miércoles, 26 de junio de 2013

Ronald Stuart Thomas





Se trata de un gato negro
en lo alto de un árido acantilado en marzo
cuyos ojos prevén
los pétalos del espinillo;

la igualación formal
de un ronroneo hogareño
con los fríos interiores
del espejo del mar.



Tendido ahora en su blando lecho
por última vez, viendo embotadamente
a través de los párpados pesados el color del día
sobrevivir al cielo, ¿qué puede decir
digno de registro, los libros todos abiertos,
las plumas preparadas, las caras, tristes,
esperando solemnemente que los labios cansados
se muevan una vez — qué puede decir?

Su lengua lucha por lograr que una palabra
traspase la densa flema; ningún discurso, ninguna frase
para la noticia del día, sólo la única palabra “perdón”;
perdón por las mentiras, por el largo fracaso
en la guerra del poeta; que prefiriera
las rimas más fáciles del corazón
a la escansión de la mente; que ahora muera
sin testamento válido, teniendo para dejar
sólo unas canciones, frías como piedras
en las manos delgadas que pedían pan.


Ronald Stuart Thomas, Cardiff, Gales, 1913-2000
Versiones © Gerardo Gambolini
imagen: s/d


The Cat and the Sea

It is a matter of a black cat  / On a bare cliff top in March / Whose eyes anticipate / The gorse petals; // The formal equation of  / A domestic purr / With the cold interiors / Of the sea’s mirror. 


Death of a Poet

Laid now on his smooth bed / For the last time, watching dully / Through heavy eyelids the day’s colour / Widow the sky, what can he say / Worthy of record, the books all open, / Pens ready, the faces, sad, / Waiting gravely for the tired lips / To move once — what can he say? // His tongue wrestles to force one word / Past the thick phlegm; no speech, no phrases / For the day's news, just the one word ‘sorry’; / Sorry for the lies, for the long failure / In the poet’s war; that he preferred / The easier rhythms of the heart / To the mind’s scansion; that now he dies / Intestate, having nothing to leave / But a few songs, cold as stones / In the thin hands that asked for bread.


sábado, 15 de junio de 2013

Alberto Girri






Qué hacer
del viejo yo lírico, errático estímulo,
al ir avecinándonos a la fase
de los silencios, la de no desear
ya doblegarnos animosamente
ante cada impresión que hierve,
y en fuerza de su hervir reclama
exaltación, su canto.

Cómo, para entonces,
persuadirlo a que reconozca
nuestra apatía, convertidas
en reminiscencias de oficios inútiles
sus constantes más íntimas, sustitutivas
de la acción, sentimiento, la fe;
su desafío
a que conjoremos nuestras nadas
con signos sonoros que por los oídos andan
sin dueños, como rodando, disponibles
y expectantes,
ignorantes
de sus pautas de significados,
de dónde obtenerlas:
y su persistencia, insaciable,
para adherírsenos, un yo
instalado en otro yo, vigilando
por encima de nuestro hombro
qué garabateamos;

y su prédica
de que mediante él hagamos
florecer tanto melodía cuanto gozosa
emulación de la única escritura
nunca rebecha por nadie,
la de Aquel
que escribió en la arena, ganada
por el viento, embrujante poesía
de lo eternamente indescifrable.

Preguntárnoslo, toda vez
que nos encerremos en la expresión
idiota del que no atina a consolarse
de la infructuosidad de la poesía
como vehiculo de seducción, corrupción,
y cada vez
que se nos recuerde que el verdadero
hacedor de poemas execra la poesía,
que el auténtico realizador
de cualquier cosa detesta esa cosa.


Alberto Girri, Buenos Aires, Argentina, 1919-1991
imagen: Sara Facio