lunes, 25 de abril de 2011

Seamus Deane




Estaba hachando leña en el cobertizo
al atardecer. Una ráfaga de viento
cerró de golpe la puerta, lanzándome
a una negrura tal que
erré el golpe y arranqué
una chispa del suelo.

Me vinieron recuerdos de mi padre
cortando leña en otoño,
y con ello el olor del humus,
el vuelo anunciado
de las últimas golondrina,
el dorado marchito de las avispas

en la trama radiada
de las telarañas. Los recuerdos
me detuvieron tanto tiempo que estaba oscuro
cuando empecé a juntar las astillas.
Un soplo de resina, y sentí
agitarse las semillas del dolor

mientras volcaba la leña blanca
en la caja que retumbaba
y oía al viento azotar
los árboles y torcer para volverse
una corriente de lamento
contra el muro recortado.

Caída blanca de la madera y una chispa que salta
azul-rojiza, golpe de viento
negro alquitrán, tintes oscuros
de aguas tranquilas y en movimiento,
las muertes a tiempo de los veranos,
las muertes a destiempo de los padres...

¿Tenía que estar hachando
casi en la oscuridad, invocar la chispa
de su profunda capacidad de enriquecimiento
y decadencia? Como sea, en este clima enmarañado
debo cortar leña para el hogar
y partir el viento implacable

para oír sus ruidos interiores.
Pronto el rojo panal del fuego
inflamará de brillo el atizador
hasta la mitad. Pronto
el humo de la leña en el aire
llevará mi sentimiento hacia la noche.

Seamus Deane, Derry, Irlanda del Norte, 1940
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d


Breaking wood

I was breaking wood in the shed
As dark fell. The wind gusted
And slammed the door, pitching
Me into a blackness that I
Missed my stroke and struck
A spark from the floor.

It brought back my father
Chopping wood in autumn,
And with it came the smell
Of leaf-mould, the hinted
Flights of late swallows,
The shrivelled gold

Of wasps in the notches
Of wide-spoked webs. Memories
Stilled me so long it was dark
Before I rose to gather the sticks.
A sigh of resin and I felt
The stirring of seeds of regret

As I tumbled the white wood
Into the rumbling box
And heard the wind whip
On the trees and bend into
A straight stream of lament
At the razored edge of the wall.

White fall of wood and blue-red
Leaping spark, pitch black
Blow of wind, dark inks
Of still and moving waters,
The seasonable deaths of summers,
The unseasonable deaths of fathers...

Should I have struck with the axe
Near darkness, called the spark
From his deep energies of enrichment
And decay? Still, in this tangled weather
I must break sticks for warmth
And split the flinty wind

For its interior noises.
Soon the red honeycomb of fire
Will sting the poker bright
Up half its length. Soon
The fume of wood upon the air
Will take my feeling to the night.

sábado, 23 de abril de 2011

Michael O'Loughlin



Una canción de amor en Irlanda, 1988

Te amaré hasta el final de los tiempos
dijo él, una cueva oscura
abriéndose al borde de sus palabras.

El nombre redondo, plateado
estaba en su boca,
el barro tibio,

el sueño de ellos es agua.
Nadan juntos.
La plegaria de él es cada noche la misma:

zambullámonos, que nos impulse
el robusto motor
de nuestro amor.

Seamos el salmón
que persigue un río
por mares envenenados.

Michael O’Loughlin, Dublín, Irlanda, 1958
poemas de Another Nation, Arc Publications, 1996
Versión © Gerardo Gambolini


A Love Song in Ireland, 1988

I’ll love you till the end of time
He said, a dark cave opening
At the edge of his words.

The round silver names
Were in his mouth,
The warm mud,

Their sleep is water.
They float together.
Each night his prayer is the same:

Let us dive, let us be propelled
By the thick engine
Of our love,

Let us be the salmon
Who follows a river
Through poisoned seas.


Los fragmentos

Durante meses, al volver a casa tarde, a la noche,
nos deteníamos en un semáforo
en medio de la nada
y sentados ahí, el motor inquieto
por la autopista vacía
yo miraba el paso sobre nivel a medio construir
alzado bajo la luz de la luna
como un templo griego en ruinas
y me sentía rodeado de repente
por los monumentos destruidos y potentes
de una civilización que aún no hemos descubierto
los fantasmas de algo que nos acecha
el futuro imaginado pasado quizás
o los millones de muertos sino
que se elevan y caen
en el barro y la piedra grabada
el fantasma de la bestia
en cuya caparazón habitamos
sin saber si estamos
en el centro o el contorno
sintiendo que los fragmentos son nuestra única integridad
tallando con cuidado sus bordes partidos.

Michael O’Loughlin, Dublín, Irlanda, 1958
poemas de Another Nation, Arc Publications, 1996
Versión © Gerardo Gambolini

The Shards

For months, coming home late at night
We would stop at a traffic light
In the middle of nowhere
And sit there, the engine restless
For the empty motorway
While I looked out at the half-built flyover
That stood in the moonlight
Like a ruined Greek temple
And I suddenly felt surrounded
By the shattered and potent monuments
Of a civilization we have not yet discovered
The ghost of something stalking us
The future imagined past perhaps
Or else the millions of dead
Rising and falling
Into the mud and carved stone
The ghost of the beast
Whose carapace we inhabit
Not knowing if we stand
At centre or circumference
Sensing that shards are our only wholeness
Carefully carving their shattered edges.


viernes, 22 de abril de 2011

Javier Adúriz



Hay una huella en tu corazón...

Hay una huella en tu corazón
que no he recorrido.

Conozco con ardor los pliegues
de tu risa transformando la estancia.
Conozco con ardor el perfume
de tu cuerpo perforado de espíritu,
esa mirada oscura tuya,
convocándome.

Siempre, no obstante, resta
un secreto: el camino encantado
de tu pensamiento.


Ser un batir de alas agotadas...

Ser un batir de alas agotadas
en el latido de la noche,
ser la dureza de una despedida
diaria, augurio de horas inhumanas.

Ser el que no se es, para volver
y ser, amargo, el hombre apenas hombre
en el caliente beso que restaura
el ambiguo triunfo de estar vivo.

Ser la doliente opacidad, la sombra
exasperada y heridora, pero
al menos serlo en tu conocimiento.

Asombro que renueva en mi conciencia:
haber vivido para haberte visto,
qué gloria extraña como tan amada.

Javier Adúriz, Buenos Aires, 1948-2011

jueves, 21 de abril de 2011

UNA TRISTE NOTICIA

El Editor expresa su hondo pesar por el fallecimiento de Javier Adúriz. La poesía argentina pierde una voz lúcida y poderosa. Que su alma descanse en paz.

miércoles, 20 de abril de 2011

Juana Bignozzi



sigo a un hombre hacia...

sigo a un hombre hacia la violencia de las playas africanas
sigo a mis amigos hacia el sol de los domingos
mayo en el centro de dos caminos
de la luz que crece y de la luz que agoniza
¿primavera? ¿otoño?
del agua hacia el frío del frío hacia el agua
al nacer y al morir
¿coincide el color de los árboles en algún punto?
¿coincide la orilla de mi vida con la de mi subsistencia?

Juana Bignozzi, Buenos Aires, Argentina, 1937
imagen: Egon Schiele, Autumn Sun and Trees (1912)


dispuesta a creer que me han amado

dispuesta a creer que me han amado
incapaz de saber si he amado
—entendámonos, entregada, perdida, sin rescate—
aún quisiera comprender el amor de los hombres
hombres que vuelven o permanecen y repiten su pasión
aún quisiera llegar a saber qué rostro ven en el mío
en ese momento de extrañamiento que llaman pasión

Juana Bignozzi, Buenos Aires, Argentina, 1937


H. M.

Que haría yo sin tus flores
que haría yo sin esta permanencia
de tu gesto y tu lugar
Que haría yo si debiera pensar
en pérdida olvido y sobre todo final
Que haría yo si no tuviera
la certidumbre de tu memoria

Juana Bignozzi, Buenos Aires, Argentina, 1937


extrañas parejas

siempre volví en olor de bienvenida
flores animalitos de mis colores
corazones de papel que son los que me importan
y ahora entro en una casa donde
hay que dar la luz y el agua
y no buscar bebida en vaso limpio no la hay
sólo una voz por el teléfono

he aceptado entrar en una casa a oscuras
para que en mi vida no echara raíces el patetismo

Juana Bignozzi, Buenos Aires, Argentina, 1937

domingo, 17 de abril de 2011

Fred Johnston


Fe

Conoceré a una chica de pelo brillante —
eso dice mi horóscopo en The Star

después de misa, una mujer murmura
sobre milagros en Bosnia, los ciegos verán

apostamos sobre seguro: Dios como croupier
hay nuevos demonios en las mesas

podemos hablar con igual inocencia
del Bundesbank y de las hadas

este abandono infantil del alma
facilita el asesinato y la magia

yo siempre soy dos personas: me santiguo
al pasar por una iglesia, no

permito espinos en la casa —
temo a lo que no se puede demostrar

y no hago caso a lo que está demostrado —
hay una piedra en mí que no se puede sacar.

Fred Johnston, Belfast, Irlanda del Norte, 1951
reside en Galway, Irlanda del Sur
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d


Faith

I will meet a girl whith shining hair —
so says my horoscope in The Star

after Mass, a woman whispers of
miracles in Bosnia, the blind will see

we hedge our bets, God as croupier
there are new demons at the tables

we can talk with equal innocence
about the Bundesbank and fairies

this child’s soul-carelessness
makes murder and magic easy

I am always to people: I bless
myself outside a church, I do not

allow whitethorn in the house —
I fear what cannot be proved

and shrug off that which is —
there is a stone in me that cannot be removed.


Requiem

Mi padre murió serenamente, sin alboroto
en una sala inundada de luz apocalíptica
vimos el último jadeo de su pecho
un sonido como de seda arrastrada entre los dedos
mientras el alma magullada le salía con trabajo
por entre los dientes apretados
que se habían negado a separarse durante días
para susurrar ahora una palabra del nuevo mundo
que resistió con fiebres y semi-vigilias
sus manos garabatearon en las sábanas jeroglíficos absurdos
sus rodillas descarnadas formaron los Montes de la Luna
se convirtió en un continente que ningún hombre cuerdo exploraría
y cuando llegó el fin, fue absurdamente común
sencillamente se fue, sin molestarnos
como si el fantasma de él fuera todo lo que jamás había habido
invisible por tanto tiempo, un aliento que iba y venía
nada más. Su muerte pasó inadvertida
hasta que un silbido lunático perforó nuestros recuerdos
guardados de él. Una máquina brillante y lustrosa
trazó una línea por su vida, una serie de números verdes
dieron la hora y el minuto —
latitud, longitud, podíamos definir
el último lugar de la tierra donde había sido visto con vida
y eso es de lo que hablamos, lo que recordamos.

Fred Johnston, Belfast, Irlanda del Norte, 1951
reside en Galway, Irlanda del Sur
Versión © Gerardo Gambolini


Requiem

My father died quietly, without fuss
In a room drenched with apocalyptic light
We saw the last heaving of his chest
A sound like silk drawn through your fingers
As the bruised soul squeezed out between clenched
Teeth that had refused to part for days now
To whisper one word of the new world
He resisted through fevers and half-wakings
His hand scrawled mad hieroglyphs on the sheets
His claw-boned knees drew up the Mountains of the Moon
He became a continent no sane man would explore
And when the end came it was absurdly unremarkable
Without disturbing us, he simply went away
As if the ghost of him was all there had ever been
For so long invisible, a breath that came and went
Nothing more. Hys dying passed unnoticed
Until a lunatic whine pierced our lucky-bag
Memories of him. A sleek polished machine
Drew a line through his life, a set of green numbers
Gave the hour and the minute —
Latitude, longitude, we could pinpoint
The last place on earth he’d been seen alive
And this is what we talked about, what we remembered.



jueves, 14 de abril de 2011

Eamon Grennan



Abandonando el jardín

Tiempo de recordar otra vez
la última mirada que mi padre le dio al jardín,
de pie junto a la puerta para retenerlo todo
y todo lo que sabía del mismo
antes de ser acomodado lentamente en el auto
rumbo al hospital. Los primeros narcisos de marzo
florecen deslumbrantes,
el ligustro sin podar resplandece
y unas rosas tenaces siguen inclinando
su cabeza hacia él mientras se va.
Verá la huella oscura de unas babosas
deslizándose en el pasto,
pero no dirá nada,
dejando que todo se desvanezca detrás de sí
como un dibujo de juventud — un rostro
que amó pero que no recuerda bien —
al igual que un nadador cede su cuerpo
al oleaje — un detalle
en la marea poderosa —
sintiendo su vastedad, su contenida
violencia y extraña paz. Así,
abandonando el control ya que las cosas
tenían que pasar, mi padre deserta
y se aleja de este pequeño espacio cercado
de brillo exhuberante que empieza
a resistir otra vez
lo que los días hacen, yendo y viniendo.

Eamon Grennan, Dublin, Irlanda, 1941
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Charles Rowbotham, A Cottage Garden


Leaving the garden

Time to remember again
the last look my father gave the garden,
standing at the gate to take it all
and all he knew of it in
before being slowly eased into the car
for the hospital. Early March
daffodils are in raving bloom,
the untrimmed privet bush glistens,
and some hardy roses keep
nodding their heads at him as he goes.
He´ll notice the dark finger-shapes
of a dozen slugs slithering
over grass, but says nothing,
letting it all fall behind him
like an early draft, a face
he loved but can’t quite remember,
the way a swimmer lets the swell
take his body with it — a detail
in that mighty rise and fall —
feeling its hugeness, its contained
violence and curious peace. So,
letting go his hold on where
things had to happen, my forsaking father
turns himself away
from this hedged-in small space
of hearty brightness that begins
to weather all over again
what days do, coming and going.



miércoles, 13 de abril de 2011

Vicente Huidobro




Señora hay demasiados pájaros
En vuestro piano
Que atrae el otoño sobre una selva
Espesa de nervios palpitantes y libélulas

Los árboles en arpegios insospechados
A veces pierden la orientación del globo

Señora lo soporto todo. Sin cloroformo
Desciendo al fondo del alba
El ruiseñor rey de setiembre me informa
Que la noche se deja caer entre la lluvia
Burlando la vigilancia de vuestras miradas
Y que una voz canta lejos de la vida
Para sostener el espacio desclavado
El espacio tan lleno de estrellas que se va a caer

Señora a las diez huele a tabaco de artista
Amáis el nadir a cuerpo de pájaro
Sois un fenómeno ligero
Me voy solitario hacia el ocaso de los turistas
Es mucho más bello

Vicente Huidobro, Chile, 1893-1948
imagen: Picasso, Desnudo reclinado y mujer lavándose los pies, 1944


Poemas póstumos - 4

Quiero desaparecer y no morir
Quiero no ser y perdurar
Y saber que perduro
Llamo a las puertas de la muerte
Y me retiro
Llamo a la vida y huyo avergonzado
Quiero ser toda mi alma y no lo puedo
Quiero todo mi cuerpo y no lo logro

Vicente Huidobro, Chile, 1893-1948

domingo, 10 de abril de 2011

Louis MacNeice




No he nacido aún; oh, escúchame.
No dejes que el vampiro o la rata o la comadreja o el
    ogro deforme se acerquen a mí.

No he nacido aún; consuélame.
Temo que el género humano con altos muros me emparede,
    con fuertes drogas me confunda, con hábiles mentiras me seduzca,
        en potros de tortura me atormente, en baños de sangre me revuelque.

No he nacido aún; procúrame
agua que me acaricie, pasto que crezca para mí, árboles que me hablen,
    pájaros, un cielo que me cante, y una luz blanca
        en el fondo de mi alma, que me guíe.

No he nacido aún; perdóname
por los pecados que el mundo cometa en mí, por mis palabras
    cuando hablen por mí, mis pensamientos cuando piensen por mí,
        por mi traición generada por traidores fuera de mi control,
            por mi vida cuando asesinen con mis manos,
                por mi muerte cuando vivan por mí.

No he nacido aún; ensáyame
en los papeles que interpretar y apuntes que seguir
    cuando los viejos me sermoneen, los burócratas me intimiden,
        las montañas me desprecien, los amantes se rían de mí,
            las olas blancas me inciten a la locura y el desierto
                me llame a la perdición y el mendigo rechace mi limosna
                    y mis hijos me maldigan.

No he nacido aún; oh, escúchame,
no dejes que el bruto o el hombre que cree ser Dios
    se acerquen a mí.

No he hacido aún; oh, lléname
de fuerza contra aquellos que quieran congelar mi humanidad,
    obligarme a ser un autómata mortífero, transformarme en un diente
        de engranaje, una cosa con un rostro, una cosa,
            y contra todos aquelos que pretendan disolver mi integridad,
                aventarme como a una flor de cardo aquí y allá o derramarme
                    aquí y allá, como agua entre las manos.

No los dejes convertirme en una piedra y no dejes que me derramen.
De lo contrario, mátame.

Louis MacNeice, Belfast, Irlanda del Norte, 1907-1963
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Nancy Sharp, retrato de MacNeice


Prayer Before Birth

I am not yet born; O hear me.
Let not the bloodsucking bat or the rat or the stoat or the 
    club-footed ghoul come near me.

I am not yet born, console me.
I fear that the human race may with tall walls wall me,
    with strong drugs dope me, with wise lies lure me,
        on black racks rack me, in blood-baths roll me.

I am not yet born; provide me
With water to dandle me, grass to grow for me, trees to talk
    to me, sky to sing to me, birds and a white light
        in the back of my mind to guide me.

I am not yet born; forgive me
For the sins that in me the world shall commit, my words
    when they speak me, my thoughts when they think me,
        my treason engendered by traitors beyond me,
            my life when they murder by means of my
                hands, my death when they live me.

I am not yet born; rehearse me
In the parts I must play and the cues I must take when
    old men lecture me, bureaucrats hector me, mountains
        frown at me, lovers laugh at me, the white
            waves call me to folly and the desert calls
                me to doom and the beggar refuses
                    my gift and my children curse me.

I am not yet born; O hear me,
Let not the man who is beast or who thinks he is God
    come near me.

I am not yet born; O fill me
With strength against those who would freeze my
    humanity, would dragoon me into a lethal automaton,
        would make me a cog in a machine, a thing with
            one face, a thing, and against all those
                who would dissipate my entirety, would
                    blow me like thistledown hither and
                        thither or hither and thither 
                            like water held in the 
                                hands would spill me.

Let them not make me a stone and let them not spill me.
Otherwise kill me.


viernes, 8 de abril de 2011

Joaquín Giannuzzi




Breve y liviano sobre la playa, aéreo
el último hueso de la gaviota
aguarda la disolución en manos de los elementos.
No está previsto un accidente
que modifique la situación.
El sólido cuerpo del planeta
también espera,
pasivamente espera y con dulzura
el retorno del hueso a su garganta.
Cincuenta millones de años
contra unas semanas de vuelo.
No hay injusticia en la proporción
sino confianza y un pulido equilibrio
entre el agua, el viento y la temperatura solar.
Y allí de pie, el poder humano,
buscando en el cielo un agujero
donde meter la cabeza y si es posible
una eternidad independiente
de uso privado y esqueleto entero.

Joaquín Giannuzzi, Buenos Aires, 1924 – Salta, 2004, Argentina
imagen: s/d


Crónica de la columna vertebral

Para levantar las pirámides
doscientos mil hombres, a lo largo
de tres generaciones, cargaron y arrastraron
millones de toneladas de piedra.
Dos imágenes de restos óseos
revelan el costo de las obras:
la columna vertebral de los obreros
aparece curvada en dos secciones,
muestra fisuras, bordes corroídos,
luxaciones, agobio eterno.
La de los faraones, sacerdotes y altos
funcionarios, se ven erguidas
y frescas como recién nacidas.
Después de 4.000 años,
vértebra sobre vértebra, crujido a crujido,
el espinazo innumerable
sigue cargando el peso
del sueño y la podredumbre de los señores.

Joaquín Giannuzzi, Buenos Aires, 1924 – Salta, 2004, Argentina