Estaba un día la reina
con zagalejo encarnado
dando gracias a la Virgen
que tan bella la ha criado
Viniendo el rey por detrás
con la varita le ha dado.
“Estáte quieto, Andarique,
mi querido enamorado,
que dos hijos tengo tuyos
y dos del rey, que son cuatro.
Los del rey comen en mesa
y los tuyos a mi lado;
los del rey montan en mula
y los tuyos a caballo;
los del rey llevan espada
los tuyos puñal dorado.”
Y el rey, al oír esto,
para atrás se ha retirado.
Al bajar por la escalera
a Andarique se ha encontrado.
“¿Adónde vas, Andarique,
a estas horas al palacio?”
“A mi señora, la reina,
a enviarle este regalo.”
“Ese regalo, Andarique,
podía estar bien escusado.”
Ya desenvainó la espada,
la cabeza le ha cortado;
la ha puesto en fuente de plata
y a la reina la ha enviado.
Estando un día comiendo
la reina un suspiro ha dado.
“¿Por qué suspira, la reina,
teniendo el rey a su lado?”
“Suspiro por Andarique,
que era un paje bien mandado.”
“No ha de suspirar, la reina,
si era vuestro enamorado.”
“Máteme, el señor rey,
que me tiene a su comando.”
“Matar, no te mataré,
pierde, reina, ese cuidado;
pero te emparedaré
como a los emparedados
y te daré de comer
rebojos de mis criados
y te daré de beber
orines de mis caballos
y luego me casaré
con una de quince años,
que tenga los ojos negros
y los labios encarnados.”
* versión de San Muñoz, Salamanca, del Romance de Landarico
imagen: Gerineldo y la infanta
lunes, 5 de abril de 2010
Anónimo
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