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miércoles, 30 de enero de 2013

Leonardo Sciascia






Llevan polleras largas, bufandas
arcoiris — y se abandonan cansadas,
estiran las piernas en los asientos.
Lamentan la cuenta del hotel,
el apuro de la partida, el sueño
cortado al alba.
Sus nombres — Mónica, Marisa —
tienen el triste brillo de las perlas
que las muchachas compran en las ferias.
Pobres, locuaces golondrinas que migran
de un desierto a un desierto,
golondrinas cansadas sin primavera.

Cierran los ojos; un frío
velo de sueño cubre sus rostros,
aflora una infancia de dolor: blanca,
apenas viva en el aliento
sobre el iris chillón de las bufandas.


Leonardo Sciascia, 1921-1989, Sicilia, Italia
Versión © Gerardo Gambolini
imagen & texto italiano tomados de


Ballerine in treno

Vestono gonne lunghe, hanno sciarpe
d’arcobaleno – e si abbandonano affrante,
allungano le gambe sui sedili.
Lamentano il conto dell’albergo,
l’affanno della partenza, il sonno
reciso all’alba.
I loro nomi – Monica, Marisa –
hanno la triste luce delle perle
che le ragazze comprano alle fiere.
Povere, loquaci rondini che migrano
da un deserto a un deserto,
rondini stanche senza primavera.

Chiudono gli occhi; un freddo
velo di sonno segna i loro volti,
un’infanzia di pena affiora: bianca,
appena viva del respiro
sull’iride squillante delle sciarpe.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Leonardo Sciascia






Los muertos se van, en el coche negro
incrustado de fúnebre oro, al ritmo lento
de los caballos, y muchas veces
la banda suena por ellos.
A su paso, las mujeres se apresuran
a cerrar las ventanas de la casa,
se cierran los negocios: apenas una hendija
para ver el dolor de los parientes,
el número de amigos que acompañan,
la clase del coche, las coronas.
Así se van los muertos, en mi tierra;
ventanas y puertas cerradas, para implorarles
que pasen de largo, que ignoren
a las mujeres ocupadas en las casas,
al tendero que pesa y roba,
al niño que juega y odia,
a los ojos vivos que se agitan
detrás del engaño de las puertas cerradas.


Leonardo Sciascia, 1921-1989, Sicilia, Italia
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d


I morti

I morti vanno, dentro il nero carro
incrostato di funebre oro, col passo
lento dei cavalli: e spesso
per loro suona la banda.
Al passaggio, le donne si precipitano
a chiudere le finestre di casa,
le botteghe si chiudono: appena uno spiraglio
per guardare al dolore dei parenti,
al numero di amici che è dietro,
alla classe del carro, alle corone.
Così vanno via i morti, al mio paese;
finestre e porte chiuse, ad implorarli
di passar oltre, di dimenticare
le donne affaccendate nelle case,
il bottegaio che pesa e ruba,
il bambino che gioca e odia,
gli occhi vivi che brulicano
dietro l’inganno delle porte chiuse.



La noche cae ciega sobre las casas.
En ella queda de nuestra vida
un calco atroz: el último rostro nuestro
en la última noche del mundo.


Leonardo Sciascia, 1921-1989, Sicilia, Italia
Versión © Gerardo Gambolini


La notte

La notte frana cieca sulle case.
In lei resta della nostra vita
un calco atroce: l’ultimo nostro volto
nell’ultima notte del mondo.



domingo, 20 de noviembre de 2011

Leonardo Sciascia




Sicilia, su corazón

Como Chagall, quisiera capturar esta tierra
dentro del ojo inmóvil del buey.
No un lento carrusel de imágenes,
un halo de nostalgia: tan sólo
estas nubes coaguladas,
los cuervos que descienden lentamente,
y los rastrojos quemados, los árboles escasos
que se abren como filigranas.
Un espejo miope de pena, un destino opresivo
de lluvia: tan lejos está el verano
que extendió aquí su caliente desnudez
escamosa de luces — y tan diferente
es el anuncio del otoño,
sin las voces de la vendimia.
El silencio es voraz en las cosas.
Se quiebra, si la flauta de caña
se anima a sonar: y se esparce un profundo miedo.
Los antiguos no reían bajo esta luz,
estrangulada por la nubes, que gime
en los prados miserables, en las costas escarpadas,
en el ojo cenagoso de las fuentes;
las ninfas perseguidas
no se escondían aquí de los dioses; los árboles
no nutrían a los héroes con frutos.
Aquí Sicilia escucha su vida.



Leonardo Sciascia, 1921-1989, Sicilia, Italia
de La Sicilia, il suo cuore, 1952
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Chagall, Mi aldea y yo (1911)


La Sicilia, il suo cuore

Come Chagall, vorrei cogliere questa terra
dentro l’immobile occhio del bue.
Non un lento carosello di immagini,
una raggiera di nostalgie: soltanto
queste nuvole accagliate,
i corvi che discendono lenti;
e le stoppie bruciate, i radi alberi
che s’incidono come filigrane.
Un miope specchio di pena, un greve destino
di piogge: tanto lontana è l’estate
che qui distese la sua calda nudità
squamosa di luce - e tanto diverso
l’annuncio dell’autunno,
senza le voci della vendemmia.
Il silenzio è vorace sulle cose.
S’incrina, se il flauto di canna
tenta vena di suono: e una fonda paura dirama.
Gli antichi a questa luce non risero,
strozzata dalle nuvole, che geme
sui prati stenti, sui greti aspri,
nell’occhio melmoso delle fonti;
le ninfe inseguite
qui non si nascosero agli dèi; gli alberi
non nutrirono frutti agli eroi.
Qui la Sicilia ascolta la sua vita.


miércoles, 24 de agosto de 2011

Leonardo Sciascia




1


La tierra de la sal, mi tierra
que se desploma – sal y niebla –
del altiplano a un valle de arcilla;
tan pobre que basta un vendedor
de ropa usada – ríen colgados de las cuerdas
los colores de los trajes de mujer –
para celebrar una fiesta, o la tienda blanca
del vendedor de turrón.
La sal en la llaga, estas piedras
blancas que se amontonan
junto a las vías – el viajero
alza los ojos del periódico, pregunta
el nombre del lugar – y luego en largos convoyes
y bajan hasta las barcas de Porto Empedocle;
la sal de la tierra – “y si la sal
se vuelve sosa,
¿con qué le daréis sabor?”
(¿Y si se vuelve muerte,
llanto de mujeres de negro en las calles,
hambre en los ojos de los niños?)

Leonardo Sciascia, 1921-1989, Sicilia, Italia
Versión © Gerardo Gambolini
(consulente linguistico: J. Aulicino)
imagen: s/d


1

Il paese del sale, il mio paese
che frana - sale e nebbia -
dall’altipiano a una valle di crete;
così povero che basta un venditore
d’abiti smessi - ridono appesi alle corde
i colori delle vesti femminili -
a far festa, o la tenda bianca
del venditore di torrone.
Il sale sulla piaga, queste pietre
bianche che s’ammucchiano
lungo i binari - il viaggiatore
alza gli occhi dal giornale, chiede
il nome del paese - e poi in lunghi convogli e
scendono alle navi di Porto Empedocle;
il sale della terra - “e se il sale
diventa insipido
come gli si renderà il sapore?”
(E se diventa morte,
pianto di donne nere nelle strade,
fame negli occhi dei bambini?).



Este es el frío que los viejos
dicen que se mete en las astas del buey;
que desangra el bronce de las campanas,
las hace sonar opacas como cántaros de arcilla.
Hay nieve en los montes de Cammarata;
en un tiempo, había canciones festivas
para saludar a esa nieve lejana.
Los chicos pobres se juntan silenciosos
en las gradas de la escuela, esperan
que se abra la puerta: amontonados y ateridos
como gorriones, mordisquean el pan negro,
muerden apenas la sardina irisada
de sal y escamas. Otros chicos
se mantienen algo aparte, encerrados
en el capullo caliente de los echarpes.

Leonardo Sciascia, 1921-1989, Sicilia, Italia
Versión © Gerardo Gambolini
(consulente linguistico: J. Aulicino)


2

Questo è il freddo che i vecchi
dicono s’infila dentro le corna del bue;
che svena il bronzo delle campane,
le fa opache nel suono come brocche di creta.
C’è la neve sui monti di Cammarata,
a salutare questa neve lontana
c’erano un tempo festose cantilene.
I bambini poveri si raccolgono silenziosi
sui gradini della scuola, aspettano
che la porta si apra: fitti e intirizziti
come passeri, addentano il pane nero,
mordono appena la sarda iridata
di sale e squame. Altri bambini
stanno un po’ in disparte, chiusi
nel bozzolo caldo delle sciarpe.



Es sosiego para mí el recuerdo de tus días grises,
de tus viejas casas que asfixian las calles,
de la plaza grande llena de hombres de negro silenciosos.
Estre estos hombres aprendí leyendas dolorosas
de tierra y de azufre, oscuras historias arrancadas
por la trágica luz blanca del acetileno.
Y el acetileno de la luna en las noches calmas,
en la plaza, las iglesias enlutadas de sombra;
y sordo el paso de los mineros de azufre, como si las calles
cubrieran tumbas huecas, profundos lugares de muerte.
Al alba, el cielo como un frío témpano de plata
todo vibrante con las primeras voces; las casas congeladas:
en todas partes la pena de una fiesta terminada.
Y los ocasos entre los sauces, el largo silbido de los trenes;
el día que se marchita como un geranio rojo
en las mujeres asomadas en la proa aerea de la avenida.
Una nave de melancolía abría para mí velas de oro,
piedad y amor hallaban antiguas palabras.

Leonardo Sciascia, 1921-1989, Sicilia, Italia
Versión © Gerardo Gambolini
(consulente linguistico: J. Aulicino)


Ad un paese lasciato 

Mi è riposo il ricordo dei tuoi giorni grigi,
delle tue vecchie case che strozzano strade,
della piazza grande piena di silenziosi uomini neri.
Tra questi uomini ho appreso grevi leggende
di terra e di zolfo, oscure storie squarciate
dalla tragica luce bianca dell’acetilene.
E’ l’acetilene della luna nelle notti calme,
nella piazza le chiese ingramagliate d’ombra;
e cupo il passo degli zolfatari, come se le strade
coprissero cavi sepolcri, profondi luoghi di morte.
Nell’alba, il cielo come un freddo timpano d’argento
a lungo vibrante delle prime voci; le case assiderate;
in ogni luogo la pena di una festa disfatta.
E i tramonti tra i salici, il fischio lungo dei treni;
il giorno che appassiva come un rosso geranio
nelle donne affacciate alla prora aerea del viale.
Una nave di malinconia apriva per me vele d’oro,
pietà ed amore trovavano antiche parole.