jueves, 11 de octubre de 2012

William Wall






nuestro elemento es el agua
prosperan el sauce y el alizo
el frío del espino

brillando en la corteza oscura
la punta de lengua
del endrino

la aulaga inflamada de amarillo
en los días de verano grises
la luz viene de otro mundo

y el trueno arrolla  
nuestro aire soñoliento
como todo lo demás

el fuego vino de extraños
(para partir piedras
y hervir agua)

creíamos que eran dioses
no avanzamos mucho
desde entonces

nos ponemos en cuclillas al lado de los arroyos
a contar bellas mentiras
y ver arder las laderas


William Wall, Cork, Irlanda, 1955
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d


The Coming Of Fire To Ireland

water is our element
The alder and the sally thrive
the whitethorn’s cold

glowing on dark skin
the tonguetip
of the blackthorn

the yellowflamed furze
on sullen summer days
light comes out of another world

and thunder puts its spin
on our drowsy air
like everything else

fire came from strangers
(to crack stones
and boil water)

we thought they were gods
since then we have not
gone far

we hunker by the streams
telling elaborate lies
and watching the hillsides burn




bajo la colcha a rayas
te quedas dormida
y tu cabeza se apaga
nadie ha
perfeccionado el arte
del transplante de cabeza
debería despertarte
mientras aún hay tiempo
amo tu cabeza soñolienta


William Wall, Cork, Irlanda, 1955
Versión © Gerardo Gambolini


The Transplant

under our striped quilt
you are sleeping
your head off
no one has
perfected the art
of head transplant
I should wake you
while there is still time
I love your sleepy head




Los aviones pasan de noche sobre nuestra casa.
tres luces, ligeramente escoradas al este,
& el ruido de movimiento las sigue brevemente
hasta las estrellas.

A veces nos tomamos de la mano en el banco del jardín
como amantes victorianos a la espera de un eclipse
que dé privacidad, psicólogos del aire, temblando
            con cada cambio del viento.

Imaginamos a los pasajeros, las caras blanqueadas
contra el vidrio, descendiendo a la sordera.
Miran abajo, las bayas radiantes
            de nuestros setos.
            Nosotros somos sus estrellas.


William Wall, Cork, Irlanda, 1955
Versión © Gerardo Gambolini


Radiance

The jets fly over our house at night.
three lights, heeled slightly to the east,
& the noise of movement follows them
briefly into the stars.

Sometimes we hold hands on the garden-seat
like Victorian lovers waiting for an eclipse
for privacy, psychologists of air, trembling
at every windchange.

We imagine the passengers, faces bleached
against the glass, descending into deafness.
They are looking down at the radiant berries
of our cotoneasters.
We are their stars.


domingo, 7 de octubre de 2012

Hans Magnus Enzensberger






Después, como siempre, todo el mundo lo había visto venir,
excepto nosotros, los muertos. Después abundaron
los presagios, los rumores y las versiones cinematográficas.
Alguien mencionó las carreras de perros
celebradas en la cubierta C, deporte bastante raro
para un barco; habían preparado liebres metálicas
con pintura brillante, movidas por un ingenioso mecanismo,
para incitar a los galgos a realizar esfuerzos ilícitos;
se cuenta que muchos pasajeros menesterosos perdieron
sus últimas guineas en este monótono pasatiempo. Y qué decir
de la grieta en la campana del barco, y del hecho
de que se había tornado agrio el burdeos Château Larose del 88
utilizado en el bautismo del barco; la conducta misteriosa
de las ratas en Queenstown, última escala del viaje;
y el silenciado caso de la furia sanguinaria
en la capilla del barco. Ominosos accidentes,
vicios innombrables; pero ¿por qué hemos de cargar
con la culpa? ¿Cómo sospechar que se daban latigazos
a las duquesas debajo de las mesas de juego? ¿Que las niñas
menores de edad pedían auxilio por los conductos
de ventilación y que en los baños turcos había hermafroditas
mostrando sus orificios? Ahora, retrospectivamente,
todo el mundo alega haber oído el sonido de un órgano,
sin que lo tocaran manos humanas, y que pasó la noche
emitiendo profanas tonadas, como última advertencia
a todos nosotros.
«Divina Némesis» ¡Fácil decirlo una vez ocurrido!
Las penúltimas palabras de un grave caballero
poco antes de hacernos a la mar:
¡Ni Dios mismo podría hundir este barco! Bueno,
no lo oímos. Estamos muertos. Nada sabíamos.




Aquí tienes una caja,
una caja grande
con una etiqueta que dice
caja.
Ábrela,
y dentro encontrarás una caja,
con una etiqueta que dice
caja dentro de una caja cuya etiqueta dice
Mira adentro
(de esta caja,
no de la otra)
y encontrarás una caja
con una etiqueta que dice...
y así sucesivamente,
y si sigues así,
encontrarás
tras esfuerzos infinitos
una caja infinitesimal
con una etiqueta
tan diminuta,
que lo que dice
se disuelve ante tus ojos.
Es una caja
que sólo existe
en tu imaginación.
Una caja
perfectamente vacía.




Calado hasta los huesos, diviso gentes con baúles chorreantes.
Los veo, de pie sobre un plano inclinado, recostados al viento.
Bajo una lluvia oblicua, borrosos, al borde del abismo.
No, no es un sexto sentido. Es el tiempo,
el mal tiempo el que los empalidece. Les advierto,
les grito, por ejemplo,
señoras y señores, andáis por mal camino, estáis al
borde del abismo.
Pero sólo me otorgan una débil sonrisa y responden altivos:
Gracias, lo sabemos.

Me pregunto si se trata de unas cuantas docenas de personas,
¿o está allí todo el género humano, sobre un barco
decrépito, digno de la chatarra, dedicado tan sólo
a una causa, el naufragio?
Lo ignoro. Yo chorreo y escucho. Es difícil
decir quiénes son estas gentes asidas a un baúl,
a un talismán de color puerro, a un dinosaurio, a una corona
de laurel.

Les oigo reír y les grito palabras incomprensibles.
Aquel desconocido con la cabeza envuelta en periódicos mojados
supongo que sea K, un viajante vendedor de galletas;
de aquel barbudo no tengo la más ligera idea; el hombre del
pincel se llama Salomón P, la dama que estornuda sin cesar
es de seguro Marylin Monroe;
pero el hombre de blanco, el que sostiene un manuscrito
envuelto en una tela negra, encerada, seguramente es Dante.
Esas gentes rebosan esperanzas, están llenas de una energía criminal.
Bajo la lluvia a cántaros, se ponen a pasear sus dinosaurios,
abren y cierran sus maletas mientras cantan a coro:
«El trece de mayo el mundo se hundirá,
todo acabará, todo acabará.»
Es difícil decir quién se ríe, quién me observa, quién no,
en esta niebla, a no sé qué distancia del abismo.

Los veo hundirse poco a poco y les grito:
Veo cómo os hundís poco a poco.
Y no hay respuesta. En lejanos barcos, leves y corajudos,
suenan las orquestas. Todo es tan lamentable; no me gusta mirar
como mueren empapados en la lluvia y la niebla. Es tan penoso.
Les podría gritar, les grito: «Pero nadie sabe
en qué año acabará el mundo; ¿no es maravilloso?»

¿Pero a dónde fueron los dinosaurios? ¿Y de dónde provienen
aquellas miles y decenas de miles de maletas empapadas,
flotando a la deriva, sobre las aguas?
Nado y gimo.
Todo, como de costumbre, gimo, todo bajo control,
todo sigue su curso, todos, sin duda, se habrán ahogado
en la lluvia sesgada, es una pena, ¿y qué? ¿por qué gemir?
Lo raro, lo difícil de explicar, es: ¿por qué sollozo
y sigo nadando?


H. Magnus Enzensberger, Alemania, 1929
de El hundimiento del Titanic [der Untergang der Titanic]
traducción de Heberto Padilla
imagen: Der Untergang der Titanic, grabado del profesor Willy Stöwer, 1912.




jueves, 27 de septiembre de 2012

Eleni Vakaló // Dinos Christianópulos






Un día mi hijo mayor dijo
“Esta noche volveré tarde a casa”.

Hice dormir a los pequeños
y creo que entonces miré nuestra casa
por primera vez.

Era vieja
y en el invierno con las lluvias habría goteras.



Mi padre tenía un ojo de vidrio.

Los domingos cuando estaba en casa, sacaba de su bolsillo
varios ojos, los lustraba con el borde de la manga y
llamaba a mi madre para que eligiera. Mi madre reía.

Por las mañanas mi padre estaba contento. Jugaba con el
ojo en su palma antes de ponérselo y decía que era
un buen ojo. Pero yo no lo quería creer.

Me ponía un chal oscuro sobre los hombros como si tuviera
frío y espiaba. Un día por fin lo vi llorar. No había
ninguna diferencia con un ojo verdadero.


Eleni Vakaló, Grecia, 1921-2000
Poesía Griega Moderna, Ed. Vinciguerra, Bs. As., 1997.
Trad. Horacio Castillo




Era hermosa aquella tarde con la interminable discusión en
la vereda.
Los pájaros gorjeaban, pasaba la gente, corrían los automóviles.
Por la ventana de enfrente se oían cantos rembéticos* en la
radio y la niña de nuestro vecino cantaba su pena.
Se deshojaba la acacia y perfumaba el jazmín
y cerca de la muralla los chicos jugaban a la escondida
y las niñas hacían girar la cuerda — 
jugaban cerca de la muralla y no sabían de la muerte, 
jugaban cerca de la muralla y no sabían del remordimiento,
y yo amé mucho a los hombres aquella tarde,
no sé por qué, los amé mucho, como un moribundo.


* rembético: especie de canto popular



Aquellos que amaste
uno tras otro desaparecieron
el árbol quedó otra vez sin hojas

Es extraño cómo encuentra valor
y florece


Dinos Christianópulos, Grecia, 1931
Poesía Griega Moderna, Ed. Vinciguerra, Bs. As., 1997.
Trad. Horacio Castillo


martes, 25 de septiembre de 2012

Carla Faesler






“…y a los hombres ataban unas sogas por medio del cuerpo,
y cuando salían a orinar, los que los guardaban
teníanlos por la soga porque no se huyesen.”
Fr. Bernardino de Sahagún.
Historia general de las cosas de la Nueva España.


Será sacrificado el cautivo
Así, de la manera que aquí sigue:
primero, se le arrancan los cabellos,
sólo de coronilla, no los otros.

Se recogen en cajas los mechones
porque son las reliquias de este día.
Entonces se le lleva hacia el templo,
porque él será la ofrenda de la fiesta.

Hay veces que no quieren, van llorando,
y como que se caen por el camino.
Si no quieren subir, se les obliga

por los pelos. Así se les arrastra,
aunque cueste trabajo. Da coraje,
mas con la fiesta, luego uno se olvida.


La casa del investigador

Había en el florero un ramillete de brazos.

Mi amigo me había hablado
de un busto de cadáver sobre el piano,
que tenía una peluca.

Guardaba el anfitrión, para los niños,
en una estancia alegre y llena de color,
fetitos momificados con ropa de muñeca.

Noté algunas piernas de señorita
al pie de las puertas para impedir chiflones
y en su gran biblioteca, una pálida lengua
había sido adaptada como control de tele.

Varias nalgas servían de cojines en los amplios sillones de la sala.

Durante la comida, le pedí una cuchara
y abrió un largo cajón del trinchador
lleno de pies dispuestos, uno después del otro,
en cuyos muchos dedos se ordenaban, de plata, los cubiertos.

Tomamos el café en la terraza,
la sombrilla tenía color de pergamino.

Un intestino grueso servía como manguera
y una mano sin uñas hacía de rehilete sobre el pasto.

Para espantar las moscas,
en el techo giraban unos ventiladores
hechos con cuatro fémures y cueros cabelludos.

Como adorno en el baño,
ojos de mil colores bajo el agua,
en un bibelot de cristal cortado.

Estaba pensando en donar mi cuerpo,
cuando muera, a la ciencia.

Pero sería más útil dar mi computadora.



Sangra la carne expuesta entre las moscas
Dentro de las vitrinas

Muestran los cerdos sonrisas
Estremecidos hasta el miedo

Y sus ojos son difíciles al ojo

Entro a los olores saturada
Y extiendo el dinero al del cuchillo

Tres monedas mojadas me devuelven sus uñas

Me llevo una cabeza para reconstruir
La oreja, el hocico, la sonrisa.



En la tienda, la caja ronronea,
libera el cuerpo aquello que le falta:
feromonas y rosa adrenalina,
sonrisas de sustancias incoloras.

Es el nuevo color en los cabellos,
obligados al rizo, sometidos al rayo,
lejos del lacio oscuro que señala
el emblema más pobre. La industriosa

bondad de lo exitoso, ese blanco
compacto en las mejillas, sobre aquellas
facciones de vencidos ahora alegres,

maquillado su miedo y su fracaso,
cuya imagen por fin ya palidece,
del espejo del mundo eliminada.


Carla Faesler, México, 1967

sábado, 22 de septiembre de 2012

Charles Bukowski




Oh sí

hay cosas peores que
estar solo
pero a menudo lleva décadas
darse cuenta de eso
y más a menudo
cuando lo haces
es demasiado tarde
y no hay nada peor
que
demasiado tarde


Oh Yes

there are worse things than
being alone
but it often takes decades
to realize this
and most often
when you do
it’s too late
and there’s nothing worse
than
too late.
 



desnudo al costado de la casa,
las 8 a.m., poniéndome aceite de sésamo
en el cuerpo, Dios, he llegado
a esto?
alguna vez en callejones oscuros
luché por una risa.
ahora no estoy riendo.
me esparzo aceite y me pregunto
cuántos años quieres?
cuántos días?
mi sangre está manchada y hay un ángel
oscuro posado en mi cerebro.
las cosas están hechas de algo y
terminan en nada.
entiendo la decadencia de las ciudades, de
las naciones.
pasa un pequeño avión.
alzo la vista como si tuviera sentido
mirar hacia ariba.
es cierto, el cielo se ha podrido:
no falta mucho para ninguno de
nosotros.


Decline

naked along the side of the house,
8 a.m., spreading sesame seed oil
over my body, Jesus, have I come
to this?
I once battled in dark alleys for a
laugh.
now I'm not laughing.
I splash myself with oil and wonder,
how many years do you want?
how many days?
my blood is soiled and a dark
angel sits in my brain.
things are made of something and
go to nothing.
I understand the fall of cities, of
nations.
a small plane passes overhead.
I look upward as if it made sense to
look upward.
it’s true, the sky has rotted:
it won’t be long for any of
us.
 



era un hombre realmente asombroso
se daba aires de
rico
aunque vivíamos a avena y frijoles y salchichas
cuando nos sentábamos a comer decía
“no todo el mundo puede comer así.”

y porque quería ser rico o porque realmente
creía que era rico
siempre votó a los republicanos
y votó a Hoover contra Roosevelt
y perdió
y después votó a Landon contra Roosevelt
y volvió a perder,
diciendo, “¡No sé adónde irá a parar este mundo,
ahora que tenemos a ese maldito rojo ahí de nuevo
y después tendremos a los rusos en nuestro patio trasero!”

creo que fue mi padre quien me llevó a decidir
ser un vago.
decidí que si un hombre así quiere ser rico,
yo quiero ser pobre.

y me hice un vago.
viví con centavos y en cuartos baratos y
en bancos de plaza.
pensé que los vagos quizás sabían algo.

pero descubrí que la mayoría de los vagos también
querían ser ricos.
sólo que habían fracasado en eso.

así, atrapado entre mi padre y los vagos
no tenía un lugar adonde ir
y fui allí, rápido y despacio.
nunca voté republicanos
nunca voté.

lo enterré
como un bicho raro de la tierra
como cien mil bichos raros
como millones de otros bichos raros,
consumidos.


my father

was a truly amazing man
he pretended to be
rich
even though we lived on beans and mush and weenies
when we sat down to eat, he said,
“not everybody can eat like this.”

and because he wanted to be rich or because he actually
thought he was rich
he always voted Republican
and he voted for Hoover against Roosevelt
and he lost
and then he voted for Alf Landon against Roosevelt
and he lost again
saying,  “I don't know what this world is coming to,
now we’ve got that god damned Red in there again
and the Russians will be in our backyard next!”

I think it was my father who made me decide to
become a bum.
I decided that if a man like that wants to be rich
then I want to be poor.

and I became a bum.
I lived on nickles and dimes and in cheap rooms and
on park benches.
I thought maybe the bums knew something.

but I found out that most of the bums wanted to be
rich too.
they had just failed at that.

so caught between my father and the bums
I had no place to go
and I went there fast and slow.
never voted Republican
never voted.

buried him
like an oddity of the earth
like a hundred thousand oddities
like millions of other oddities,
wasted.
 



Somos como rosas que jamás se molestaron en
florecer cuando deberíamos haber florecido y
es como si
el sol se hubiera hartado con
la espera


Finish

We are like roses that have never bothered to
bloom when we should have bloomed and
it is as if
the sun has become disgusted with
waiting
 


Charles Bukowski, Andemach, 1920 – Los Ángeles, 1994
versiones © Gerardo Gambolini

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Serviremos






¿No será la obediencia algo así como el hipnotismo?
—Friedrich Nietzsche

¿Y si llueve?
—Jerome K. Jerome


Un largo siroco en el paisaje, y la calima que talla
frentes iguales, cuencos vacíos —

(era cierto, cien veces preferible
la galia en guerra
a la paz esmeralda)

aquí
renacen estampitas al calor de un
credo bursátil, un gol venerado

pequeños oradores adornan la biblioteca
a la vera del baldío
hoy no vendrá —repiten en lenguas—
pero mañana seguro que sí

restos de latas, pan dulce
lo único que hay
es énfasis


Gerardo Gambolini, Argentina, 1955
imagen: ejército de terracota de Xian


viernes, 14 de septiembre de 2012

Wadih Sa'adeh // Issa Makhlouf






Saldrás con camisas chillonas para enfrentarte con tus soledades
de día o de noche
saldrás
y buscarás en los campos de las estaciones
sin encontrar el tesoro de tu vida
de día o de noche
los océanos horadarán tus trajes
y en vano buscarás la aguja del sol.
Sabe que nunca el sol será tu amante
aunque tu vestido esté horadado
y sabe que serás el agua perdida
cada vez que gotees sobre el arroyo del alma
cada vez que alinees tus suspiros en el espacio
erigidos como una multitud de recuerdos.

aunque tengas una pequeña estrella
aunque la noche abra a veces su vida
a tus cerillas
tomarás otro camino y no la luz
y aparecerás en un momento inoportuno a la ventana del mundo.


Wadih Sa’adeh, Líbano, 1948



Tomó su nombre del agua
y comenzó a fluir.
La espuma que vimos sobre las olas
era su gente
y la hierba sobre las dunas
sus costillas.
Un país
cuyos hombres se habían marchado.
Por eso las mujeres se habían casado
con los árboles.


Wadih Sa’adeh, Líbano, 1948



Partimos para distanciarnos del lugar que nos crió y para ver el otro lado de la aurora.
Viajamos buscando la fuente de nuestro nacimiento. Partimos para completar el alfabeto, para cargar nuestro adiós de promesas, para viajar tan lejos como el horizonte, anulando nuestro destino y esparciendo las páginas al viento, antes de permitir que huya, o tal vez no, nuestra historia en otros libros.

Partimos hacia destinos no escritos para decir a los que hemos conocido que retornaremos para establecer relaciones otra vez. Partimos para aprender el lenguaje de los árboles que no viajan; para escuchar el tintineo de campanas en los sagrados valles en  busca de dioses más piadosos; para arrancarles a los extranjeros la máscara del exilio; para susurrar a los transeúntes que, como ellos, nosotros también pasamos, y que nuestra historia es efímera, tanto en la memoria como en el olvido, lejos de madres que encienden las velas de la ausencia y acortan el lapso del tiempo cada vez que elevan sus manos al cielo.

Partimos para no ver a nuestros padres envejecer, para no advertir las marcas del tiempo en sus rostros. Partimos para anunciarles a los que amamos que aún los amamos, que la distancia no puede asombrarnos y que el exilio puede ser tan dulce y fresco como la patria. Partimos para que al regresar un día, nos reconozcamos como exilados donde quiera que estemos. Partimos para borrar la diferencia entre aire y aire, agua y agua, cielo e infierno. Nada nos importa el tiempo, contemplamos la inmensidad, vemos olas brincando como niños, mientras el mar refluye entre dos barcos: uno que parte y el otro hecho de papel en manos de un niño.

Partimos como un payaso que viaja de poblado en poblado, guiando a sus animales que enseñan a los niños su primera lección de tedio. Partimos para engañar a la muerte que nos persigue de un sitio a otro. Continuaremos así hasta que estemos perdidos, para que donde quiera que vayamos nunca más nos encontremos a nosotros mismos y para que de esta forma nadie pueda encontrarnos.


Issa Makhlouf, Líbano, 1955


Imagen: Wadih Sa’adeh, Issa Makhlouf 
Traducciones de Yumana Haddad


martes, 11 de septiembre de 2012

Odgen Nash




Todo el mundo me cuenta todo

Me cuesta mucho entusiasmarme
con las noticias actuales.
Cuando uno piensa que por lo menos las perspectivas ya son tan negras que
no pueden ser más negras, empeoran.
Y por eso no me gustan las noticias, porque jamás ha habido una época en la que tantas cosas
estuvieran yendo tan bien para tantas de las personas equivocadas.


Everybody Tells Me Everything

I find it very difficult to enthuse
Over the current news.

Just when you think that at least the outlook is so black that it can grow no blacker, it worsens,
And that is why I do not like the news, because there has never been an era when so many things were going so right for so many of the wrong persons.



Un trago con algo

Hay algo con el Martini,
un escalofrío extraordinariamente agradable;
un Martini amarillo, suave;
quisiera tomar uno en este momento.
Hay algo con el Martini,
antes de que empiecen la cena y el baile,
y a decir verdad,
no es el vermouth —
creería que es el gin.


A Drink With Something In It

There is something about a Martini,
A tingle remarkably pleasant;
A yellow, a mellow Martini;
I wish I had one at present.
There is something about a Martini,
Ere the dining and dancing begin,
And to tell you the truth,
It is not the vermouth--
I think that perhaps it´s the gin.



Un consejo para maridos

Para que tu matrimonio continúe
rebosando amor de la copa,
admítelo, si estás equivocado;
cuando tienes razón, cierra la boca.


A Word to Husbands

To keep your marriage brimming
With love in the loving cup,
Whenever you’re wrong, admit it;
Whenever you’re right, shut up.



Cruzando la frontera

Empieza la vejez
y la edad mediana se ha cumplido
el día en que tus descendientes
ya son más que tus amigos.


Crossing The Border

Senescence begins
And middle age ends
The day your descendents
Outnumber your friends.



Odgen Nash, Estados Unidos, 1902-1971
Versiones © Gerardo Gambolini
imagen: s/d



jueves, 30 de agosto de 2012

César Vallejo







Considerando en frío, imparcialmente,
que el hombre es triste, tose y, sin embargo,
se complace en su pecho colorado; que lo único que hace es componerse
de días;
que es lóbrego mamífero y se peina...

Considerando
que el hombre procede suavemente del trabajo
y repercute jefe, suena subordinado;
que el diagrama del tiempo
es constante diorama en sus medallas
y, a medio abrir, sus ojos estudiaron,
desde lejanos tiempos,
su fórmula famélica de masa...

Comprendiendo sin esfuerzo
que el hombre se queda, a veces, pensando,
como queriendo llorar,
y, sujeto a tenderse como objeto,
se hace buen carpintero, suda, mata
y luego canta, almuerza, se abotona...

Considerando también
que el hombre es en verdad un animal
y, no obstante, al voltear, me da con su tristeza en la cabeza...

Examinando, en fin,
sus encontradas piezas, su retrete,
su desesperación, al terminar su día atroz,
borrándolo...

Comprendiendo
que él sabe que le quiero,
que le odio con afecto y me es, en suma, indiferente...

Considerando sus documentos generales
y mirando con lentes aquel certificado
que prueba que nació muy pequeñito...
le hago una seña,
viene,
y le doy un abrazo, emocionado.
¡Qué más da! Emocionado... Emocionado...


César Vallejo, Santiago de Chuco, Perú, 1892 – París, 1938
imagen: Vallejo en París, caricatura de Armando Maribona


sábado, 25 de agosto de 2012

Harry Clifton






La primera luz se desliza
en silencio
por los techos de chapa, te revela
a ti durmiendo, a mí de pie

junto a la puerta abierta,
anónimo como ayer cuando cumplí 
lo que esperabas al alojarme, 
viendo si tengo todo,

mientras tú guardas
el lenguaje de la noche en un lugar oscuro,
en un sueño rítmico
que impregna desde adentro

tu rostro misterioso.
Y no voy a interrumpirte
en tu descanso, ni a confesar quién era
despidiéndome de ti,

sino a bajar
los cinco pisos vertiginosos
desde el alto silencio de tu cuarto
hasta las puertas ruidosas

que dan al patio y el sol
y al ojo fotográfico
de un conserje, presentándome
con un adiós.


Harry Clifton, Dublín, Irlanda, 1952
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Desierto de Atacama, foto de Gustavo Muñoz Clos
[Creative Commons license]


Morning

First light steals
Across the metal roofs
In silence, reveals
You sleeping, me standing aloof

At the open door,
Anonymous as when I gave
What you sheltered me for
Last night, assuring myself I have

Everything, while you keep
Night’s language in a dark place,
In a rhythmic sleep
Suffusing your mystery face

From the inside.
Nor will I break
That sleep in you, confide
Who I was in the act of taking

Leave of you, but drop
Down five vertiginous floors
From the high silence
Of your room, to where the clanging doors

Give onto sun and courtyard
And the photografic eye
Of a caretaker, introducing myself
With goodbye.



Los que llegaban ahí
por sueño o por defecto
se veían de pronto en un desierto
de sal encostrada.

Lo llamaban Atacama.
Iban a trabajar. Al otro lado
de los Andes, la lluvia y el trueno robado
del coronel Fawcett. La mirada impasible,

se aclaraban la voz continuamente
a este lado de la empresa puritana,
distantes, despojados de emoción,
cuando trataban de hablar.

Mi padre comenzó a desmoronarse
a las tres semanas.
Los cócteles de pisco, y las indias,
amigables, con bombines,

mascando coca, tomando mate,
respirando el aire más puro
que soñó la astronomía, que ansió la religión,
la pureza de la desesperanza.

Mi madre, una joven tan hermosa
en un sitio tan desagradable,
mantenía vigilancia de la llanura costera,
escuchaba cada noche los trenes de carga

adentrarse en Antofagasta,
el interior soñado, hacia el clima
de Chuquicamata. Pronto, finalmente,
se unirían,

el púrpura persiguiendo al amarillo
en el suelo...
Lo llamaban la sombra de lluvia,
llevada al norte

de luna de miel, rodeando el Cabo de Hornos,
por ciudades de tango, puertos africanos,
un pasado vivo en un futuro atormentado, 
mucho antes de que yo naciera —

Una puerta que golpea con el viento,
un abatimiento ante el ruido de los trenes,
un sollozo estremecedor junto a la pila de la cocina,
en la tierra de la lluvia infinita.


Harry Clifton, Dublín, Irlanda, 1952
Versión © Gerardo Gambolini


The Rain Shadow

All who got there
By dreaming or default,
Found themselves in a desert
Of crusted salt.

They called it Atacama,
Went to work. Across the divide
Of the Andes, Colonel Fawcett’s rain
And stolen thunder. Dry-eyed,

Tearless, trying to speak,
Endlessly they cleared their throats
On this side of the puritan trek,
Emotionless, remote.

Father began to crack
In three weeks flat.
Pisco sours, and Indian women,
Friendly, bowler-hatted,

Chewing coca, drinking mate,
Breathing the clearest air
Astronomy dreamed, religion craved,
The purity of despair.

Mother, a girl so nice
In so nasty place,
Kept vigil on the coastal plain,
Heard the tinkle of ingot trains

Nightly, into Antofagasta,
Dreamt up-country, to the weather
Of Chuqui Camata. Soon, at last,
They would come together,

Purple chasing yellow
Across the earth...
They called it the rain shadow,
Brought it north

On honeymoon, around Cape Horn,
Through tango cities, African ports,
A past alive in a haunted future
Long before I was born —

A door banging in the wind,
A breakdown at the sound of trains,
A shuddering sob at the kitchen sink,
In the land of infinite rain.



Vengo de gitanos, por parte de madre.
Había mañanas, en mi infancia,
en que una extraña salía de la noche
para sentarse a la mesa. Mi padre
fumaba sin hablar. Mi madre, en una lengua
que no era de este mundo, lloraba y sermoneaba.
La visita simplemente se quedaba en su lugar,
escuchando. Una joven, glamorosa
al estilo de hace medio siglo, su perfume
una caja de resonancia para los sentidos,
ahora, al momento de escribir...
                                                Apenas despierto a la hora
de las palabras agrias, las ilusiones estropeadas,
yo tomaba la leche de los orígenes como un dios-niño —
Los hoteles perdidos, la larga cadena prenatal
de vagabundeos... Y esa, nuestra mentira familiar
eclipsada por la luz eléctrica y pasmosas claridades,
estalló. Gritos, recriminaciones,
“Ve adentro, te llamaremos...” A través de una pared
que nadie cruzó en veinte años
escuché llegar el taxi. Ella vino adentro
y me abrazó. “Aquí nadie me entiende —
sólo tú, amorcito...
                              Pasarían los años,
yo me escaparía. La lengua materna estaba ahí afuera
en alguna parte. Para entonces, ella estaba levantando campamento 
o echando raíces nuevas, en otro lugar,
con un absoluto extraño, que me instruiría en el juego,
los caballos, las sagas familiares
continuamente ampliadas, en ninguna parte escritas.


Harry Clifton, Dublín, Irlanda, 1952
Versión © Gerardo Gambolini


Mother Tongue

I came from gypsies, on my mother’s side.
There would be dawns, in childhood,
When somebody strange came out of the night
To sit at table. Father smoked,
Said nothing. Mother, in a language
Not of this this world, wept and harangued.
And the visitor just sat there
Listening. A little woman, glamorous
In the manner of half century back,
Her perfume like a sounding-board for the senses
Now, at the time of writing...
                                               Barely awake
At the hour of stripped illusions, bitter words,
I drank the milk of origins like a godchild —
Lost hotels, the long pre-natal chain
Of wanderings... And this, our household lie
Eclipsed by electric light and shattering clarities,
Broken into. Shouts, recriminations,
Go inside, we’ll call you... Through a wall
No-one breached for twenty years
I heard the taxi called. She came inside
And held me to her. No-one here understands me —
You alone, amorcito...
                                   Years would pass,
I would run away. It was out there somewhere,
The mother-tongue. By now, she was striking camp
Or putting down new roots, in another town,
With an absolute stranger, who would educate me
In gambling, horses, family sagas
Endlessly added to, nowhere written down.