viernes, 22 de abril de 2011

Javier Adúriz



Hay una huella en tu corazón...

Hay una huella en tu corazón
que no he recorrido.

Conozco con ardor los pliegues
de tu risa transformando la estancia.
Conozco con ardor el perfume
de tu cuerpo perforado de espíritu,
esa mirada oscura tuya,
convocándome.

Siempre, no obstante, resta
un secreto: el camino encantado
de tu pensamiento.


Ser un batir de alas agotadas...

Ser un batir de alas agotadas
en el latido de la noche,
ser la dureza de una despedida
diaria, augurio de horas inhumanas.

Ser el que no se es, para volver
y ser, amargo, el hombre apenas hombre
en el caliente beso que restaura
el ambiguo triunfo de estar vivo.

Ser la doliente opacidad, la sombra
exasperada y heridora, pero
al menos serlo en tu conocimiento.

Asombro que renueva en mi conciencia:
haber vivido para haberte visto,
qué gloria extraña como tan amada.

Javier Adúriz, Buenos Aires, 1948-2011

jueves, 21 de abril de 2011

UNA TRISTE NOTICIA

El Editor expresa su hondo pesar por el fallecimiento de Javier Adúriz. La poesía argentina pierde una voz lúcida y poderosa. Que su alma descanse en paz.

miércoles, 20 de abril de 2011

Juana Bignozzi



sigo a un hombre hacia...

sigo a un hombre hacia la violencia de las playas africanas
sigo a mis amigos hacia el sol de los domingos
mayo en el centro de dos caminos
de la luz que crece y de la luz que agoniza
¿primavera? ¿otoño?
del agua hacia el frío del frío hacia el agua
al nacer y al morir
¿coincide el color de los árboles en algún punto?
¿coincide la orilla de mi vida con la de mi subsistencia?

Juana Bignozzi, Buenos Aires, Argentina, 1937
imagen: Egon Schiele, Autumn Sun and Trees (1912)


dispuesta a creer que me han amado

dispuesta a creer que me han amado
incapaz de saber si he amado
—entendámonos, entregada, perdida, sin rescate—
aún quisiera comprender el amor de los hombres
hombres que vuelven o permanecen y repiten su pasión
aún quisiera llegar a saber qué rostro ven en el mío
en ese momento de extrañamiento que llaman pasión

Juana Bignozzi, Buenos Aires, Argentina, 1937


H. M.

Que haría yo sin tus flores
que haría yo sin esta permanencia
de tu gesto y tu lugar
Que haría yo si debiera pensar
en pérdida olvido y sobre todo final
Que haría yo si no tuviera
la certidumbre de tu memoria

Juana Bignozzi, Buenos Aires, Argentina, 1937


extrañas parejas

siempre volví en olor de bienvenida
flores animalitos de mis colores
corazones de papel que son los que me importan
y ahora entro en una casa donde
hay que dar la luz y el agua
y no buscar bebida en vaso limpio no la hay
sólo una voz por el teléfono

he aceptado entrar en una casa a oscuras
para que en mi vida no echara raíces el patetismo

Juana Bignozzi, Buenos Aires, Argentina, 1937

domingo, 17 de abril de 2011

Fred Johnston


Fe

Conoceré a una chica de pelo brillante —
eso dice mi horóscopo en The Star

después de misa, una mujer murmura
sobre milagros en Bosnia, los ciegos verán

apostamos sobre seguro: Dios como croupier
hay nuevos demonios en las mesas

podemos hablar con igual inocencia
del Bundesbank y de las hadas

este abandono infantil del alma
facilita el asesinato y la magia

yo siempre soy dos personas: me santiguo
al pasar por una iglesia, no

permito espinos en la casa —
temo a lo que no se puede demostrar

y no hago caso a lo que está demostrado —
hay una piedra en mí que no se puede sacar.

Fred Johnston, Belfast, Irlanda del Norte, 1951
reside en Galway, Irlanda del Sur
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d


Faith

I will meet a girl whith shining hair —
so says my horoscope in The Star

after Mass, a woman whispers of
miracles in Bosnia, the blind will see

we hedge our bets, God as croupier
there are new demons at the tables

we can talk with equal innocence
about the Bundesbank and fairies

this child’s soul-carelessness
makes murder and magic easy

I am always to people: I bless
myself outside a church, I do not

allow whitethorn in the house —
I fear what cannot be proved

and shrug off that which is —
there is a stone in me that cannot be removed.


Requiem

Mi padre murió serenamente, sin alboroto
en una sala inundada de luz apocalíptica
vimos el último jadeo de su pecho
un sonido como de seda arrastrada entre los dedos
mientras el alma magullada le salía con trabajo
por entre los dientes apretados
que se habían negado a separarse durante días
para susurrar ahora una palabra del nuevo mundo
que resistió con fiebres y semi-vigilias
sus manos garabatearon en las sábanas jeroglíficos absurdos
sus rodillas descarnadas formaron los Montes de la Luna
se convirtió en un continente que ningún hombre cuerdo exploraría
y cuando llegó el fin, fue absurdamente común
sencillamente se fue, sin molestarnos
como si el fantasma de él fuera todo lo que jamás había habido
invisible por tanto tiempo, un aliento que iba y venía
nada más. Su muerte pasó inadvertida
hasta que un silbido lunático perforó nuestros recuerdos
guardados de él. Una máquina brillante y lustrosa
trazó una línea por su vida, una serie de números verdes
dieron la hora y el minuto —
latitud, longitud, podíamos definir
el último lugar de la tierra donde había sido visto con vida
y eso es de lo que hablamos, lo que recordamos.

Fred Johnston, Belfast, Irlanda del Norte, 1951
reside en Galway, Irlanda del Sur
Versión © Gerardo Gambolini


Requiem

My father died quietly, without fuss
In a room drenched with apocalyptic light
We saw the last heaving of his chest
A sound like silk drawn through your fingers
As the bruised soul squeezed out between clenched
Teeth that had refused to part for days now
To whisper one word of the new world
He resisted through fevers and half-wakings
His hand scrawled mad hieroglyphs on the sheets
His claw-boned knees drew up the Mountains of the Moon
He became a continent no sane man would explore
And when the end came it was absurdly unremarkable
Without disturbing us, he simply went away
As if the ghost of him was all there had ever been
For so long invisible, a breath that came and went
Nothing more. Hys dying passed unnoticed
Until a lunatic whine pierced our lucky-bag
Memories of him. A sleek polished machine
Drew a line through his life, a set of green numbers
Gave the hour and the minute —
Latitude, longitude, we could pinpoint
The last place on earth he’d been seen alive
And this is what we talked about, what we remembered.



jueves, 14 de abril de 2011

Eamon Grennan



Abandonando el jardín

Tiempo de recordar otra vez
la última mirada que mi padre le dio al jardín,
de pie junto a la puerta para retenerlo todo
y todo lo que sabía del mismo
antes de ser acomodado lentamente en el auto
rumbo al hospital. Los primeros narcisos de marzo
florecen deslumbrantes,
el ligustro sin podar resplandece
y unas rosas tenaces siguen inclinando
su cabeza hacia él mientras se va.
Verá la huella oscura de unas babosas
deslizándose en el pasto,
pero no dirá nada,
dejando que todo se desvanezca detrás de sí
como un dibujo de juventud — un rostro
que amó pero que no recuerda bien —
al igual que un nadador cede su cuerpo
al oleaje — un detalle
en la marea poderosa —
sintiendo su vastedad, su contenida
violencia y extraña paz. Así,
abandonando el control ya que las cosas
tenían que pasar, mi padre deserta
y se aleja de este pequeño espacio cercado
de brillo exhuberante que empieza
a resistir otra vez
lo que los días hacen, yendo y viniendo.

Eamon Grennan, Dublin, Irlanda, 1941
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Charles Rowbotham, A Cottage Garden


Leaving the garden

Time to remember again
the last look my father gave the garden,
standing at the gate to take it all
and all he knew of it in
before being slowly eased into the car
for the hospital. Early March
daffodils are in raving bloom,
the untrimmed privet bush glistens,
and some hardy roses keep
nodding their heads at him as he goes.
He´ll notice the dark finger-shapes
of a dozen slugs slithering
over grass, but says nothing,
letting it all fall behind him
like an early draft, a face
he loved but can’t quite remember,
the way a swimmer lets the swell
take his body with it — a detail
in that mighty rise and fall —
feeling its hugeness, its contained
violence and curious peace. So,
letting go his hold on where
things had to happen, my forsaking father
turns himself away
from this hedged-in small space
of hearty brightness that begins
to weather all over again
what days do, coming and going.



miércoles, 13 de abril de 2011

Vicente Huidobro




Señora hay demasiados pájaros
En vuestro piano
Que atrae el otoño sobre una selva
Espesa de nervios palpitantes y libélulas

Los árboles en arpegios insospechados
A veces pierden la orientación del globo

Señora lo soporto todo. Sin cloroformo
Desciendo al fondo del alba
El ruiseñor rey de setiembre me informa
Que la noche se deja caer entre la lluvia
Burlando la vigilancia de vuestras miradas
Y que una voz canta lejos de la vida
Para sostener el espacio desclavado
El espacio tan lleno de estrellas que se va a caer

Señora a las diez huele a tabaco de artista
Amáis el nadir a cuerpo de pájaro
Sois un fenómeno ligero
Me voy solitario hacia el ocaso de los turistas
Es mucho más bello

Vicente Huidobro, Chile, 1893-1948
imagen: Picasso, Desnudo reclinado y mujer lavándose los pies, 1944


Poemas póstumos - 4

Quiero desaparecer y no morir
Quiero no ser y perdurar
Y saber que perduro
Llamo a las puertas de la muerte
Y me retiro
Llamo a la vida y huyo avergonzado
Quiero ser toda mi alma y no lo puedo
Quiero todo mi cuerpo y no lo logro

Vicente Huidobro, Chile, 1893-1948

domingo, 10 de abril de 2011

Louis MacNeice




No he nacido aún; oh, escúchame.
No dejes que el vampiro o la rata o la comadreja o el
    ogro deforme se acerquen a mí.

No he nacido aún; consuélame.
Temo que el género humano con altos muros me emparede,
    con fuertes drogas me confunda, con hábiles mentiras me seduzca,
        en potros de tortura me atormente, en baños de sangre me revuelque.

No he nacido aún; procúrame
agua que me acaricie, pasto que crezca para mí, árboles que me hablen,
    pájaros, un cielo que me cante, y una luz blanca
        en el fondo de mi alma, que me guíe.

No he nacido aún; perdóname
por los pecados que el mundo cometa en mí, por mis palabras
    cuando hablen por mí, mis pensamientos cuando piensen por mí,
        por mi traición generada por traidores fuera de mi control,
            por mi vida cuando asesinen con mis manos,
                por mi muerte cuando vivan por mí.

No he nacido aún; ensáyame
en los papeles que interpretar y apuntes que seguir
    cuando los viejos me sermoneen, los burócratas me intimiden,
        las montañas me desprecien, los amantes se rían de mí,
            las olas blancas me inciten a la locura y el desierto
                me llame a la perdición y el mendigo rechace mi limosna
                    y mis hijos me maldigan.

No he nacido aún; oh, escúchame,
no dejes que el bruto o el hombre que cree ser Dios
    se acerquen a mí.

No he hacido aún; oh, lléname
de fuerza contra aquellos que quieran congelar mi humanidad,
    obligarme a ser un autómata mortífero, transformarme en un diente
        de engranaje, una cosa con un rostro, una cosa,
            y contra todos aquelos que pretendan disolver mi integridad,
                aventarme como a una flor de cardo aquí y allá o derramarme
                    aquí y allá, como agua entre las manos.

No los dejes convertirme en una piedra y no dejes que me derramen.
De lo contrario, mátame.

Louis MacNeice, Belfast, Irlanda del Norte, 1907-1963
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Nancy Sharp, retrato de MacNeice


Prayer Before Birth

I am not yet born; O hear me.
Let not the bloodsucking bat or the rat or the stoat or the 
    club-footed ghoul come near me.

I am not yet born, console me.
I fear that the human race may with tall walls wall me,
    with strong drugs dope me, with wise lies lure me,
        on black racks rack me, in blood-baths roll me.

I am not yet born; provide me
With water to dandle me, grass to grow for me, trees to talk
    to me, sky to sing to me, birds and a white light
        in the back of my mind to guide me.

I am not yet born; forgive me
For the sins that in me the world shall commit, my words
    when they speak me, my thoughts when they think me,
        my treason engendered by traitors beyond me,
            my life when they murder by means of my
                hands, my death when they live me.

I am not yet born; rehearse me
In the parts I must play and the cues I must take when
    old men lecture me, bureaucrats hector me, mountains
        frown at me, lovers laugh at me, the white
            waves call me to folly and the desert calls
                me to doom and the beggar refuses
                    my gift and my children curse me.

I am not yet born; O hear me,
Let not the man who is beast or who thinks he is God
    come near me.

I am not yet born; O fill me
With strength against those who would freeze my
    humanity, would dragoon me into a lethal automaton,
        would make me a cog in a machine, a thing with
            one face, a thing, and against all those
                who would dissipate my entirety, would
                    blow me like thistledown hither and
                        thither or hither and thither 
                            like water held in the 
                                hands would spill me.

Let them not make me a stone and let them not spill me.
Otherwise kill me.


viernes, 8 de abril de 2011

Joaquín Giannuzzi




Breve y liviano sobre la playa, aéreo
el último hueso de la gaviota
aguarda la disolución en manos de los elementos.
No está previsto un accidente
que modifique la situación.
El sólido cuerpo del planeta
también espera,
pasivamente espera y con dulzura
el retorno del hueso a su garganta.
Cincuenta millones de años
contra unas semanas de vuelo.
No hay injusticia en la proporción
sino confianza y un pulido equilibrio
entre el agua, el viento y la temperatura solar.
Y allí de pie, el poder humano,
buscando en el cielo un agujero
donde meter la cabeza y si es posible
una eternidad independiente
de uso privado y esqueleto entero.

Joaquín Giannuzzi, Buenos Aires, 1924 – Salta, 2004, Argentina
imagen: s/d


Crónica de la columna vertebral

Para levantar las pirámides
doscientos mil hombres, a lo largo
de tres generaciones, cargaron y arrastraron
millones de toneladas de piedra.
Dos imágenes de restos óseos
revelan el costo de las obras:
la columna vertebral de los obreros
aparece curvada en dos secciones,
muestra fisuras, bordes corroídos,
luxaciones, agobio eterno.
La de los faraones, sacerdotes y altos
funcionarios, se ven erguidas
y frescas como recién nacidas.
Después de 4.000 años,
vértebra sobre vértebra, crujido a crujido,
el espinazo innumerable
sigue cargando el peso
del sueño y la podredumbre de los señores.

Joaquín Giannuzzi, Buenos Aires, 1924 – Salta, 2004, Argentina

miércoles, 6 de abril de 2011

John F. Deane / 4 poemas


Cántico

A veces cuando vas hasta la verja roja
oyendo la música de tus zapatos en la grava,
una luna amarilla asoma por la colina;
cierras la verja y te apoyas en ella
como si algo se hubiera cumplido en el mundo;
un viento nocturno se filtra tenuemente por las hojas
de los álamos, y todo el ruido del universo se apaga
hasta el murmullo de un oboe, la nota dada
de una música perfecta; hay un vasto cielo totalmente
dedicado a las estrellas, y tú sabes, con certeza,
que todos los muertos están afuera, ahí arriba,
en una flotilla festiva, y que están celebrando
que una verja roja y una luna amarilla
afinen sus instrumentos contigo, acompañando la sinfonía.

John F. Deane, Achill Island, Irlanda, 1943
John F. Deane, Manhandling the Deity, Carcanet, Manchester, 2003
Versión © Gerardo Gambolini

Canticle

Sometimes when you walk down to the red gate
hearing the scrape-music of your shoes across gravel,
a yellow moon will lift over the hill;
you swing the gate shut and lean on the topmost bar
as if something has been accomplished in the world;
a night wind mistles through the poplar leaves
and all the noise of the universe stills
to an oboe hum, the given note of a perfect
music; there is a vast sky wholly dedicated
to the stars and you know, with certainty,
that all the dead are out, up there, in one
holiday flotilla, and that they celebrate
the fact of a red gate and a yellow moon
that tunes their instruments with you to the simphony.


Salmo

Toda la noche el ataúd fue un instrumento acostado
en la nave lateral; la mañana, y los ancianos, esperando,
apuran sus rosarios, los nudillos duros como cuentas;
nos hemos vuelto callados, rezan, al cuidado de la verdad,
¿y qué tenemos para mostrar? Huesos viejos y con nudos.

Con el siseo de la cureña, el ataúd va a ocupar
su lugar en el podio; afuera es primavera, las flores del ciruelo
en una melodía de blanco. Señor, tú nos has tocado y conocido;
nosotros tenemos viejas partituras solamente,
viejas cuentas que saldar, viejos tambores que batir.

John F. Deane, Achill Island, Irlanda, 1943
John F. Deane, Manhandling the Deity, Carcanet, Manchester, 2003
Versión © Gerardo Gambolini

Psalm

All night the coffin was a laid-down instrument
in the side-aisle; morning, and the old folk, waiting,
urge their rosaries, their knuckles hard as beads;
we have fallen still, they pray, in the care of truth
and what have we to show? Old bones, knotted.

In the sibilance of trestle-wheels the coffin comes
to take its place upon the podium; outside
it is spring, blossoms of the plum in a melody
of white. Lord you have touched and known us; we
have only old scores to settle, old drums to beat.


Guardia nocturna

En nuestros barrios residenciales, nuestras ciudades dormitorio,
estamos seguros. Pero en el corazón de la ciudad,
subiendo y bajando la soberbia escalinata de baldosas
del refugio de los hombres, pasan aquellos que podrían

ser ministros, sacerdotes, presidentes, pero no son;
de traje a rayas gris y chaleco mal combinado,
los que podrían ser funcionarios, pero no son;
engrasados y arrugados y molestos rondan

por nuestras calles, tambaléandose de lado, los que podrían
ser Platón, Lutero, Hopkins, si no fuera por alguna cosa minúscula
que pasaron por alto y los desvió un poco al costado.
Su sueño es una moneda encontrada bajo una luz oblicua,

olvido suficiente para apagar la atención
un rato. Pero a todos nos desean buena salud y buen juicio
los que despiertan a veces, sabiendo que nosotros también
fuimos visitados por fantasmas implorantes y olvidamos;

dígannos qué soñábamos, interpreten el sueño para nosotros.

John F. Deane, Achill Island, Irlanda, 1943
John F. Deane, Manhandling the Deity, Carcanet, Manchester, 2003
Versión © Gerardo Gambolini

Nightwatch

In our suburban villages, our dormitory towns
we lie secure. But at the city’s core
up and down the crack-tiled steps of the men’s
shelter, they pass who could be minister

or president or priest — but are not;
in dust-striped suits and mismatched waiscoats
who could be civil servants — but are not;
greased and creased and ill at ease they ghost,

side-staggering, our streets, who might
be Plato, Luther, Hopkins but for some tiny thing
that slipped them and shifted them a little to the side.
Their dream is a coin found under slanting

light, oblivion enough to damp down care
a while. But wish us all good health and reason
who wake sometimes, knowing we too have been
visited by importunate ghosts and have forgotten;

tell us what we dreamed, interpret for us the dream.


Siguen las lluvias

Hace días que llueve en los suburbios;
el agua se llevó por las cunetas
las rayuelas de los niños;

hemos visto a los muertos tendidos
en túmulos con sábanas, a los jóvenes encogidos
callados para la cámara mientras lloran por dentro;

en otro lugar sacan de pozos
cuerpos magullados.
Recuerdo cómo rezábamos por el tiempo

en las viejas ceremonias, sosteniendo que Dios
interviene en nuestra vida: las migraciones, los campos,
las barcas de pesca en mares encrespados. Declaramos nuestros

los dominios de la razón, aunque rara vez podemos
hacer alarde de ellos; de Dios son en cambio los dominios
del misterio, donde él se mantiene al margen, meditando quizás

en las catástrofes del hombre, y derramando lágrimas.

John F. Deane, Achill Island, Irlanda, 1943
John F. Deane, Manhandling the Deity, Carcanet, Manchester, 2003
Versión © Gerardo Gambolini

The Rains Persisting

It has rained for days across the suburbs;
chalk games of the smaller children
have washed down into the gutters;

we have seen the dead laid out
in sheeted humps, the shrivelled young
stilled for the camera while they weep inwardly;

somewhere else mauled bodies
are being drawn up from wells.
I remember how we prayed for weather

during the old ceremonies, holding that God
intervenient in our concerns: migrations, meadows,
trawlers out on dramatic seas. The domains

of reason we claim ours though we may boast
rarely of them, while God’s are the domains
of mystery, where he stays aloof, brooding perhaps

on man’s catastrophes, and shedding tears.

domingo, 3 de abril de 2011

Paula Meehan


Leyendo el cielo

Estábamos a la sombra serena de los pinos,
entre la hierba mora y la artemisa,
y leíamos las cifras que los gansos dibujaban

en el cielo violeta.
Vayan al sur, vayan al sur, insistían,
el invierno está muy cerca.

La luna fue por un momento
una perfecta hoz de oro
sobre el lago dorado.

Calculamos los ángulos de las estrellas
reveladas por la luz al declinar,
y les dimos nuevos nombres

aprendidos de los gansos en vuelo,
sabiendo que uno seguiría
y otro sería dejado atrás.

Buscamos un lenguaje común
para describir nuestros distintos destinos:
tú serás fugitivo eternamente,

yo esperaré al filo del invierno
demorando la oscuridad
para que puedas escapar.

Paula Meehan, Dublín, Irlanda, 1954
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Jack B. Yeats, Queen Maeve Walked Upon This Strand


Reading the sky

We stood in the still pine shadows
with nightshade and yarrow
and read the cyphers the wild geese drew

across the violet sky.
Go south, go south, they insisted,
winter is close behind.

The moon was for a moment
a perfect golden sickle
above the golden lake.

We measured the angles of the stars
revealed by the dwindling light
and gave to them new names

learned from the geese in flight
knowing that one would follow,
one would be left behind.

We glean a common language
to describe our differing fates:
you'll be fugitive forever,
 
I'll wait at the brink of winter
holding off the dark
that you may escape.


De vuelta y sin culpa

Padre mío,
tu cálida sonrisa
es un diente de león
cuando cruzo otra vez la puerta.

Nuestro torpe abrazo
ahuyenta el viento de mi hombro
y tus ojos encierran una pregunta
que no harás
cuando corte el pan en tu mesa
luego de largas temporadas de ausencia.

Padre, mi cabeza estalla
con las cosas que he visto
en este ancho y extraño mundo

pero no tengo las palabras para contártelo
ni el valor para alterar tus rutinas apacibles,
así que guardo silencio mientras se fríe el tocino,
asintiendo y sonriendo ante cada recuerdo.

“Oh, el barco era magnífico,
me dijeron en Larne.”
“Y lástima que no te dejaron ahí.
Debió ser un gitano el que te engañó
y yo en un profundo sueño una noche.”

¿No te robé la mirada, padre,
y a ella la sonrisa? No la oscura sangre
sino la simple necesidad de abandonar un amor difícil
me llevó por caminos desconocidos
donde hablan otras lenguas,
me llevó por el planeta
hasta que obtuve de él
y él obtuvo de mí
lo que uno necesitaba del otro.

Sí, padre, tomaré más té
y me sentaré aquí en silencio en este cuarto de mi infancia
y veré mientras el fuego destella
la historia de nuestra distancia en la pared.


Paula Meehan, Dublín, Irlanda, 1954

Versión © Gerardo Gambolini


Return and no blame

Father of mine
your sunny smile
is a dandelion
as I come once again through the door.

Our fumbled embrace
drives the wind off my shoulder
and your eyes hold a question
you will not put
as I break bread at your table
after the long seasons away from it.

Father, my head is bursting
with the things. I've seen in this strange, big world

but I don't have the words to tell you
nor the boldness to disrupt your gentle daily ways,
so I am quiet while the rashers cook,
nod and grin at any old thing.

'Oh, the boat was grand,
they took me in at Larne.'
'And a pity they didn't keep you.
Must have been a gypsy slipped you in
and I in a dead sleep one night.'

Didn't I rob you of your eyes, father,
and her of her simile? No dark blood
but the simple need to lose an uneasy love
drove me down unknown roads
where they spoke in different tongues,
drove me about the planet
till I had of it
and it of me
what we needed of each other.

Yes, father, I will have more tea
and sit here quiet in this room of my childhood
and watch while the flames flicker
the story of our distance on the wall.