martes, 4 de octubre de 2011

Eugenio Montejo



Acacias

                                        En la gélida noche rugen los huracanes.
                                                                “A Diotima” —Hölderlin


Estremecidas como naves
acacias emergidas de un paisaje antiguo
y no obstante batidas en su fuego
bajo la negra luz de atardecida
yo miro yo asisto
a este mínimo esplendor tan denso
yo palpo
la intermitencia de las arboladuras
su fuego girante delirante
enmarcadas en un éxtasis grave
como desposeídas lanzadas al abismo
así de grande
en un follaje poblado de sombras agitadas
las miro
frente a la piedad de mis ojos
bajo los huracanes de la Noche.

Eugenio Montejo, Caracas, Venezuela, 1938 – Valencia, España, 2008
imagen: s/d


Canción

Cada cuerpo con su deseo
y el mar al frente.
Cada lecho con su naufragio
y los barcos al horizonte.

Estoy cantando la vieja canción
que no tiene palabras.
Cada cuerpo junto a otro cuerpo,
cada espejo temblando en la sombra
y las nubes errantes.

Estoy tocando la antigua guitarra
con que los amantes se duermen.
Cada ventana en sus helechos,
cada cuerpo desnudo en su noche
y el mar al fondo, inalcanzable.

Eugenio Montejo, Caracas, Venezuela, 1938 – Valencia, España, 2008

domingo, 2 de octubre de 2011

Ezra Pound




¡Oh, minoría indefensa de mi patria,
oh, remanente esclavizado!

Artistas que chocáis contra ella,
descarriados, perdidos en los pueblos,
recelados, criticados,

amantes de la belleza, hambrientos,
decepcionados con los sistemas,
impotentes ante el control;

vosotros que no sabéis agotaros
insistiendo hasta triunfar,
vosotros que sólo sabéis hablar,
que no sabéis concentraros en la reiteración;

vosotros, de una sensibilidad más fina,
que chocáis contra el falso conocimiento,
vosotros que podéis saber de primera mano,
odiados, cercados, recelados,

pensad:
yo he capeado la tormenta,
yo he vencido mi exilio.

Ezra Loomis Pound, Idaho, Estados Unidos, 1885 –Venecia, Italia, 1972
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Ezra Pound, fotografía de Richard Avedon


The rest

O helpless few in my country,
O remnant enslaved!

Artists broken against her,
A-stray, lost in the villages,
Mistrusted, spoken-against,

Lovers of beauty, starved,
Thwarted with systems,
Helpless against the control;

You who can not wear yourselves out
By persisting to successes,
You who can only speak,
Who can not steel yourselves into reiteration;

You of the finer sense,
Broken against false knowledge,
You who can know at first hand,
Hated, shut in, mistrusted:

Take thought:
I have weathered the storm,
I have beaten out my exile.



La zambullida

Quisiera bañarme en extrañeza:
¡estas comodidades amontonadas sobre mí
me asfixian!
¡Me consumo, ardo tanto por lo nuevo,
nuevos amigos, nuevas caras,
lugares!
Oh, estar fuera de esto,
esto que es todo lo que quería
— menos lo nuevo.

¡Y tú,
amor, tú la muy, la más deseada!
¿No detesto todas las paredes, las calles, las piedras,
todo barro, bruma, niebla,
toda clase de tráfico?
A ti, te quisiera fluyendo hacia mí como el agua,
¡oh, pero lejos de esto!
Hierba y llanos y colinas
y sol,
¡oh, bastante sol!
¡Lejos y solo, entre alguna
gente extraña!

Ezra Loomis Pound, Idaho, Estados Unidos, 1885 –Venecia, Italia, 1972
Versión © Gerardo Gambolini


The Plunge

I would bathe myself in strangeness:
These comforts heaped upon me, smother me!
I burn, I scald so for the new,
New friends, new faces,
Places!
Oh to be out of this,
This that is all I wanted
—save the new.

And you,
Love, you the much, the more desired!
Do I not loathe all walls, streets, stones,
All mire, mist, all fog,
All ways of traffic?
You, I would have flow over me like water,
Oh, but far out of this!
Grass, and low fields, and hills,
And sun,
Oh, sun enough!
Out, and alone, among some
Alien people!

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Julio Cortázar




En la bóveda de la tarde cada pájaro es un punto del recuerdo.
Asombra a veces que el fervor del tiempo
vuelva, sin cuerpo vuelva, ya sin motivo vuelva;
que la belleza, tan breve en su violento amor
nos guarde un eco en el descenso de la noche.

Y así, qué más que estarse con los brazos caídos,
el corazón amontonado y un sabor de polvo
que fue rosa o camino.
El vuelo excede el ala.
Sin humildad, saber que esto que resta
fue ganado a la sombra por obra de silencio;
que la rama en la mano, que la lágrima oscura
son heredad, el hombre con su historia,
la lámpara que alumbra. 

Julio Cortázar, Bruselas, 1914 – París, 1984
imagen: s/d

domingo, 25 de septiembre de 2011

Silvia Camerotto



Resabios

Cómo es esta noche todavía
Si las noches
si los momentos van a alguna parte
donde lo encuentre como se encuentra su voz
en mi cabeza con sus altos y sus bajos
con su voluntad inocua para semejantes fauces
La intolerancia metida dentro de una botella
que perfuma mi estudio cuando trabajo
cuando marco un número de teléfono
para pedir ayuda pero nunca lo que deseo que ocurra
Es extraño mirarse después que ha pasado el lugar
y ver que en el lugar ya no está la persona
pero el hueco que ocupaba sigue lleno
como si fuera posible estar al mismo tiempo
en el norte y en el sur
como si los débiles marcos que contienen las miradas
hubieran crecido de golpe
amontonados en el mismo centro de la cosa
Tanta incontinencia
Tanto asombro

Silvia Camerotto, Buenos Aires, Argentina, 1959


viernes, 23 de septiembre de 2011

Edgar Bayley // 3 poemas



cambio de estación

los ruidos de la calle
tan diversos
la agitación del follaje
de los árboles cercanos
el ir y venir de las hormigas
el fin del verano
ponen un orden nuevo
en el peldaño
el estribo
en la cabellera de la noche

un balcón entreabierto
la luz crece como un río
rodando por escaleras
es el primer paso del sueño
en la fogata lejana

un hombre camina solo
se detiene a ratos
observa
escucha una risa
la fiesta está por comenzar
y baila finalmente
con la mujer que lo llamaba en sueños
en la luz y el aire
y en la noche despierta



cuando alguien me escribe yo le escribo
cuando alguien me piensa yo lo pienso
cuando alguien me olvida yo lo olvido
tengo mi corazón la mano la araucaria
alianza y comunión
es mi destino

navego otra vez
este mar me lleva hacia mis bodas
brillo y oscuridad
llego nadando



ahora que viví entre dos labios
ahora me doy cuenta que no es nada
que no es nada cantar cuando se han ido
que no es nada tanto ambiguo color tanta pereza
pisar mi ambigüedad mi gallo insomne
equivocar mi bandera y mi osamenta
ahora que viví oculto abajo
ahora me doy cuenta que no es nada
mirar hacia el fondo si ha quedado
la muerte al fin trajeada de ambrosía
ahora que viajé de noche solo
y subí de un salto a la colina
ahora me doy cuenta que no es nada
pensar que mañana o que pasado
me doy cuenta claramente que no es nada
que no es nada el desamparo y la volanta
que no es nada no haber visto
haber quedado en tanto imaginar y no haber sido
ahora me doy cuenta que no es nada
ahora que miré a mi hermano cara a cara
y le vi el perdón y la pobreza
me doy cuenta claramente que su avío
que su modal su lucha se despegue
anuncian por estanques y por cuartos y burbujas
la prenda venidera el duro filamento de ser hombre

Edgar Bayley, Argentina, 1919-1990



miércoles, 21 de septiembre de 2011

Henriqueta Lisboa // Mario Quintana





La muerte es limpia.
Cruel pero limpia.

Con sus delantales de lino
– criada – friega los vidrios.
Tiene puños ágiles y esponjas.
Abre las ventanas, el aire se precipita,
inaugural, dentro de las salas.
Había huellas digitales en los muebles,
motas de polvo en la rendija de las cerraduras.

Pero todo volvió a ser como antes de la carne
y su desorden.

Henriqueta Lisboa, Brasil, 1901-1985
Versión © Gerardo Gambolini


Restauradora

A morte é limpa.
Cruel mas limpa.

Com seus aventais de linho
— fâmula — esfrega as vidraças.
Tem punhos ágeis e esponjas.
Abre as janelas, o ar precipita-se
inaugural para dentro das salas.
Havia impressões digitais nos móveis,
grãos de poeira no interstício das fechaduras.

Porém tudo voltou a ser como antes da carne
e sua desordem.



El peregrino descontento

Íbamos de caminata. El santo y yo.
En ese tiempo se decía: íbamos de alejada...
Y eso lo explicaba todo, porque viajábamos lejos, lejos...
Íbamos, pues, el santo, yo, y otros.
Era un santo tan frívolo que vivía haciendo milagros.
Yo, nada...
Resucitó una flor marchita y un niño muerto
y transformó una piedra, al borde del camino,
en una flor de loto.
(¿Por qué una flor de loto?)
Un día llegamos al fin de la peregrinación.
Dios, entonces,
decidió mostrar que él también sabía hacer milagros:
¡el santo desapareció!
¿Pero cómo? ¡No sé! Desapareció, allí mismo, delante de nuestros ojos que la tierra ya se comió.
Y nosotros nos postramos en tierra y adoramos al señor Dios todopoderoso.
Y nos fue concedida la vida eterna: ¡esto!
Dios es así.

Mario Quintana, Brasil, 1906-1994
Versión © Gerardo Gambolini


O peregrino malcontente

Íamos de caminhada. O santo e eu.
Naquele tempo dizia-se: íamos de longada...
E isso explicava tudo, porque longa, longa era a viagem...
Íamos, pois, o santo, eu, e outros.
Ele era um santo tão fútil que vivia fazendo milagres.
Eu, nada...
Ele ressuscitou uma flor murcha e uma criança morta
E transformou uma pedra, na beira da estrada,
Em flor de lótus.
(Por que flor de lótus?)
Uma dia chegamos ao fim da peregrinação.
Deus, então,
Resolveu mostrar que também sabia fazer milagres:
O santo desapareceu!
Mas como? Não sei! desapareceu, bem ali, diante dos nossos olhos que a terra já comeu!
E nós nos prostramos por terra e adoramos ao Senhor Deus todo-poderoso
E foi-nos concedida a vida eterna: isto!
Deus é assim.



lunes, 19 de septiembre de 2011

Dylan Thomas



En mi oficio o arte huraño

En mi oficio o arte huraño
ejercido en la calma de la noche
cuando sólo la luna se enfurece
y los amantes yacen en el lecho
con todos sus pesares en los brazos,
a la luz cantarina yo trabajo
no por pan o ambición
o el alarde y el tráfico de encantos
en los teatros de marfil
sino por la simple paga
de sus más secretos sentimientos.

No al hombre altivo
aislado de la luna enfurecida
le escribo en estas páginas de espuma
ni a los muertos encumbrados
con sus salmos y ruiseñores
sino a los amantes -sus brazos
ciñendo los pesares de los tiempos-
que no ofrecen paga ni alabanzas
ni prestan atención a mi labor. 

Dylan Thomas, Swansea, Gales, 1914-1953
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d



In my craft or sullen art

In my craft or sullen art
Exercised in the still night
When only the moon rages
And the lovers lie abed 
With all their griefs in their arms,
I labour by singing light
Not for ambition or bread
Or the strut and trade of charms
On the ivory stages
But for the common wages
Of their most secret heart.

Not for the proud man apart
From the raging moon I write
On these spindrift pages
Nor for the towering dead
With their nightingales and psalms
But for the lovers, their arms
Round the griefs of the ages,
Who pay no praise or wages
Nor heed my craft or art.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Rafael Alberti




Hace falta estar ciego,
tener como metidas en los ojos raspaduras de vidrio,
cal viva,
arena hirviendo,
para no ver la luz que salta en nuestros actos,
que ilumina por dentro nuestra lengua,
nuestra diaria palabra.
Hace falta querer morir sin estela de gloria y alegría,
sin participación en los himnos futuros,
sin recuerdo en los hombres que juzguen en pasado sombrío de la Tierra.
Hace falta querer ya en vida ser pasado,
obstáculo sangriento,
cosa muerta,
seco olvido.

Rafael Alberti, España, 1902-1999
imagen: s/d

viernes, 16 de septiembre de 2011

Alberto Girri



Casi ninguna verdad,
el vacío
para sentirte seguro
contra la historia,
apóstata
por aconsejar la inconstancia,
la fatiga extrema,
la tempestad,
aunque los hombres no las amen,
por juzgarnos míseros
y tener la alta idea de ti
que no quieres
compartir nuestras debilidades,
por ser tú mismo endeble
y admirar las moscas,
extraña potencias
que ganan todas las batallas,
perturban el alma,
y devoran el resto,
por sustraerte al destino común
asomándote al abismo,
tu abismo, a tu izquierda,
y orar con un largo grito de terror,
por cerrarte a la claridad
mientras velas, implacable,
y exiges
que en esa Agonía
que durará hasta el fin del mundo
nadie se duerma,
por haberte ofrecido a Dios
tras anunciar que en todas partes
la naturaleza señala a un Dios perdido.
Casi ninguna verdad,
el vacío
y el morir solos
debajo de un poco de tierra.
Tuviste razón,
qué necios son estos discursos.

Alberto Girri, Buenos Aires, 1919-1991
imagen: Blaise Pascal [Public domain image]

jueves, 15 de septiembre de 2011

Coliseo




Entre la carne y el agua
un pelotón abigarrado
camino del hedor

y una tropa de cacería
igualmente despreciable. Sombras de sal
disputándose los cuerpos.

La primera pena de una tierra es el himno,
los votos de redención,
la sonrisa común innecesaria.

Yo amanezco hacia adentro diariamente,
avanzo diariamente hacia una cita privada y sin encanto,
hacia un eco desprovisto de un origen.


Gerardo Gambolini, Buenos Aires, Argentina, 1955
imagen: Cabildo y Plaza de la Victoria, 1877 
fuente: Archivo General de la Nación