Mostrando las entradas con la etiqueta Jorge Leónidas Escudero. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Jorge Leónidas Escudero. Mostrar todas las entradas

lunes, 3 de mayo de 2010

Jorge Leónidas Escudero


Ideologías y trampas

Dijiste que matarse por un ideal
es hermoso, bonito,
propio de la fe o acción heroica.
Tonces ahí stán los que se explotan
con una bomba que a la vez mata gente.
¿Es bonito?

Mariposa que vuela alto a,
es la utopía a
un país libre y hermoso cuya belleza
es que a ahí nunca se llega.

Pero si tu mente caza esa mariposa
y la diseca,
se te seca el corazón y ya no podés cantar.

Y aquí eso de los que capturan.
a inocentes para fosilizarlos,
los llevan al terreno mesozoico
y duras penas se desempioja uno.

Y en librase de eso veo a jóvenes que
hacen arcadas y no consiguen
botar el anzuelo. Sería bueno
un mano en la frente ponerles, ayudarlos
a que vomiten.


Su viaje

Anoche a solas ha reverente
sale al patio va levanta ojos
a las inmensidades, por la Cruz del Sur viaja
a donde nunca siempre.
Ahí anda a,
sin tiempo, desde lo sabido a
no recordar qué, vacía, plena de ver.
Sin mañana o ayeres, hora libre
horra de pensar atenta sólo
a la respuesta silente de allá.

En levedad quedó unida a ser
centro de sí en ominosa y nada. Y
por el hilo de u grillo solitario
bajó a tierra.

Miró en torno paredes la casa, sí
ésta es la casa al reconocerla
entornó los ojos resignadamente.
Se le posó en la cara una sonrisa pálida.
Amanecía ya. Fue ese su
viaje.

Jorge Leónidas Escudero, San Juan, Argentina, 1920
de Senderear, Editorial Martín, San Juan, 2001

miércoles, 10 de marzo de 2010

Jorge Leónidas Escudero


La casa grande

Toda es gente formal en esta casa,
toda es gente de paz y así dormida
recibe sus visitas.

Todos tienen las manos enguantadas
con hueso puro, y cabellera untada;
todos con la mirada cavernosa
y la boca sumida.

Aquí están en olvidados floreritos
la marchitez de flores in memoriam,
olores desvaídos y podridos
en la penumbra de los corredores.

Los cipreses caminan callejones
yéndose para arriba entre sollozos,
tocan azul y tiemblan indecisos
sin contestar pregunta.

Y fotos de la gente en viejas modas;
y nombres en el bronce vanamente;
cada mujer callada en su anaquel
y cada hombre exento de amargura.

Que aunque esta puerta es puerta de salida
uno no se retira cuando entra
sino que queda a modo de semilla
vaya a saber de qué desolaciones.

Jorge Leónidas Escudero, San Juan, Argentina, 1920
imagen: Peter Yesis, Park bench



Extrañamiento

Apareció nun árbol de la plaza, supe
no era paloma casera sino
venida del campo. Oí su canto salvaje:
kuúu ku ku kuúu.
Lamentábase, decía que
este mundo de la ciudá es confuso es
puro ruido.

Lloraba eso y tomé la palaba, dije
te asusta la ciudá y viniste
a compartir conmigo tu extrañamiento
pero no necesito ayuda gracias no
quiro escuchar conferiencias tristes.

La paloma voló seguramente
para no insistir con su lamento.
O sea: nun banco de la plaza quedé ntrinstecido
e iba kuúu ku ku kuúu runrunear yo también
pero tuve miedo
no fuera que algún transeúnte pudiera pensar
¿qué le pasa a este güevón?
Por eso es quedé pensativo, mudo, claro:
Allá en los lejos campos de mi querer
la soledá no andaba adentro de uno,
sino afuera y sin hacer ruido.

Jorge Leónidas Escudero, San Juan, Argentina, 1920