domingo, 3 de febrero de 2013

Joseph Woods






Y aunque las últimas luces en el negro oeste se apaguen
—Gerald Manley Hopkins


Entre los altos árboles de tu padre
una astilla de lejana luz poniente al anochecer,
el único estímulo en días de cielo gris,

lo único constante en un verano de lluvia y aburrimiento.
Los mosquitos se juntan entre árbol y árbol
formando esferas frenéticas.

En una esquina del jardín
la glorieta desmoronada. Tapada por su propio techo
estuvo tirada allí todo el verano,

mientras él vive entre los muebles
de la familia mermada, extrañando los cielorrasos altos
pero no el frío, y sí, el sueño que traen los postigos.


Joseph Woods, Drogheda, Irlanda, 1966
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Nuvens, John Constable (1776-1837)


A Wet Summer’s Evening

And though the last lights off the black West went
—Gerald Manley Hopkins


Through your father’s high trees
a sliver of  weak western light far off at evening,
the only lift in days of half-light,

only constant in a summer of rain and boredom,
Midges gather in space between trees
forming a frenetic sphere.

In a far corner of the garden
the gazebo has collapsed. Capped by its own roof
it has lain there al the summer,

while he lives among the thinned-down family
forniture, missing the high ceilings
but not the cold, and yes, the sleep that shutters bring.




Los pasajes reservados y pagados,
al llegar descubrimos que el barco se limita

a extranjeros, y pronto, nos tranquilizan,
estaremos navegando confortablemente.

Más tarde, donde el gran río se angosta,
nos silban desde los árboles y el denso follaje.

Mujeres con leña cargada en la cabeza
se detienen a mirarnos, y niños desnudos junto a ellas

nos observan lánguidamente, confundidos como nosotros
por la diferencia. Debajo de la cubierta, el restaurante

cobra su comida en moneda fuerte,
y entre plato y plato, cámaras sofisticadas

son apuntadas a la orilla como pistolas.


Joseph Woods, Drogheda, Irlanda, 1966
Versión © Gerardo Gambolini


Hard Currency

Our tickets already booked and paid for
we arrive to find the ship is confined

to foreigners, and soon, we’re reassured,
we’ll be chugging comfortably along.

Later, where the big river narrows,
we are whistled at from trees and dense foliage.

Women with firewood balanced on their heads
stop to stare and naked children by their hips

look on listlessly, bemused as we are
by difference. Below deck, the restaurant

prices its food in hard currency,
and between courses elaborate cameras

are aimed at the riverbank like handguns.



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