De las invariables pérdidas
De las invariables pérdidas
el alma extrae una verdad
puntual: todo hemos sido
y en la red pegajosa
de las arañas: arcilla,
pan, campo, águila,
dejaremos de ser.
Claro
que el cuerpo escondido sabe
que su simiente no termina
allí:
en medio del humo
y los cascos rendidos
de los caballos
una bandera tarda en caer,
la que en el viento
es sonido.
Su cuerno
teje la armonía
entre lo mortal que mana
y la fábula imborrable
que la vida nos devuelve.
Rafael Felipe Oteriño, La Plata, Argentina, 1945
imagen: Edvard Munch, Melancolía
Escribo contra la muerte
Mi carga de imágenes es pobre:
árboles y viento para entender el curso de la vida
o un pájaro infinito para medir su intensidad.
Y arañas y luz turnándose una y otra vez.
Mi carga de recuerdos también es corta,
dos o tres cuadros obsesivos:
un caballo y un niño galopando sobre la nada,
el cuerpo ciego de este mundo condenado antes de nacer.
Mi carga de deseos se achica con los años:
los barcos de plata están todos hundidos, para bien,
y del tren nocturno sólo guardo el grito
de unas ventanas como flechas bajo el cielo maravilloso.
En otro tiempo la eternidad traía sus voces:
eran los rostros humedecidos de una pasión sin forma
que buscaba la flor entera donde encarnar,
rostros y flores entre los que yo me buscaba, desde lejos.
Ahora la mañana se recuesta en mi brazo
y esta página es mi comienzo y mi fin.
Escribo contra la muerte: ya no hay lugar en mí
para todas las puertas que expulsan el paraíso.
Rafael Felipe Oteriño, La Plata, Argentina, 1945
miércoles, 24 de noviembre de 2010
Rafael Felipe Oteriño
lunes, 22 de noviembre de 2010
Juan Felipe Herrera
Habitante extranjero
He vivido aquí, en exilio, durante siete años.
Hubo un juicio.
No es que haya terminado en la nada.
Los papeles dicen que traté de atar un cable
al cuello de un dignatario. Me escapé.
Pero, ¿por qué les cuento esto?
Todos somos asesinos
que codician la calidez del castillo del joyero.
Vine a America.
Vivo en un cuarto de pensión,
subterráneo, con un robusto Ya Sabes Quién con su blanca piel,
y bajo la mirada severa y suspicaz de una abuela olvidada
al final del pasillo.
Paso la noche despierto oyendo el crepitar de la tostadora,
el chisporroteo del tomate con ajíes, el discurso del presidente
y en la FM, una vieja canción de Astrud Gilberto.
Escribo poemas y soplo anillos de humo.
Me estiro y palpo la cicatriz del lado izquierdo, bajo la camisa;
es mi esposa: suave, fina, muda, flotando en algún lugar
alrededor de mí, muy lejos.
Nadie obedece el calendario ni el reloj,
esos boquiabiertos y ruidosos verdugos
de nuestras maquinaciones más pequeñas y secretas.
Ya no. Andamos como el vapor de las velas,
enlazados solamente a nuestros propios susurros.
Escuchamos rumores sobre los escuadrones del suicidio,
una bomba en el supermercado Safeway, o en el puente Golden Gate.
Es raro, ahora que estoy aquí,
la calidez desaparece velozmente.
Ahora puedo decir esto.
¿Por qué hui a este lugar?
La guerra inevitablemente abre todas las puertas.
Mi gente, allá en el pueblo, debe saber esto.
Sólo unos pocos al frente de las barracas
todavía creen que la oscura tarde azul
nos va a escudar con una estrella.
Juan Felipe Herrera, California, Estados Unidos, 1948
traducción de Lisa R. Bradford y Fabián O. Iriarte
imagen: s/d
Foreign Inhabitant
I have lived here, in exile, for seven years.
There was a trial.
It didn’t come to nothing.
The papers said I tried to wrap a wire
arournd a dignatary’s neck. I escaped.
But why do I tell you this?
We are all assassins
coveting the warmth inside the jeweler’s castle.
I came to America.
I live in the middle of a commoner’s quarters,
underground, with a light-skinned and robust Joe Youknowho,
and the unforgiving squint from an abandoned grandmother
at the end of the hallway.
I stay uo at night hearing the crackle of the toaster,
the sizzle of tomato with peppers, the President’s speech
and on the FM, an old song by Astrud Gilberto.
I write poems and blow smoke rings.
I pull in and feel the scar beneath the left side of my shirt;
it is my wife: smooth, thin, silent, floating, somewhere
around me, far away.
No one obeys the calendar or the clock;
those very loud open-mouthed executioners
of our smallest and secret imaginings.
Not anymore. We go about like the vapor of candles,
attached only to our own whispers.
We hear about suicide squads;
a bomb in the Safeway supermarket or the Golden Gate.
It’s funny, now that I am here,
wamth disappears quickly.
Now, I can say this.
Why did I run here?
War inevitably opens all the doors.
My people back home must know this.
There are only a few at the front of the barracks,
that still believe in the dark blue evening
that will shield us with a star.
sábado, 20 de noviembre de 2010
Dylan Thomas
Y la muerte no tendrá dominio
Y la muerte no tendrá dominio.
Los muertos desnudos serán uno
con el hombre bajo el viento y la luna del oeste;
cuandos sus huesos queden limpios y los huesos limpios
ya no estén, a los lados y los pies tendrán estrellas;
aunque se vuelvan locos serán cuerdos,
aunque se hundan en el mar resurgirán;
se perderán los amantes, no el amor;
y la muerte no tendrá dominio.
Y la muerte no tendrá dominio.
Yaciendo bajo los vientos del mar
no morirán barridos;
retorciéndose en el potro cuando ceden los tendones,
amarrados a una rueda, no serán despedazados;
la fe se rasgará por la mitad entre sus manos
y los males unicornes habrán de atravesarlos;
separados los extremos, ellos no se partirán;
y la muerte no tendrá dominio.
Y la muerte no tendrá dominio.
Las gaviotas ya no pueden gritar en sus oídos
ni romper ruidosamente las olas en la playa;
donde una flor se mecía, ya no alza una flor
su cabeza a los golpes de la lluvia;
aunque esos sujetos estén locos y muertos para siempre,
sacarán la cabeza por las margaritas;
irrumpirán al sol hasta que el sol se apague,
y la muerte no tendrá dominio.
Dylan Thomas, Swansea, Gales, 1914-1953
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d
And Death Shall Have No Dominion
And death shall have no dominion.
Dead men naked they shall be one
With the man in the wind and the west moon;
When their bones are picked clean and the clean bones gone,
They shall have stars at elbow and foot;
Though they go mad they shall be sane,
Though they sink through the sea they shall rise again;
Though lovers be lost love shall not;
And death shall have no dominion.
And death shall have no dominion.
Under the windings of the sea
They lying long shall not die windily;
Twisting on racks when sinews give way,
Strapped to a wheel, yet they shall not break;
Faith in their hands shall snap in two,
And the unicorn evils run them through;
Split all ends up they shan’t crack;
And death shall have no dominion.
And death shall have no dominion.
No more may gulls cry at their ears
Or waves break loud on the seashores;
Where blew a flower may a flower no more
Lift its head to the blows of the rain;
Though they be mad and dead as nails,
Heads of the characters hammer through daisies;
Break in the sun till the sun breaks down,
And death shall have no dominion.
miércoles, 17 de noviembre de 2010
Raúl González Tuñón
Muerte de Antonio Machado
Ya está en la tumba que le abrió la guerra,
Tajuñas, Tajos, Turias, Ebros, Dueros
tuercen sus milenarios derroteros
y hacia él van, encima de la tierra.
Y hacia él van, debajo de la Historia
y arriba de la Historia navegando
solemnes ríos que navegan cuando
tan breve vida vale tanta gloria.
Y hacia él van llorando los caminos,
y brisa niña de los olvivares
y las acequias y los tajamares
y la paloma azul de los molinos.
Frailes, logreros, la colina, el foso,
sollastres de mesón, oscuro arriero,
veleta gris y campesino fiero,
país de cal y piedra, oh, generoso.
Castilla de color suave o violento
cruda flor de la estepa castellana,
el libro, el sauce, el perro, la ventana
y en los pinares el rumor del viento.
Color verano de sutil cigarra
o color invernal de triste novia,
en Toledo ladrillo y en Segovia, rosado
y en Madrid rojo y pizarra.
Todo le llora, crece el desconsuelo,
mueren de pie los últimos soldados;
sus viejos ojos antes animados
que retratado han tanto desvelo,
miran crecer debajo de la tierra
el secreto del tiempo, la semilla
del héroe, la revancha de Castilla,
el corazón caliente de la guerra;
miran crecer aromo, mirto y parra
y entre los huesos la raíz del grito;
para su tumba campo de granito
y polvo de oro para su guitarra.
Raúl González Tuñón, Buenos Aires, Argentina, 1905-1974
imagen: Raúl González Tuñón, Antonio Machado
sábado, 13 de noviembre de 2010
Jonio González
y le dio órdenes relativas a mi suerte
—Jan Potocki
Dejémosle abandonar la casa
—Wilkie Collins
sólo mis ojos
para saber qué tierra es la que piso
para vengarme
de la memoria que me han dado
si reconozco
es una existencia ajena a mí
el poder
de quien transmite su dolor
a un inocente
Jonio González, Buenos Aires, Argentina, 1954
radicado en Barcelona desde 1982
imagen: el autor en Amsterdam, 2007. Foto A. Abeldaño
cuerpo de náufrago
no existe peor tristeza
que la que pasa definitivamente
—Malcolm Lowry
la luz se oculta como un árbol
en el recodo estrecho de un río
y más que sombras
huidizos retornos de la sangre
¿pretender ese leve resplandor,
esa vida libre
de su desgarrado sueño?
me inclino ante el fruto de la noche:
el ojo violento del engaño
Jonio González, Buenos Aires, Argentina, 1954
sobre un tema de Kavafis
ciega la palabra
detenida la fiebre
del poder perdido
ajena noche
ya no nos posees
los años galopan
sobre una vasta
orilla de torpeza
Jonio González, Buenos Aires, Argentina, 1954
lunes, 8 de noviembre de 2010
Oscar Wilde
Taedium Vitae
Herir mi juventud con puñales desesperados, usar
la librea chillona de esta época miserable,
dejar que cada mano vil hurte de mi tesoro,
enredar mi alma en el cabello de una mujer
y ser un mero lacayo de Fortuna — lo juro,
¡no me gusta! Esas cosas son menos para mí
que la delgada espuma que se agita en el mar,
menos que el vilano sin semilla
en el aire del estío: mejor estar apartado,
lejos de esos necios que difaman y se burlan de mi vida
sin conocerme, mejor el más humilde techo
que pueda albergar al labriego más modesto
antes que volver a esa estentórea cueva de disputas
donde mi alma blanca besó por vez primera la boca del pecado.
Oscar Wilde, Dublin, Irlanda, 1854 – París, Francia,1900
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d
Taedium Vitae
To stab my youth with desperate knives, to wear
This paltry age’s gaudy livery,
To let each base hand filch my treasury,
To mesh my soul within a woman’s hair,
And be mere Fortune’s lackeyed groom, — I swear
I love it not! these things are less to me
Than the thin foam that frets upon the sea,
Less than the thistledown of summer air
Which hath no seed: better to stand aloof
Far from these slanderous fools who mock my life
Knowing me not, better the lowliest roof
Fit for the meanest hind to sojourn in,
Than to go back to that hoarse cave of strife
Where my white soul first kissed the mouth of sin.
E tenebris
¡Desciende, Oh Cristo, y ayúdame! extiende tu mano,
porque me estoy ahogando en un mar más borrascoso
que Simón en tu lago de Galilea:
el vino de la vida está derramado en la arena,
mi corazón es como una tierra asolada por la hambruna
de la que todo lo bueno ha desaparecido,
y bien sé que mi alma yacerá en el Infierno
si ante el trono de Dios esta noche comparezco.
“Él duerme quizás, o se fue de cacería,
como Baal, cuando sus profetas gritaron ese nombre
desde el alba al mediodía en el castigado monte Carmelo.”
No, tranquilo, antes de que anochezca veré
los pies de bronce, la túnica más blanca que el fuego,
las manos heridas, el exhausto rostro humano.
Oscar Wilde, Dublin, Irlanda, 1854 – París, Francia,1900
Versión © Gerardo Gambolini
E Tenebris
Come down, O Christ, and help me! reach thy hand,
For I am drowning in a stormier sea
Than Simon on Thy lake of Galilee:
The wine of life is spilt upon the sand,
My heart is as some famine-murdered land,
Whence all good things have perished utterly,
And well I know my soul in Hell must lie
If I this night before God’s throne should stand.
“He sleeps perchance, or rideth to the chase,
Like Baal, when his prophets howled that name
From morn to noon on Carmel’s smitten height.”
Nay, peace, I shall behold before the night,
The feet of brass, the robe more white than flame,
The wounded hands, the weary human face.
viernes, 5 de noviembre de 2010
Elizabeth Azcona Cranwell
Si el espacio es distancia
Quizá porque era invierno entonces
con persistencia de hojas concluidas
invierno no elegido
apenas un lugar para partir el vino
y entender esa zona baldía
entre el vértigo y toda permanencia.
Cualquier forma de hablar nos fue lejana
porque siempre ignoré tu despertar
caído desde un sueño mutable
tu despertar tan nuevo en la memoria
como es nuevo el amar
y otro el murmullo de la nieve
ahora que otra vez es invierno
en un pronto país desconocido
y hemos quedado a espaldas del amor.
Quizá porque mis manos son de muro
y me apartan de ti
manos libres que nunca quisieron apresarte
acaso aquel furor huyó
por la pared de vidrio entre mis dedos.
Qué incandescencia les faltó a los días
qué chasquido del sol, qué voluntad de noche
qué giro de la gracia entre las hojas?
O es que el amor es otro,
siempre lejos, muy otro
fuera de toda unión posible
y del silencio revelado?
Hablo para reconocernos.
Elizabeth Azcona Cranwell, Buenos Aires, Argentina, 1933-2004
imagen: Jeanne Hébuterne con sombrero y collar (1917), Amedeo Midigliani
La nostalgia
Hay un día en que las cosas son un hondo precipicio
conozco el rostro húmedo y las manos que nunca me abandonan
la noche que se abre
como un pueblo de alondrasdisperso en la tormenta.
Yo he escuchado a mi amor desde lejos en una lengua extraña
mientras la nostalgia murmuraba sus frases de curiosa hechicera
ella alargaba sus caricias en las ventanas del insomnio
como una huésped cuya mano asolaba el relámpago.
Porque ella no era el día
y tampoco era el ángel sediento de palabras
mi propia voz la nombra como a una desterrada
desabrigada madre, de pechos dulcemente vacíos.
Más allá de la noche donde se enciende la ternura
más allá de la calle donde el viento deshace la forma de los pasos
sé que hay un país nuevo, cansado de las sombras.
Una música fija
un tiempo de colores intensos como dioses desnudos.
Pero mi corazón sigue clavado parta siempre en los sitios imposibles.
Elizabeth Azcona Cranwell, Buenos Aires, Argentina, 1933-2004
sábado, 30 de octubre de 2010
Constantine P. Cavafy
desde las nueve, cuando encendí la lámpara
y me sente aquí. Sentado sin leer
y sin hablar. ¿Con quién podría hablar,
solo con mi alma en esta casa?
Desde las nueve, cuando encendí la lámpara,
la imagen de mi cuerpo joven
me ha perseguido para evocarme
cuartos perfumados y cerrados,
el placer atrevido de otros días.
Y me trajo también a la memoria
calles que ya no reconozco,
cabarés llenos de vida que han cerrado,
teatros y cafes que ya no están.
La imagen de mi cuerpo joven
también me ha recordado motivos de tristeza:
lutos de familia, separaciones,
los sentimientos de los míos, los sentimientos
de los muertos tan poco valorados.
Las doce y media. Cómo ha pasado el tiempo.
Las doce y media. Cómo han pasado los años.
Che fece... il gran rifiuto
A algunas personas les llega un día
en que deben decir el gran Sí
o el gran No. Se ve en el acto quien tiene
listo el Sí en su corazón, y, al decirlo,
avanza con honor, firme en su convicción.
El que se niega no se arrepiente. Si le volvieran a preguntar,
volvería a decir No. Pero ese No —que es correcto—
lo socava el resto de su vida.
Manuel Comneno
Un día desolado de setiembre
el emperador Manuel Comneno
sintió que su muerte estaba cerca.
Los astrólogos –a sueldo– de la corte
insistían en que aún
le quedaban muchos años por vivir.
Mientras ellos hablaban, sin embargo,
recordó una vieja costumbre religiosa
y mandó traer hábitos de un monasterio
y se los puso, contento de adoptar
la humilde imagen de un sacerdote o un monje.
Felices aquellos que creen
y que terminan su vida, como el emperador Manuel,
humildemente envueltos en su fe.
Constantine P. Cavafy, 1863-1933, Alejandría, Egipto
versiones del editor, a partir de las traducciones inglesas de
Stratis Haviaras, Edmund Keeley/Philip Sherrard, y Daniel Mendelsohn
imagen: s/d
lunes, 25 de octubre de 2010
Yusef Komunyakaa
Cactus nocturno & fachada
No puedo sacar los ojos del desnudo
en la ventana de un tercer piso a las 3 de la mañana.
Donde ella está ya es de día
en Copenhague & la Atlántida,
& apostaría el misterio contra mi vida
que está escuchando Bouncing with Bud.
Contoneándose con el ir y venir de los dedos por las teclas,
ella está al borde de algo grandioso
caído ahora en decadencia & confusión.
No creo que sea un anuncio visto por la ventana
de una fachada, podría ser la modelo de un pintor
tomándose una pausa luego de estar horas
sentada en la misma pose, en diálogo con tonos de rojo
rogando que la sombra de Bud no se aleje rengueando
golpeada por bastones policiales. Me pregunto si sabe
que la floración llenó el cuarto & la dejó sola
como estoy yo esta noche bajo un puñado de polvo cósmico,
una puerta cerrada con tablas y guardada por dos leones.
Yusef Komunyakaa, Estados Unidos, 1947
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Sally Mann, Night Blooming Cereus (1988)
Night-Blooming Cereus & Façade
I can’t take my eyes off the nude
in a third-floor window at 3 a.m.
Where she is it is already day
in Copenhagen & Atlantis,
& I’d bet mystery against my life
she’s listening to Bouncing with Bud.
Swaying to fingers up & down the keys,
she’s at the edge of something grand
now fallen into decay & shambles.
I don’t think she’s an ad seen through the window
of a façade, but she could be a painter’s model
taking a break from sitting in a single pose
for hours, in dialogue with shades of red
begging Bud’s shadow not to limp away
wounded by nightsticks. I wonder if she knows
blooming has filled up the room & left her lonely
as I am tonight beneath a handful of cosmic dust,
a boarded-up front door still guarded by two lions.
viernes, 22 de octubre de 2010
Malcolm Lowry
El pasado que florece
No hay ninguna poesía cuando vives ahí.
Esas piedras son tuyas, esos ruidos son tu mente,
los tranvías rechinantes y las calles que te unen
al bar soñado donde se alivia la angustia
son calles y tranvías: la poesía está en otro sitio.
Las fachadas de los cines y las tiendas
dejadas atrás y lloradas, ya no se lloran más.
Los nuevos jalones del aquí y ahora parecen
extrañamente fríos. Pero ve al Polo o a Nueva Zelanda,
y esas piedras florecerán y los ruidos cantarán
y serán fascinantes los tranvías, para el niño dormido
que nunca descansa, cuyo barco seguirá vagando siempre,
que jamás podrá volver a casa, y aún así debe traer
de vuelta a Ilión trofeos extraños, y absurdos!
Malcolm Lowry, Inglaterra, 1909-1957
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d
The Flowering Past
There is no poetry when you live there.
Those stones are yours, those noises are your mind,
The forging thunderous trams and streets that bind
You to the dreamed-of bar where sits despair
Are trams and streets: poetry is otherwhere.
The cinema fronts and shops once left behind
And mourned, are mourned no more. Strangely unkind
Seem all new landmarks of the now and here.
But move you toward New Zealand or the Pole,
Those stones will blossom and the noises sing,
And trams will wheedle to the sleeping child
That never rests, whose ship will always roll,
That never can come home, but yet must bring
Strange trophies back to Ilium, and wild!
Un río seco es como el alma
Un río seco es como el alma
de un poeta que no puede escribir, aunque percibe
su tema con claridad imperfecta y lamenta
morir de sed por la sequía. Pero su meta,
un saludable mar del más claro cristal una vez,
retrocede, se vuelve gris en el espino cerval,
se va como los amores viejos,
abandona la mente por completo. Él no concibe
nada que lo remplace: solo en el polo
de la memoria vibra una brújula extraviada;
y así el río, al lado de sus árboles grises compasivos,
es una agonía de piedras, horrores que se hundieron
y que son declarados, blanqueados ahora. Porque son estas,
estas piedras y naderías las que mandan
cuando el río es un camino y la mente un hueco.
Malcolm Lowry, Inglaterra, 1909-1957
Versión © Gerardo Gambolini
A Died Up River is Like the Soul
A dried up river is like the soul
Of a poet who can’t write, yet perceives
With imperfect clarity his theme and grieves
To parched death over the drought. But his goal
Once a wholesome sea of clearest crystal
Recedes, grows grey in hartseye, like old love leaves,
Leaves the mind altogether. He conceives
Nothing to replace it: only at the pole
Of memory flickers some senseless compass.
So the river, by her grey pitying trees
Is an agony of stones, horrors which sank
But are now declared, bleached. For it is these,
These stones and nothingnesses which possess
When river is a road and mind a blank.