, / anonimi scrosci di lacrime.

A un poeta nemico

Su la sabbia di Gela colore della paglia / mi stendevo fanciullo in riva al mare, / antico di Grecia con molti sogni, nei pugni / stretti e nel petto. Là Eschilo esule / misurò versi e passi sconsolati, / in quel golfo arso l’aquila lo vide / e fu l'ultimo giorno. Uomo del Nord, che mi vuoi / minimo o morto per tua pace, spera: / la madre di mio padre avrà cent’anni / a nuova primavera. Spera: che io domani / non giochi col tuo cranio giallo per le piogge.


sábado, 9 de febrero de 2013

Bartolo Cattafi




Gesto

No es verdad que no pasó nada
cuando sacaste la mano del bolsillo
y con el brazo estirado cortaste el aire
de izquierda a derecha
de arriba a abajo
pasó que con el brazo estirado
cortaste el aire
y eso tuvo su peso
el aire no es más como antes
está cortado



Construcciones y trenes pierden brillo,
envejecen, se decoloran con el tiempo,
invaden el beige de la niebla.
La antracita perdura, abajo, negra,
frágil, dura, reflejos de metal,
tierra cerrada y vieja
de luces apagadas.
Entiendo los signos, los mojones calcinados del lindero,
el ala del fósil clavada en la costa
las manos contraídas de los compañeros
náufragos muertos en el golfo sin mar.
Puede darse que haya mañana otra hoguera
no la abierta la radiante combustión
que mancha el aire de humo y de amaranto,
la sofocante pérdida del alma
nosotros encastrados en la sombra.

Pienso en la lluvia, en las cenizas, en el silencio
que el huracán deja amalgamados
en la vírgen lápida de barro
donde legiones de hombres y de bestias
vendrán otra vez a imprimir
un tránsito en el mundo,
al alba ignorantes del negro   
corazón del mundo.


Bartolo Cattafi, Italia, 1922-1979
versiones © Gerardo Gambolini
imagen: de Wikipedia


Gesto

Non è vero che non successe nulla
quando tirasti fuori la mano dalla tasca
e a braccio teso tagliasti l’aria
da sinistra a destra
dall’alto verso il basso
successe che a braccio teso
tagliasti l’aria
e ciò ebbe il suoi peso
l’aria non è più come prima
è tagliata.


Antracite

Fabbriche e treni perdono lucore,
invecchiano, sbiadiscono col tempo,
sconfinano nel bigio della nebbia.
L’antracite perdura, abbasso, nera,
fragile, dura, riflessi di metallo,
terra chiusa e remota
a lumi spenti.
Ne intendo i segni, i cippi calcinati del confine,
l’ala del fossile confitta sulla costa
le mani rattrappite dei compagni
naufraghi morti nel golfo senza mare.
Può darsi avvenga domani un altro rogo
non l’aperta l’allegra combustione
che macchia l’aria di fumo e d’amaranto,
la soffocante perdita dell’anima
noi incastrati nell’ombra.

Penso alla pioggia, alla cenere, al silenzio
che l’uragano lascia amalgamati
nella vergine lapide di melma
dove drappelli d’uomini e di bestie
verranno ancora a imprimere
un transito nel mondo,
all’alba ignari sul nero
cuore del mondo.



miércoles, 6 de febrero de 2013

Antonio F. Christophersen






If thou regret’st thy youth, why live?
The land of honourable death
Is here: —up to the field, and give
Away thy breath!
—Lord Byron


Días de Atenas, sol que inundaba el convento,
columnatas para siempre vernales, risas
con sabor de naranjas. ¿Dónde están Demetrio,
Nicolò y toda esa alegre tropa
que a menudo hacía temblar los olivares?
¿Dónde está Teresa Macri,
la de ojos de antílope?
Patios grises de Harrow, lluvia gris sobre el Ida,
hados grises dormidos en el casco de Héctor,
domador de caballos,
ojos grises amados en Annesley, laderas
con bosques de fresas,
fantasmas de otro casco que él mismo diseñara
y en el que Hefesto ha escrito, con sombras de volcanes,
su leyenda. Los rayos de la luna hienden la sal
como floretes (Haydée canta a solas
la canción de las Islas,
suelto su cíngulo, las ajorcas y los aros
encendidos; a sus pies, como fábulas, se deshojan
las rosas de Lesbos). Imágenes de ancestros
que supieron los sombríos caminos del Océano,
la danza de Thor,
el vino purpúreo y los brazos de las mujeres:
Burun el Normando, John Byron, relámpago
en Edgehill, y el otro John, que habitó
entre tehuelches
y en el confín del mundo
prendió a su daga la luz de las coclearias.
“Todo es vanidad”, tu sombra,
las sombras de otros días,
una bruma y un sueño que sobre el mar se disipan.


Antonio F. Christophersen
imagen: retrato de Byron, por Richard Westall

Se agradecerá a quien pueda brindar datos biográficos sobre el autor del poema



domingo, 3 de febrero de 2013

Joseph Woods






Y aunque las últimas luces en el negro oeste se apaguen
—Gerald Manley Hopkins


Entre los altos árboles de tu padre
una astilla de lejana luz poniente al anochecer,
el único estímulo en días de cielo gris,

lo único constante en un verano de lluvia y aburrimiento.
Los mosquitos se juntan entre árbol y árbol
formando esferas frenéticas.

En una esquina del jardín
la glorieta desmoronada. Tapada por su propio techo
estuvo tirada allí todo el verano,

mientras él vive entre los muebles
de la familia mermada, extrañando los cielorrasos altos
pero no el frío, y sí, el sueño que traen los postigos.


Joseph Woods, Drogheda, Irlanda, 1966
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Nuvens, John Constable (1776-1837)


A Wet Summer’s Evening

And though the last lights off the black West went
—Gerald Manley Hopkins


Through your father’s high trees
a sliver of  weak western light far off at evening,
the only lift in days of half-light,

only constant in a summer of rain and boredom,
Midges gather in space between trees
forming a frenetic sphere.

In a far corner of the garden
the gazebo has collapsed. Capped by its own roof
it has lain there al the summer,

while he lives among the thinned-down family
forniture, missing the high ceilings
but not the cold, and yes, the sleep that shutters bring.




Los pasajes reservados y pagados,
al llegar descubrimos que el barco se limita

a extranjeros, y pronto, nos tranquilizan,
estaremos navegando confortablemente.

Más tarde, donde el gran río se angosta,
nos silban desde los árboles y el denso follaje.

Mujeres con leña cargada en la cabeza
se detienen a mirarnos, y niños desnudos junto a ellas

nos observan lánguidamente, confundidos como nosotros
por la diferencia. Debajo de la cubierta, el restaurante

cobra su comida en moneda fuerte,
y entre plato y plato, cámaras sofisticadas

son apuntadas a la orilla como pistolas.


Joseph Woods, Drogheda, Irlanda, 1966
Versión © Gerardo Gambolini


Hard Currency

Our tickets already booked and paid for
we arrive to find the ship is confined

to foreigners, and soon, we’re reassured,
we’ll be chugging comfortably along.

Later, where the big river narrows,
we are whistled at from trees and dense foliage.

Women with firewood balanced on their heads
stop to stare and naked children by their hips

look on listlessly, bemused as we are
by difference. Below deck, the restaurant

prices its food in hard currency,
and between courses elaborate cameras

are aimed at the riverbank like handguns.



viernes, 1 de febrero de 2013

Conversos




Conversos


En ti se idolatran
vitoreando
tu plena vulgaridad
su vulgar arribismo

Lo que une las homilías
une las comedias: posados como el cuervo
en el busto de Palas, parpadean en tu boca
su ojo monoteísta, su estúpido nunca más,
su manso destino


Gerardo Gambolini, Argentina, 1955
imagen: Édouard Manet, ilustración para la edición francesa de “The Raven” 
de Wikipedia - under Creative Commons Attribution


miércoles, 30 de enero de 2013

Leonardo Sciascia






Llevan polleras largas, bufandas
arcoiris — y se abandonan cansadas,
estiran las piernas en los asientos.
Lamentan la cuenta del hotel,
el apuro de la partida, el sueño
cortado al alba.
Sus nombres — Mónica, Marisa —
tienen el triste brillo de las perlas
que las muchachas compran en las ferias.
Pobres, locuaces golondrinas que migran
de un desierto a un desierto,
golondrinas cansadas sin primavera.

Cierran los ojos; un frío
velo de sueño cubre sus rostros,
aflora una infancia de dolor: blanca,
apenas viva en el aliento
sobre el iris chillón de las bufandas.


Leonardo Sciascia, 1921-1989, Sicilia, Italia
Versión © Gerardo Gambolini
imagen & texto italiano tomados de


Ballerine in treno

Vestono gonne lunghe, hanno sciarpe
d’arcobaleno – e si abbandonano affrante,
allungano le gambe sui sedili.
Lamentano il conto dell’albergo,
l’affanno della partenza, il sonno
reciso all’alba.
I loro nomi – Monica, Marisa –
hanno la triste luce delle perle
che le ragazze comprano alle fiere.
Povere, loquaci rondini che migrano
da un deserto a un deserto,
rondini stanche senza primavera.

Chiudono gli occhi; un freddo
velo di sonno segna i loro volti,
un’infanzia di pena affiora: bianca,
appena viva del respiro
sull’iride squillante delle sciarpe.

domingo, 27 de enero de 2013

Eugenio Montejo






                                                        a Octavio Paz

También de ti se irá Lisboa,
es decir ya se fue, ya va muy lejos,
con sus colinas de casas blancas,
los celajes de Ulises sobre sus piedras
y la niebla que va y viene entre sus barcos.
Lisboa se fue por esos rumbos del camino
por donde huyó la juventud,
sin que retengas la huella de un guijarro.
Hoy es memoria, ausencia, sueño,
pero palpaste su suelo antes de verla,
su viejo río era esa raya honda
que cruza la palma de tu mano.
Y tal vez si te apresuras la divises,
puede encontrarse tras el muro de ti mismo
donde se expande el horizonte.
Es decir, has de esperarla a cada instante,
suele enunciarse de improviso ante los ojos,
Lisboa se oculta, retorna, va contigo:
hay un jirón de su crepúsculo en la sombra
de quien cruzó una vez sus calles
que lo va acompañando por el mundo
y se aleja con pasos desconocidos.


Eugenio Montejo, Caracas, Venezuela, 1938 – Valencia, España, 2008
imagen: Lisboa [Alfama - Public domain]



El naufragio de un cuerpo en otro cuerpo
cuando en su noche, de pronto, se va a pique…
Las burbujas que suben desde el fondo
hasta el bordado pliegue de las sábanas.
Negros abrazos y gritos en la sombra
para morir uno en el otro,
hasta borrarse dentro de lo oscuro
sin que el rencor se adueñe de esta muerte.
Los enlazados cuerpos que zozobran
bajo una misma tormenta solitaria,
la lucha contra el tiempo ya sin tiempo,
palpando lo infinito aquí tan cerca,
el deseo que devora con sus fauces,
la luna que consuela y ya no basta.
El naufragio final contra la noche,
sin más allá del agua, sino el agua,
sin otro paraíso ni otro infierno
que el fugaz epitafio de la espuma
y la carne que muere en otra carne.


Eugenio Montejo, Caracas, Venezuela, 1938 – Valencia, España, 2008

miércoles, 23 de enero de 2013

Alan Dugan






La primera y última vez que vi
a mi ex amante Anne Sexton fue en
una lectura de poesía en protesta contra
alguna guerra inconstitucional en Asia
cuando un académico hijo de puta,
para poner a prueba su fama de borracha
le dio un vaso de cerveza lleno de vino
después de que leímos. Ella se lo bebió
entero, mirándome directo
a los ojos y luego dijo
“No me importa lo que creas,
¿sabes?” como si yo fuera
su ex ¿qué? ¿marido, amante,
qué? Y justo cuando yo
iba a decirle que la amaba, fui, oh,
fui interrumpido por mi bello enemigo
Galway Kinnell, quien le dijo
“Tal como me dijeron, tus ojos,
tienes uno azul y uno verde”
Y ahí estaban, los dos
bellos poetas, mirándose
uno al otro a sus bellos ojos
mientras yo bebía la borra de su vino.


Alan Dugan, Estados Unidos, 1923-2003
versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d


Drunken Memories Of Anne Sexton

The first and last time I met
my ex-lover Anne Sexton was at
a protest poetry reading against
some anti-constitutional war in Asia
when some academic son of a bitch,
to test her reputation as a drunk,
gave her a beer glass full of wine
after our reading.
She drank
it all down while staring me
full in the face and then said
“I don't care what you think,
you know,” as if I was
her ex-what, husband, lover,
what? And just as I
was just about to say I
loved her, I was, what,
was, interrupted by my beautiful enemy
Galway Kinnell, who said to her
“Just as I was told, your eyes,
you have one blue, one green”
and there they were, the two
beautiful poets, staring at
each others’ beautiful eyes
as I drank the lees of her wine.
 



Oh me levanté y fui a trabajar
y trabajé y volví a casa
y comí y hablé y me fui a dormir.
Después me levanté y fui a trabajar
y trabajé y volví a casa
del trabajo y comí y dormí.
Después me levanté y fui a trabajar
y trabajé y volví a casa
y comí y miré un programa y dormí
Después me levanté y fui a trabajar
y trabajé y volví a casa
y comí bife y me fui a dormir.
Después me levanté y fui a trabajar
y trabajé y volví a casa
y comí y cogí y me fui a dormir.
¡Después fue sábado, sábado, sábado!
¡El amor debe ser la razón de la semana!
¡Fuimos de compras! ¡Ví nubes!
¡Los niños explicaban todo!
¡Pude hablar de lo que importa!
¿Qué bebí el sábado a la noche
que me perdí la primera, la mejor mitad del domingo?
La segunda mitad no fue digna de estas “noticias”.
Después me levanté y fui a trabajar
y trabajé y volví a casa
del trabajo y comí y me fui a dormir,
renovado pero cansado por el fin de semana.


Alan Dugan, Estados Unidos, 1923-2003
versión © Gerardo Gambolini


On A Seven-Day Diary

Oh I got up and went to work
and worked and came back home
and ate and talked and went to sleep.
Then I got up and went to work
and worked and came back home
from work and ate and slept.
Then I got up and went to work
and worked and came back home
and ate and watched a show and slept.
Then I got up and went to work
and worked and came back home
and ate steak and went to sleep.
Then I got up and went to work
and worked and came back home
and ate and fucked and went to sleep.
Then it was Saturday, Saturday, Saturday!
Love must be the reason for the week!
We went shopping! I saw clouds!
The children explained everything!
I could talk about the main thing!
What did I drink on Saturday night
that lost the first, best half of Sunday?
The last half wasn't worth this ‘word.’
Then I got up and went to work
and worked and came back home
from work and ate and went to sleep,
refreshed but tired by the weekend. 



Una vez, una alumna mía leyó un libro que teníamos.
Estaba haciendo una tarea de historia sobre
la decadencia y caída del Imperio Romano
y lloraba. Cuando le pregunté por qué
dijo Porqué. Toda esa gente muerta.
Le dije que si uno empieza a llorar por los muertos
no tendrá mucho tiempo para más nada.
Además, cuando toda la gente de la ciudad fue asesinada
o desapareció, pues su cultura llegó demasiado alto,
los bárbaros dejaron con vida a algunos campesinos
por su valor alimenticio. Algunos bárbaros violaron
a alguna campesina que engendró
una criatura que en última instancia te engendró a ti  
y a mí, de modo que hay una continuidad familiar,
así que no llores, es obvia, ¡mira alrededor!
Es por esa razón que los americanos
somos una nación de campesinos y bárbaros.


Alan Dugan, Estados Unidos, 1923-2003
versión © Gerardo Gambolini


Untitled Poem – I

Once, one of my students read a book we had.
She was doing a history assignment on
the decline and fall of the Roman Empire
and crying. When I asked her why
she said Because. All those people died.
I said that if you start to cry for the dead
you won’t have much time for anything else.
Besides, after all the city people were killed
or died off, because their cultures got too high,
the barbarians kept some peasants alive
for their food value. Some barbarians raped
some peasant woman who produced
a child who ultimately produced you
and me, so there is this family continuity,
so don’t cry, it’s obvious, look around!
This is the reason why we Americans 
are a nation of peasants and barbarians.




domingo, 20 de enero de 2013

Jack Gilbert






Todos olvidan que Ícaro también voló.
Es lo mismo cuando el amor llega a su fin
o el matrimonio fracasa y la gente dice que sabía
que aquello era un error, que todo el mundo
decía que jamás podría funcionar. Que ella tenía
suficiente edad para haberlo visto. Pero si algo
vale la pena de ser hecho, vale la pena hacerlo mal.
Como estar ahí junto al mar aquel verano
en el otro lado de la isla mientras
el amor se apagaba en ella, y las estrellas
brillaban tanto esas noches que
cualquiera sabía que no iban a durar.
Todas las mañanas la veía dormida en mi cama
como una aparición, su delicadeza
la de un antílope erguido en la niebla del alba.
Todas las tardes la veía regresar
por el campo pedregoso después de nadar,
la luz del mar detrás de ella, y el cielo inmenso
del otro lado. La escuchaba
mientras comíamos. ¿Cómo pueden decir
que el matrimonio fracasó? Como la gente que
volvía de Provenza (cuando era Provenza)
y decía que era linda pero que la comida era grasosa.
Yo creo que Ícaro no estaba cayendo cuando cayó,
sino sólo llegando al final de su triunfo.


Jack Gilbert, Pittsburgh, Pennsylvania, Estados Unidos, 1925-2012
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d


Failing and Flying

Everyone forgets that Icarus also flew.
It's the same when love comes to an end,
or the marriage fails and people say
they knew it was a mistake, that everybody
said it would never work. That she was
old enough to know better. But anything
worth doing is worth doing badly.
Like being there by that summer ocean
on the other side of the island while
love was fading out of her, the stars
burning so extravagantly those nights that
anyone could tell you they would never last.
Every morning she was asleep in my bed
like a visitation, the gentleness in her
like antelope standing in the dawn mist.
Each afternoon I watched her coming back
through the hot stony field after swimming,
the sea light behind her and the huge sky
on the other side of that. Listened to her
while we ate lunch. How can they say
the marriage failed? Like the people who
came back from Provence (when it was Provence)
and said it was pretty but the food was greasy.
I believe Icarus was not failing as he fell,
but just coming to the end of his triumph. 




Cuando al Rey de Siam le disgustaba un cortesano
le obsequiaba un hermoso elefante blanco.
La fantástica bestia exigía tal ritual
que cuidarla correctamente significaba la ruina.
Pero cuidarla incorrectamente era peor.
Parece que el regalo no podía rechazarse.


Jack Gilbert, Pittsburgh, Pennsylvania, Estados Unidos, 1925-2012
Versión © Gerardo Gambolini


In Dispraise Of Poetry

When the King of Siam disliked a courtier,
he gave him a beautiful white elephant.
The miracle beast deserved such ritual
that to care for him properly meant ruin.
Yet to care for him improperly was worse.
It appears the gift could not be refused.



jueves, 17 de enero de 2013

Ronald Stuart Thomas






¿Evans? Sí, muchas veces bajé
los toscos escalones
de la cocina sombría
con su fuego de leña, donde cantaban grillos
acompañando el silbido de la pava negra,
y entraba así a la fría oscuridad
para ahogarme en la densa marea
de la noche que envolvía las paredes
de su granja austera en lo alto de la loma.

No era la oscuridad que me llenaba los ojos y la boca
lo que me estremecía; tampoco el goteo
de la lluvia como sangre desde el único árbol
torturado por el clima. Era la oscuridad
que anegaba las venas de aquel hombre enfermo
al que dejé varado en la vasta
y solitaria costa de su cama helada.


Ronald Stuart Thomas, Cardiff, Gales, 1913-2000
versión © Gerardo Gambolini
imagen: St Hywyn’s Church, Aberdaron, Gales © Martin Baird


Evans

Evans? Yes, many a time
I came down his bare flight
Of stairs into the gaunt kitchen
With its wood fire, where crickets sang
Accompaniment to the black kettle’s
Whine, and so into the cold
Dark to smother in the thick tide
Of night that drifted about the walls
Of his stark farm on the hill ridge.

It was not the dark filling my eyes
And mouth apalled me; not even the drip
Of rain like blood from the one tree
Weather-tortured. It was the dark
Silting the veins of that sick man
I left stranded upon the vast
And lonely shore of his bleak bed.



Y Dios sostuvo en su mano
un globo pequeño. Mira, dijo.
El hijo miró. Lejos,
como a través de agua, vio
una tierra abrasada de intenso
color. La luz ardía
allí; edificios encostrados
arrojaban su sombra: una serpiente
brillante, un río
se desenroscaba, radiante
de lodo.
                        En una loma desnuda
un árbol desnudo entristecía
el cielo. Muchos
estiraban hacia él sus brazos flacos
como esperando que un abril ya ido
volviera a sus ramas
cruzadas. El hijo los
observó. Déjame ir allí, dijo.


Ronald Stuart Thomas, Cardiff, Gales, 1913-2000
versión © Gerardo Gambolini


The Coming

And God held in his hand
A small globe.  Look, he said.
The son looked.  Far off,
As through water, he saw
A scorched land of fierce
Colour.  The light burned
There; crusted buildings
Cast their shadows: a bright
Serpent, a river
Uncoiled itself, radiant
With slime.
                         On a bare
Hill a bare tree saddened
The sky.  Many people
Held out their thin arms
To it, as though waiting
For a vanished April
To return to its crossed
Boughs. The son watched
Them.  Let me go there, he said.



Algo apartada de la ruta
inmóvil en un gris del siglo pasado
está la capilla, fea, sin atractivo
para que un turista detenga el auto
y la visite. El tráfico pasa
y el río pasa, y lo mismo rápidas
sombras de nubes, y la capilla se hunde
un poco más en la hierba.

Pero aquí una vez, una noche como ésta,
en la oscuridad que envolvía
a sus oyentes, un predicador se prendió fuego
y ardió sin cesar delante de ellos
con una extraña luz para que vieran
el esplendor de las montañas desnudas
a su alrededor y cantaran sus amenes
fervientemente, por poco pero salvados
de un modo en que los hombres no lo están ahora.


Ronald Stuart Thomas, Cardiff, Gales, 1913-2000
versión © Gerardo Gambolini


The Chapel

A little aside from the main road
becalmed in a last-century greyness
there is the chapel, ugly, without the appeal
to the tourist to stop his car
and visit it. The traffic goes by
and the river goes by, and quick shadows
of clouds too, and the chapel settles
a little deeper into the grass

But here once on an evening like this,
in the darkness that was about
his hearers, a preacher caught fire,
and burned steadily before them
with a strange light so that they saw
the splendour of the barren mountains
about them and sang their amens
fiercely, narrow but saved
in a way that men are not now.