Ser un batir de alas agotadas...
Ser un batir de alas agotadas
en el latido de la noche,
ser la dureza de una despedida
diaria, augurio de horas inhumanas.
Ser el que no se es, para volver
y ser, amargo, el hombre apenas hombre
en el caliente beso que restaura
el ambiguo triunfo de estar vivo.
Ser la doliente opacidad, la sombra
exasperada y heridora, pero
al menos serlo en tu conocimiento.
Asombro que renueva en mi conciencia:
haber vivido para haberte visto,
qué gloria extraña como tan amada.
Javier Adúriz, Buenos Aires, 1948-2011