Mostrando las entradas con la etiqueta Salvatore Quasimodo. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Salvatore Quasimodo. Mostrar todas las entradas

lunes, 11 de febrero de 2013

Salvatore Quasimodo






La noche ha terminado
y, oculta en los canales, la luna
desciende lentamente en la intemperie de la aurora.

Es tan vivo septiembre en esta tierra
de llanura, los prados son tan verdes
como los valles del sur en primavera.
Abandoné a mis compañeros,
oculté el corazón  en estos viejos muros
para quedarme solo y recordarte.

¡Cuánto más lejos que la luna estás,
ahora, cuando despunta el día
y cascos de caballos resuenan en las piedras!



Ni la Cruz ni la infancia
bastan para destruir la guerra,
ni el martillo del Gólgota,
ni la memoria angélica.
Los solados lloran de noche
antes de morir. Son fuertes, caen
a los pies de las palabras aprendidas
bajo las armas de la vida.
Números amantes, soldados,
anónimos estrépitos de lágrimas.



Sobre la arena de Gela, color paja,
me tendía de niño,
en la orilla del antiguo mar de Grecia
con demasiados sueños en los puños cerrados
            y en el pecho.
Allá, en su destierro, Esquilo
midió versos y pasos desolados;
en aquel golfo abrasado el águila lo vió y fue
            el último día.
Hombre del Norte que, para tu paz, me
            deseas
intrascendente o muerto, espera:
en esta primavera la madre de mi padre
cumplirá cien años.
Espera: que mañana yo no juegue
con tu cráneo amarilleado por las lluvias.


Salvatore Quasimodo, Italia, 1901-1968
Traducciones de Eugenio y Gianni Siccardi
imagen: s/d


Ora che sale il giorno

Finita è la notte e la luna / si scioglie lenta nel sereno, / tramonta nei canali. // E’ così vivo settembre in questa terra / di pianura, i prati sono verdi / come nelle valli del sud a primavera. / Ho lasciato i compagni, / ho nascosto il cuore dentro le vecchie mura, / per restare solo a ricordarti. //  Come sei più lontana della luna, / ora che sale il giorno /
e sulle pietre batte il piede dei cavalli!


I soldati piangono di notte

Ne’ la Croce ne’ l’infanzia bastano, / il martello del Golgota, l’angelica / memoria a schiantare la guerra. / I soldati piangono di notte / prima di morire, sono forti, cadono / ai piedi di parole imparate / sotto le armi della vita. / Numeri amanti, soldati, / anonimi scrosci di lacrime.

A un poeta nemico

Su la sabbia di Gela colore della paglia / mi stendevo fanciullo in riva al mare, / antico di Grecia con molti sogni, nei pugni / stretti e nel petto. Là Eschilo esule / misurò versi e passi sconsolati, / in quel golfo arso l’aquila lo vide / e fu l'ultimo giorno. Uomo del Nord, che mi vuoi / minimo o morto per tua pace, spera: / la madre di mio padre avrà cent’anni / a nuova primavera. Spera: che io domani / non giochi col tuo cranio giallo per le piogge.


lunes, 9 de enero de 2012

Salvatore Quasimodo




Hombre de mi tiempo

Aún eres aquel de la piedra y la honda,
hombre de mi tiempo. Estabas en la cabina
con las alas malignas, los meridianos de muerte,
te he visto — dentro del carro de fuego, en las horcas,
en las ruedas de tortura. Te he visto: eras tú,
con tu ciencia exacta incitada al exterminio,
sin amor, sin Cristo. Has vuelto a matar,
como siempre, como mataron tus padres, como mataron
los animales que te vieron por primera vez.
Y esta sangre huele como en el día
en que el hermano le dijo al otro hermano:
“Vamos al campo”. Y aquel eco frío, tenaz,
llega hasta ti, entra en tu jornada.
Olvidad, oh hijos, las nubes de sangre
surgidas de la tierra, olvidad a los padres:
sus tumbas se hunden en las cenizas,
las aves negras, el viento, cubren sus corazones.


Salvatore Quasimodo, Italia, 1901-1968
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Basílica de Sant'Ambrogio, Milán, 1943. 
[Public domain photo]


Uomo del mio tempo

Sei ancora quello della pietra e della fionda,
uomo del mio tempo. Eri nella carlinga,
con le ali maligne, le meridiane di morte,
t’ho visto – dentro il carro di fuoco, alle forche,
alle ruote di tortura. T’ho visto: eri tu,
con la tua scienza esatta persuasa allo sterminio,
senza amore, senza Cristo. Hai ucciso ancora,
come sempre, come uccisero i padri, come uccisero
gli animali che ti videro per la prima volta.
E questo sangue odora come nel giorno
Quando il fratello disse all’altro fratello:
«Andiamo ai campi». E quell’eco fredda, tenace,
è giunta fino a te, dentro la tua giornata.
Dimenticate, o figli, le nuvole di sangue
Salite dalla terra, dimenticate i padri:
le loro tombe affondano nella cenere,
gli uccelli neri, il vento, coprono il loro cuore.


miércoles, 17 de marzo de 2010

Salvatore Quasimodo


En las frondas de los sauces

¿Y cómo podíamos cantar
con el pie extranjero sobre el corazón,
entre los muertos abandonados en las plazas
sobre la hierba dura de hielo, ante el lamento
de cordero de los niños, ante el alarido negro
de la madre que iba hacia su hijo
crucificado en el poste del telégrafo?
En las frondas de los sauces, como ex votos,
también nuestras liras estaban colgadas,
oscilaban leves bajo el triste viento.

Salvatore Quasimodo, Italia, 1901-1968
traducción de Carlos Vitale



Basta un día para equilibrar el mundo

La inteligencia la muerte el sueño
niegan la esperanza. En esta noche
en Brasov, en los Cárpatos, entre árboles
no míos, busco en el tiempo
a una mujer de amor. El bochorno quiebra
las hojas de los álamos y yo
me digo palabras que no conozco,
derramo tierras de memoria.
Un jazz oscuro, canciones italianas
pasan volcadas sobre el color de los iris.
En el crujido de las fuentes
se ha perdido tu voz:
basta un día para equilibrar el mundo.

Salvatore Quasimodo, Italia, 1901-1968
traducción de Teódulo López Meléndez

Basta un giorno a equilibrare il mondo

L’intelligenza la morte il sogno
negano la speranza. In questa notte
a Brasov nei Carpazi, fra alberi
non miei cerco nel tempo
una donna d’amore. L’afa spacca
le foglie dei pioppi
ed iomi dico parole che non conosco,
rovescio terre di memoria.
Un jazz buio, canzoni italiane
passano capovolte sul colore degli iris.
Nello scroscio delle fontane
s’è perduta la tua voce:
basta un giorno a equilibrare il mondo.



Las muertas guitarras

Mi tierra está sobre los ríos junto al mar,
ningún lugar tiene una voz tan lenta,
donde mis pies se deslicen
entre los juncos llenos de caracoles.
En verdad es otoño: en el viento, en jirones,
las muertas guitarras levantan sus cuerdas
sobre la negra boca y una mano sacude
esos dedos de fuego.
En el espejo de la luna
se peinan muchachas con pechos de naranjas.

¿Quién llora? ¿Quién azota los caballos en el aire
rojo? Nos detendremos en esta orilla
junto a la hilera de plantas y tú, amor,
no me lleves ante ese espejo
infinito: en él se miran muchachos
que cantan y altísimos árboles y aguas.
¿Quién llora? Yo no, créeme: sobre los ríos
corren exasperados chasquidos de una fusta,
los caballos sombríos, los relámpagos de azufre.
Yo no, mi raza tiene cuchillos
que arden y heridas que queman.

Salvatore Quasimodo, Italia, 1901-1968
traducción de Gianni Siccardi


Le morte chitarre

La mia terra è sui fiumi stretta al mare,
non altro luogo ha voce cosí lenta
dove i miei piedi vagan
otra giunchi pesante di lumache.
Certo è autunno: nel vento a branile
morte chitarre sollevano le corde
su la bocca nera e una mano agita
le ditadi fuoco.
nello specchio della luna
si pettinano fanciulle col petto d’arance.

Chi piange ? Chi frusta i cavalli nell’aria
rossa ? Ci fermeremo a questa riva
lungo le catene d’erba e tu amore
non portarmi davanti a quello specchio
infinito: vi si guardano dentro ragazzi
che cantano e alberi altissimi e acque.
Chi piange? Io no, credimi: sui fiumi
corrono esasperati schiocchi d’una frusta,
i cavalli cupi i lampi di zolfo.
Io no, la mia razza ha coltelli
che ardono e lune e ferite che bruciano.

viernes, 12 de febrero de 2010

Salvatore Quasimodo


La noche de invierno

Y otra vez la noche de invierno
y la torre de la aldea sombría con sus ruidos,
y las nieblas que sumergen el río,
y los helechos, las espinas. Oh, compañero,
has perdido el corazón: la llanura
ya no tiene espacio para nosotros.
Aquí, en silencio, lloras a tu tierra:
y muerdes el pañuelo de color
con tus dientes de lobo:
no despiertes al niño que duerme a tu lado
con los pies desnudos metidos en un pozo.
Que nadie nos recuerde a nuestra madre,
que nadie nos cuente el sueño del hogar.

Salvatore Quasimodo, Italia, 1901-1968
traducción de Gianni Siccardi
imagen: fresco, Villa Boscotrecase, Pompeya


La notte d’inverno

E ancora la notte d’inverno,
e la torre del borgo cupa con suoi tonfi,
e le nebbie che affondano il fiume,
e le felci e le spine. O compagno,
hai perduto il tuo cuore: la pianura
non ha piu spazio per noi.
Qui in silenzio piangi la tua terra:
e mordi il fazzoletto di colore
con i denti di lupo:
non svegliare il fanciullo che ti dorme accanto
coi piedi nudi chiusi in una buca.
Nessuno ci ricordi della madre, nessuno
ci racconti un sogno della casa.



Al padre

Sobre las aguas violáceas
donde estaba Mesina, tú caminas
entre caboles cortados y escombros
junto a vías y cambios
con tu gorra ferroviaria.
El terremoto está en ebullición
desde hace días, es diciembre de huracanes
y mar envenenado. Nuestras noches caen
en los vagones de carga y nosotros, ganado infantil,
contamos sueños polvorientos con los muertos
traspasados por los hierros, mordiendo
almendras y manzanas secas. La ciencia
del dolor puso verdad y hojas de cuchillos
en los juegos de las llanuras de malaria.
y fiebres hinchadas por el fango.

Tu paciencia
triste, delicada, nos quitó el temor,
fue lección de días unidos a la
muerte traicionada, al desprecio de los ladrones
apresados entre la chatarra y ajusticiados en la oscuridad
por las descargas de la descarga, cuenta
de números bajos que retornaba exacto,
concéntrico, un balance de la vida del futuro.

Tu gorra de sol iba por aquí y por allá
en el poco espacio que siempre te otorgaron.
A mí también me han limitado
y he llevado tu nombre
un poco más allá del odio y de la envidia.
Qué roja sobre tu cabeza era una mitra,
una corona con las alas de un águila.
Y ahora en el águila de tus noventa años
he querido hablar contigo, con tus señales
de partida simuladas por la linterna
nocturna, y aquí desde una rueda
imperfecta del mundo,
sobre un montón de muros cerrados,
lejos de los jazmines de Arabia
donde estás aún, para decirte
lo que antes no podía — difícil afinidad
de pensamientos — para decirte (y no nos escuchan
solamente los ágaves, los charlatanes del empalme)
como dice el campesino a su patrón:
“Baciumu li mani”. Esto, nada más.
Oscuramente fuerte es la vida.

Salvatore Quasimodo, Italia, 1901-1968
traducción de Gianni Siccardi

Al padre

Dove sull’acque viola
era Messina, tra fili spezzati
e macerie tu vai lungo binari
e scambi col tuo berretto di gallo
isolano. Il terremoto ribolle
da due giorni, è dicembre d’uragani
e mare avvelenato. Le nostre notti cadono
nei carri merci e noi bestiame infantile
contiamo sogni polverosi con i morti
sfondati dai ferri, mordendo mandorle
e mele dissecate a ghirlanda. La scienza
del dolore mise verità e lame
nei giochi dei bassopiani di malaria
gialla e terzana gonfia di fango.

La tua pazienza
triste, delicata, ci rubò la paura,
fu lezione di giorni uniti alla morte
tradita, al vilipendio dei ladroni
presi fra i rottami e giustiziati al buio
dalla fucileria degli sbarchi, un conto
di numeri bassi che tornava esatto
concentrico, un bilancio di vita futura.

Il tuo berretto di sole andava su e giù
nel poco spazio che sempre ti hanno dato.
Anche a me misurarono ogni cosa,
e ho portato il tuo nome
un po’ più in là dell’odio e dell’invidia.
Quel rosso del tuo capo era una mitria,
una corona con le ali d’aquila.
E ora nell’aquila dei tuoi novant’anni
ho voluto parlare con te, coi tuoi segnali
di partenza colorati dalla lanterna
notturna, e qui da una ruota
imperfetta del mondo,
su una piena di muri serrati,
lontano dai gelsomini d’Arabia
dove ancora tu sei, per dirti
ciò che non potevo un tempo - difficile affinità
di pensieri - per dirti, e non ci ascoltano solo
cicale del biviere, agavi lentischi,
come il campiere dice al suo padrone:
"Baciamu li mani". Questo, non altro.
Oscuramente forte è la vita.