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domingo, 15 de abril de 2012

Edgar Lee Masters




Silencio

He conocido el silencio de las estrellas y el mar
y el silencio de la ciudad cuando descansa
y el silencio de un hombre y una joven
y el silencio para el que sólo la música encuentra la palabra
y el silencio del bosque antes de que empiecen los vientos de primavera
y el silencio de los enfermos
cuando su mirada vaga por el cuarto.
Y me pregunto, ¿de qué sirve el lenguaje
para las profundidades?
Los animales del campo gimen varias veces
cuando la muerte se lleva sus crías.
Y nosotros enmudecemos delante de realidades —
no podemos hablar.

Un niño curioso pregunta a un soldado viejo
sentado en la puerta de la despensa,
“¿Cómo perdió la pierna?”
Y el viejo soldado se queda en silencio,
o su mente echa a volar
porque no puede concentrarse en Gettysburg.
Regresa jocosamente
y dice, “Me la arrancó un oso”.
Y el niño se asombra, mientras el viejo soldado,
en silencio, revive débilmente
los fogonazos de las armas, el estruendo de los cañones,
los gritos de los caídos —
y él mismo tendido en el suelo,
los cirujanos del hospital, los cuchillos
y los largos días en cama.
Pero si pudiera describirlo todo
sería un artista.
Pero si fuera un artista habría heridas más profundas
que no podría describir.

Existe el silencio de un gran odio
y el silencio de un gran amor,
y el silencio de una amistad agriada.
Existe el silencio de una crisis espiritual
por la que el alma, exquisitamente torturada,
descubre visiones que no cuadran
con un reino de vida superior.
Y el silencio de los dioses que se entienden sin hablar,
existe el silencio de la derrota.
Existe el silencio de los castigados injustamente
y el silencio del moribundo cuya mano
aprieta de golpe la nuestra.
Existe el silencio entre padre e hijo,
cuando el padre no puede explicar su vida
aun si es malentendido por eso.

Existe el silencio que surge entre los esposos.
Existe el silencio de aquellos que fracasaron,
y el vasto silencio que cubre
a naciones arruinadas y líderes vencidos.
Existe el silencio de Lincoln
pensando en la pobreza de su juventud.
Y el silencio de Napoleón
después de Waterloo.
Y el silencio de Juana de Arco
diciendo entre las llamas, “Bendito Jesús” —
revelando en dos palabras todos los dolores, todas las esperanzas.
Y está el silencio de la edad,
demasiado lleno de sabiduría para que la lengua lo exprese
en palabras entendibles para quienes no han hecho
el largo recorrido de la vida.

Y está el silencio de los muertos.
Si nosotros que estamos en la vida no podemos hablar
de las experiencias profundas,
¿por qué nos asombra que los muertos
no nos cuenten de la muerte?
Su silencio será interpretado
al acercarnos a ellos.


Edgar Lee Masters, EE.UU., 1868-1950
de Songs and Satires (1916)
Versión © Gerardo Gambolini


Silence

I have known the silence of the stars and of the sea,
And the silence of the city when it pauses,
And the silence of a man and a maid,
And the silence for which music alone finds the word,
And the silence of the woods before the winds of spring begin,
And the silence of the sick
When their eyes roam about the room.
And I ask: For the depths
Of what use is language?
A beast of the field moans a few times
When death takes its young.
And we are voiceless in the presence of realities —
We cannot speak.

A curious boy asks an old soldier
Sitting in front of the grocery store,
“How did you lose your leg?”
And the old soldier is struck with silence,
Or his mind flies away
Because he cannot concentrate it on Gettysburg,
It comes back jocosely
And he says, “A bear bit it off.”
And the boy wonders, while the old soldier
Dumbly, feebly lives over
The flashes of guns, the thunder of cannon,
The shrieks of the slain,
And himself lying on the ground,
And the hospital surgeons, the knives,
And the long days in bed.
But if he could describe it all
He would be an artist.
But if he were an artist there would be deeper wounds
Which he could not describe.

There is the silence of a great hatred,
And the silence of a great love,
And the silence of an embittered friendship.
There is the silence of a spiritual crisis,
Through which your soul, exquisitely tortured,
Comes with visions not to be uttered
Into a realm of higher life.
There is the silence of defeat.
There is the silence of those unjustly punished
And the silence of the dying whose hand
Suddenly grips yours.
There is the silence between father and son,
When the father cannot explain his life,
Even though he be misunderstood for it.

There is the silence that comes between husband and wife.
There is the silence of those who have failed;
And the vast silence that covers
Broken nations and vanquished leaders.
There is the silence of Lincoln,
Thinking of the poverty of his youth.
And the silence of Napoleon
After Waterloo.
And the silence of Jeanne d’Arc
Saying amid the flames, “Blessed Jesus” —
Revealing in two words all sorrows, all hope.
And there is the silence of age,
Too full of wisdom for the tongue to utter it
In words intelligible to those who have not lived
The great range of life.

And there is the silence of the dead.
If we who are in life cannot speak
Of profound experiences,
Why do you marvel that the dead
Do not tell you of death?
Their silence shall be interpreted
As we approach them.


sábado, 13 de febrero de 2010

Edgar Lee Masters


Jack el ciego

Toqué el violín todo el día en la feria del condado.
Pero a la vuelta “Butch” Weldy y Jack McGuire
me hicieron tocar y tocar Susie Skinner,
que iban aullando borrachos, azotando todo el tiempo
a los caballos, hasta que estos se desbocaron.
Ciego como era, justo traté de saltar
cuando el carro caía en la zanja,
y las ruedas me atraparon y morí.
Aquí hay un ciego con una frente
tan grande y blanca como una nube.
Y todos, los violinistas, del mejor al más humilde,
los escritores de música y los contadores de cuentos,
nos sentamos a sus pies
y lo escuchamos cantar la caída de Troya.

Edgar Lee Masters, EE.UU., 1868-1950
Versión © Gerardo Gambolini
Edgar Lee Masters, Spoon River Anthology, Macmillan, 1915
imagen: Homero, s/d

Blind Jack

I had fiddled all day at the county fair.
But driving home "Butch" Weldy and Jack McGuire,
Who were roaring full, made me fiddle and fiddle
To the song of Susie Skinner, while whipping the horses
Till they ran away.
Blind as I was, I tried to get out
As the carriage fell in the ditch,
And was caught in the wheels and killed.
There's a blind man here with a brow
As big and white as a cloud.
And all we fiddlers, from highest to lowest,
Writers of music and tellers of stories
Sit at his feet,
And hear him sing of the fall of Troy.


sábado, 16 de enero de 2010

Edgar Lee Masters, Spoon River


Fletcher Mc Gee

Me quitó la fuerza minuto a minuto,
me quitó la vida hora tras hora,
me agotó como una luna febril
que debilita al mundo que gira.
Los días pasaban como sombras,
los minutos rotaban como estrellas.
Me quitó la piedad del corazón
convirtiéndola en sonrisas.
Ella era un trozo de arcilla de escultor,
mis pensamientos secretos eran dedos:
se metieron detrás de su frente pensativa
marcándola hondamente con dolor.
Sellaron sus labios y hundieron sus mejillas,
y agobiaron sus ojos con pesar.
Peleando como un demonio
mi alma había entrado en esa arcilla.
No era mía, no era suya;
ella la poseía, pero esas luchas
le modelaron un rostro que odiaba,
y un rostro que yo temía ver.
Cerré las ventanas, trabé los cerrojos.
Me escondí en un rincón
y entonces ella murió y me persiguió
y me acosó de por vida.

Edgar Lee Masters, EE.UU., 1868-1950
Versión © Gerardo Gambolini
Edgar Lee Masters, Spoon River Anthology, Macmillan, 1915
imagen: J. M. William Turner, View over Town at Sunset: a Cemetery in the Foreground, 1832


Fletcher Mc Gee

She took my strength by minutes,
She took my life by hours,
She drained me like a fevered moon
That saps the spinning world.
The days went by like shadows,
The minutes wheeled like stars.
She took the pity from my heart,
And made it into smiles.
She was a hunk of sculptor's clay,
My secret thoughts were fingers:
They flew behind her pensive brow
And lined it deep with pain.
They set the lips, and sagged the cheeks,
And drooped the eye with sorrow.
My soul had entered in the clay,
Fighting like seven devils.
It was not mine, it was not hers;
She held it, but its struggles
Modeled a face she hated,
And a face I feared to see.
I beat the windows, shook the bolts.
I hid me in a corner
And then she died and haunted me,
And hunted me for life.


Ollie Mc Gee

¿Han visto a un hombre cruzar el pueblo
con la mirada baja y el rostro demacrado?
Es mi esposo, quien por secreta crueldad
jamás revelada, me robó mi juventud y mi belleza
hasta que al fin, arrugada y con los dientes amarillos,
destrozado el orgullo y con vergonzosa modestia
me hundí en la tumba.
¿Pero qué creen que roe el corazón de mi esposo?
¡La imagen de lo que fui, la imagen de lo que él hizo de mí!
Eso lo empuja al lugar donde descanso.
En la muerte, por lo tanto, estoy vengada.

Edgar Lee Masters, EE.UU., 1868-1950
Versión © Gerardo Gambolini
Edgar Lee Masters, Spoon River Anthology, Macmillan, 1915


Ollie Mc Gee

Have you seen walking through the village
A man with downcast eyes and haggard face?
That is my husband who, by secret cruelty
Never to be told, robbed me of my youth and my beauty;
Till at last, wrinkled and with yellow teeth,
And with broken pride and shameful humility,
I sank into the grave.
But what think you gnaws at my husband's heart?
The face of what I was, the face of what he made me!
These are driving him to the place where I lie.
In death, therefore, I am avenged.