32
Yo te ruego, mi dulce Ipsitila, mis delicias y mi encanto,
que me invites a echar la siesta contigo. Y si me invitas,
dá órdenes para que nadie eche el cerrojo a la puerta
de entrada, y a ti no se te ocurra salir fuera; quédate en casa
y prepárate para que disfrutemos de nueve coitos seguidos.
Si en verdad estás dispuesta, invítame inmediatamente,
pues, cuando después de comer me tiendo panza arriba
bien repleto, atravieso la túnica y el manto.
70
Con ninguno, dice mi amada que preferiría unirse
sino conmigo, aunque Júpiter en persona la deseara.
Eso es lo que dice; pero lo que dice una mujer
a un amante apasionado hay que escribirlo en el viento
y sobre la onda que huye.
85
Odio y amo. Tal vez preguntes: “¿Cómo es posible?”
No lo sé, pero siento que así me sucede
y es una tortura.
98
Si hay alguien de quien pueda decirse, fétido Vectio,
lo que se dice de los charlatanes y los necios,
ese eres tú; con esa lengua tuya podrías lamer,
si te fuera preciso, culos y sandalias de labriego.
Si quieres hacernos perecer a todos a la vez, Vectio,
abre la boca; lograrás por completo lo que deseas.
Cayo Valerio Catulo, Verona, 87 a.C.-Roma, 54 a.C.
Traducción de Víctor José Herrero Llorente
imagen: fresco de Pompeya
lunes, 17 de mayo de 2010
Catulo
domingo, 16 de mayo de 2010
Alberto Girri
En bellos ojos grises,
Con gradual y pertinaz saludo
Deja que tu amor, su dañado ser particular
Se aleje silencioso de esta sala,
Y decline el fulgor en la tulipa.
Bellos, bellos ojos queridos
Pronto actuará la emoción
Y no sabré olvidar que tu muerte
Llamada también sueño eterno
Pudo ser natural, trágica, violenta,
Accidental, dolorosa, confiada,
Inminente, inevitable, súbita
Y pudo ser gloriosa, santa, honorable,
Valiente, infame, vergonzosa, lenta,
Cruel, estúpida, aparente.
Elige una de esas pingües variantes
Y sin comparar vete tranquila,
Que en vez de la pena lamentable
Ensayaré sobre tu faz, seguramente tersa,
Un meritorio beso de cumpleaños.
No me llames entonces simio orgulloso,
No quiebres mi proyecto
He pensado que tal homenaje
Sería brillante y aun definitivo.
Muéstrate complaciente, acéptalo
Pues al menos eres libre
Ya que no atañe a tu memoria
La rueda de las estaciones y los años.
Oh, Delfina,
Tu corazón ahora envuelve la ciudad,
El mundo entero
Y me hace nadar hacia cálidos umbrales
Donde hombres que antes ignoré
Viven de ecos parecidos.
Alberto Girri, Buenos Aires, 1919-1991
de Trece Poemas (1949)
imagen: Ángel Arias, En el parque de Santa Cruz de la Sierra, 2002.
Verano, somos los viejos
Implacable verano, ansiedad remota,
cambiada por esta falsa aceptación,
que en privados campos de lentitud,
es miedo hasta el juicio terminal.
Tu salvaje luz descendiendo,
nos degrada en hileras cada vez más secas,
con ácidas conjeturas
sobre el objeto de la vida que vivimos,
los tormentos posibles y eternos,
las reencarnaciones infinitas;
sobre la malograda vida posible,
que embotamos por esperar cómodos moldes,
y la caridad sin las consabidas inmundicias,
sólida en cuestiones de hiel y pecado.
Implacable verano, somos los viejos,
fuera de ti, fuera del voluble exceso
a que invita el tiempo, su silencioso crédito,
Dios llega como malhechor,
y nos halla preparados, despiertos,
apoyando el alma que no piensa,
y el cuerpo que nada recobra,
en la giratoria ruta del presente.
Somos los viejos, los ancianos,
antes que nos borren,
suplicamos algún influjo,
alguna costosa reparación, que recuerde otra edad,
otro verano.
Alberto Girri, Buenos Aires, 1919-1991
de Escándalos y Soledades (1952)
lunes, 10 de mayo de 2010
Mikelis Norgelis
Leyendo Una visión de Yeats en el Oliver St John Gogarty *
Irlanda es un país muy húmedo.
Cerveza y vómito, semen y pis.
En el baño de abajo una inglesa
tiene sexo con dos irlandeses.
Aquí arriba en la cocina, los chinos se ríen
y los lavaplatos polacos miran fruncido.
Yo empiezo mi breve descanso,
así que puedo volver a Una visión de Yeats.
Me gusta fumar y leer unos versos
y dejar que sus palabras den vueltas por mi cabeza.
Es extraño pensar que todos nosotros,
los polacos, los chinos y yo,
alguna vez fuimos niños con relucientes camisas blancas
con pequeñas bufandas rojas alrededor del cuello
cantando canciones de Esperanza y Progreso
sin saber que éramos La Bestia
a la que tanto temían por aquí
que casi bloqueábamos la luz.
Pero la Bestia está muerta
y hemos salido arrastrándonos como gusanos
de su piel fría.
Mi descanso terminó,
de nuevo a trabajar.
Tengo que bajar cerveza,
enormes barriles como píldoras de acero
que hay que meter a la fuerza por la garganta de la serpiente
que llena las calles de Temple Bar.
Ya no hay ninguna oscuridad en el mundo.
La luz brilla en cada esquina.
Yo no puedo dormir, no puedo soñar.
Como un siervo letonio del medioevo, espero
algo que esperar.
* Tradicional pub de Dublín, ubicado en el barrio de Temple Bar. El nombre del bar honra a Oliver Joseph St John Gogarty, médico, cirujano, narrador y poeta irlandés que sirviera de inspiración para el personaje de Buck Mulligan, en el Ulises de Joyce.
Mikelis Norgelis, Riga, Letonia, 1960. Reside en Dublín, Irlanda.
Traducción del letón al inglés por Michael O’ Loughlin
versión en español © Gerardo Gambolini
imagen: Oliver St John Gogarty
Reading Yeat’s A Vision in the Oliver St John Gogarty
Ireland is such a wet country.
Beer and vomit, semen and piss.
In the downstairs toilet an English woman
is having sex with two Irish men.
Up here in the kitchen the Chinese giggle
And the Polish porters glower.
Me, I am starting my coffee break
So I can return to my Yeat’s A Vision.
I like to smoke and read a few lines
And let his words roll round my head.
Strange to think that all of us
The Poles, the Chinese and me
Once wer children in shining white shirts
With little red scarves around our necks
Singing songs of Hope and Progress
Not knowing we were The Beast
They feared so much over here
That we almost blotted out the light.
But the Beast is dead and
We have come crawling like vermin
Out of its cold fur.
Now my break is over,
And it’s back to work, I
Have to bring down some beer,
Huge barrels like steel pills
To be forced down the throat of the serpent
Which fills the streets of Temple Bar.
There is no longer any darkness in the world.
The light shines in every corner.
I cannot sleep, I cannot dream,
like a medieval Latvian serf I wait
for something to wait for.
Una oda al capitalismo
Estaba muy bien para Pablo Neruda,
Mayakovsky y todos esos camaradas
escribir sus Odas a los Obreros: ellos tenían
metalúrgicos stakhanovitas,
conductores de tractores rojos que labraban suelo virgen.
¿Pero qué hay de mí? ¿Cómo voy a alabar
al operador del call-center,
al barista del hotel boutique,
al agente inmobiliario que les alquila tugurios a eslovacos?
Yo me siento aquí ocho horas por día con mi uniforme azul
en la caja registradora del Tesco,
tratando de pensar un nombre
para lo que hago en realidad.
Mis compañeros se llaman Mariska o Muhammad,
no sé dónde viven,
no sé qué comen.
Todo lo que sé es que somos sacerdotes de una casta inferior
de la iglesia más grande que la historia jamás ha visto.
La gente viene a la baranda del altar,
nosotros imponemos nuestras manos sobre los frutos de la tierra
y se los damos de vuelta a la gente que los produjo,
bendecidos, santificados, pagados.
No, no tengo ganas de escribirle una oda a gente como yo.
Como sea, hay una fiesta en un piso de Baggot Street
y el tipo de Brasil tiene una yerba realmente buena.
Mikelis Norgelis, Riga, Letonia, 1960. Reside en Dublín, Irlanda.
Traducción del letón al inglés por Michael O’ Loughlin
versión en español © Gerardo Gambolini
An Ode to Capitalism
It was all very good for Pablo Neruda,
Mayakovsky and all those comrades
To write their Odes to Labour: they had
Stakhanovite steelworkers,
Drivers od red tractors breaking virgin soil.
But what about me? How am I to praise
The call centre operative,
The barista in the boutique hotel,
The estate agent renting out boxes to Slovaks?
I sit here eight hours a day in my blue uniform
At the cash register in Tesco’s
Trying to think a name
For what I actually do
My co-workers are called Mariska or Muhammad
I do not know where they live
I do not know what they eat.
All I know is we are low caste priests
In the greatest church that history has ever seen
The people come to the altar rail,
We lay our hands on the fruits of the earth
And give them back to the people who made them
Blessed, sanctified, paid for.
No, I don’t feel like writing an ode to people like myself.
Anyway, there’s a party in a flat in Baggot Street
And the guy from Brazil has some really good dope.
viernes, 7 de mayo de 2010
Juan Manuel Inchauspe
Yo no quiero valerme de palabras
Yo no quiero valerme de palabras
que han sido quemadas, torcidas
en una violenta noche de circo.
No quiero esa canción. Tal vez
llegue tarde, tal vez el paisaje
esté mitad petrificado ya.
Pero no hay excusas.
Sólo aquello que aún no he visto
de mí se agita en la noche.
Sólo las voces perdidas que el tiempo
ha vencido en el fondo de mi carne
me hablan. Y esto no tiene nada
que ver con la frialdad
que los otros han arrojado sobre el paisaje.
Yo escupiré mi propia sangre.
Época
Un prolongado ulular me despertó durante la noche.
Tuve una visión fugaz de luces rojas y amarillas, intermitentes.
Con los ojos recién abiertos en la oscuridad
escuché el sonido giratorio por las calles desiertas.
Instintivamente estiré mi mano por entre las varillas
y palpé el cuerpo de mi pequeño hijo:
suave, cálido,
pacificado como un animalito.
Él no sabe nada de estas cosas.
No sabe nada del sueño cortado
en la fría madrugada.
Ni tiene nunca tampoco por qué saber
cómo brotan del sueño estas visiones;
cómo giran, intermitentes, en la memoria,
y flotan con sus ojos de vidrio alrededor del corazón.
Las palabras que no dije
Las palabras que no dije
las que no pronuncié y devolví
al fondo oscuro de mí mismo
me esperan en el camino.
Un día
o una noche cualquiera
no importa el lugar
me golpearán en pleno rostro.
Juan Manuel Inchauspe, Santa Fe, 1940-1985
de Juan Manuel Inchauspe, Poesía Completa, Universidad Nacional
del Litoral, Santa Fe, 1994
imagen: dibujo de J. M. Inchauspe, 1972
miércoles, 5 de mayo de 2010
Raúl González Tuñón
La cerveza del pescador Schiltigheim
Para que bebamos la rubia cerveza del viejo pescador Schiltigheim,
Para que amemos Carcassonne y Chartres, Chicago y Quebec, torres y puertos,
Los blancos molinos harineros y la luz de las altas ventanas de la noche
encendidas para los hombres de frac y para los ladrones.
Y las islas en donde los Kanakas comen plátanos fritos
y bajo las palmeras entre ágiles mulatas suenan los ukeleles.
Islas, dije, las islas, soles rojos, platillos para Darius y Milhaud.
¡Tener un corazón ligero! Vale decir amar a todas las mujeres bellas,
Y una moral ligera, vale decir andar con gitanos alegres
y dormir en un puerto un ocaso cualquiera y en otro puerto y otro
y andar con suavidad y con desenvoltura de fumador de opio.
Para que a cada paso un paisaje o una emoción o una contrariedad
nos reconcilien con la vida pequeña y su muerte pequeña.
Para que un día nos queden unos cuantos recuerdos: decir, estuve,
estuve en tal pasión, en tal recodo. Estuve, por ejemplo,
en la feria de Aubervilliers una mañana, con un trozo de asado,
una amistad tranquila, la mesa clara, el perro, el buen hablar
y afuera, las verduleras de París chapoteando con los zuecos en la nieve.
Para que bebamos la rubia cerveza del viejo pescador Schiltigheim
es necesario no asustarse de partir y volver, camaradas, estamos
en una encrucijada de caminos que parten y caminos que vuelven.
Raúl González Tuñón, de La calle del agujero en la media, 1930.
imagen: La Rue des Abbesses, Maurice Utrillo, c.1910
lunes, 3 de mayo de 2010
Jorge Leónidas Escudero
Ideologías y trampas
Dijiste que matarse por un ideal
es hermoso, bonito,
propio de la fe o acción heroica.
Tonces ahí stán los que se explotan
con una bomba que a la vez mata gente.
¿Es bonito?
Mariposa que vuela alto a,
es la utopía a
un país libre y hermoso cuya belleza
es que a ahí nunca se llega.
Pero si tu mente caza esa mariposa
y la diseca,
se te seca el corazón y ya no podés cantar.
Y aquí eso de los que capturan.
a inocentes para fosilizarlos,
los llevan al terreno mesozoico
y duras penas se desempioja uno.
Y en librase de eso veo a jóvenes que
hacen arcadas y no consiguen
botar el anzuelo. Sería bueno
un mano en la frente ponerles, ayudarlos
a que vomiten.
Su viaje
Anoche a solas ha reverente
sale al patio va levanta ojos
a las inmensidades, por la Cruz del Sur viaja
a donde nunca siempre.
Ahí anda a,
sin tiempo, desde lo sabido a
no recordar qué, vacía, plena de ver.
Sin mañana o ayeres, hora libre
horra de pensar atenta sólo
a la respuesta silente de allá.
En levedad quedó unida a ser
centro de sí en ominosa y nada. Y
por el hilo de u grillo solitario
bajó a tierra.
Miró en torno paredes la casa, sí
ésta es la casa al reconocerla
entornó los ojos resignadamente.
Se le posó en la cara una sonrisa pálida.
Amanecía ya. Fue ese su
viaje.
Jorge Leónidas Escudero, San Juan, Argentina, 1920
de Senderear, Editorial Martín, San Juan, 2001
domingo, 2 de mayo de 2010
Alberto Laiseca / 3 Poemas chinos
Bajando el opuesto
Insinúas con tu actitud
que mi excesivo interés te inspira rechazo.
Pero el movimiento es siempre un punto de vista.
Yo digo que es la terraza la que baja su vuelo
alejándose de la grulla.
Tsé Fung Tsi - Reino de Chou
Ayer, no estabas
Oigo la abominable música de Cheng.
Su disonancia convierte mi alma en Reinos Combatientes.
No es música del cielo ni del mundo terrenal.
Detesto la pintura de Foh,
porque sus masas intencionalmente mal balanceadas
arrojan a un Mundo Amarillo.
Veo huecos fundidos
que con insolencia arguyen contra las formas.
Maldigo los excecrables poemas de Tut,
porque dan bríos al puñado de arena del centro del oasis;
así, la mancha en la cosecha crece
hasta tomar dimensiones gigantescas
y la pasta del fondo adquiere magisterio sobre el agua clara.
Ayer, no estabas.
Chung Tshia - Ducado de Ts'in
En aguas bajas
Mis poemas antes tenían
toda la profundidad de la superficie.
Ahora tienen toda la superficialidad
de lo profundo.
Yo sé de la molicie que espera en las aguas bajas.
Shen Chin - Dinastía Wei
Alberto Laiseca, Rosario, Argentina, 1941.
de Poemas chinos, 1987.
sábado, 1 de mayo de 2010
Gregori Balmodian
Incisiones
Por qué abandonar
el bálsamo del hades
para ver la destrucción
la partición del miedo
Por qué abandonarlo
para ver materia frágil
el vacío del verbo
la maniobra de la rata
confirmar en la pasión
una forma de cuchillo
Gregori Balmodian, New Jersey, 1944
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: The Waters of Lethe, Thomas Benjamin Kennington (1856-1916)
Incisions
Why leaving
the balsam in Hades
to see destruction
partition of fear
Why leave it
to see frail matter
the void of the verb
the move of the rat
to confirm in passion
a shape of a knive
viernes, 30 de abril de 2010
Randall Jarrell
Pérdidas
Eso no era morir: todo el mundo moría.
Eso no era morir: habíamos muerto antes
en los choques de rutina — y nuestras bases
llamaban a los diarios, escribían a nuestra familia,
y aumentaban los índices, por causa de nosotros.
Moríamos por la página errónea del almanaque,
esparcidos en montañas a cincuenta millas de distancia;
cayendo en picada sobre un pajar, peleando con un amigo,
estallábamos contra las líneas que nunca veíamos.
Moríamos como tías o mascotas o como extraños.
(Cuando dejamos la secundaria ninguna otra cosa había muerto
para entender que nosotros habíamos muerto igual.)
En nuestros aviones nuevos, con nuestra nueva tripulación,
bombardeábamos los campos de tiro junto al desierto o la costa,
disparábamos a blancos de arrastre, esperábamos a ver nuestras marcas —
y nos convertimos en refuerzos y despertamos
una mañana, sobre Inglaterra, listos para operar.
No era diferente: pero si moríamos
no era por accidente sino por error
(pero un error muy fácil de cometer).
Leíamos el correo y contábamos nuestras misiones —
en bombarderos con nombres de muchachas, incendiábamos
las ciudades de las que habíamos aprendido en la escuela —
hasta que se nos agotaba la vida. Nuestros cuerpos quedaban
entre la gente que habíamos matado y que jamás habíamos visto.
Cuando durábamos lo suficiente nos daban medallas;
cuando moríamos decían: “Nuestras bajas son pocas.”
Ellos decían: “Aquí están los mapas”; nosotros quemábamos las ciudades.
Eso no era morir — no, jamás fue morir;
pero la noche en que morí soñé que estaba muerto,
y las ciudades me decían: “¿Por qué estás muriendo?
Nosotras estamos satisfechas, si tú lo estás; pero, ¿por qué morí yo?”
Randall Jarrell, Estados Unidos, 1914-1965
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Dresde, 1945
Losses
It was not dying: everybody died.
It was not dying: we had died before
In the routine crashes — and our fields
Called up the papers, wrote home to our folks,
And the rates rose, all because of us.
We died on the wrong page of the almanac,
Scattered on mountains fifty miles away;
Diving on haystacks, fighting with a friend,
We blazed up on the lines we never saw.
We died like aunts or pets or foreigners.
(When we left high school nothing else had died
For us to figure we had died like.)
In our new planes, with our new crews, we bombed
The ranges by the desert or the shore,
Fired at towed targets, waited for our scores —
And turned into replacements and woke up
One morning, over England, operational.
It wasn't different: but if we died
It was not an accident but a mistake
(But an easy one for anyone to make.)
We read our mail and counted up our missions —
In bombers named for girls, we burned
The cities we had learned about in school —
Till our lives wore out; our bodies lay among
The people we had killed and never seen.
When we lasted long enough they gave us medals;
When we died they said, “Our casualties were low.”
They said, “Here are the maps”; we burned the cities.
It was not dying — no, not ever dying;
But the night I died I dreamed that I was dead,
And the cities said to me: “Why are you dying?
We are satisfied, if you are; but why did I die?”
domingo, 25 de abril de 2010
Ezra Pound
Paracelsus in excelsis
“No siendo ya humano, ¿por qué debería
simular humanidad o usar el frágil atavío?
Hombres y hombres he conocido, pero nadie jamás
que se volviera una esencia tan libre
o tan sólo un elemento, como yo.
¡La niebla se aleja del espejo y miro!
¡Helo ahí! Abajo se extiende el mundo de las formas;
debajo de nuestra paz se ve la agitación.
Y nosotros, que abandonamos la forma, alzándonos por encima.
Fluidos intangibles que antes fueron hombres,
parecemos estatuas, y un río desbordado
corre enloquecido a nuestros pies.
¡Sólo en nosotros el elemento de calma!”
Ezra Loomis Pound, Idaho, Estados Unidos, 1885 –Venecia, Italia, 1972
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Paracelso
Paracelsus in excelsis
“Being no longer human why should I
Pretend humanity or don the frail attire?
Men have I known, and men, but never one
Was grown so free an essence, or become
So simply element as what I am.
The mist goes from the mirror and I see!
Behold! The world of forms is swept beneath —
Turmoil grown visible beneath our peace,
And we, that are grown formless, rise above —
Fluids intangible that have been men,
We seem as statues round whose high-risen base
Some overflowing river is run mad,
In us alone the element of calm!”