sábado, 26 de mayo de 2012

Roberto Juarroz





Porque esta noche duermes lejos
y en una cama con demasiado sueño,
yo estoy aquí despierto,
con una mano mía y otra tuya.

Tú seguirás allí
desnuda como tú
y yo seguiré aquí
desnudo como yo.

Mi boca es ya muy larga y piensa mucho
y tu cabello es corto y tiene sueño.

Ya no hay tiempo para estar
desnudos como uno
los dos.

Roberto Juarroz, Bs. As., Argentina, 1925-1995
imagen: Max Levis, Bella durmiente (1898)

lunes, 21 de mayo de 2012

dos irlandeses






Y siguen viviendo en lugares sin perdón
en las laderas de colinas artríticas
donde cercas de piedra bajas ocultan el mar y el mar
oculta a los muertos, aunque los muertos siguen susurrando
en sus tumbas silenciosas, “Tengo frío, tengo frío”.

Aquí hay turba suficiente para avivar los fuegos del Infierno,
y piedras en tal cantidad que parecieran crecer
en el suelo. Aunque jamás crece nada.
Sabe Dios que había más madera en el Calvario.

Esta mañana, en una carretera más allá de Cleggan,
pasé por las ruinas de una casa abandonada
y por una casa en ruinas que parecía abandonada,
sólo que un hombre me miró. Le pregunté adónde iba el camino.
“Hasta el final”, me dijo, “hasta el final”. Y se alejó arrastrando los pies.

Tony Curtis, Dublin, Irlanda, 1955
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d


Penance

And still they live in unforgiven places,
on the sides of arthritic hills,
where low walls hide the sea and the sea
hides the dead, though the dead still whisper
in their silent graves, “I’m cold, I’m cold.”

Enough bog here to stoke the fires of Hell,
and stones so many you’d think they grew
in the soil. Though nothing ever grows.
God knows there was more wood on Calvary.

This morning, on a high road beyond Cleggan,
I passed the ruins of a deserted cottage,
and a ruined cottage that looked deserted,
only a man eyed me. I asked where the road went?
“To the end,” he said, “the end.” Then shuffled off.



Demasiados carniceros
en el pueblo
y solo en su tienda
fingiendo estar ocupado
oye de pronto
la larga maldición
que nunca supo que estaba dentro de él,
su propia garganta
con un grito
que retrocede hasta el día
en que se puso el delantal de su padre
y su boca
se convirtió en un monedero.

Ted McNulty, New York, (?) – Dublin, 1998
Versión © Gerardo Gambolini


McGwinn and Son

Too many butchers
in the village
and alone in his shop
pretending to be busy
he suddenly hears
the long curse
he never knew was in him,
the throat of his own
with a shout
that goes back to the day
he put on his father’s apron
and his mouth
turned into a purse.



martes, 15 de mayo de 2012

Restos de mayo





Restos de mayo


Deshecha la unión
ahora nos queda

la epístola amable
profesar la distancia   

administrar el olvido —
nos queda

una arcilla lenta
reconstruir un vaso

recordar qué contenía 


Gerardo Gambolini, Buenos Aires, 1955


miércoles, 9 de mayo de 2012

Samuel Beckett






Pasa los años de aprendizaje desperdiciando
Valor por los años de vagar
Por un mundo que rechaza cortésmente
La grosería de aprender

Samuel Beckett, Irlanda, 1906–Francia, 1989
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d

Gnome

Spend the years of learning squandering
Courage for the years of wandering
Through a world politely turning
From the loutishness of learning



1
una vez más el último reflujo
el guijarro muerto
la media vuelta luego los pasos
hacia las viejas luces

2
sigo ese camino de arena que fluye
entre el guijarro y la duna
la lluvia de verano llueve sobre mi vida
sobre mí mi vida que huye de mí me persigue
y acabará el día de su comienzo

preciado instante yo te veo
en esa cortina de bruma que retrocede
donde ya no tendré que pisar estos largos umbrales movedizos
y viviré el tiempo de una puerta
que se abre y se cierra

3
qué haría yo sin este mundo sin rostro sin preguntas
donde estar sólo dura un instante donde cada instante
cae en el vacío en el olvido de haber sido
sin esta ola bajo la cual finalmente
cuerpo y sombra desaparecen juntos
que haría yo sin este silencio abismo de los murmullos
jadeando furioso hacia el socorro hacia el amor
sin este cielo que se alza
sobre el polvo de sus lastres

qué haría yo como ayer como hoy
mirando por el ojo de buey si no estoy solo
errando y virando lejos de toda vida
en un espacio endeble
sin voz entre las voces
encerradas conmigo

4
quisiera que mi amor muera
que llueva sobre el cementerio
y los callejones por donde voy
llorando a aquella que creyó amarme

Samuel Beckett, Irlanda, 1906–Francia, 1989
Versión © Gerardo Gambolini


Dieppe 

1
encore le dernier reflux
le galet mort
le demi-tour puis les pas
vers les vieilles lumières

2
je suis ce cours de sable qui glisse
entre la galet et la dune
la pluie d’été pleut sur ma vie
sur moi ma vie qui me fuit me poursuit
et finira le jour de son commencement
cher instant je te vois
dans ce rideau de brume qui recule
où je n’aurai plus à fouler ces longs seuils mouvants
et vivrai le temps d’une porte
qui s’ouvre et se referme

3
que farais-je sans ce monde sans visage sans questions
où être ne dure qu’un instant où chaque instant
verse dans le vide dans l’oubli d’avoir été
sans cette onde où à la fin
corps et ombre ensemble s’engloutissent
que ferais-je sans ce silence gouffre des murmures
haletant furieux ver le secours vers l’amour
sans ce ciel qui s’élève
sur la poussière de ses lests
que ferais-je je ferais comme hier comme aujourd’hui
regardant par mon hublot si je ne suis pas seul
à errer et à virer loin de toute vie
dans un espace pantin
sans voix parmi les voix
enfermées avec moi

4
je voudrais que mon amour meure
qu’il pleuve sur le cimetière
et les ruelles où je vais
pleurant celle qui crut m’aimer



La vejez es cuando un hombre
Arrimado a la chimenea
Temblando para que la bruja
Ponga en la cama el calentador
Y lleve el ponche
Ve a aquella en las cenizas
Que amada no pudo ser conquistada
O conquistada no amada
O algún otro pesar
Ve en las cenizas
Como en aquella luz vieja
La cara en las cenizas
Aquella vieja luz de las estrellas
En la tierra otra vez.

Samuel Beckett, Irlanda, 1906–Francia, 1989
Versión © Gerardo Gambolini

Song

Age is when to a man
Huddled o’er the ingle
Shivering for the hag
To put the pan in the bed
And bring the toddy
She comes in the ashes
Who loved could not be won
Or won not loved
Or some other trouble
Comes in the ashes
Like in that old light
The face in the ashes
That old starlight
On the earth again.



lunes, 30 de abril de 2012

Rodolfo Modern




Gramática

Declinación del sustantivo de los días
las ramas se doblan al peso de la luna
la almohada recibe una cabeza que se fatigó
el movimiento de las calles expira
en la sustitución de sombras
un viento fuerte somete las espigas del orgullo
y tampoco hay humildad en la estrella
que se disuelve siglo a siglo
la siesta del fauno acaba
acabó en rigor hace muchísimos años
y oscilan las torres de las catedrales
el diálogo se anima pero hacia adentro
en parejas que recordaron sus bodas de oro
y restan pocas claridades.

Las canas son proposiciones indirectas
y los ocasos se convierten en adverbios de modo.

Rodolfo Modern, Buenos Aires, 1922
imagen: Buenos Aires en Invierno




Entre nosotros
ya no hay nada
sólo acostumbramientos
sustituibles
así peinabas tu pelo negro
así llamabas a la mesa
así nos besábamos
los días nos rodeaban
verdes o como canteros
florecidos
eran un hundimiento nuevo
un nacimiento
la memoria se enturbió
por la constante lluvia
a nosotros
nos unen
las voces olvidadas.

Rodolfo Modern, Buenos Aires, 1922



miércoles, 25 de abril de 2012

T. S. Eliot






            El señó Kurtz — muerto

            Un penique para el viejo Guy


I

Somos los hombres huecos
Somos los hombres rellenos
Inclinados juntos
Rellena de paja la cabeza. ¡Ay!
Nuestras voces desecadas, cuando
Susurramos juntos
Son silenciosas y sin sentido
Como el viento en el pasto seco
O las patas de ratas sobre el vidrio roto
De nuestro sótano seco

Figura sin forma, sombra sin color,
Fuerza paralizada, gesto sin movimiento;

Aquellos que han cruzado
Con mirada frontal hasta el otro Reino de la muerte
Nos recuerdan —si lo hacen— no como violentas
Almas perdidas, sino sólo
Como los hombres huecos
Los hombres rellenos.


II

Ojos que no me animo a enfrentar en sueños
En el reino de sueño de la muerte
Esos no aparecen:
Allí los ojos son
La luz del sol en una columna rota
Allí hay un árbol que se mece
Y las voces
En el canto del viento
Son más lejanas y solemnes
Que una estrella desvaneciente.

Que yo no me acerque más
En el reino de sueño de la muerte
Que use yo también
Esos disfraces deliberados
Piel de rata, piel de cuervo, palos cruzados
En un campo
Portándome como se porta el viento
No me acerque más —

No ese encuentro final
En el reino en penumbras


III

Esta es la tierra muerta
Esta es la tierra del cactus
Aquí se levantan las imágenes
de piedra, aquí reciben
La súplica de la mano de un muerto
Bajo el parpadeo de una estrella desvaneciente.

Es así
En el otro reino de la muerte
Despertando solos
A la hora en que estamos
Temblando de ternura
Labios que besarían
Forjan rezos para la piedra rota.


V

Los ojos no están aquí
No hay ojos aquí
En este valle de estrellas murientes
En este valle hueco
Esta mandíbula rota de nuestros reinos perdidos

En este último de los lugares de encuentro
Vamos a tientas juntos
Y evitamos hablar
Reunidos en esta playa del río crecido

Ciegos, a menos
Que los ojos reaparezcan
Como la estrella perpetua
La rosa multifoliada
Del reino en penumbras de la muerte
La esperanza solamente
De hombres vacíos.


V

Aquí damos vueltas al nopal
Al nopal, al nopal
Aquí damos vueltas al nopal
A las cinco de la mañana.

Entre la idea
Y la realidad
Entre el movimiento
Y el acto
Cae la Sombra

                        Porque Tuyo es el Reino

Entre la concepción
Y la creación
Entre la emoción
Y la respuesta
Cae la Sombra

                        La vida es muy larga

Entre el deseo
Y el espasmo
Entre la potencia
Y la existencia
Entre la esencia
Y el descenso
Cae la Sombra

                        Porque Tuyo es el Reino

Porque Tuyo es
La vida es
Porque Tuyo es el

Así es como acaba el mundo
Así es como acaba el mundo
Así es como acaba el mundo
No con una explosión sino un gimoteo.


Thomas Stearn Eliot, St. Louis, Missouri, 1888 - Londres, 1965
versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d


The Hollow Men

Mistah Kurtz—he dead

            A penny for the Old Guy

I

We are the hollow men
We are the stuffed men
Leaning together
Headpiece filled with straw. Alas!
Our dried voices, when
We whisper together
Are quiet and meaningless
As wind in dry grass
Or rats’ feet over broken glass
In our dry cellar

Shape without form, shade without colour,
Paralysed force, gesture without motion;

Those who have crossed
With direct eyes, to death’s other Kingdom
Remember us —if at all— not as lost
Violent souls, but only
As the hollow men
The stuffed men.

II

Eyes I dare not meet in dreams
In death’s dream kingdom
These do not appear:
There, the eyes are
Sunlight on a broken column
There, is a tree swinging
And voices are
In the wind’s singing
More distant and more solemn
Than a fading star.

Let me be no nearer
In death’s dream kingdom
Let me also wear
Such deliberate disguises
Rat’s coat, crowskin, crossed staves
In a field
Behaving as the wind behaves
No nearer —

Not that final meeting
In the twilight kingdom

III

This is the dead land
This is cactus land
Here the stone images
Are raised, here they receive
The supplication of a dead man’s hand
Under the twinkle of a fading star.

Is it like this
In death’s other kingdom
Waking alone
At the hour when we are
Trembling with tenderness
Lips that would kiss
Form prayers to broken stone.

IV

The eyes are not here
There are no eyes here
In this valley of dying stars
In this hollow valley
This broken jaw of our lost kingdoms

In this last of meeting places
We grope together
And avoid speech
Gathered on this beach of the tumid river

Sightless, unless
The eyes reappear
As the perpetual star
Multifoliate rose
Of death’s twilight kingdom
The hope only
Of empty men.

V

Here we go round the prickly pear
Prickly pear prickly pear
Here we go round the prickly pear
At five o’clock in the morning.

Between the idea
And the reality
Between the motion
And the act
Falls the Shadow
                                For Thine is the Kingdom

Between the conception
And the creation
Between the emotion
And the response
Falls the Shadow
                                Life is very long

Between the desire
And the spasm
Between the potency
And the existence
Between the essence
And the descent
Falls the Shadow
                                For Thine is the Kingdom

For Thine is
Life is
For Thine is the

This is the way the world ends
This is the way the world ends
This is the way the world ends
Not with a bang but a whimper.


domingo, 15 de abril de 2012

Edgar Lee Masters




Silencio

He conocido el silencio de las estrellas y el mar
y el silencio de la ciudad cuando descansa
y el silencio de un hombre y una joven
y el silencio para el que sólo la música encuentra la palabra
y el silencio del bosque antes de que empiecen los vientos de primavera
y el silencio de los enfermos
cuando su mirada vaga por el cuarto.
Y me pregunto, ¿de qué sirve el lenguaje
para las profundidades?
Los animales del campo gimen varias veces
cuando la muerte se lleva sus crías.
Y nosotros enmudecemos delante de realidades —
no podemos hablar.

Un niño curioso pregunta a un soldado viejo
sentado en la puerta de la despensa,
“¿Cómo perdió la pierna?”
Y el viejo soldado se queda en silencio,
o su mente echa a volar
porque no puede concentrarse en Gettysburg.
Regresa jocosamente
y dice, “Me la arrancó un oso”.
Y el niño se asombra, mientras el viejo soldado,
en silencio, revive débilmente
los fogonazos de las armas, el estruendo de los cañones,
los gritos de los caídos —
y él mismo tendido en el suelo,
los cirujanos del hospital, los cuchillos
y los largos días en cama.
Pero si pudiera describirlo todo
sería un artista.
Pero si fuera un artista habría heridas más profundas
que no podría describir.

Existe el silencio de un gran odio
y el silencio de un gran amor,
y el silencio de una amistad agriada.
Existe el silencio de una crisis espiritual
por la que el alma, exquisitamente torturada,
descubre visiones que no cuadran
con un reino de vida superior.
Y el silencio de los dioses que se entienden sin hablar,
existe el silencio de la derrota.
Existe el silencio de los castigados injustamente
y el silencio del moribundo cuya mano
aprieta de golpe la nuestra.
Existe el silencio entre padre e hijo,
cuando el padre no puede explicar su vida
aun si es malentendido por eso.

Existe el silencio que surge entre los esposos.
Existe el silencio de aquellos que fracasaron,
y el vasto silencio que cubre
a naciones arruinadas y líderes vencidos.
Existe el silencio de Lincoln
pensando en la pobreza de su juventud.
Y el silencio de Napoleón
después de Waterloo.
Y el silencio de Juana de Arco
diciendo entre las llamas, “Bendito Jesús” —
revelando en dos palabras todos los dolores, todas las esperanzas.
Y está el silencio de la edad,
demasiado lleno de sabiduría para que la lengua lo exprese
en palabras entendibles para quienes no han hecho
el largo recorrido de la vida.

Y está el silencio de los muertos.
Si nosotros que estamos en la vida no podemos hablar
de las experiencias profundas,
¿por qué nos asombra que los muertos
no nos cuenten de la muerte?
Su silencio será interpretado
al acercarnos a ellos.


Edgar Lee Masters, EE.UU., 1868-1950
de Songs and Satires (1916)
Versión © Gerardo Gambolini


Silence

I have known the silence of the stars and of the sea,
And the silence of the city when it pauses,
And the silence of a man and a maid,
And the silence for which music alone finds the word,
And the silence of the woods before the winds of spring begin,
And the silence of the sick
When their eyes roam about the room.
And I ask: For the depths
Of what use is language?
A beast of the field moans a few times
When death takes its young.
And we are voiceless in the presence of realities —
We cannot speak.

A curious boy asks an old soldier
Sitting in front of the grocery store,
“How did you lose your leg?”
And the old soldier is struck with silence,
Or his mind flies away
Because he cannot concentrate it on Gettysburg,
It comes back jocosely
And he says, “A bear bit it off.”
And the boy wonders, while the old soldier
Dumbly, feebly lives over
The flashes of guns, the thunder of cannon,
The shrieks of the slain,
And himself lying on the ground,
And the hospital surgeons, the knives,
And the long days in bed.
But if he could describe it all
He would be an artist.
But if he were an artist there would be deeper wounds
Which he could not describe.

There is the silence of a great hatred,
And the silence of a great love,
And the silence of an embittered friendship.
There is the silence of a spiritual crisis,
Through which your soul, exquisitely tortured,
Comes with visions not to be uttered
Into a realm of higher life.
There is the silence of defeat.
There is the silence of those unjustly punished
And the silence of the dying whose hand
Suddenly grips yours.
There is the silence between father and son,
When the father cannot explain his life,
Even though he be misunderstood for it.

There is the silence that comes between husband and wife.
There is the silence of those who have failed;
And the vast silence that covers
Broken nations and vanquished leaders.
There is the silence of Lincoln,
Thinking of the poverty of his youth.
And the silence of Napoleon
After Waterloo.
And the silence of Jeanne d’Arc
Saying amid the flames, “Blessed Jesus” —
Revealing in two words all sorrows, all hope.
And there is the silence of age,
Too full of wisdom for the tongue to utter it
In words intelligible to those who have not lived
The great range of life.

And there is the silence of the dead.
If we who are in life cannot speak
Of profound experiences,
Why do you marvel that the dead
Do not tell you of death?
Their silence shall be interpreted
As we approach them.


viernes, 6 de abril de 2012

Ronald Stuart Thomas




Los invictos

El valor dará paso
a la desesperación y la desesperación
al sufrimiento, y el sufrimiento
acabará en la muerte. Pero tú,
que no eres libre de elegir
tu sufrimiento, puedes elegir
tu respuesta. He conocido
granjeros, nacidos a los males
de su especie, desgastados
a la intemperie, que se ahogaban
en sus propias flemas; habían gastado cuanto
tenían para comprar a su hijo tísico
la profesión que su cuerpo
no podía soportar. Vivían
con orgullo, contemplando cómo el espíritu,
labrado en diamante, se deshacía
en la pequeña piedra seca, dura
y redonda con la que se ahoga
la humanidad. Morían con
valor, bajo el martilleo de la lluvia
sobre el tejado, sin una sola queja.


Ronald Stuart Thomas, Cardiff, Gales, 1913-2000
Traducción de Misael Ruiz Albarracín
imagen tomada de http://www.thetweedpig.com


Encorvados

La cabeza inclinada
    sobre las entrañas,
sobre el manuscrito, sobre el
bloque, sobre las hileras
        de nabos.

¿No levantan nunca la vista?
    ¿Qué les hace pensar
que arrodillarse
    es rezar?
Se trata de andar erguidos
        al sol.
¿Fue el peso de la mandíbula
    lo que encorvó sus espaldas
y mantuvo su visión
    por debajo de la línea del horizonte?

Tardaron dos millones de años
en enderezarlas,
    pero siguen encorvados
sobre los mapas, los instrumentos,
        la mesa de dibujo,
el ombligo matemático
    que es el guiño de Dios.


Ronald Stuart Thomas, Cardiff, Gales, 1913-2000
Traducción de Misael Ruiz Albarracín



He visto salir el sol
para iluminar un pequeño campo
durante un tiempo, y seguí mi camino
y lo olvidé. Pero esa era la perla
de gran valor, el único campo que contenía
un tesoro. Ahora me doy cuenta
de que debo dar todo lo que tengo
para poseerlo. La vida no corre

hacia un futuro que se evapora, ni anhela
un pasado imaginado. Es el desvío,
como Moisés ante el milagro
del arbusto encendido, hacia un brillo
que parecía tan pasajero como tu juventud
una vez, pero es la eternidad que te aguarda.


Ronald Stuart Thomas, Cardiff, Gales, 1913-2000 
Versión © Gerardo Gambolini



lunes, 2 de abril de 2012

Horacio Preler




Un día de camino

Un día de camino separa la polis del imperio.
No se puede sacrificar una costumbre heroica
hacia la libertad ni el ser del ciudadano
que discute en el ágora,
el que discierne entre el triunfo o la derrota.
“Ahora que dominamos el mundo,
que hemos dado muestras de coraje,
que hemos demostrado al medo
que no pueden imponernos sus dioses;
ahora que nuestras naves son impulsadas
por un viento triunfal
y nuestra fuerza es la fuerza del orden
y no del atropello,
ponemos el orbe bajo el dominio de Atenas.
¿Serán todos invitados a la Asamblea?
¿Serán todas las rocas altas como la Acrópolis?
El imperio: el sueño del heleno.
Pero nadie puede venir desde tan lejos
a poner orden o siquiera pedir la palabra.
Hay un tiempo para cumplir
y una distancia inconmovible.”
Un día de camino separa la polis del imperio.


Horacio Preler, Buenos Aires, 1929
imagen: s/d



¿Cuál es el tiempo que nos mueve a vagar por la memoria
o creer que las palabras pueden llenar un espacio
que nuestra vida esquiva? No hay ilusiones.
El tiempo ha terminado y ahora comienza
la lenta despedida, el acometimiento de la espera,
la redención de todos los pecados.
No hay elección, las alternativas han muerto
y sólo variados recursos nos permiten enfrentar
a las sombras. Ni pesimismo ni locura
ni gestos de tristeza, es el sencillo acontecer
de las cosas. Nosotros, como objetos caducos,
vamos minando nuestra propia historia,
desfilamos como en un escenario aprendiendo
cada día el papel, representando con soltura
la alegría y la miseria del personaje absurdo
que escogimos. Quizá haya un nuevo gesto,
alguna nueva artimaña de actor con experiencia
que conoce la reacción del público. No hay mucho
que ofrecer pero hasta el final la actuación
tiene que ser heroica, ocultar que tras las lágrimas
hay otras lágrimas verdaderas, hay otra angustia,
hay una muerte real.


Horacio Preler, Buenos Aires, 1929



Alguien alguna vez hará el inventario de las cosas,
levantará papeles, abrirá los cajones de un escritorio
antiguo, revisará bibliotecas, estanterías,
muebles, aparatos usados, buscando explicación
a tanta fantasía.
Nada perdurará para dar testimonio.
Uno se lleva todo. Sus historias,
la clave de sus miedos, la lóbrega codicia,
la indiferencia, el odio,
los almanaques viejos.
Entonces encontrarán escobas en todos los rincones,
trapos de piso, humedad,
los restos de comida que han quedado en el plato.


Horacio Preler, Buenos Aires, 1929



jueves, 29 de marzo de 2012

Hans Magnus Enzensberger



Canto VI


Inmóvil, observo este cuarto desnudo, en Alemania,
el alto cielo raso, antaño blanco,
el hollín que cae sobre la mesa en flecos diminutos;
y mientras la ciudad que me rodea oscurece de prisa,
yo me entretengo en recrear un texto que tal vez no existió.
Restauro mis imágenes, yo soy mi propio falsificador.
Y me pregunto la forma que tendría el salón de fumar
a bordo del Titanic, si las mesas de juego tenían
taraceas o estaban cubiertas de paño verde.
¿Cómo era en realidad?
¿Cómo era en mi poema? ¿Estaba en mi poema?
¿Y aquel hombre delgado, distraído, aquel ser excitado
deambulando por La Habana, presa de discusiones y metáforas
y aventuras de amor interminables? ¿Era realmente yo?
No podría jurarlo. Y dentro de diez años no podré jurar
que estas mismas palabras sean las mías, escritas
en el lugar más oscuro de Europa, en Berlín, diez años atrás;
es decir, hoy, para apartar mi mente de las noticias de la noche,
de los innumerables minutos sin fin que nos esperan
y que se extienden hasta el infinito, a medida que avanza no se sabe qué fin.
Dos grados bajo cero, en la ventana todo está negro, hasta la nieve.
Me invade, no sé por qué razón, una gran calma.
Miro hacia fuera como un Dios. No hay iceberg a la vista.



Agua salada en una cancha de tenis
puede ser una terrible molestia;
sin embargo, mojarse los pies
no significa que se aproxime el fin del mundo.
Como suicidas en busca de coartada, la gente
está ávida de que llegue el final,
y así pierden el control y los nervios.
En realidad, a nadie le gusta ahogarse, y menos
a dos grados por debajo del punto de congelación.
Si a la hora de peligro, el juicio
del pasajero no es tan mesurado como uno quisiera,
¡no importa! Después de todo, aquí estoy yo temblando
en esta nave que Dios ha abandonado, aunque es cierto
que viajo en Primera Clase, saboreando
un oporto de exquisita cosecha.

Presumamos por un momento
que el Titanic está a punto de hundirse,
aunque yo, ingeniero, poco dado a la fantasía,
sostengo que tal desenlace es bastante improbable. ¿Entonces?
No hay que preocuparse mucho. Las estadísticas indican
que en un momento dado pueden zozobrar una docena
de barcos sin que a nadie le importe, porque sus
nombres son Rosalind II o Bellavista
y no Titanic. No hay que olvidar que,
en este instante, surcan los siete mares
millares de naves que llegarán puntualmente a puerto,
aunque nosotros nos ahoguemos.

Además, toda innovación conlleva una catástrofe:
nuevas herramientas, nuevas teorías, nuevas emociones;
eso es lo que se llama evolución.
Y así, aunque en nuestra discusión imaginemos
que todos los barcos se han de hundir el mismo día,
en tal caso lo único que tenemos que hacer es
presentar algo nuevo: enormes planeadores en los cielos,
ballenas amaestradas, o nubes de hierro.
De lo contrario, llevar vidas estáticas.
Hace tiempo que los árboles lo practican con éxito. Y en caso
que no surjan ideas, peor para nosotros. Después de todo,
ya se han extinguido otras formas de vida,
yo diría que en beneficio nuestro.
¿Dónde estaríamos ahora sí los reptiles alados
y los dinosaurios no se hubieran topado
con algunas complicaciones? ¿Me comprende?

De todo lo cual concluyo que no tiene sentido
un punto de vista demasiado estrecho
sobre cualquier acontecimiento que nos concierna, por ejemplo,
nuestra muerte. Claro que lo que estoy diciendo,
como ingeniero e inveterado bebedor de vino oporto,
no revela nada totalmente nuevo,
de ahí que esté a punto de hundirme.



De modo que ésta es la mesa a la que se sentaron.
Desde fuera puedes ver, a través del ojo de buey,
en el salón de fumar, a B., un emigrante de Rusia
que, gesticulando, envuelto en la niebla azul
del humo exquisito de tabacos habanos,
marca Partagás, torcidos a mano,
perfectamente feliz y abstraído,
en la mesa verde, sin prestar atención
a icebergs, diluvios o naufragios,
predica la revolución
atareado en la predicación del evangelio de la revolución
a un pequeño grupo de barberos, jugadores
y telegrafistas. Uno lo ve,
pero no puede oír lo que dice.
El grueso cristal convexo del ojo de buey,
que refleja el bronce de los herrajes,
está hecho a prueba de ruidos. Palabras inaudibles;
uno sabe lo que se proponen,
y que este hombre tiene razón, aunque sea muy tarde
para tener razón en algo.

Sin embargo, en la próxima mesa puedes ver
a otro caballero, encolerizado, molesto.
Es el dueño de una fábrica textil de Manchester que considera
repugnante toda esta tontería, está indignado,
y en tono severo expone
las ventajas de la disciplina más estricta
y las bendiciones de la autoridad, que,
según sostiene con bigote trémulo, a bordo de un barco
ha de ser absoluta y firme.
Tú, desde luego, no puedes estar
al tanto de esta discusión, porque no puedes oírla.
Pero fíjate cómo los jugadores
y los telegrafistas mueven la cabeza,
¡como si asistieran a un partido de tenis!

A todos les gustaría ser rescatados,
a todos, incluyéndote a ti. Pero,
¿no es esto pedirle demasiado a una idea?
El juego terminará con empate.
Nadie ha notado a estos dos caballeros
en uno de los botes salvavidas, nadie ha vuelto a oír
hablar de ellos jamás.
Sólo su mesa flota por ahí todavía,
una mesa vacía en el Atlántico.


Hans Magnus Enzensberger, Alemania, 1929
de El hundimiento del Titanic [der Untergang der Titanic]
traducción de Heberto Padilla con la colaboración de
Hans Magnus Enzensberger y Michael Faber–Kaiser
imagen: s/d

El Editor recomienda la versión completa de El hundimiento del Titanic, en http://www.bsolot.info/wp-content/uploads/2011/02/Enzensberger_Hans_Magnus-El_hundimiento_del_Titanic.pdf