La noche ha terminado
y, oculta en los canales, la luna
desciende lentamente en la intemperie de la aurora.
Es tan vivo septiembre en esta tierra
de llanura, los prados son tan verdes
como los valles del sur en primavera.
Abandoné a mis compañeros,
oculté el corazón en
estos viejos muros
para quedarme solo y recordarte.
¡Cuánto más lejos que la luna estás,
ahora, cuando despunta el día
y cascos de caballos resuenan en las piedras!
Ni la Cruz ni la infancia
bastan para destruir la guerra,
ni el martillo del Gólgota,
ni la memoria angélica.
Los solados lloran de noche
antes de morir. Son fuertes, caen
a los pies de las palabras aprendidas
bajo las armas de la vida.
Números amantes, soldados,
anónimos estrépitos de lágrimas.
Sobre la arena de Gela, color paja,
me tendía de niño,
en la orilla del antiguo mar de Grecia
con demasiados sueños en los puños cerrados
y en el
pecho.
Allá, en su destierro, Esquilo
midió versos y pasos desolados;
en aquel golfo abrasado el águila lo vió y fue
el último día.
Hombre del Norte que, para tu paz, me
deseas
intrascendente o muerto, espera:
en esta primavera la madre de mi padre
cumplirá cien años.
Espera: que mañana yo no juegue
con tu cráneo amarilleado por las lluvias.
Salvatore Quasimodo, Italia, 1901-1968
Traducciones de Eugenio y Gianni Siccardi
imagen: s/d
Ora che sale il
giorno
Finita è la notte e la luna / si scioglie lenta nel sereno, /
tramonta nei canali. // E’ così vivo settembre in questa terra / di pianura, i
prati sono verdi / come nelle valli del sud a primavera. / Ho lasciato i
compagni, / ho nascosto il cuore dentro le vecchie mura, / per restare solo a
ricordarti. // Come sei più lontana
della luna, / ora che sale il giorno /
e sulle pietre batte il piede dei cavalli!
I soldati piangono di notte
Ne’ la Croce ne’ l’infanzia bastano, / il martello del
Golgota, l’angelica / memoria a schiantare la guerra. / I soldati piangono di
notte / prima di morire, sono forti, cadono / ai piedi di parole imparate / sotto
le armi della vita. / Numeri amanti, soldati, / anonimi scrosci di lacrime.
A un poeta nemico